By Joan Spínola -FOTORETOC-

By Joan Spínola -FOTORETOC-

Villa de Guadalcanal.- Dió el Sr. Rey D. Fernando a Guadalcanal a la Orden de Santiago , e las demás tierras de la conquista, e de entonces tomó por arma una teja o canal, e dos espadas a los lados como así hoy las usa.



miércoles, 30 de marzo de 2011

INDIANOS DE GUADALCANAL 7/9

RASGOS SOCIOECONOMICOS DE LOS EMIGRANTES A INDIAS. INDIANOS DE GUADALCANAL.
SUS ACTIVIDADES EN AMERICA Y SUS LEGADOS A LA METROPOLI, SIGLO XVII.


FICHAS BIOGRAFICAS DE EMIGRANTES (3ª PARTE)

(6) LUIS DE FUNES DE BONILLA (A.G.l., Contratación, 312 A-9) Varios individuos más del apellido Bonilla, y algunos de Funes, se encontraban por las mismas fechas o en anteriores en el virreinato del Perú. Se desconoce la fecha exacta de su pase a Indias, aunque parece fue en la década de 1580.
Era hijo de Francisco Funes de Banegas y de .Isabel Yáñes de Ortega, muertos ya al testar su hijo en 1609. Casó hacia 1574 en Guadalcanal con Mayor de Abasta (o Bastida), hija de Gonzalo Yanez de Abasta  y Mayor Rodríguez, la Caballera, recibiendo como dote unos 600 ducados, valor de la tercera parte de la casa de sus suegros (en la calle de la Plazuela), una suerte de pan sembrar en la Torrecilla (término del pueblo), la mitad de una bodega en las mismas casas, tres aranzadas de viñas, 20.000 maravedises al contado y ajuar de ropa de lino y lana y otros enseres de la casa valorados en 60.000 maravedises .
Sin hijos de su matrimonio dejó el pueblo (y a su mujer en él), para probar mayor fortuna en Indias. Allí estuvo al servicio de D. Alonso de Vargas, caballero de Alcántara y vecino de los Reyes, administrando una heredad y cobrando las tasas de sus indios en Arica. En esta ciudad lo encontró su paisano Luis de Bastida, que luego regresaría a Guadalcanal daría noticias suyas, añadiendo así referencias a las que se tenían y por sus cartas y misivas a familiares y amigos.
Más tarde se avecindó en Lima donde contaba con casa propia y donde parece que siguió al servicio de D. Alonso de Vargas, aunque con mejor fortuna, sin que fuera relevante. Tuvo indios, dos o tres, a su ser una negra, además de contar con “ropa costosa “, si bien el grueso-vicio y de su fortuna consistía en 3.000 pesos de a ocho que le debía por sus servicios D. Alonso de Vargas y unos 300 pesos de los que era acreedor.
En Arica o Lima tuvo un hijo natural, Francisco Funes de Bonilla, al que tuvo en su compañía, reconoció como tal en su testamento y le nombró heredero de sus bienes, una vez deducidas cortas mandas.
Confirmando la devoción franciscana de sus paisanos y coetáneos, ordenaba su entierro con el hábito de la orden en San Francisco de Lima, con una misa de cuerpo presente y 50 misas rezadas, siendo poco generoso, en comparación con otros, para estas atenciones religiosas u obras pías y en consonancia con su menguado capital. Mandaba que los 600 ducados recibidos como dote con su mujer le fueran devueltos a ella o a sus herederos. Mayor Abasta, hacia 1599, había abandonado Guadalcanal para avecindarse en Sevilla con su sobrina María de Robles (hija de su hermana Francisca Rodríguez) y el marido de ésta Miguel Méndez. En 1613 muerta la tía, María de Robles de Mendoza, por sí y por sus hijos y como heredera de la anterior, reclamaba los 44.091 maravedises llegados a Sevilla según ordenaba el testamento de Funes.
(7) FERNANDO RODRÍGUEZ HIDALGO (A.A.S., Capellanías. 860-7) Fue otro emigrante de Guadalcanal, casado como el anterior, y ave donde testó en 1596, fundando una capellanía de la Iglesia parroquial de Santa María la Mayor de su villa natal.
Poco sabemos de su salida del pueblo, actividad en Indias y bienes, salvo que contaba con casas en aquél (en la 4calle de La Cava) donde había vivido su madre y su hermana (Mayor Méndez, hija también de Pedro Méndez); una suerte de tierras que solía ser zumacal en el cerro llamado la Cuesta de la Horca; otras tierras de pan llevar en términos de Valencia de las Torres; 50 pesos que había dado a censo y 300 más de a nueve reales que ordenaba se enviaran a la villa para fundar con todos ellos dicha capellanía. Nombraba capellán de ella a uno de sus parientes o en su falta a los de su mujer Ana de Rivera.
Los bienes de la capellanía en 1777 estaban compuestos por unas 87 fanegas de tierra de distinta calidad y en distintas “suertes “, repartidas en los sitios del Escorial, el Zamón, Cuesta de la Horca, Los Barriales y el Durillo, en términos de Guadalcanal, más unas casas, tierras de pan llevar en Valencia de las Torres, un huerto (que antes había sido casa en la calle de La Cava), una escritura de censo de 2.287 reales de principal, y una suerte de tierras de tres fanegas, de regadío, en la huerta del Gordo.
Algunos de sus capellanes desde el XVII al XVIII fueron Diego Martín Rincón, Francisco Rodríguez Hidalgo, Diego Rodríguez Hidalgo (hermano del anterior), Alonso de Gálvez Otero y Francisco Muñoz de Otero, parientes en diverso grado del fundador y curiosamente beneficiarios, también como parientes, de otras capellanías indianas.
(8) JUAN BONILLA MEXIA.- (A.A.S., Capellanías, 862-9) Otra de las capellanías indianas de la iglesia mayor de Guadalcanal fue fundada por este sujeto, hijo de Gonzalo de Bonilla Mexía y de Mayor Ramírez y como tal pariente de varias familias de emigrantes del pueblo.
Salvo estos datos casi nada conocernos del fundador, que se encontraba en Cuzco y Lima hacia 1621. En esta fecha enviaba a su hermana (María de Bonilla) una barra de plata con Esteban Martínez Gondal, para que pudiera profesar como monja. Sabiendo después su muerte, Juan de Bonilla ordenaba a Francisco González de Bonilla que con el producto de su envío hiciera una capellanía en el pueblo, reservándose el nombra patrón para cuando él mismo regresara a España. –miento del No sabemos si regresó o bien murió en Indias (que parece lo más probable) pero sí la institución real de la capellanía, que disfrutaron como capellanes sus parientes Rodrigo de Bonilla Gálvez, Cristóbal de Bonilla Zorro y Pedro de Bonilla Gálvez, entre otros.
La fundación se hizo con 6.400 reales que quedaron una vez pagados los gastos de entierro de doña María de Bonilla, que fueron invertidos en tres censos.
(9) PEDRO MARTÍNEZ PAVA (A.G.I., Contratación, 326 A) Es el único cura que encontramos en el grupo de indianos recopilados en esta ocasión. Hijo de Jerónimo González de la Espada y de Juana Hernández de la Pava, contaba con otro hermano, de igual nombre y apellidos que el padre de ambos, que parece quedó en Guadalcanal y casó con María de Bonilla. Recuérdese la frecuencia de este apellido y la existencia de otros de la Pava y de la Espada entre los indianos del pueblo.
Había salido de su tierra hacia 1585, manteniendo “en todo este tiempo mucha comunicación” con su hermano y su sobrina doña Isabel Bautista de Bonilla, quien en 1615 hacía gestiones para cobrar la herencia de su tío. Precisamente una carta suya, firmada de su puño y letra fue presentada en los autos realizados para la cobranza de esta herencia.
Doncella doña Isabel y sola tras la muerte de sus padres, reclamó los cortos bienes de Martínez Pava como única heredera.
Otro de sus parientes estantes en Lima, el licenciado Francisco Núñez de Bonilla, le había escrito en 1615 notificándole la muerte de su tío, como cura de Cajatambo y abintestato, por lo que por “parentesco y amistad” había abierto sus cartas y se había interesado por sus bienes.
Lamentaba la situación de doña Isabel, sola y sin tomar estado “ni dote tan suficiente como las personas de la calidad de V. M. han menester “, lo que parece indicar la significación social en el pueblo de esta familia y también sus cortos medios, que sin duda fueron factores que incidieron en la emigración de algunos de sus miembros.
Temiendo Núñez de Bonilla que al morir Martínez Pava en su doctrina, hubiera ocultación y merma de sus bienes, hizo gestiones en Lima ante el juez mayor de bienes de difuntos para poder remitir cuanto antes la herencia de su pobre e hidalga pariente, lo que por fin consiguió llegándole a doña Isabel unos 389 pesos.
(10) DIEGO GONZÁLEZ HOLGADO (A.G.I., Contratación, 256 A-1) Dentro del ámbito del virreinato peruano, pero en los límites de la Audiencia de Quito, encontramos a este indiano, salido de Guadalcanal hacia 1592, según propia declaración. Como otros, había dejado su familia y cortos bienes en el pueblo para hacer fortuna en el Nuevo Mundo.
Era hijo del Dr. Gonzalo García Espinel y de Teresa Yáñez Holgado, ambos naturales y vecinos del pueblo, donde parecen familia de cierta relevancia social, contando con enterramiento en el convento de San Francisco de Guadalcanal donde estaba enterrado el abuelo paterno, Gonzalo García. Casó Holgado con Inés Díaz de la Parra, hija de Melchor Núñez de Cáceres y de Ginesa de Morales, de la que tuvo tres hijos: Melchor de la Parra, que ingresó como franciscano, Cristóbal González Holgado, que en ausencia de su padre se ordenó de clérigo de Evangelio y Mayor González Holgado, de 22 años al testar su padre en 1598.
Contaba en el pueblo con casas de morada, bodega, bienes dótales recibidos con su mujer y otros varios. Se estableció en la ciudad de Loja, que había ido prosperando como asiento hispano y por su entorno minero desde su fundación, y allí abrió tienda de menudeo, cordobanes y otros artículos, dedicándose también a prestar dinero a diversos individuos, tal vez relacionados con la actividad minera. En Loja testó y disponía su entierro, así como diversas mandas piadosas y misas repartidas entre dicha ciudad y Guadalcanal.
En los seis años de ausencia su familia tuvo frecuente comunicación epistolar con él desde Loja y otras villas; su viuda y su hija, mencionada ésta como Agueda González en 1600, cobraban 188 pesos de oro y 828 pesos corrientes de a nueve reales, procedentes de su herencia.

