By Joan Spínola -FOTORETOC-

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Villa de Guadalcanal.- Dió el Sr. Rey D. Fernando a Guadalcanal a la Orden de Santiago , e las demás tierras de la conquista, e de entonces tomó por arma una teja o canal, e dos espadas a los lados como así hoy las usa.



sábado, 30 de marzo de 2013

Con el pueblo saharaui


Ejemplo de dignidad

El 8 de noviembre de 2010 el campamento de Gdeim Izik, a las afueras de El Aaiun, capital del  Sahara Occidental, fue disuelto violentamente por las fuerzas de ocupación marroquíes causando victimas y desaparecidos.
Este campamento de más de 20.000 personas pretendía denunciar la situación en que viven los y las saharauis en el Territorio no Autónomo del Sahara Occidental, ultimo territorio de África pendiente de descolonización bajo tutela del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Una situación de continuas violaciones de derechos humanos, expoliación de sus recursos naturales, detenciones arbitrarias, desapariciones y torturas.
En lo que se ha venido en reconocer como el inicio de la Primavera Árabe, con esa disolución violenta por paste de la fuerza ocupante marroquí, el régimen de Marruecos procedió a detener y a obtener declaración bajo tortura a 24 saharauis para responsabilizarlos de     la hipotética muerte de agentes marroquíes en los acontecimientos de la violenta disolución de Gdeim Izik.
Posteriormente, y a pesar de no tener jurisdicción sobre el Territorio no Autónomo del  Sahara Occidental, el régimen marroquí procedió a juzgarlos en un tribunal militar, que a juicio de numerosos observadores internacionales no contó con las debidas garantías por falta de pruebas.
Tras nueve días de juicio y siete horas de deliberación, el tribunal militar marroquí condeno a nueve activistas a cadena perpetua, a cuatro a 30 años de cárcel, a otros diez a penas de entre 20 y 25 años y a los dos últimos a dos años de cárcel.
Estas durísimas penas suponen un nuevo atentado contra el pueblo saharaui, contra su derecho de autodeterminación y su existencia, ya que se trata de un pueblo sometido permanentemente a violaciones por parte de la fuerza ocupante marroquí.
Reclamamos tal y como hace la Ponencia Paz para el Pueblo Saharaui, de las Cortes de Aragón, un pronunciamiento claro y rotundo del Gobierno de España (actual potencia administradora del Sahara Occidental, al no haber concluido la descolonización) y de la ONU, para que exija al reino de Marruecos la libertad de todos los presos políticos saharauis incluido el grupo de 24 presos de Gdeim Izik, recientemente condenados por un tribunal militar marroquí, así como pedir la protección de los derechos fundamentales del pueblo saharaui, y la necesidad de un mecanismo internacional  de seguimiento de los derechos humanos en el Sahara Occidental.
Este nuevo golpe, asestado por Marruecos, en lugar de menoscabar la moral de Los saharauis, refuerza sus argumentos en la búsqueda de encontrar una solución  del conflicto basada en el ejercicio del derecho a la autodeterminación  tal y como establecen numerosas resoluciones de las Naciones Unidas.
Felicidades al Pueblo Saharaui, por su dignidad, por el ejemplo que están dando a la comunidad internacional y por el  37° Aniversario de la fundación de la RASD (República Árabe Saharaui Democrática); que tuvo lugar un 27 de febrero de 1976 en la población de Bir Lehlu (zona liberada por el Frente Polisario en el Sahara Occidental) .