JAVIER ORTIZ DE LA TABLA DUCASSE
Actas de las I Jornadas de Andalucía y América. Huelva, 1981

sábado, 26 de marzo de 2011

LOS SEVILLANOS LLEGAN AL PUEBLO


LA PRIMERA BATALLA DE GUADALCANAL


UNA NOCHE DE CARNAVAL DEL AÑO 1476
El nombre de Guadalcanal se hizo famoso en todo el orbe por una isla del Pacífico en que tuvo lugar una gran batalla aeronaval durante la Segunda Guerra Mundial. La isla pertenece al archipiélago de las Salomón, que se halla casi en medio del Océano. Se cuenta que la isla se llama así porque llegó a ella, o acertó a avistarla, y en todo caso la bautizarla, un vecino de esta villa nuestra, caballero santiaguista, que en no recuerdo qué año del siglo XVII formaba parte de una expedición naval española que recorría aquellos lejanísimos mares, seguramente camino de las Filipinas o en relación con la presencia hispana en ellas.
La batalla de Guadalcanal se prolongó durarte siete meses, entre julio de 1942 y enero del año siguiente Japoneses y aliados experimentaron cuantiosas pérdidas en hombres y en barcos: veinticuatro mil bajas y veinte barcos hundidos de los japoneses, y muchos menos hombres (unos seis mil) y algunos barcos más entre las fuerzas aliadas, compuestas por norteamericanos con algunos apoyos de Australia. En enero, finalmente, los japoneses evacuaron Guadalcanal vencidos por primera vez en la guerra de Oriente y se retiraron de todo el Archipiélago.
GUZMAN Y CARDENAS, FRENTE A FRENTE.
Pero los acontecimientos del 42 fueron la segunda batalla de Guadalcanal que registra la historia. La primera había tenido como escenario nuestro propio pueblo en los carnavales de 1476. No se conoce la cifra de las bajas, pero sí quienes combatieron y el botín que quedó en manos de los vencedores: casi 200 caballos, más de 300 acémilas, 700 libras de plata y "preciosísimos collares de oro". El "general" de los vencidos fue don Enrique de Guzmán, duque de Medina Sidonia y conde de Niebla, el hombre más poderoso de Andalucía en aquella época. A su gente el cronista les llama "los sevillanos". La victoria fue para don Alonso de Cárdenas, el comendador de León de la orden de Santiago, que jugaba en campo propio, porque Guadalcanal no era tierra de Sevilla como las otras localidades de la comarca de la Sierra Norte que se dice ahora, sino que pertenecía al señorío de la Orden de Santiago, desde la Reconquista en tiempos de San Fernando. Dentro de él correspondía al Priorato de Llerena, vinculado a la encomienda de León (o San Marcos de León), tanto a efectos de dependencia eclesiástica como civil. Don Alonso era, pues, una especie de gobernador bajo cuya más o menos remota jurisdicción se hallaba Guadalcanal.
La batalla, o pelea de Guadalcanal fue un episodio de las luchas políticas castellanas de principio del reinado de los Reyes Católicos. Dentro del Reino, las facciones políticas de la nobleza constituían el equivalente de los modernos partidos en relación con el poder. Los grandes señores dominaban territorios y vasallos, disponían de centinela, podían levantar fuerzas y ocupaban importantes parcelas del poder efectivo.
IMPORTANCIA DEL MAESTRAZGO
El primero de los señoríos de Castilla era el de la Orden de Santiago. Era el más importante en tierras, en población y recursos.
Ninguna otra orden (Calatrava o Alcántara), ninguna personalidad de la nobleza o gran señor eclesiástico se igualaba a la caballería santiaguista: ni el duque de Medina Sidonia, ni los Mendoza, Enríquez, Zúñigas, etc., ni el arzobispo de Toledo.
En aquel momento estaba vacante la suprema dignidad de la orden, que era la de Gran Maestre. El político o señor que lograra ser elegido se convertiría en el tercer personaje del reino, después de los monarcas.
Guzmán, el duque de la acción de Guadalcanal, hombre joven e impulsivo, aseguraba que el Rey Fernando le había prometido el puesto antes de ceñir la corona, y sentía con derecho al tal maestrazgo. Cárdenas representaba, más o menos a las estructuras santiaguistas aspiraba también al maestrazgo y se apoyaba en los caballeros que no querían un jefe venido de fuera (aunque perteneciera a la Orden), con ellos se asociaban, naturalmente, los enemigos del Duque, que no debían ser pocos. Este contaba también con aliados, como el conde de Feria, señor de Zafra, centro de estados, en cuyo castillo-palacio (hoy Parador) residía habitualmente. El de Feria estaba agraviado con los de Santiago, que desde una fortaleza situada en los Santos de Maimona no paraban de crearle problemas y de hostilizarle en la administración de su señorío.
Para no alargar mucho la historia, omitiré casi todo lo que según las crónicas precedió a la batalla de nuestro pueblo. Guzmán y sus “sevillanos" habían hecho una campaña de nulo rendimiento por tierras de lo que hoy es la zona meridional de Badajoz. Les había llegado el invierno, que es cuando había que licenciar las tropas, porque ya no era tiempo de guerra. Querían hacer algo y ocupar alguna villa o fortaleza de la Orden Santiaguista, aunque fuera ya de regreso hacia Sevilla.
El conde de Feria aconsejó que intentaran nada en Fuente de Cantos ni en Guadalcanal, por su gran población, especialmente en la última de estas localidades, ya "que sería funesta la estancia nocturna en Guadalcanal, hasta con escuchas y centinelas, y aún enviando astutos corredores (quiere decir espías) a sorprender los planes del Comendador Cárdenas".
LOS "SEVILLANOS" LLEGAN AL PUEBLO
El Duque orientó sus pasos a una fortaleza menor santiaguista, que tomó. Desde ella se encaminó a Fuente de Cantos, con éxito. De allí a Guadalcanal tras pasar cerca de Llerena, donde estaba Cárdenas, que no le hizo frente, pues esperaba mejor oportunidad para vencerle, "porque sabía que a la noche siguiente, noche de Carnaval, cuando la caballería (del Duque) durmiese profundamente con los vapores del vino (Guadalcanal era tierra famosa por sus vides) le sería facilísimo acometerla de repente".
Todavía fue mayor de lo que esperaba Don Alonso la imprudencia del Duque que “entró en Guadalcanal cerrada ya aquella noche consagrada por los habitantes a la algazara, haciéndoles con la llegada de los andaluces (los sevillanos del Duque) enojosísimo el intempestivo hospedaje (que los vecinos debían ofrecer a los soldados) ".
El cronista Palencia prosigue diciendo que "a la molestia de los vecinos vinieron a sumarse los recelos acerca de los recién llegados. Pero no por eso emplearon más vigilancia el Duque y sus capitanes, aun cuando sabían por algunos de sus huéspedes (los vecinos que los tenían en sus casas) que aquella noche había de llegar el comendador don Alfonso de Cárdenas..., y los sorprendería en las camas, desarmados y sumidos en el sueño, si no se precavían apostando escuchas y poniendo de centinela algunos hombres, conocedores de los caminos en la garganta del monte que domina la población y hace frente a Llerena, único punto por donde se temía la entrada del enemigo".
Mas ni las exigencias de la guerra, ni el recelo del molesto alojamiento, ni la amenaza de la venida del Comendador fueron bastante para que el Duque y sus oficiales adoptasen medidas de vigilancia..., "acogieron con risotadas los avisos de sus huéspedes (es decir de los vecinos) y todos en completa embriaguez se echaron en sus casas..."
CARDENAS EN GUADALCANAL
Total, que llegó el Comendador con casi mil hombres, atravesó el monte (o sea el puerto) sin guarda alguno; envió unos exploradores al pueblo, donde vieron que reinaba la soledad y el silencio. Entró el Comendador en la villa, dispuso un minucioso registro en busca de sus adversarios e hizo sujetar con anillas de hierro los muchos cerrojos que tenían las puertas del pueblo para que no escaparan.
Penetró él personalmente en la casa donde se hallaba el duque con veinte amigos jóvenes que habían estado cenando y bebiendo con él, echó abajo las puertas y empezaron el ataque y la defensa, en cuanto los amigos del Duque pudieron coger las armas.
Pensaron éstos, sin embargo, que su negocio estaba en que el Duque no cayera prisionero y se pusiera a salvo. Lo aceptó éste. Guiado por el dueño de la casa, escapó por la parte de atrás. Le acompañaba uno de sus caballeros, con el que saltó las tapias. Dejemos la palabra al cronista que cuenta el resto de la batalla literalmente así:
"`Ya resonaba por todas las calles terrible estruendo y gritería; los "sevillanos" se abrían paso peleando y corrían a casa del Duque; algunos, guiados por la luz de los faroles, cargaban sobre los enemigos; otros valientes jóvenes, medio borrachos, no rehuían la lucha, antes más osados, como más ignorantes del peligro, atravesaban combatiendo las calles atestadas de enemigos bien armados. Entretanto, el Duque sin ser reconocido quedó tres veces prisionero y otras tantas en libertad, luego que, según la costumbre española, declaraba haber entregado ya a otro su espada".
Se rindió el caballero que le acompañaba, que era de Jerez, a fin de darle tiempo a huir y así lo hizo "el Duque a quien iba guiando entre la oscuridad un leal vecino", que le tuvo que prestar su propio calzado porque a don Enrique le era imposible caminar de otro modo por aquellas asperezas. Encontraron un jinete, que cabalgaba hacia Alanís, que "reconociendo al Duque le cedió su caballo".
LA PELEA SE RENUEVA
"En la Villa iba encarnizándose entretanto la pelea; el ansia del botín hacía aflorar a la gente de Cárdenas; el primer ímpetu de los “sevillanos" había conseguido que agruparan fuerzas suyas, de modo que ya en muchos lugares se combatía en iguales condiciones. El núcleo de la resistencia sevillana lo formaban unos setenta mancebos que tuvieron por largo rato al enemigo que confiaba en su mayor número luchando cuerpo a cuerpo en muchos momentos parecían vencerlos, aterrorizando a los adversarios que tanto temor les habían inspirado antes".
El Comendador llegó a temer un desastre; Los "sevillanos”, consiguieron apostar trescientos jinetes en las afueras para la pelea, mientras soldados del Comendador se entretenían en saquear lo que tenían los “sevillanos" a quienes habían muerto o aprehendido. Resultó herido el capitán que había quedado al frente de los del Duque. Estos, por fin se retiraron, dándose por vencidos seguramente ya de día y por el camino de la Alanis. Los santiaguistas se contentaron quedando con el botín que he dicho antes.
"Y aún hubiera sido mayor el despojo, si los vecinos de Guadalcanal no se hubieran mostrado bondadosos y observado las leves de hospitalidad, devolviendo a los "sevillanos" la plata labrada que habían confiado a su buena fe o que habían arrojado a los pozos (que fueron utilizados, sin duda, a la manera de modernas cajas fuertes)”.
LA "BATALLA" Y LA HISTORIA
Esta primera batalla de Guadalcanal tuvo importancia política. Fue un revés para Medina Sidonia, aunque después mostrara serenidad. Confirmó a los Reyes Católicos en que para asegurar el Estado y la supremacía del trono tenían que someter el poder de los grandes, y el de las órdenes y "señores". Cuando tuvieron margen político para ello, despojaron a los señoríos de sus arrogancias seudo-soberanas y, el Monarca asumió personalmente el Gran Maestrazgo de todas las Ordenes Militares.
Episodio menor, esta "batalla", o batalla o más bien bronca, de Guadalcanal es representativa de los problemas políticos de la época. Tuvo un historiador, quizá de más fuste que el le correspondía al suceso. Fue Alonso de Palencia, intelectual y político notable, que había nacido en Julio de 1423, probablemente en Sevilla y murió después de 1492. Se sabe que unos años antes de esa fecha se había comprado una sepultura en la catedral hispalense. Escritor notable, historiador áulico, partidario acérrimo de la Reina Isabel y colaborador político suyo en embajadas y secretarías, era buen latino. En esa lengua escribió la Crónica de Enrique IV de la que hizo una traducción al castellano el erudito don Antonio Paz y Melia, que publicó en Madrid a principios de este siglo XX. En el capítulo X del libro I de la Tercera Década, entre e los sucesos de finales de 1475 y principios del 76, narra Palencia las contiendas por el maestrazgo entre el Duque de Medina Sidonia y el Comendador Cárdenas. Una de ellas fue la "batalla" de Guadalcanal.
Los habitantes de la villa, "de gran población", no tomaron parte en ella; alojaron a las tropas como era su obligación (ambos ejércitos eran "legales") y les avisaron de los peligros; les socorrieron, hasta con el calzado que permitió a. don Enrique saltar tapias y pisar guijarros; y fueron reconocidos corno "bondadosos” en su trato, incluso con los incómodos visitantes que aquella noche de Carnaval los habían dejado sin dormir y quizá también sin vino.

ANTONIO FONTAN PEREZ
(Villa Susana, Guadalcanal, 1989)
Revista de feria 1989

jueves, 24 de marzo de 2011

NO A LA GUERRA

AMISTADES PELIGROSAS

Sres. Socialistas, ¿Qué están Vds. haciendo con mi pacifista voto?, curioso, pasamos del “No a la OTAN”, al “de entrada no, pero si ”, del no a la guerra de Irak y retirar las tropas, a enviar tropas a la guerra de Afganistán en misión ¿humanitaria?, y ahora en autoproclamarnos protagonistas en otra guerra “humanitaria”, la de Libia, la de un tal Sr. Gadafi al que le reímos las gracias en su día y le dejamos montar una jaima en los jardines de la Moncloa.
Los corifeos más aguerridos del Gobierno niegan incluso que la intervención española en Libia lo sea en una guerra, plenamente conscientes de que el actual entusiasmo bélico del presidente Zapatero se compadece mal con aquella precipitada retirada de Irak que marcó su llegada a la Moncloa. Pasando de la foto de las Azores a la reciente foto de París. Por tanto, dado que si no hay guerra no habría contradicción presidencial, pues no hay guerra y se acabó.
Atacar con aviones de combate instalaciones militares de Gafadi no es “afirman estos indesmallables zapaterófilos y políticos abrazafarolas” una operación de guerra, sino el mero cumplimiento de la zona de exclusión aérea ordenada por la ONU (contra un país miembro), eufemismo con el que, se trata de dar nombre fingido a lo que no es más que una operación militar en toda regla para recuperar intereses económicos y mientras tanto el combustible sube y sube y aquí nadie  se moviliza.
Así las cosas, el Gobierno español del Sr. Zapatero ha obtenido el apoyo del Congreso para participar en operaciones militares que llevarán a España a alcanzar, sin duda, un nuevo récord de estupidez y mentira: tener soldados combatiendo en dos guerras que según ellos no existen: la de Afganistán y la de Libia.
Aunque el debate político español, trufado desde hace mucho de imposturas y falsedad, admite esto y mucho más, hay que reconocer, en todo caso, que las operaciones militares contra Libia podrían empezar a parecerse, si nadie lo remedia, a aquella guerra con la que el humorista Gila hizo durante décadas las delicias del público español, ¿está el enemigo, que se ponga?. Y ello porque los aliados contra Gadafi participan, según estamos viendo atónitos, en una guerra sin haber aclarado sus dos aspectos esenciales: quién tiene el mando y cuál es el objetivo que persiguen los ataques aéreos sobre el país norteafricano, si proteger a la población de una masacre, derribar al dictador que hasta hace poco le reíamos sus “gracias” u obtener un beneficio económico, que parece esto último ser el fin.
Cabe que esos que miran al dedo cuando otros señala hacia la Luna consideren que todo ello resulta poco relevante, pero parece obvio que ante la opinión pública internacional y, de manera muy especial, ante la de los países árabes, debería quedar claro que la operación militar contra Gadafi se realiza bajo el mando de la OTAN (aun cuando eso complique la operación de autobombo que prepara el emperador Sarkozy) y con el objetivo de evitar que el criminal libio pueda asesinar impunemente a civiles desarmados, pero igualmente habría que reflexionar que la OTAN está para defender a unos de sus miembros del ataque de un tercero (aquí no es el caso).
Y es que incluso quienes son partidarios de la intervención militar aliada en los términos en los que hasta ahora se ha desarrollado “no digamos ya quienes legítimamente estamos en contra” tenemos derecho a saber bajo qué bandera estamos peleando y cuál es la finalidad que con esa lucha perseguimos. Porque, no lo duden, de cuál sea esa finalidad “proteger a los civiles libios o ayudar a uno de los bandos en conflicto a ganar la guerra civil que ha estallado en su país” dependerán los costes de todo tipo que deberemos estar preparados a asumir en el futuro y esperemos que una vez asumido el coste económico para un país en “liquidación por derribo” como el nuestro, no tengamos que lamentar otro coste, el de vidas de nuestros compatriotas o algún atentado de “castigo”.

Rafael Spínola Rodríguez
La Fragua del pensamiento

miércoles, 23 de marzo de 2011

INDIANOS DE GUADALCANAL 6/9

RASGOS SOCIOECONOMICOS DE LOS EMIGRANTES A INDIAS DE GUADALCANAL
SUS ACTIVIDADES EN AMERICA Y SUS LEGADOS A LA METROPOLI, SIGLO XVII

FICHAS BIOGRAFICAS DE EMIGRANTES (2ª PARTE)