Manuel Pascual Morata
Lestifta.- Amigos del pueblo saharaui de Aragón

miércoles, 27 de marzo de 2013

Guadalcanal y las ordenes militares 2


Formación y evolución de las jurisdicciones señoriales

El segundo paso, prácticamente paralelo al anterior, es la vertebración del territorio extremeño realizado en gran medida durante la segunda mitad del siglo XIII. Una vez repartido el territorio, se produce el fenómeno de consolidación de los marcos jurídicos de dominación. Utilizando métodos similares las entidades señoriales consiguieron centralizar al máximo el poder sobre tierras y hombres de dos formas: a través de la conformación-delimitación de términos y facilitando el asentamiento de pobladores a través de las cartas pueblas y fueros. Ambos elementos son en esencia los rasgos estructurales resultantes del poder feudal en la organización del territorio. Este control a nivel particular de cada jurisdicción era ejercido a través de una compleja organización administrativa traducida en las encomiendas para las órdenes militares, sometidas a la autoridad del maestre y del capítulo general. En la jurisdicción realenga el control del espacio y de los pobladores se canalizó a través de la conformación de concejos en los que el rey intentaba materializar su poder y contrarrestar el avance de competidores a través de numerosos privilegios. El concejo dotado de autonomía regía la forma en que debía ocuparse su término, la villa o ciudad se convertía en el centro rector. El marco jurisdiccional restante está representado por los dominios correspondientes a los cabildos catedralicios, quienes con el obispo a la cabeza ejercían el dominio sobre tierras y hombres. Basándose en la unidad parroquial enmarcada en unidades mayores o arcedianatos como elemento para el control de tierras y hombres, el cobro de los derechos diocesanos que reclamaban en las iglesias de las villas y sus alfoces fue un motivo de constante enfrentamiento. Si bien los concejos intentaron eludir el pago de algunos de los derechos como diezmos procuraciones, primicias, y derechos de catedrático, fue con las órdenes militares con las que mantuvo numerosos enfrentamientos algunos de ellos de relativa seriedad.
Vistas en líneas generales las bases organizativas de cada jurisdicción podemos señalar rasgos identificativos propios de Extremadura. De entrada hay que confirmar un predominio claro del maestrazgo frente al realengo como se constata desde los primeros momentos de la conquista. Para confirmar este punto podemos comparar la extensión ocupada por el maestrazgo y el realengo -las dos jurisdicciones predominantes-, la primera rondaba los 17.000 Kms2 y la segunda 9.000 Kms2. Como se puede observar, las órdenes militares juegan un papel esencial en la repoblación de Extremadura y ello se refleja en el conjunto de posesiones territoriales que poseen a finales del siglo XIII. La iglesia, en plena organización, es la que menos identidad territorial posee.
En cuanto a la orden de Alcántara, desde el establecimiento de la casa de la orden en la villa que le dio nombre, consolida su presencia en el sector occidental de Extremadura, su radio de acción se iba a extender hasta la sierra de Gata por el norte, y hasta la sierra de San Pedro por el sur, al que se denominó partido de Alcántara. La orden intentó controlar todo el espacio occidental junto a la frontera portuguesa donde podía conseguir una inmensa extensión territorial, prueba de ello son las rápidas delimitaciones de términos que se realizan en la sierra de San Pedro con el concejo de Badajoz. El mismo motivo se observa en la otra zona de expansión que se extendía por la comarca de la Serena, en la que hacia 1240 se establecen los términos entre los lugares de Hornachos, Magacela, Reina y Benquerencia, y en 1253 se realiza análogo proceso pero con la orden del Temple sobre los lugares de Capilla, Almorchón y Benquerencia. Más tarde extendieron sus dominios hasta la comarca de los Montes atraídos por el tránsito ganadero. Aunque esta orden fue dotada de numerosos privilegios, las dificultades para el asentamiento de pobladores fueron grandes a juzgar por la tardía concesión de fueros. Comenzaron en 1253 dando el fuero a la villa de Salvaleón, para luego entre 1260 y 1274, fecha en la que se da el de Segura de León, hacer lo mismo con las poblaciones más importantes.
Este pequeño desequilibrio temporal en la delimitación de términos y conformación de jurisdicciones con respecto a la repoblación de los mismos, tiene su justificación en que la posesión de esta vasta extensión territorial permitía fuertes ingresos procedentes de la práctica ganadera. La frontera además de los riesgos poseía sus ventajas, el escaso poblamiento existente traducido en mano de obra, la frontera y las condiciones físicas fueron determinantes para impulsar el desarrollo de la ganadería. Este hecho predispuso a la corona a conceder numerosos exenciones de montazgos y portazgos, así como otros derechos reales que favorecieran a la orden.
La orden del Temple, exceptuando Capilla, que era el lugar idóneo para el control del paso de ganados provenientes de Castilla, ubicó sus dominios cerca de la frontera con Portugal y en el centro sur de la provincia pacense. Los lugares bajo su control, debido a su dispersión, no constituyeron un bloque compacto y cohesionado hasta la segunda mitad del siglo XIII, cuando a costa del concejo de Badajoz consiguieron delimitar la encomienda de Valencia del Ventoso que incluía numerosos lugares del extremo suroccidental de Badajoz (Jerez, Fregenal de la Sierra, Oliva, Mombuey y Villanueva del Fresno entre otros). Al margen de otros datos de índole cuantitativo no sabemos nada sobre la población de sus dominios, sólo tenemos constancia de que los intereses de esta orden también circulaban en torno al tránsito de ganados, especialmente por el lugar más significativo dentro del conjunto de posesiones extremeñas: Alconétar. Tenemos noticias de los problemas surgidos entre esta orden y la de Alcántara por el cobro de montazgos y peajes en el puente sucedidos en 1257 que se saldó con la destrucción de aldeas y la muerte de algunos de sus pobladores.
Los santiaguistas, por su parte, sólo poseyeron núcleos muy localizados en torno a la frontera con Castilla, el más importante era la Atalaya, donde el rey leonés intentó que la orden estableciera la casa principal. Sus dominios se extienden preferentemente por lo que se dio en llamar Provincia de León, que abarcaba desde Montánchez hasta Monesterio y Guadalcanal, sin olvidar poblaciones de la talla de Llerena, Jerez de los Caballeros, Azuaga y Hornachos, por citar algunas. La zona que les corresponde a los santiaguistas posee más tradición pobladora, de ello tenemos noticias en la población de Montemolín, pero especialmente en determinados lugares como Reina y Hornachos, que pasaron a manos cristianas a través del pacto de sumisión favoreciendo la permanencia de pobladores musulmanes. Este motivo facilitó la temprana concesión de fueros entre 1235 y 1236 (fueros de Mérida y Montánchez respectivamente).
El otro gran bloque jurisdiccional está representado por los concejos de realengo. Esta jurisdicción, más benévola en cuanto a las condiciones que ofrecía a los pobladores y ampliamente desarrollada en zonas de frontera, estaba mejor representada en la zona que se extendía desde el Sistema Central hasta el valle del Guadiana, especialmente entre la primera y el valle del Tajo. Aquí los concejos constituyen verdaderos centros de atracción para los pobladores. Coria, primero, aunque luego pasó a manos de órdenes militares, Plasencia, Cáceres, Trujillo -incorporado después de 1235- y Badajoz son los ejemplos que tenemos en Extremadura. Al sur del Guadiana el realengo no está presente, debido, en parte, a la pérdida de atención por parte de la corona sobre esta zona, que conquistada poco antes de la ocupación militar de Andalucía ejercía menos atractivos. El sector oriental de la Alta Extremadura conocida desde antaño por Las Villuercas pertenecía al concejo de Talavera, que desde mediados del siglo XIII estaba intentado fomentar el poblamiento a través de privilegios reales. Como resultado nacieron los lugares de Castrejón, antigua dehesa, y el Pedroso no exentos de conflictos con el concejo de Ávila, que al igual que en el Campo Arañuelo, reclamaba la zona del Pedroso como “extremos” en los que pastaban sus ganados. La Comarca de los Montes cambió varias veces de jurisdicción, así a finales del siglo XIII estaba bajo el dominio de Toledo, ciudad que le concede fuero.