(3) CAPITÁN FRANCISCO DE LA CAVA (A.G.L, Contratación, 276-1 y 2).Ascendiendo en éxito social y económico se encuentra el capitán Francisco de la Cava, que consiguió una regular fortuna en su actividad mercantil, a mayor escala que sus anteriores paisanos, esta vez centrada en Potosí.
Hijo de familia numerosa, procedía del primer matrimonio de Juan de Fuentes Ramírez y Juana López Hidalgo, que además de a éste tuvieron a Alonso López de Fuentes (el mayor de los varones) y a Mayor de Fuentes. Viudo el padre volvió a casar con Ana de Paz, teniendo los siguientes hijos: Diego, Beatriz y María de Fuentes, a los que Francisco nombrará como sus hermanos.
No sabemos cuando salió para Indias; curiosamente en 1561 se registra el pase de un Francisco de la Cava a Nicaragua, sin que pueda ser la misma persona, ya que los padres de éste rezan ser Francisco y Francisca de la Cava.
Ropa y muebles de casa y una tienda alquilada en Potosí a Juan de Torres Machuca, era acreedor, por distintos conceptos, de diversos individuos hasta un total de unos 20.000 pesos, siendo los principales deudores Sebastián González Orejón, Francisco Francés (en Porco), Luis Perdomo (en las Salinas) y Diego de Funes Velasco.
Testó en Potosí en abril de 1601, confesando haber estado enfermo. Ordenaba su entierro en el convento de San Francisco y con hábito franciscano (de nuevo la devoción a esta orden), con una misa de réquiem cantada y 50 rezadas; más 20 en Santo Domingo, e igual número en San Agustín y Las Mercedes y el doble en la iglesia mayor, pero “sin excesos de gasto ni pompa”. Igualmente pródigo fue en limosnas para la redención de cautivos (100 pesos), para las ánimas del purgatorio, el hospital (250 pesos), los pobres de la cárcel (150), el convento de San Agustín (100); a varios criados indígenas que tuvo en Las Salinas y al hospital, otros 250 pesos para curar indios. Algunas mandas a indígenas eran por “descargo de mi conciencia “, mientras que las que distribuyó entre sus amigos y paisanos eran por reconocimiento y amistad (a Peribanés, Cristóbal Montalvo), más Pedro Escudero, Juan de la Parra, hermano del anterior, y a Alonso de la Cava, a los que dejaba 500 pesos a cada uno; otros 500 a Diego Martín de Ortega para ayudar a casar a su hija y a Mariana del Castillo y su hija María de Ortega (mujer de Gaspar Garrido) a las que dejaba 300 por las atenciones que tuvieron durante su enfermedad.
Mandaba fundar una capellanía con 1.450 pesos corrientes de a ocho en la cofradía de San Diego, en el convento de San Francisco de Potosí; y destinaba 3.000 pesos a repartir por igual entre sus hermanas (de padre) María y Beatriz de Fuentes; 1.000 para su medio hermano Diego de Fuentes y otros 1.000 para el hijo de su hermana Mayor de Fuentes; en caso de que éste hubiera muerto pasarían a los hijos de su hermano mayor.
Además de otros 500 pesos de limosna que destinaba para el monasterio de Monjas de Guadalcanal, del resto de sus bienes dejaba por heredera a “su alma”, ordenando instituir una capellanía en el convento de San Francisco de Guadalcanal, ya que no tenía descendencia directa, ni herederos de derecho ni legítimos.
En la primera década del XVII se repartían en Sevilla 204 pesos ensayados de a 12 ½ reales llegados como bienes de Cava entre Juan de Tejada (en nombre de su mujer Beatriz de Fuentes y de su cuñada María) (quienes llevarían las tres cuartas partes) y el Dr. Arias de Loyola (en nombre de su hermana, doña Micaela Arias de Loyola, tutora de sus hijos Juan y Juana de Fuentes, como viuda de Alonso López de Fuentes hermano de Cava). La hermana entera del capitán, Mayor de Fuentes murió, y su único hijo Pedro Sánchez Morales también murió sin herederos, por lo que de esta herencia se beneficiaron los hijos de Alonso López de Fuentes.
(4) ALONSO GONZÁLEZ DE LA PAVA (A.A.S., Capellanías, 866-13) Se incluye este personaje, que sin duda será tratado con mayor detenimiento en otra comunicación, por ser un típico indiano de Guadalcanal, mecenas del convento del Espíritu Santo de la villa. Como otros paisanos se radicó en Potosí, dedicándose al laboreo y beneficio de metales, consiguiendo una sólida posición y fortuna que le permitió, en 1612, destinar 50.000 pesos para emplearlos en la construcción del convento del Espíritu Santo.
Curiosamente, como otros, aparece relacionado en Potosí con sus paisanos el capitán Francisco de la Cava y Alonso González de la Espada.
El primero lo eligió como albacea testamentario y el segundo, con el que parece tener cierto parentesco (a través de los Ortega), encarga en su testamento ciertas mandas a su hermana; en caso de ausencia de ésta nombraba para recibirlas a su tío Diego Díaz de Ortega o al dicho González de la Pava, que por aquél tiempo ya había regresado a Guadalcanal.
En 1620 daba poder a sus albaceas testamentarios, entre ellos Diego de Ortega Ramírez, regidor del pueblo, para hacer testamento en su nombre, siendo uno de los testigos de esta escritura el regidor D. Diego Díaz de Ortega, tal vez el mismo mencionado en otro párrafo. De su herencia excluyó a su sobrino Juan González de la Pava, que se encontraba ausente en Indias tal vez buscando igual fortuna que su tío y dejando las explotaciones mineras que éste tenía en la provincia de León-Extremadura, administradas por el alférez mayor Francisco de Rojas Bastidas.
(5) FRANCISCO Y ALONSO DE LA ESPADA (A.G.I., Contratación 378-3) Fueron sus padres Francisco González y Beatriz García Carranco, muertos ya al testar sus hijos, quienes terminaron sus días con un año de intervalo en Arica. Francisco murió en 1616 dejando a su hermano como uno de sus herederos y con la obligación de disponer el dinero suficiente para destinarlo a 1.000 misas por su alma que debían celebrar mitad de su herencia sería para Francisco Hernández de Nacarino, alférez real y mayordomo de la iglesia de Arica, por varias obligaciones y deudas de González de la Espada.
Al año moría su hermano Alonso estableciendo una cláusula en su testamento en la que ordenaba enviar a su tierra natal 500 pesos para misas por su alma y las de sus difuntos. Consta que Alonso fue dueño de recuas y esclavos, actividad que tal vez también fuera la de su hermano, y sus negocios se extendían entre Arica y Potosí, lugares donde nombraba albaceas: en el primero al alguacil mayor Gaspar de Vargas Carvajal y a Pedro de Urrutia, y en el segundo a Juan Martínez de Cárdenas. Cumplidas sus mandas testamentarias y piadosas, dejaba distintos legados para su comadre y amigos en Arica por un valor total de 1.000 pesos, destinando varias cantidades para ayudar a casar doncellas de estas familias o socorro de una viuda (Magdalena Ramos, cuyo apellido es típico de Guadalcanal). Del resto de sus bienes instituía heredera a su alma, al no tener herederos forzosos, (aunque contaba con una hermana doncella en el pueblo) remanente que debía ser destinado para las obras pías que con anterioridad había comunicado a sus albaceas.
Hay que recordar las relaciones de parentescos y paisanaje mantenidas en Indias pues si en unos casos no son explícitas, en otros son evidentes.
Así dos de los testigos del testamento de Francisco González de la Espada, Cristóbal López de la Torre y Benito Carranco, son los mismos que aparecen en el testamento de Cristóbal de Arcos Medina, el mercader de los Reyes que estuvo relacionado con ellos en sus operaciones comerciales.
Como en otras ocasiones hubo retraso en el cumplimiento de las últimas voluntades de ambos personajes y en la liquidación de sus bienes, teniendo que intervenir el oidor Blas de Torre Altamirano, juez mayor de bienes de difuntos de Lima, quien comisionó para este y otros casos similares al alférez Juan de Larra Morales (1624). En 1625 el defensor de bienes de difuntos de Arica Juan Ortiz de Uriarte apremiaba a uno de los albaceas (Pedro de Urrutia) para el pago de 560 pesos que había rete durante ocho años, exigiéndole intereses, daños y costas y declarando el embargo de una de sus heredades (de viña y olivar) en el valle de Ocurica.
Por fin en 1628 Juana González de la Espada, hermana de los anteriores, recibía 730 pesos de la herencia de ambos, que debían ser destinados para misas en Guadalcanal.

JAVIER ORTIZ DE LA TABLA DUCASSE
Actas de las I Jornadas de Andalucía y América. Huelva, 1981

sábado, 19 de marzo de 2011

TRAZOS, LETRAS Y ACORDES (IV)

RAMONA YANES
POETA Y ESCRITORA

Nació en Guadalcanal (Sevilla) y reside en Figueras (Gerona), como tantos otros guadalcanalenses añora nuestro pueblo, colaborando en la Revista de Feria, en varios blogs y en la página oficial del Ayuntamiento con sus poesías y relatos cortos, autora espontánea que se define ella misma: “no me gusta guardar papeles en el arcón”, nos transmite sus sentimientos en las distintas facetas de su hábil escritura: libros, cuentos, poesías, obras de teatro o relatos cortos, procurando atribuir a sus escritos pinceladas del día a día, con optimismo, humor y humanismo.
Ramona es un ejemplo para todos los que en alguna ocasión nos hemos enfrentado al folio en blanco o a la pantalla del ordenador con el objetivo de contar una historia y que los demás la lean, ella gusta plasmar en sus folios sentimientos y vivencias.

PUEBLO (A Guadalcanal)
Había una torre y un
palacio imaginario.
Las Adelfas dormían
en la siesta de mayo.
El murmullo del viento
me besaba en los labios,
la calima dejaba
a las rosas llorando.
Era un pueblo tranquilo
con campanas doblando,
y los días de fiesta
se vestía de blanco.
En la plaza pacientes
los naranjos velando,
los nardos aguardaban
a que fueran cortados.
Ramona Yanes


Ha publicado varios libros, “Los tres pies del gato” (en clave de humor), “El Barón de Tiros Largos”, "Yo y la ironía", "Poemas del alba" (poemario), un conjunto de relatos de humor, donde refleja a veces su amor por los aforismos, “esa sentencia que no es sino reflejo de su particular manera de enfrentarse a la vida, trasladándonos”, en palabras de Araceli Conde "a un mundo algo diferente".