El asentamiento de pobladores en zonas realengas era mirado con cierto recelo por las órdenes militares que, como la de Alcántara, van a intentar por todos los medios desarrollar una serie de condiciones similares a las dadas en el realengo para poblar sus extensos dominios. No contentas con el posible paso de pobladores a sus dominios y aprovechando la despoblación de gran parte de los términos a finales del siglo XIII, llevaron a cabo una labor de rapiña que se concretó en la usurpación de lugares por la fuerza. Un ejemplo lo tenemos en Badajoz, sus amplios términos, deducidos en su mayoría por el deslinde de la ciudad de Sevilla realizado en diciembre de 1253, se vieron sistemáticamente mermados durante la segunda mitad del siglo XIII. Los hechos acaecieron poco antes de establecer la primera concordia con el Temple en 1277, y poco después, en 1282 con los santiaguistas. La gravedad del problema reclamó la atención del rey, que representado por el infante don Sancho ordenaba la devolución de los “...lugares de Olivençia, Taliga, Villanueva de los Santos, aldea de don Febrero e la Solana, e aldea de los Cavalleros y el Caraço, en los logares de nuestro termino que nos robaron por fuerça.... Poco después las quejas de Badajoz reclamaron nuevamente la atención del monarca que decidía reintegrar los lugares a la jurisdicción pacense: “...nos el conceio de Badajoz anduviemos en pleito e en contienda grand tiempo ante D. Alfonso, e con las ordenes del Temple y de Ucles por raçon que los Comendadores de estas ordenes poblaron de nuevo a Olivença e a Taliga e a Villanueva et a los Santos et a la aldea de Don Febrero et a la Solana et a la aldea de los Cavalleros et al Çaraço en logares de nuestro termino que nos tomaron por fuerça ...”.
Ya en el plano económico, estos enfrentamientos tuvieron su reproducción entre concejos. La defensa de los lugares de aprovechamiento comunal, con vistas a preservar los derechos de los vecinos e incluso los de aquellos propietarios de ganado, se convirtió en el principal argumento para reclamar zonas que eran invadidas por pastores. Tenemos noticias de los deslindes realizados entre Cáceres y Badajoz en 1264, se conocen algunos con Montánchez en 1242 y 1250, y la resolución de conflictos con otras jurisdicciones como los mantenidos con la orden del Temple en 1252. De Trujillo conocemos los deslindes realizados con el propio concejo cacereño, pero especialmente los realizados con los santiaguistas de Montánchez y la ciudad de Mérida en 1250.
En cuanto a la iglesia extremeña, la más temprana jurisdicción está representada por el obispado de Coria, restaurado por Alfonso VII en 1142. Los límites de la diócesis eran lo suficientemente grandes -no se correspondían con los de la ciudad- como para competir con los de las diócesis de Ciudad Rodrigo y Salamanca. Se extendían desde la Sierra de Gata, Hurdes y cercanías de Hervás, bajando por la Guinea o Ruta de la Plata, y abarcaba las iglesias de Montánchez, Cáceres y las tierras pertenecientes al partido de Alcántara. Por su parte el obispado de Plasencia, por ser de nueva creación, se le atribuyó un considerable espacio que se extendía originariamente desde Béjar y sus aldeas hasta el río Guadiana: A bone memorie dedit, et Bejar, quod infra terminos ipsos situm esse probavi, trugellum etiam et Medellinum, Sanctam Crucem, Montanches, salvo iure toletanae ecclesie in hiss, si quos habet et Montem fragorum ut hec omnia iure dicocessano perpetuo possideatis...”. Los conflictos sobre ciertos lugares comenzaron nada más consolidarse la fundación de la diócesis. En 1217 y 1218 Roma tuvo que mediatizar entre los obispos de Plasencia y Ávila sobre la posesión de Béjar y sus aldeas, resolviéndose favorablemente para la primera. En 1221, llegaba la confirmación de los límites diocesanos de Plasencia, donde ya se contemplan modificaciones sustanciales, como la pérdida del Campo Arañuelo reclamado constantemente por los abulenses y las zonas excluidas pertenecientes al arzobispado de Toledo con la que compartía límites. Todavía en 1235 seguían pleiteando con la ciudad de Ávila sobre lugares como Tornavacas ubicados en los pasos del Sistema Central claves en la circulación de mercancías y ganados.
Al igual que el concejo, el obispado de Badajoz cuya fecha de fundación está bastante discutida, algunos autores quieren situarla en torno a 1255, tuvo problemas con los límites de su diócesis por cuanto las distintas entidades señoriales intentaban no reconocer la autoridad del obispo en sus iglesias, lo que significaba la consiguiente pérdida de derechos, es el caso del señorío de Alburquerque con el que se mantuvo numeroso pleitos hasta concordar una repartición justa. Los problemas no fueron pocos, pues nada más iniciarse la segunda mitad del siglo XIII las disposiciones reales en favor del obispo de Badajoz fueron contundentes. Se instaba a todos los habitantes de la ciudad y término a no usurpar los bienes de la catedral, así como no ocupar los lugares entregados por la corona, en los que el obispo y su cabildo estaban obligados a conformar una población. Los límites de esta diócesis abarcaban un amplio espacio que se extendía desde la Sierra de San Pedro Hasta el sur de la región, que curiosamente venían a coincidir con los de la ciudad, pero que no se extendían hacia el centro-oeste de la región donde estaban asentadas las órdenes.
La evolución de las jurisdicciones extremeñas durante la segunda mitad del XIII, sufre un cambio análogo al del resto de las zonas de frontera. El ascenso del poder nobiliario, que ya participó activamente en la batalla de Las Navas de Tolosa y especialmente en la conquista de Sevilla en 1248, supone una fuerte cortapisa para la consolidación de los dominios reales. Desde esta perspectiva la unión de los reinos de Castilla y León y la conquista de Andalucía tuvo como consecuencia una presencia señorial más constante en Extremadura. El problema económico, al que se une la continua devaluación de la moneda, obligó al rey a compensar los esfuerzos militares realizados con la entrega de numerosos lugares no ubicados necesariamente en la frontera.
Esta es en esencia la realidad que obligó a un cambio importante en Extremadura. A partir de la segunda mitad del siglo XIII la señorialización es inevitable, especialmente durante el reinado de Sancho IV. A finales del siglo XIII, se conforman los primeros señoríos jurisdiccionales. Algunos señores, como don Juan Alfonso de Alburquerque, ya habían establecido sólidamente sus dominios en la zona central de la región desde 1218. La zona más afectada es la de Plasencia. Prácticamente despoblada en la segunda mitad del siglo XIII conoce en 1284 la primera ruptura de sus términos a favor de allegados de Sancho IV. En diciembre de dicho año, se donaba Jaraicejo a Gonzalo Godínez, escribano del rey, lugar en el que se conformará una pequeña marca señorial, que tras numerosos cambios de mano, será reintegrado a la ciudad de Plasencia. Poco después era entregada la aldea de Albalat a Fernando Gómez y Diego García, aunque por escaso tiempo, pues con el paso del tiempo quedaría despoblada.

 Juan Luis de laMontaña Conchiña
Becario de la Fundación Valhondo

sábado, 23 de marzo de 2013

Música y lectura


Letras, acordes, emociones

La literatura y la música han ido de la mano en numerosas ocasiones, fuera por el uso de referentes musicales a la hora de concebir obras literarias o, a la inversa, por el modo en que ciertos poemas o narraciones han servido de inspiración para los compositores
A juicio de los estudiosos, las relaciones entre la música y la literatura se remontan a la noche de los tiempos, dado que en un principio no hubo poesía que no fuera cantada. Incluso antes de que existieran la escritura o la notación musical, innovaciones relativamente tardías en términos históricos, ya los versos se ajustaban a ritmos o cadencias que facilitaban a la vez la composición y el aprendizaje. En la época contemporánea, ambas disciplinas han ido de la mano en numerosas ocasiones, fuera por la colaboración expresa entre escritores y músicos, por el uso de referentes musicales a la hora de concebir obras literarias o, a la inversa, por el modo en que ciertos poemas o narraciones han servido de inspiración para los compositores.
Antonio Muñoz Molina señala el paralelismo entre los procesos creativos de la música y la literatura, por ejemplo a la hora de alumbrar el comienzo o el final de piezas que pretenden dejar en el lector o en el oyente un cúmulo de resonancias. Tanto la sinfonía como la novela, nos dice, se debaten entre la aspiración a la perfección formal y el empeño de abarcar el mundo, pero para un escritor la música es también una escuela de humildad de la que extrae la lección de lo inefable, de lo que no puede o debe ser expresado con palabras. Tras señalar el injusto descrédito de la emoción en la música de vanguardia, Luis Suñén destaca el modo natural en que las obras musicales reciben el influjo de la literatura, precisando que no solo o no siempre se trata de una mera trasposición de la experiencia lectora. De las recreaciones musicales se espera no tanto que interpreten el asunto de referencia como las sensaciones o sentimientos que provoca, sin que ello implique una relectura literal de la obra inspiradora.
Siguiendo a Verlaine, Valéry o Goethe, Blas Matamoro resalta la cualidad musical del lenguaje poético, esto es, la importancia del sonido que trasciende o completa la dimensión semántica de las palabras. Respecto a la novela, propone un interesante paralelismo entre las edades de la vida y los movimientos de una sinfonía, cuya ilación lógica se rompe —tanto en la música como en la literatura— cuando el tiempo lineal se convierte en circular y el gusto por la reiteración sustituye al desarrollo progresivo. Por su parte, Antonio Gallego analiza la influencia inversa de los músicos en los narradores y los poetas. A través de la imitación de sus peculiares tiempos o estructuras o bien por medio de la profusión de voces narrativas, simultáneas o sucesivas, la música ha condicionado de modo notable la forma de no pocas obras literarias, aunque la estricta simultaneidad pertenece solo al primero de los ámbitos.
No podía quedar fuera la en su momento novedosa forma que Wagner definió como obra de arte total. En su recorrido histórico desde los orígenes a la actualidad, Jacobo Cortines reivindica la importancia del texto en las producciones operísticas, tanto en la configuración inicial del género como en su evolución posterior. Verdadero híbrido entre literatura y música, el libreto está indisolublemente asociado al esplendor de la ópera, aunque su esencial aportación no siempre ha sido reconocida por los aficionados. Y Juan Ángel Vela del Campo pondera el atractivo de los “viajes musicales” y recomienda algunas de las citas europeas de los próximos meses, trazando un sugerente itinerario para melómanos cuyas principales escalas se han convertido en hitos de la geografía cultural del continente.