A TI (A Guadalcanal)
Es tu blancura nácar soleada.
Extrema pulcritud, en toda tu semilla.
Aire limpio, azul cielo, bella sinfonía.
Oración y armonía. Pueblo andaluz
Solea, tus calles, plaza de naranjos.
Tu torre moruna hace sombra al olvido.
Los goces de mirarte iluminan la noche
Al derroche de tu hermosura.
Tu nombre: GUADALCANAL.
Como una inmensa estrella te paseas
Por el mundo, tus hijos te decoran
Con su arte, estás siempre en el corazón
De quién te ama. Bendito pueblo.
Ramona Yanes

Asidua colaboradora en diversas publicaciones literarias de ámbito nacional e internacional, cuenta en su haber con varios premios y accésis de diferentes certamenes literarios que avalan su labor. Amén de una serie de obras en las que ha colaborado conjuntamente con otros autores.
Rafael Candelario Repisa.- Teruel 2011

miércoles, 16 de marzo de 2011

INDIANOS DE GUADALCANAL 5/9

RASGOS SOCIOECONOMICOS DE LOS EMIGRANTES A INDIAS. INDIANOS DE GUADALCANAL
SUS ACTIVIDADES EN AMERICA Y SUS LEGADOS A LA METROPOLI, SIGLO XVII


APENDICE.-

FICHAS BIOGRAFICAS DE EMIGRANTES (1ª PARTE)

ANTONIO DEL CASTILLO, CRISTÓBAL DE ARCOS MEDINA, FRANCISCO DE LA CAVA, ALONSO GONZÁLEZ DE LA PAVA, FRANCISCO Y ALONSO GONZÁLEZ DE LA ESPADA, LUIS DE FUNES DE BONILLA, FERNANDO RODRÍGUEZ HIDALGO, JUAN BONILLA MEXÍA, PEDRO MARTÍNEZ PAVA, DIEGO GONZÁLEZ HOLGADO, JERÓNIMO DE ORTEGA FUENTES, BEATRIZ DEL CASTILLO, ALONSO LÓPEZ DE LA TORRE , DIEGO RAMOS, ALVARO DE CASTILLA CALDERÓN, ANTONIO DE BASTIDAS, ALONSO LÓPEZ Y GONZALO DE BONILLA BARBA.
(1) ANTONIO DEL CASTILLO (A.G.L, Contratación, 264-9) Miembro de una familia numerosa, hijo de Cristóbal Yáñez y María Yáñez (apellido éste muy frecuente en el Guadalcanal del XVI), contaba con cinco hermanos (cuatro hembras: María, Mayor, Teresa y Francisca; y un varón: Cristóbal), siendo sin duda el mayor de los varones, pues el otro aparece como “mozo” en los documentos emanados tras la muerte de su hermano. No debió dejar bienes en su tierra natal, o bien los liquidó al partir, pues no se consignan en su testamento y parece haber tomado estado en Indias, lo que puede indicar, junto con otras referencias (como la edad de su hermano y las de existencia de tíos en el pueblo) que pasó joven al Nuevo Mundo, sin que sepamos la fecha exacta del viaje. Por distintas incidencias sus legados no llegaron a Guadalcanal hasta el siglo XVII.
En América aparece vinculado a una familia oriunda de su mismo pueblo, los Gavilán (de Huamanga) villa en la que se instaló, tal vez al amparo de sus paisanos. Parece haber tenido ciertas relaciones laborales o comerciales con Diego Gavilán, destacado en la conquista del Perú, encomendero y tronco de ilustre dinastía indiana, en cuya estancia moría en 1553 Castillo, dejándole a deber Gavilán unos 440 pesos. Casó en Perú ( ¿) con María Rodríguez, vecina de Peñafiel, por la que prometió su padre (Juan Alonso de Badajoz) 600 pesos que nunca llegó a recibir Castillo. Este fue prosperando en fortuna hasta conseguir 2.500 pesos para formar compañía con Juan Colchado, logrando buenas ganancias, cifradas en un año en 700 pesos. Colchado además amplió los intercambios de la tienda establecida y formó nuevas compañías con otros sujetos, (uno de ellos Alonso de Bolaños). Sus negocios parecen centrados en venta de ropa y otros artículos; tenía además una manada de 80 cabezas de cabras, en Cocha, y 10 ovejas “de la tierra”. Su capital (sin contar el ganado) puede estipularse en unos 5 ó 6.000 pesos lo que ratifica su imagen de tendero local provinciano.
Sin hijos en su matrimonio, aunque al testar quedaba preñada de tres meses su mujer, tuvo cuatro mestizos, a los que dio los nombres de su propia familia: Cristóbal, Mateo, María y Mayor, más una quinta, Elvira, cuya paternidad era puesta en entredicho por la madre. A cada uno de ellos dejaba 100 pesos de sus bienes; a sus cinco hermanos de Guadalcanal 250 pesos para cada uno.
En febrero de 1553 hizo testamento en Socosconcha, estancia de la heredad de Diego Gavilán, junto al tambo de Sangala, siendo testigos el padre Pedro Ruiz, Juan Colchado, Bartolomé Vázquez y Gonzalo Hernández.
Nombraba como albaceas a Diego Gavilán y a Pedro Ordóñez de Peñalosa, ambos vecinos de Huamanga; así como a su mujer. Tras los legados a sus hijos mestizos y hermanos (que totalizaban unos 1.750 pesos), pago de deudas (unos 425 pesos), disponía su entierro en la iglesia de San Francisco de Huamanga, con el consiguiente gasto así como una serie de misas y disposiciones piadosas, no muy cuantiosas en comparación con otros paisanos y otros individuos de la época, más el envío a su pueblo de origen de 400 pesos de buen oro para invertir y obtener unas rentas fijas y seguras para sostener una capellanía que instituía.
Dicha cantidad debía ser entregada a su tío Juan del Castillo y en caso de ausencia o muerte de éste a su hermano Cristóbal Yáñez y a falta de éste el cabildo debía darlo al clérigo pariente más próximo de su linaje o bien al “más hábil y docto”. Del resto de sus bienes dejaba heredera a su mujer en caso de que tuviera descendencia; en caso contrario serían herederos sus hermanos.
Murió aproximadamente hacia 1553 en la misma estancia de Secos –concha. Su viuda volvió a casar y parece que malparió, pues la herencia fue reclamada por los hermanos de Castillo. Sus bienes quedaron en poder del albacea Diego Gavilán y tras su muerte fueron reclamados a sus hijos, Diego y Antonio Gavilán por Alonso de Mesa, defensor general de bienes de difuntos, en 1584. Habían transcurrido más de treinta años y aún no se había realizado la voluntad del testador. Sus herederos enviaron un poder a Juan o Francisco Muñoz Rico (individuo sin duda del pueblo u oriundo de él, por ser apellido de “pasajeros a Indias “) para cobrar la herencia; no obstante los 400 pesos de oro de la capellanía aún no se habían recibido en la metrópoli. Por fin en 1600 llegaron a Sevilla 320 pesos (sin duda deducidos costes de envío y otros devengos), equivalentes a 89.930 maravedises, que fueron reclamados por Diego Vázquez, en nombre de Diego Martín Rico, clérigo presbítero y sobrino de Antonio del Castillo, para fundar la capellanía.
(2) CRISTÓBAL DE ARCOS MEDINA, EL MOZO (A.G.I., Contratación, 362-7) (A.A.S., Capellanías, 873-20).Mayor fortuna que su paisano Antonio del Castillo, consiguió también en el Perú y como mercader Cristóbal de Arcos, hijo de Juan González de Medina y de Catalina de Arcos, muertos ambos al testar aquél.
Nada sabemos de su pase a Indias ni relaciones familiares en Guadalcanal que en dicho pueblo le sobrevivió su hermano Juan González, salvo de Medina, casado con María Yáñez de Bastida (apellidos ambos de indianos), cuyo hijo Cristóbal Arcos de Medina, clérigo de menores, sería el primer capellán de la capellanía fundada por su tío. No debió contar con más hermanos ni parientes próximos ya que no son mencionados ni recordados en su testamento, documento que nos ilustra sobre su vida y fortuna en el Perú.
Testó, enfermo, en Los Reyes, donde parece haber estado radicado como mercader e integrado como ciudadano. En dicha ciudad ordenaba su entierro en la iglesia de San Francisco, con el hábito franciscano, orden a la que profesaba especial devoción, ya que disponía, si moría fuera de Lima, se le enterrara en el, convento de San Francisco más próximo.
Fue muy generoso al disponer su entierro, misas, sufragios por su alma y en obras pías: entierro bien pagado, con acompañamiento, incluidos los frailes franciscanos, misa cantada de cuerpo presente con música y ofrendas de pan, vino, cena y carneros “como es costumbre “, novenario de misas, 600 misas en los conventos e iglesias de la ciudad donde muriese, 200 por el alma de sus padres y otras en Lima; en Santo Domingo (a San Vicente Ferrer), en San Agustín (a Santa Gertrudis), además de limosna para cera en San Francisco, y 50 pesos respectivamente a los pobres de las cárceles, a los huérfanos expósitos, al hospital de San Andrés, a la cofradía de cautivos de Los Reyes y a la iglesia de Santa Ana de Guadalcanal.
Dejaba varias mandas a amigos estantes en Lima: 100 pesos a Isabel de Palma, mujer de Pedro González Casasola, por “buenas obras” y 20 a Elena de Rivera, en precaria situación, por los servicios prestados en su enfermedad y para ayuda a su boda, más 200 al Dr. Juan de Soto, abogado de la Audiencia limeña, por “amistad y buenas obras” y 100 a Juan Bautista de Lumbreras, su albacea, junto con Soto, por el trabajo de albaceazgo. De su capital, que calculaba en unos 10.000 pesos de a ocho, dejaba 1.000 ducados a su hermano en Guadalcanal o a sus herederos. Dos mil más los destinaba a fundar una capellanía en la iglesia de Santa Ana de dicho pueblo, y otros 2.000 para una obra pía destinada a casar cada año una doncella “honrada, virtuosa” y pariente o bien para ayudarla a profesar como religiosa, siendo patrones de la misma su hermano o pariente más cercano y el cura de Santa Ana. Los bienes que relaciona como propios consistían en empleos de ropa de Castilla (valoradas en 4.000 pesos) que había enviado a Charcas con Benito Carranco (concretamente a Chuquisaca) comprendida en una “memoria” mayor, de 50.000 pesos de Cristóbal López de la Torre, también a cargo de Carranco. Tanto éste como de la Torre parecen oriundos de Guadalcanal, por sus apellidos, apareciendo en otro testamento indiano. Además de algunas piezas de plata, un barretoncillo de oro y ropa de cama, ropa blanca y vestido, de los que tenía inventario, le reconocían deudas diversos individuos por un total de unos 5.700 pesos: Juan López de Mestanza, Juan García y su socio, Francisco Coronado y Francisco Moreno Pardo y Diego de Vega en mayor cuantía de 1.000 pesos (parecen residentes en Lima pues no se especifica su vecindad), como Sebastián Hernández Yuste, más Antonio Hernández Labrador y Nicolás Rubio(¿), ambos en el Callao, siendo las deudas de estos tres últimos inferiores a los 200 pesos. Los bienes de la capellanía fundada en Guadalcanal ascendieron a 19.344 reales, siendo el primer capellán su sobrino de igual nombre.