Revista Mercurio

miércoles, 20 de marzo de 2013

Guadalcanal y las ordenes militares 1


Introducción

El doble proceso de conquista y repoblación llevado a cabo en Extremadura durante el siglo XIII hay que entenderlo dentro de la dinámica de ocupación del espacio, crecimiento económico y desarrollo de determinadas estructuras socioeconómicas iniciada en los reinos de Castilla y León. Este proceso, iniciado con anterioridad en zonas que vivieron la coyuntura impuesta por la frontera, es el antecedente que marca el desarrollo de determinadas formas sociales que tuvieron en Extremadura su proyección desde los primeros momentos de la conquista.
 El territorio que encuentran los cristianos en los momentos de la ocupación favoreció el desarrollo de una sociedad característica que, aunque en la base posee el mismo signo y desarrollo que la de otras zonas, generó debido a la influencia de la frontera ciertos rasgos estructurales puestos de manifiesto a lo largo del siglo XIII. Entre ellos el escaso o nulo desarrollo de vida urbana siempre creadora de progreso económico y como contraposición el carácter rural impreso, escasa población, la conformación de un equilibrio jurisdiccional y como resultado una sociedad que es envuelta en la progresiva feudalización enmarcada territorial y jurídicamente en los distintos dominios de los que son titulares reyes, órdenes militares, nobles y obispos. El hablar de espacio fronterizo refiriéndose a Extremadura no lo excluye de ser considerado un espacio donde el feudalismo, la sociedad feudal, esté ausente. Es cierto que los movimientos cíclicos de la frontera durante más de una centuria no favorecieron el asentamiento de pobladores ni por supuesto, la formación de la nueva sociedad (este último concepto hay que entenderlo como desarrollo de un modelo distinto al existente), pero el rápido avance de la frontera precipitó la consolidación en el siglo XIII de las estructuras sociales ya ensayadas en otras zonas de Castilla y León.
La coyuntura fronteriza facilitó la concurrencia de las diversas fuerzas señoriales que, utilizando métodos semejantes, acotaron sus dominios y procedieron al asentamiento de pobladores. La convivencia de diferentes formas de poder condujo al establecimiento de un equilibrio jurisdiccional cambiante según la evolución que sufría la frontera, de la primera etapa donde la sociedad extremeña se caracteriza por el predominio de las formas abiertas, se pasa a otra en la que se precisa una evolución hacia formas más o menos cerradas en consonancia con los presupuestos de la sociedad feudal.
En el contexto ocupacional, además de las diferencias jurídicas hubo ciertas diferencias territoriales marcadas ya en la época de conquista. La evolución de la frontera extremeña, es distinta en la zona del Tajo, ocupada en los siglos XII y comienzos del XIII, que en la del valle del Guadiana. En el primer caso la frontera pervivió durante un periodo de tiempo muy breve, mientras que en el segundo esta situación prácticamente no existió pues la frontera se desplazó inmediatamente hasta Andalucía. Como consecuencia se produjo la rápida intromisión de las fuerzas señoriales aprovechando la despoblación y las potencialidades que ofrecía el territorio: amplias zonas desiertas en las que fundar poblaciones y establecer extensos dominios; amplias zonas de pastos e importantes zonas de buenos suelos en los que se podía desarrollar un asentamiento rentable. Todo ello tuvo como último fin la señorialización de la tierra en fechas relativamente tempranas.
La adquisición del espacio: la conquista y la formación de los dominios.
El asentamiento de pobladores y la gestación del nuevo orden social en la España cristiana, va precedido de una actividad militar denominada tradicionalmente Reconquista. Lejos de polemizar en torno a la utilización de los términos Reconquista y Repoblación por la historiografía, otros se inclinan por la idea de agresión feudal como parte integrante de un amplio proceso de expansión en el que se ven inmersos los reinos de Castilla y León. Es importante dejar claro la transcendencia implícita de la actuación militar como parte del proceso de conquista del espacio.
 Partiendo de esta idea, la actuación militar alcanza en este lado de la frontera una importancia inusitada. La Transierra extremeña desde el primer momento en que entra en los objetivos de expansión del rey y de los concejos extremaduranos de Ávila y Salamanca, adquiere unas dimensiones hasta ahora no conocidas. Durante la presencia musulmana el poblamiento se encuentra fuertemente localizado en torno al valle del Guadiana. Al norte sólo se localizan puntos defensivos entre los que incluyen las plazas de Cáceres, Alcántara y en último extremo la ciudad de Coria. La escasa presencia de musulmanes en torno al Tajo animó a las fuerzas cristianas a desarrollar una serie de campañas que terminarían con la conquista de la ciudad citada y algunos de los castillos que hasta entonces se mantenían en su poder. La primera conquista fue la de Coria en 1142. A partir de ese momento la presencia de guerreros y pobladores está garantizada en Extremadura. Tras esta victoriosa campaña los intentos de conquista de lugares como Cáceres y el propio Badajoz son recogidos fielmente por las fuentes cronísticas y documentales. Sólo parte de la Alta Extremadura pasa a manos de señores y órdenes militares, como las de Santiago (fundada en Cáceres en 1170) y Alcántara (que adoptaría el nombre décadas después de su fundación en 1176). Las vicisitudes no son pocas, las razzias musulmanas mantienen a raya a los expedicionarios cristianos, que hasta la conquista de Alcántara en 1212, no encuentran el momento favorable para traspasar el Tajo. La conquista de Cáceres por Alfonso IX en 1229 y las posteriores de Mérida y Badajoz en 1230, Trujillo en 1233, supone un avance importante en cuanto a que los cristianos tienen acceso directo al valle del Guadiana.
A diferencia de otras zonas donde la intervención nobiliaria es mayor, en ésta la participación de los freyres nos es conocida desde la conquista de Coria. Los templarios fueron los primeros que intervinieron militarmente, por lo que obtuvieron amplios territorios. Con el favor de Alfonso VII tomaron Alconétar. Poco después mantuvieron bajo su dominio, gracias a suculentas donaciones, lugares como Coria en 1168, Portezuelo, San Juan de Máscoras (Santibáñez el Alto) hasta 1211. En Badajoz participaron en la conquista de Capilla en 1235, que le fue dada junto con sus términos un año después. En el sur de la Provincia consiguieron los lugares de Valencia del Ventoso, Burguillos del Cerro, Alconchel, Jerez de los Caballeros, Cheles, Higuera de Vargas, Villanueva del Fresno, Valencia del Mombuey, Zahinos, Oliva y Fregenal de la Sierra donde conformaron una baylía.
Las órdenes que realmente intervienen en la conquista son las de Santiago y Alcántara. La primera de ellas participó activamente en al proceso de conquista hasta 1230. Obtuvo los lugares de Trebejo y Palomero en 1186 y 1195, Granadilla en 1191, La Atalaya de Pelayo Velidiz en 1203. Tras la conquista de Cáceres los santiaguistas participaron activamente en la conquista de Mérida, que le fue entregada en 1230. La intensa actividad militar desplegada por esta orden en la actual provincia de Badajoz le abrió amplias posibilidades de expansión, que en lugares como Toledo y la Mancha les había sido negada. Entre sus poblaciones destacan Alhange y Hornachos en 1235, Llerena, Guadalcanal, Fuente del Maestre, Reina en 1246 y Montemolín en 1248.
La orden de Alcántara incorporada más tarde al proceso de conquista, recibió en 1218 la villa de la que tomó nombre, previo acuerdo con la orden de Calatrava. Poco después las donaciones de las que fueron objeto sobrepasaban en número a las de sus coetáneas, quizás porque se encontraban más cerca del rey leonés y ofrecían mayores garantías en la defensa de la frontera portuguesa. Recibieron los lugares de Portezuelo, Santibáñez el Alto en 1220, Milana en 1226, Salvaleón en 1227, Almenara, Cadalso y Puñoenrostro, estas dos últimas aldeas ubicadas en el valle del Arrago. También tomaron parte en la conquista de numerosos castillos en tierras de Badajoz. Así, conocemos que sitiaron y tomaron el castillo de Medellín en 1234. En 1236 poseen Cabeza de Esparragal; Zalamea y Benquerencia en 1240. Su jurisdicción se extenderá hasta la comarca de los Montes de Toledo con Puebla de Alcocer, dada por el rey en 1245.
La participación nobiliaria en las empresas militares extremeñas es escasa y localizada en torno a algunas zonas marginales. Realmente tiene efecto a partir del siglo XIII. Conocemos las avanzadillas creadas por Alfonso Téllez, noble proveniente del norte, que con algunos de sus vasallos se acantonó en 1222 en los castillos de Muro, Cedenilla, Malamoneda, dominando gran parte de la Comarca de los Montes y en torno a 1218 en Alburquerque, formando una cabeza de puente que los cristianos aprovecharon para la conquista de Valencia de Alcántara sólo tres años después. Durante el siglo XIII será el señorío nobiliario más importante de Extremadura.

Juan Luis de la Montaña Conchiña  
Becario de la Fundación Valhondo

sábado, 16 de marzo de 2013

Mami, mami, ese rey es una mujer

Reyes magos y reinas magas


Creemos que los niños son gilipollas. Que no se enteran. Que podemos engañarlos con facilidad, haciéndolos cómplices de nuestros prejuicios, torpezas y limitaciones. Pero nos equivocamos. Esos diminutos seres con cara de panoli son formidables desarrollando intuiciones magistrales y conclusiones perspicaces. Su capacidad de observación, de intuición extrema y casi animal, su honradez intelectual incontaminada por las convenciones sociales que más tarde acabarán atrapándolos, son asombrosas. Nadie tan coherente, recto y tenaz como ellos al construir mundos propios y defenderlos, aplicar el sentido común, ilusionarse con desafíos, razonar sobre evidencias. Tan consecuentes y honrados, a veces hasta la crueldad, con el mundo que ven o creen ver. Tan próximos todavía a las reglas naturales de la vida; a esas realidades inexorables que los adultos aún no hemos podido hacerles olvidar, ni enmascarar y manipular estúpidamente para ellos. O más bien para nosotros. Para nuestra comodidad y sosiego.
Me hace pensar en esto una moda reciente relacionada con la cabalgata de la noche de Reyes: confiar el papel de Melchor, Gaspar o Baltasar a una mujer. Todo, naturalmente, como cuota políticamente correcta: un tercio de sus majestades de Oriente, para cumplir con el qué dirán. Lo que se traduce en señoras disfrazadas de varón, con barba, corona y demás parafernalia. En los días siguientes al último de Reyes, algunos lectores y amigos me hicieron llegar cartas con sus opiniones sobre la cosa; y algunos, incluso, recortes de prensa con otras cartas publicadas en periódicos locales. Comentarios jocosos o indignados, según el talante de cada cual: mucha chufla y algún cabreo, como el de esa madre cuyo hijo de seis años, embozado con bufanda y gorro de lana bajo los que sólo podían verse sus ojos atónitos, le zarandeaba una mano gritando: «¡Mami, mami, ese rey es una mujer!».
No pasa nada, dirán algunos, por que un rey mago, incluso los tres, sea una mujer. Si ciertas señoras creen que su presencia ahí ayuda a conseguir más respeto para su sexo, pues oigan. Bendito sea. Adelante con los faroles. A fin de cuentas, una cabalgata de Reyes toca menos el rigor que el folklore. Puestos a disfrazarse y a dar espectáculo, sería como negarse a que en las fiestas de moros y cristianos, o en las de cartagineses y romanos -pura y divertida murga sana-, haya señoras que quieran salir de guerrero almohade o legionario romano. Allá cada cual con sus fiestas, sus disfraces y sus botas de vino. Otra cosa es cuando se trata de una reconstrucción histórica calculada y rigurosa, como Las Navas, el 2 de Mayo o la batalla de La Coruña, por ejemplo. Meter ahí a una señora de fusilero británico o de adalid navarro da el cante; quita credibilidad al asunto, porque en aquellos tiempos las señoras no andaban pegando tiros, asaltando trincheras ni dando espadazos a los infieles; y cuando ahora se escriben novelas o se hacen películas donde ocurre eso, tales películas y novelas suelen ser una imbecilidad perfecta.
El problema con los reyes magos es otro: la tradición se refiere a tres reyes varones. Y es la tradición precisamente, transmitida de padres a hijos, la que hace a los niños que aún conservan la inocencia adecuada esperar con ilusión la llegada anual de esos magos de Oriente, cuyos nombres y sexo conocen perfectamente, hasta el punto de que resulta imposible darles Baltasara por Baltasar. Y como los pequeños cabroncetes no tienen un pelo de tontos, en cuanto pasa por delante la carroza, huelen la tostada. Y se les fastidia así la fiesta, la ilusión, la fe en algunas cosas que, para bien de la Humanidad, es conveniente conserven durante el mayor tiempo posible, antes de que la vida les demuestre lo que hay bajo el cartón y el falso armiño de cada rey, mago o no mago. Y así, subida en una carroza, la reina Gaspara, o como se llame, puede que haga un favor enorme a la visibilización de la mujer; pero también estará reventando la ilusión, en su noche más hermosa del año, a millares de criaturas que, sintiéndose estafadas, se volverán a sus padres para denunciar, con justa indignación: «¡Papi, ese rey con barba es una chica!».
Así que ya pueden despedirse de la magia, nuestras criaturas. Darse por fastidiadas. En este país acomplejado y cobarde donde no caben un tonto, un sinvergüenza, un oportunista más, cualquier nueva idiotez triunfa que da gusto. Habrá polémica, claro. Sentido común versus matonismo ultrarradical. Acusaciones de machista intransigente a quien no trague. En consecuencia, las autoridades dispondrán cada vez más cabalgatas con la cuota adecuada de reyes y reinas, magos y magas, camellos y camellas, pajes y pajas. Todo sea por no discrepar. Y a los niños, pues bueno, pues vale, pues me alegro. A ésos, que les vayan dando.