JAVIER ORTIZ DE LA TABLA DUCASSE
Actas de las I Jornadas de Andalucía y América. Huelva, 1981

sábado, 12 de marzo de 2011

HISTORIAS DEL PASADO

El Coco y el Hombre del Saco

El miedo es un hecho natural en el ser humano, los niños que nacen con muchas carencias, saber andar, comunicarse, etc., cuando van creciendo muestran sus temores ante los ruidos estrepitosos, la oscuridad, lo desconocido, los animales, la separación de los padres, etc. Y sobre todo, los miedos que les transmitimos los mayores, una batería de prohibiciones y miedos, si aun así no hacen caso, se les amenaza con “El Coco o El hombre del Saco”.
A partir de los seis o siete años estos miedos que les hemos inculcado aparecen mostrándoles indefensos ante el daño físico, la enfermedad, el escaso rendimiento escolar, el ridículo… En la pubertad se teme al rechazo de los compañeros, a comportarse ante los mayores, al cómo expresarse ante la primera persona que le gusta… Son temores relacionados con la autoestima y la seguridad en si mismos.
Pero el miedo también es un recurso de autoprotección, que sólo cuando es excesivo se convierte en fobia y puede hacerse patológico; entonces constituye un problema de comportamiento que altera el desarrollo psicobiológico del individuo. Los primeros canguelos que el niño recibe sorprendentemente se dan en el momento íntimo del arrullo y son suscitados por la arrulladora que los utiliza para provocar el sueño. Es un recurso más de los muchos que usa ante la impaciente labor de dormir al bebé, para ello ha creado el adulto una serie de figuras a las que evoca cuando el crío no quiere dormir o se resiste a venir el sueño, y posteriormente, cuando no quieren comer, hacer los deberes, darle un beso a algún familiar….
Hace un tiempo oí en el programa “La Rosa de los Vientos” de Onda Cero, unos pasajes de un artículo publicado en la REVISTA DE FOLKLORE de la Fundación Joaquín Díaz titulados “ EL COCO Y EL MIEDO EN EL NIÑO” sobre el perturbación que se le transmitía a los niños en épocas anteriores, debo reconocer que debido a la hora que se emite este programa, (a partir de la una de la madrugada de los sábados), no estaba prestando mucha intención, hasta que nombraron Guadalcanal y escuché con atención dos pequeños relatos.
Hace poco decidí dirigirme a la fundación para que me pasasen la transcripción exacta de estos pasajes, lamentablemente no obtuve respuesta, así que decidí dirigirme al programa y conseguí respuesta, reproduciendo estos pasajes.
El primero recogido en un trabajo titulado “Cultura popular y Folklore en el siglo XX” -Aproximación a la antropología de Andalucía- de José Antonio Vázquez Olavide, en el que describe como en cada localidad o zona de Andalucía, se le da un sentido distinto al “hombre del saco”, relacionándolo con hechos que sucedieron en un determinado memento en esa localidad o zona, y dice:

“En Guadalcanal, pueblo enclavado en la Sierra Norte Sevillana, sucedieron unos sucesos en el primer tercio del pasado siglo que cambió el sentido del hombre del saco en el bonito pueblo serrano, una tarde apareció en la calle Las Huertas de esa localidad un vecino con un saco y en su interior varios pequeños lobeznos que había encontrado en una madriguera cerca de las minas de La Herrería, aquella madrugada dice la leyenda que aparecieron dos lobos adultos en la puerta del osado paisano y sus aullidos despertaron a todos los vecinos, a partir de aquella fecha al atrevido morador se le conoció como “el hombre del saco” o “el de los lobitos”, esta historia puede ser verdad o simplemente una leyenda inventada por alguna persona interesada en salvaguardar la seguridad de aquella calle y perturbar el sueño de los niños.
Curiosamente, esta historia no me parece desconocida, ya me la contaba mi abuelo Frasco cuando yo era pequeño, vivió mucho tiempo en la calle Sevilla y tal vez si viviera me podría decir si conoció a aquel hombre y si esta leyenda era verídica.
El segundo pasaje fue escrito por el Bachiller de Osuna (*) en 1883, recopilando lo que llamó: “Cantos populares españoles”, comenta que el Coco muy utilizado para amedrentar a los niños tiene diferente adjeciones dependiendo de las zonas:
“El bú, el duende, el cancón etc., son otras tantas entidades míticas que comparten con el coco, el moro, los judíos, la mano negra, etc., la tarea es asustar a los rapaces”; en Guadalcanal (Sevilla) es el Cancón, y su letra popular es”:

…Duérmete, niño chiquito,
Mira que biene’r Cancón,
Preguntando e puerta en puerta
Cuál es er niño yorón.


(*) El Bachiller de Osuna.- Con este pseudónimo, firmaba sus escritos, don Francisco Rodríguez Marín, que nació en Osuna (Sevilla) el año 1855. Siguió la carrera de Derecho en Sevilla. Parece ser que tras haber sufrido una grave intervención quirúrgica de laringe, que le hizo perder gran parte de sus posibilidades para hablar, se dedicó al periodismo y a escribir y recopilar cuentos y tradiciones populares.

 
Rafael Candelario Repisa

miércoles, 9 de marzo de 2011

INDIANOS DE GUADALCANAL 4/9

RASGOS SOCIOECONOMICOS DE LOS EMIGRANTES A INDIAS. INDIANOS DE GUADALCANAL
SUS ACTIVIDADES EN AMERICA Y SUS LEGADOS A LA METROPOLI, SIGLO XVII


LOS CAUDALES INDIANOS.-
Salvo el doctrinero Martínez Pava, el resto de indianos parece haber conseguido una relativa suerte y fortuna en sus diversas actividades en Indias y aún con todo, del clérigo pudo recibir su sobrina 340 pesos como ayuda a su dote.
¿Cómo influyó su suerte en la vida de Guadalcanal?
Con esta documentación presente la cuantificación de los caudales remitidos a la villa tiene varias limitaciones. Por una parte en cuanto a la documentación de capellanías sólo suele recoger la cifra destinada a tal fin. La de bienes de difuntos, si incluye testamento suele ser más precisa en el resto de las mandas, aunque si se trata de remanentes de bienes y herencias globales es imposible calibrar la cuantía.
Por otra parte, según se desprende de esta documenta que contemplar la posibilidad y evidencia, a veces, hay de que estos indianos durante su vida iban remitiendo, o traían personalmente, caudales y bienes a la península.
Algunas de estas mandas pueden rastrearse en los fondos de los archivos notariales de Sevilla —y sin duda en los de Guadalcanal—; otras, con seguridad, no habrán dejado rastro documental. Por ello es importante conocer el entorno familiar más próximo de los emigrantes para, a través de sus parientes, calibrar la posible incidencia de legados americanos en sus patrimonios.
Con todo las mandas testamentarias y fundaciones de capellanías, limosnas y obras pías de Guadalcanal, pueden ser un índice para valorar el impacto americano en la villa. Y el impacto lo recibimos ahora también nosotros al cuantificar dichos envíos.
Desde los 340 pesos de Martínez Pava hasta los 50.000 de su pariente González de la Pava o los 40.000 ducados de Álvaro de Castilla, hay distintos tipos de fortunas. Grosso modo desde 1580 hasta la década de 1620, en estos 19 casos, hemos contabilizado en las distintas mandas unos 38 millones cifra impresionante para dicho número de de maravedises, emigrantes. Hay que tener en cuenta que sólo las fundaciones del convento de González Pava y el hospital de Álvaro de Castilla totalizaron 76.300 ducados.
Profundizando más el análisis observamos que el total remitido por 6 de estos emigrantes supuso unos 35 millones de maravedises (20 llegaron del Perú y 15 de Nueva España) procedentes fundamentalmente de la actividad minera. Y curiosamente iban a beneficiar directa o indirectamente a familias de reconocido prestigio y posición en la villa: los Castilla, los de la Cava, los de la Pava y los Bastidas.
Igualmente las capellanías beneficiarían a las familias de los fundadores, como patronos y capellanes; vincularían diversas propiedades a esta institución y a estas familias y ser como sistema de crédito a innumerables vecinos de la villa.
En el aspecto artístico es innegable la repercusión de estos caudales. Son diversos los casos en que se ordena erigir nuevos altares, retablos y capillas; efectuar algunas reformas u obras; levantar un convento y un hospital, e indirectamente, al enriquecer a Lamilias, capellanes e iglesias se posibilitaba un posterior mecenazgo de estos.
Es interesante advertir la canalización de gran parte de estos capitales hacia instituciones religiosas y la Iglesia en general, fenómeno que sin duda incidirá e incrementará la acumulación de bienes en «manos muertas».
Tal vez la institución de estas capellanías y obras pías favoreció el fenómeno observado por distintos autores en la España del XVII de la proliferación del clero, muchos de cuyos miembros conseguían disfrutar estos bienes como parientes más o menos cercanos de los fundadores. Sin duda estas rentas fueron buenos estímulos y acicates para incrementar las «vocaciones» de hidalgos y segundones depauperados.