Arturo Pérez-Reverte

XL Semanal

miércoles, 13 de marzo de 2013

Guadalcanal y el agua



Fuentes, pilares, pozos y manantiales 

Guadalcanal, villa situada en la Sierra Norte Sevillana, en un valla protegido por la Sierra del Viento y la Sierra del Agua, su nombre relacionado con el agua y una de sus riquezas naturales, sembrada sus calles y campos de fuentes, pilares, pozos y manantiales. 
Fuentes.-
Actualmente existen varias fuentes en el pueblo, a lo largo de la historia reciente existen y han existido gran número de fuentes en la población, enumeramos las siguientes:La fuente de La Plaza, en tiempos sus tres caños tenían un gran caudal y abastecía al molino, antiguo matadero y a la tenería que estaban situados en la parte lateral del palacio, así como loas hueras que había en las Erillas, otras fuentes por orden de importancia son las del Jurado, el Coso, El Piojito, El Jurado, Berrocal Chico y la de Santa Ana, esta última fue la de más corta vida, inaugurada el día de San Isidro del año 1963, costeada por los vecinos como reza en un deteriorado mosaico, apenas fue utiliza durante unos años.
En los alrededores y en las fincas existen un gran número de fuentes, algunas de ellas en estado de abandono o muy deterioradas, entre otras citamos: La Porrita, la de Juan Blanco, Los machos, Grijo, Lotoro, Dos Hermanas, Urraca, Valdefuentes, El Berral, Valdemaría, El Perdigón, La Canaleja, La Teja, De la Sartén, Los Gitanos, Los Quinteros, Los Arenales, Sangrelinda, Coto del Marqués, La Hombría del Peral, Ovejero, etc.
Pilares.- 
Actualmente existen los pilares del Puerto, El Coso, La Cava y el Pilarito de Santa Ana, antiguamente existía el pilar del Jurado, en el Coso existía el Pilar “grande”, ubicado en la entrada del actual recinto ferial, actualmente situada la caseta municipal, el pilarito “chico”, junto al actuar pilar, abrevadero de cabras y ovejas, igualmente creo que existía otro en la calle de la Morería, este dato me lo comentó una persona mayor hace muchos años, pero no lo he podido verificar. 
Pozos.- 
Existían varios pozos en las calles del pueblo, lamentablemente actualmente ha desaparecido, los que más quedan en el recuerdo de nuestros mayores como El Pozo Berrueco, El Moro, Foz, Camacho, Berrocal Chico, Costanilla y San Francisco, tomando sus nombre de las calles en las que se encontraban, también existían pozos en la mayoría de los corrales de las casas. 

Lavaderos públicos.- 

Asimismo existían varios lavaderos públicos, actualmente solo se mantiene el del jurado en buen estado de conservación por mantenerse dentro de un edificio, tal vez el más famoso de todos fue el de La Poza por encontrarse en la parte central del pueblo, este se abastecía de su propio manantial y de las aguas residuales de la fuente de la Plaza, el de mayor tamaño se encontraba en El Coso, estaba cubierto y tenía un gran número de pilas donde nuestras abuelas lavaban la ropa de rodilla y mantenían tertulias. 
Veneros y manantiales.- 
Hay innumerables manantiales y veneros en las sierras del Agua, del Viento y en las huertas aledañas al pueblo que abastecen a las albercas (actualmente llamadas vulgarmente piscinas). 
Por todo ello, los árabes durante su conquista la llamaron con el topónimo Wadi-al-Kanal, río o canal subterráneo, uniendo las palabras árabe Wadi (río) y la voz latina arabizada Kanal (del canal o canal) según la tesis de nuestra paisana María Dolores Gordón, en el estudio publicado en 1988 sobre los topónimos de la Sierra Norte. 

Rafael Spínola

sábado, 9 de marzo de 2013

Hispania y el Imperio Romano 7


SÉNECA: FILOSOFO, POLÍTICO, POETA

En la constelación de figuras intelectuales y literarias hispano-romanas que ilumina el siglo I, el personaje central y, sin duda, el más importante y de mayor trascendencia histórica es Lucio Anneo Seneca, el filósofo. Poeta dramático y excelente versificador en sus tragedias, estudioso de la naturaleza en sus libros de esta materia, moralista y pedagogo en las Cartas a Lucilio, hasta cruel poeta satírico en su Apocoloquintosis contra la memoria del emperador Claudio a quien habían “divinizado” por razones políticas sus sucesores elevándolo al Olimpo de los dioses con una Apoteosis. En esa obra menor desarrollando irónicamente y con inhabitual vehemencia la teología de los estoicos, Seneca se enfrenta a la vez con la memoria del odiado príncipe y con la utilización política de una teología mitológica, que solo puede conducir a una falta de respeto por lo que para el era la divinidad tal como se concebía desde el estoicismo.
Seneca fue, además, un político activo, durante años dando forma a una filosofía política practica de rigurosa base ética y después inspirando como amicus Principis la acción del poder imperial por lo menos durante los anos que Trajano, dos generaciones después, Clamaba el quinquennium Neronis. Esa había sido, según el emperador hispano de la Bética, la época feliz de la buena dirección de los asuntos públicos, durante el corto pero muy estimable periodo de la privanza de Seneca al lado del joven príncipe que todavía entonces le hacia caso. Los poetas como Marcial le honran, prosistas como Columela le aplauden hasta en ocupaciones menores, como la modernización de la agricultura, Quintiliano, ante cuyo riguroso “ciceronianismo” no dejaba de chirriar la prosa más personal que aticista del filósofo cordobés, reconoce sus meritos y critica a sus imitadores.
Seneca es el autor hispano-romano de este siglo I que mas amplio campo ha cubierto con sus obras y mayor influencia filosófica, política y literaria ejerció en los siglos romanos posteriores, llegando incluso a ser el intelectual pagano que los cristianos consideraban mas próximo a ellos. Seneca saepe poster (Séneca muchas veces nuestro) escribió Tertuliano y siguiendo esa Línea de aprecio, unos bienintencionados falsarios del siglo IV —época ya oficialmente cristiana— inventaron una supuesta correspondencia epistolar entre el prestigioso filosofo Pagano, pero estoico, y el Apóstol San Pablo, que tan bien conocía las filosofías de su época. Eran contemporáneos y probablemente los dos murieron por el mismo tiempo, victimas de crueles persecuciones neronianas, política la de Seneca y religiosa la de Pablo.