CONCLUSIONES.-
Cuando contemplamos un movimiento migratorio de tal magnitud en Guadalcanal, incluso después de descubiertas sus famosas minas; cuando comprobamos el éxito de muchos de estos indianos como conquistadores, pobladores, comerciantes y mineros; cuando vemos salir del pueblo hombres adultos que liquidan su hacienda y dejan sus familias para marchar a Indias y los encontramos en Perú o México relacionados estrechamente con parientes y paisanos anteriormente establecidos, llegamos a pensar en la importancia que los factores de atracción del Nuevo Mundo, más tal vez que los de repulsión del Viejo, tuvieron para ciertos sectores de estos emigrantes. Por otra parte su asentamiento en América resulta menos caprichoso y fortuito que lo que hasta aquí conocíamos. No marchan a ciegas a descubrir nuevos Dorados; van a asentarse junto o con sus familiares y paisanos; a continuar sus negocios comerciales o mineros, como luego en el XVIII y XIX repetirán montañeses, vascos, navarros, asturianos y gallegos.
Van y vienen a la península con mayor facilidad que se creía; envían cartas, encargos, caudales y bienes con mayor frecuencia que la sospechada. Muchos regresan sanos y salvos como auténticos indianos a su villa natal. Son activos mercaderes, financieros, mineros, tenderos y arrieros, pioneros en algunas actividades coloniales, más que simples y ociosos rentistas como muchas veces se les pinta. Mandan importantes sumas a su pueblo, pero gran parte de su hacienda queda, aún sin herederos allá, en Indias, a través de capellanías, limosnas, y obras pías, gastos de entierro, etc.; legados a amigos y familiares también indianos o hijos legítimos o naturales allí establecidos. Sin duda en Guadalcanal tanto el movimiento migratorio como la remesa de caudales que apuntamos tuvo importantes repercusiones que estamos lejos aún de poder calibrar. Cuando conozcamos más ejemplos locales o regionales tal vez todas estas afirmaciones queden más precisas o puedan ser generalizadas.

JAVIER ORTIZ DE LA TABLA DUCASSE
Actas de las I Jornadas de Andalucía y América. Huelva, 1981

martes, 8 de marzo de 2011

DIA INTERNACIONAL DE LA MUJER TRABAJADORA

¿OTRO DÍA COMERCIAL?

Para cualquier mujer, todos los días son el día de la mujer trabajadora, las responsabilidades no entienden de fechas ni de días de la semana y mucho menos, las responsabilidades familiares, aquellas a las que la mujer siempre ha hecho frente. Pero no está de más que aunque sea por un día, el 8 de marzo, nos acordemos de La Mujer Trabajadora, aquellas que trabajan también fuera de casa, a todas, pero particularmente a las que formamos una familia de "un solo salario", de un "solo cabeza de família",   para llegar hasta aquí, han sido muchas las luchas de grandes mujeres que han creído en la igualdad y en los derechos femeninos.
Todavía queda camino por realizar y tenemos que ser firmes cuando nos encontremos con casos de discriminación, de abuso o de humillación, Pero estoy segura de que las nuevas generaciones llegan pisando muy fuerte y con las ideas muy claras por eso tengo la esperanza de que, en pocos años, la igualdad sea una auténtica realidad.
La nueva realidad española cree en las mujeres y no se deberían necesitar leyes de paridad ni otras obligaciones para pensar en la igualdad de oportunidades sin tener en cuenta su condición sexual, sino sus aptitudes para dar lo mejor a los ciudadanos. Son muchos los ejemplos de grandes mujeres que han estado a la cabeza de grandes empresas pero, además de todas ellas, mi verdadera admiración es para aquellas personas solas que sacan adelante su familia y su trabajo con esfuerzo y dedicación, para mí son heroínas silenciosas que han hecho posible que hoy se reconozca el papel de la mujer con admiración a todo su sacrificio.
Desde mi perspectiva de funcionaría pública de la Sanidad, creo que mucho hemos avanzado desde la segunda década de los años 70 que me incorporé como médico a un sector que si bien se llamaba así mismo progresista, la verdad es que las oportunidades para la mujer eran escasas, la paridad y la igualdad de oportunidades no existía, ahora que en mí departamento hay más féminas que hombres, habría que analizar si hemos acabado con esa dichosa "paridad".
Pero, como ya he dicho, no hay que bajar la guardia y hay que seguir trabajando por la igualdad, la conciliación y sobre todo, porque desaparezca definitivamente una de las mayores lacras de nuestro tiempo, la violencia machista. Son estos hombres que utilizan el maltrato para intentar demostrar una superioridad inexistente los que nos tienen que hacer recordar, cada día, que somos mujeres y tenemos que estar orgullosas de serlo y nada ni nadie nos tiene que humillar jamás. Por eso, en este 8 de marzo, quiero felicitar a todas las mujeres; las que trabajan fuera de casa o las que entregan toda su dedicación a su familia, a las funcionarias, empleadas de hogar, dependientas, empresarias, administrativas, agricultoras..., a todas, absolutamente a todas ¡felicidades!
Concha Oliver

sábado, 5 de marzo de 2011

TRAZOS, LETRAS Y ACORDES (III)

FERNANDO SERNA AGUIÓN
ESCULTOR Y PINTOR

Fernando nacido en Guadalcanal y que reside en Mairena del Aljarafe se autodefine como artista de vocación y enfermero de profesión.
Actualmente realiza la licenciatura de Bellas Artes en la Universidad de Sevilla, es diplomado y técnico superior en diseño de artes plásticas, especializándose en escultura de piedra, madera y forja que ha realizado en la Escuela de Arte de Sevilla.
Yo no puedo hacer un análisis de su obra, pues no soy experto en escultura, por ello me puse en contacto con un crítico de arte amigo mío para que analizara la obra de nuestro paisano, para ello le pedí que entrara en el blog de Fernando “El príncipe que no sabía jugar”, simplemente me comentó que era una obra que se asemejaba a una de las exposiciones de nuestro escultor “Estados absolutos”, que le gustaría analizarla físicamente, no obstante me dijo que la obra le parecía personal, sensible y comprometida, algo de lo que carecen la mayoría de jóvenes valores.
Tal vez esta sensibilidad que me dice mi amigo Alfredo, se puede detectar en su obra “Mi lucha”, una obra homenaje a las mujerres que padecen el tipo de carcinoma que más afecta a las féminas, a continuación transcribo una parte del articulo publicado en la revista “Alas de Alanis nº 1”:

“Siendo profesional sanitario me sigue emocionando cómo las enfermas luchan contra este mal, sacando fuerzas de donde no las hay y convirtiendo un gesto o una frase cariñosa en un pilar para sostenerse y seguir combatiendo la enfermedad. Para mí sigue siendo inexplicable ese empuje. Es por ello importante reforzar aspectos como la seguridad y la confianza. Ser uno mismo a pesar de todo y ganar la batalla a un enemigo cruel y mutilante.
El hecho de que a una persona se le diagnostique un cáncer de mama, supone un gran impacto emocional debido a un doble motivo: por un lado, el cáncer sigue siendo una patología muy temida por la población; cada persona, según sus creencias, actitudes y comportamientos afrontará la enfermedad de un modo distinto. Como es lógico, una mastectomía (amputación quirúrgica del seno afectado) puede acarrear consecuencias muy negativas, con alteraciones a nivel de la autoestima, que afectan a la vida personal, familiar, social, laboral y sexual. Incluso hay casos extremos en los que la percepción del propio enfermo se ve alterada en un síndrome denominado del medio cuerpo, por suerte poco frecuente, que consiste en las dificultades para aceptarla asimetría corporal derivada de esta operación. Otras reacciones más frecuentes al diagnóstico de cáncer de mama son: ansiedad, temor, desesperanza, tristeza, ira, abatimiento...”

Obra "Mi gato"

Ha presentado sus obras en las siguientes exposiciones:

- Exposición conjunta “Casa de las Sirenas” en Sevilla 2008.
- XIV Muestra de Artes Plásticas al Aire Libre, realizada en la calle Virgen de Valme de esta ciudad, “Ciudad de Dos Hermanas” 2009.
- Exposición Conjunta en el Centro Cultural “La Almona” en Dos Hermanas 2009.
- Exposición Conjunta “Contra la violencia de género” en Mairena del Aljarafe 2009.
- XV Muestra de Artes Plásticas al Aire Libre, realizada en la calle Virgen de Valme de esta ciudad, “Ciudad de Dos Hermanas” 2010.
- Exposición Conjunta “Amor y artes de amatoria” realizada en la sede AL XARAF ART SPACE, en Albaida del Aljarafe 2010.
- Exposición Conjunta “Estados absolutos” en la sala de Exposiciones de “La Casa de las Monjas” de Espartinas 2010.
- Exposición Conjunta “Crucé océanos de tiempo hasta encontrarme” realizada en la sede AL XARAF ART SPACE, en Albaida del Aljarafe 2010.
- Exposición Conjunta XVI Feria Internacional de Artes Plásticas de Vendas Novas (Portugal) 2010.
- Exposición Conjunta “Micháni” realizada en la sala de exposiciones de “La Casa de las Monjas” de Espartinas 2010.
- LIX Exposición Nacional de Otoño en la Casa de los Pinelos de Sevilla 2010.

Durante la segunda quincena de Enero de este año ha presentado en la sala de exposiciones “La Casa de las Monjas” de Espartinas su obra de pintura “Primeras pinceladas”, e que el mismo describe como “Un grupo de obras, que forma parte de mi aprendizaje en el arte de la pintura; y en ella, queda reflejada… esa forma particular de “Mirar”.
Esta obra está formada por pinturas de gran formato, realizadas sobre cartón, en acrílicos, carboncillos y pastel.


El 17 de Noviembre de 201, día de Santa Isabel de Hungría le fue entregado el Premio de Honor de la Real Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría de Sevilla, por su trabajo ”Mercurio”. este certamen que cumple su edición número 59, lleva el patrocinio de la Obra Social Fundación Caja Sol y se concede todos los años durante la denominada Exposición de Otoño.
Este premio no lleva dotación económica, pero si goza de gran prestigio en el mundo de las Bellas Artes Nacionales y tiene gran trascendencia para dar a conocer la obra de escultores noveles y su futura proyección.

Fuentes.- blogs “El Príncipe que no sabía jugar”, Alas de Alanis y autor.

Rafael Candelario Repisa

jueves, 3 de marzo de 2011

INDIANOS DE GUADALCANAL 3/9


RASGOS SOCIOECONOMICOS DE LOS EMIGRANTES A INDIAS. INDIANOS DE GUADALCANAL
SUS ACTIVIDADES EN AMERICA Y SUS LEGADOS A LA METROPOLI, SIGLO XVII



RADICACIÓN Y ACTIVIDAD EN AMÉRICA.-
A lo largo del XVI los polos de atracción fundamentales para los vecinos de Guadalcanal iban a ser Nueva España y Perú. Tal tendencia viene demostrada también por el lugar de residencia de los individuos a examen: 8 en el Perú, 2 en Quito, 6 en Nueva España, 1 en Panamá y otro en el Río de la Plata.
La emigración de Guadalcanal, aunque aparece con los más diversos destinos, se centró casi en exclusiva en ambas áreas antes indicadas siendo esporádicas y excepcionales las salidas a otras regiones. Incluso encontramos distintos enclaves peruanos o mexicanos con diversos representantes de este pueblo.
En ambos bloques, peruano y novohispano, hay una curiosa similitud de actividades entre los colonos: mineros, mercaderes y tenderos en el área andina; mineros y comerciantes en Nueva España.
En su trabajo sobre los mineros y comerciantes del México Borbónico Brading analiza el fenómeno típico de emigración peninsular, preferentemente montañesa, a los centros comerciales y mineros del virreinato, atraídos por su bonanza y, sobre todo, por reclamos familiares insertándose en las élites regionales (7).
Si este es un fenómeno típico en el siglo XVIII que puede extenderse a otras áreas hispanoamericanas, por la breve muestra que ahora contamos respecto a la emigración de Guadalcanal, se puede avanzar que dicho modelo se establece en fechas y siglos anteriores como se verá a continuación.
En el trabajo anterior sobre Guadalcanal insistí en la importancia que el éxito de un familiar o paisano en Indias pudo tener en la villa para motivar la salida posterior de diferentes emigrantes más, para repetir la aventura o proseguir la fortuna del indiano venturoso.
Fama, fortuna y arraigo consiguieron en los primeros momentos de la conquista varios sujetos que irán atrayendo a familiares y paisanos. En Tierra Firme, en las expediciones de Nicuesa, Balboa y Pedrarias, Francisco González de Guadalcanal que se asentó en Panamá donde fue regidor; en Perú, Fernán González Remusgo de la Torre, regidor de Lima, tras el que aparecen varios parientes en el virreinato; también allí, Diego Gavilán, destacado en la conquista, encomendero y fundador de Huamanga, donde se asentará su linaje atrayendo a deudos y amigos, siendo tronco de la familia indiana del famoso cronista de Copacabana Alfonso Ramos Gavilán; en Quito, Rodrigo Núñez de Bonilla, conquistador, tesorero, encomendero y fundador de un destacado linaje indiano, gobernador de los Quijos como su pariente y paisano Alonso de Bastida, de similar trayectoria y fortuna; junto a ellos Pedro Martín Montanero y Juan Gutiérrez de Medina, también conquistadores y encomenderos; y en el mismo ámbito quiteño los Ortega Valencia, la familia del descubridor de la isla de Guadalcanal estos mismo linajes continúan pasando a Indias. De durante el XVI y XVII distintos miembros.
Ya he señalado el caso notorio de los Bonilla en otras Jornadas. Ahora insistiré en relaciones y vinculaciones de estos individuos en sus actividades en el Nuevo Mundo. En el área peruana se encuentran varios con actividades centradas en el comercio y la minería, con diversas conexiones y similitudes entre sí.
En Lima se asentó Cristóbal de Arcos Medina como mercader dedicado al tráfico de ropa de Castilla. En sus operaciones comerciales aparece relacionado con Benito Carranco y, Cristóbal López de la Torre, probablemente también de Guadalcanal, que aparecerán además vinculados a los hermano González de la Espada, como luego se verá. Consiguió una regular fortuna valorada en unos 10.000 pesos, parte de la cual fue a parar en mandas y obras pías a Guadalcanal. Además de sus paisanos antes mencionados, la mujer de su hermano, María Yáñez de Bastida, contaba con otros parientes en el virreinato.
Otra señora de este apellido, Mayor de Bastida, sería la beneficiaria de algunos bienes de su marido, Luis de Funes Bonilla, muerto en Lima a principios del XVII. Había pasado a Indias hacia 1570-80 y aparece al servicio de D. Alonso de Vargas, como administrador de su hacienda y recaudador de sus tributos en Arica. Allí contaba con varios paisanos y conocidos que mencionaremos más adelante y entre ellos Luis de Bastida, quien regresó más tarde a Guadalcanal. Sin hijos de su matrimonio, dejó heredero universal de sus bienes, que no parecen muy cuantiosos, a su hijo natural Francisco Funes de Bonilla.
Otro de sus parientes, Juan de Bonilla Mexía, moría poco después en Lima, sin que sepamos su ocupación aunque parece haber estado centrada en dicha capital y en Cuzco, fundando una capellanía. Otra fundaría en la misma iglesia de Santa María, su paisano Fernando Rodríguez Hidalgo, que también se había instalado en la ciudad de Los Reyes, donde murió.
Antonio del Castillo, cuyo sobrino Diego Martín Rincón disfrutaría su capellanía y la de Rodríguez Hidalgo, murió en 1553 en Huamanga, aunque sus bienes no llegaron a Sevilla hasta 1600. Tenía tienda en dicha villa y murió en la estancia de su paisano Diego Gavilán, que fue su albacea testamentario. Como Funes Bonilla dejó cinco hijos, mestizos, de diversas madres, a quienes recordaría en su testamento, no dejando descendencia legítima de su mujer. En Arica se establecieron como dueños de recuas y esclavos los hermanos Alonso y Francisco González de la Espada, quienes como Cristóbal de Arcos Medina aparecen relacionados con Cristóbal López de la Torre y Benito Carranco, tal vez pariente éste de la madre de ambos Beatriz Carranco. Otro pariente suyo había pasado al Perú (Jerónimo González de la Espada) regresando más tarde a Guadalcanal. Un hermano de éste, Pedro Martínez Pava, murió como cura de la doctrina de Cajatambo dejando como heredera de sus cortos bienes a su sobrina Ana de Bonilla, que pudo cobrarlos gracias a las diligencias de su pariente Francisco Núñez de Bonilla en Lima. Martínez Pava, como doctrinero, no consiguió la fortuna, inmensa, que había logrado su pariente Alonso González de la Pava en Potosí.
González de la Pava amasó como minero en el Cerro un importante capital que le permitió destinar 50.000 pesos de a ocho para fundar un convento en Guadalcanal, regresar a su pueblo y seguir dedicado a la actividad minera. Su sobrino, Juan González de la Pava, tal vez no contento con esta fortuna decidió probar la suya propia, marchó a América siendo desheredado por su tío.
Precisamente había sido albacea testamentario de otro de sus paisanos muerto en Potosí en 1601, el capitán Francisco de la Cava, que en su actividad mercantil logró también un buen capital, que luego benefició a sus parientes e iglesias de Guadalcanal.
En el virreinato novo hispano estos indianos aparecen también vinculados con actividades mineras y comerciales. Tal vez fuera el caso de Diego Ramos Gavilán (cuyos parientes hemos visto en Perú), y que entre otras sumas mandó a su pueblo 4.000 ducados para obras pías. Igualmente asentado en México y generoso al morir fue Antonio de Bastidas, que se hallaba en la capital virreinal junto con su hermano Cristóbal de Bonilla Bastida y relacionado con sus paisanos Hernando y Rodrigo Ramos, comerciantes y mineros del virreinato. Cristóbal llegó a ser prior del Consulado de México, lo que indica la preeminencia y fortuna lograda en 1617. (8).
En Tlaxcala murió Alonso López, dejando 3.000 pesos de plata y otros bienes para una capellanía. Otro homónimo Alonso López de la Torre se había asentado con su hermano en Taxco. Allí acudieron ante la suerte de su tío García Núñez de la Torre, uno de los primeros mineros de la zona, quien fundaría otra capellanía en Guadalcanal y dejaría por herederos de sus minas a sus sobrinos, que las siguieron explotando. Al morir Alonso López de la Torre, además de otras mandas enviadas a sus parientes, fundó una capellanía que disfrutaría su sobrino nieto Pedro Bonilla de la Torre.
Si en Taxco encontramos a los de la Torre, Bonilla y Ramos, en Guanajuato se establecieron Álvaro de Castilla Calderón y Gonzalo de Bonilla Barba, fundadores de capellanías y prósperos indianos. Álvaro de Castilla aparece como mercader y minero, al igual que su hermano Juan de Castilla, repartiendo su actividad entre México y Guanajuato, donde conocieron su prosperidad sus paisanos Diego Gutiérrez, sastre de Guadalcanal, Pedro Sánchez Holgado, Rodrigo de Ortega y Agustín de Sotomayor, que vueltos a la península propagaron su fortuna.
Finalmente Gonzalo de Bonilla Barba, llegando al virreinato después que los anteriores, repite su modelo. Se estable México y Guanajuato, dedicándose primero al comercio-ció en de menudeo, asociándose a los Castilla (Juan y Álvaro, que parecen ser los socios capitalistas), prosperando en esta actividad, pasó al arrendamiento de haciendas de minas y terminó como propietario de minas e ingenios de beneficio de metales. Aparece también vinculado en sus relaciones mercantiles y mineras a Hernán y García Ramos Caballero, mercaderes y mineros; a Cristóbal Martín Zorro, como vecino y amigo de Luis de Castilla Chávez, alguacil mayor de minas en Guanajuato siendo testigos en su testamento sus también paisanos Pedro Ramos y Alonso de Castilla. Toda una colonia de Guadalcanal en Guanajuato.

(7) Brading, D. A.: Mineros y comerciantes en el México borbónico (1763-1810). Madrid, 1975.
(8) Cartas del Consulado de México, 1617,1625 A.G.I., México, 322 y Consulados 313.

JAVIER ORTIZ DE LA TABLA DUCASSE
Actas de las I Jornadas de Andalucía y América. Huelva, 1981