COLUMELA, QUINTILIANO, LUCANO, MARCIAL

Columela, gaditano, tenia siglos después (Casiodoro, Isidoro de Sevilla) fama de elocuente e insigne orador, pero la principal obra suya conservada es la enciclopedia de agricultura De re rustica en doce libros (uno de ellos, el décimo que trata de los jardines), compuesto en verso como homenaje de admiración a Virgilio y alarde de las capacidades literarias del autor escribió este extenso tratado en los primeros años 60 d.C. Era coetáneo y amigo de Seneca “el filosofo”, y había hecho una cierta carrera militar como tribuno en las legiones romanas. Hispano de la Bética, estaba orgulloso de haber servido a Roma como soldado, y al mismo tiempo con sus realizaciones profesionales de agricultor que no solo estudiaba las técnicas del trabajo de los campos sino que las practico a lo largo de su vida.
El nacimiento y primera educación de Quintiliano (c. 30-35-c. 100 d.C.) a orillas del Ebro, en Calagurris (Calahorra), que según Estrabon pertenecía al territorio de los vascones, es una demostración palmaria de que la educación en la lengua y en la cultura histórica y literaria romana alcanzaba por lo menos a la población urbana del interior de la península. Formado como orador y maestro de Retórica en la Urbe, fue preceptor de los últimos príncipes Flavios, amigo de los prestigiosos hispanos de la Urbe y al mismo tiempo ferviente enamorado de Roma y entrañable colega de distinguidos escritores itálicos como su antiguo discípulo Plinio el Joven.
Lucano, el poeta de Córdoba como toda la familia Annea, era un joven especialmente brillante, que arrebataba al público cuando recitaba —o improvisaba— sus versos. Fue el autor de La Farsalia, poema épico sobre la guerra civil de manifiesta simpatía pompeyana. Hecho morir en esa misma oportunidad del 65 por orden de Nerón, que además de pertenecer a una familia que el príncipe había resuelto eliminar, le odiaba por ser más aplaudido que el cuando recitaba sus versos. Fue tan apreciado en la Urbe que treinta años después de su muerte era recordado con veneración, no solo por su esposa sino por otros intelectuales, como los hispanos Quintiliano y Marcial, y el itálico Estacio que no era nada amigo del vate de Bilbilis.
Marcial (40-104 d.C.), nacido en Bilbilis (Calatayud) probablemente de origen celtibérico se educó en España, lo cual indica que la romanización cultural había penetrado en el corazón de la provincia tarraconense. En Roma desde el año 64, tenia una estrecha relación literaria y humana con otros hispanos instalados en la Urbe, especialmente con los Anneos, tanto el filosofo Seneca como el poeta Lucano, igual que con la rica dama Marcela, que le facilito el retomo a su ciudad natal y le protegió con su ayuda y su influencia. Amigo de Quintiliano, al que elogiaba en algún encomiástico poema, sentía un patriotismo romano, solidario con la Urbe, con su cultura y con su historia sin olvidarse de su origen personal y familiar hispano y celtibérico. Al elogiar a su amigo y colega literario Quintiliano, le llama “maestro de la inquieta juventud, Quintiliano, gloria de la elocuencia romana”. Lo mismo vendría a decir de los Anneos, honor del Betis, pero sobre todo de Roma.
Este plantel de escritores hispano-romanos son los primeros autores de quienes se puede decir que practicaban un latín post-clásico, que se caracteriza entre otras cosas por la convergencia de la lengua poética y la retórica. Virgilio y Ciceron a la par son la guía del latín de estos autores. Los declamadores de la antología del abuelo y el poema épico del nieto se dan la mano a partir de entonces en la literatura de Roma.

HISPANOS Y PROVINCIALES EN EL PODER Y LAS LETRAS EN EL SIGLO II

Los escritores hispano-latinos del siglo I, tan romanos que expresan y representan el espíritu latino más y mejor que nadie durante casi una centuria, resultaron, en fin, ser la vanguardia de dos procesos históricos diversos que sobrevinieron pronto. El primero es el de los hispanos militares, políticos y finalmente emperadores del siglo II, tan romanos de mente y cultura como los julio-claudios, si bien superiores a varios de ellos en capacidad, dedicación y fortuna.
Trajano (Marco Ulpio Trajano) había nacido en Itálica, en el año 53 o en el 56 d.C., igual que su padre, Marco Ulpio, y su madre también italicense. El padre ya había hecho una brillante carrera militar y política, mandando legiones en la guerra de los judíos, y en otras oportunidades, y habiendo sido gobernador de su provincia natal, la Bética, y de Siria, así como cónsul y patricio y procónsul de Asia. El hijo, Trajano, el emperador, estuvo al frente de importantes fuerzas militares en Oriente y luego en la Germania del Rin, donde en el año 97 se entero de que había sido adoptado por el anciano emperador Nerva, que había sido nombrado por el Senado tras el asesinato de Domiciano, y que al adoptarlo como hijo le otorgo poderes iguales a los suyos. Con Trajano, emperador desde el 98 al 117, empieza una nueva dinastía política y militar más que familiar que presidieron tras el, Adriano, Antonino Pío y Marco Aurelio durante casi todo el siglo II y fueron responsables de algunas grandes paginas de la historia del Imperio.
El segundo proceso a que me refiero fue el de los otros provinciales de Tetras, que provenientes de las Galias, y enseguida en mayor numero de Afrecha, ocupan la primera Línea o la cumbre de la literatura latina desde el año cien en adelante, o más bien desde que unos años antes empieza, con Tácito, lo que podía llamarse el segundo momento post-clásico.

Antonio Fotán Marqués de Guadalcanal
NUEVA REVISTA de política, cultura y arte

miércoles, 6 de marzo de 2013

Guadalcanal, Conjunto Histórico 2

Decreto 92/2004, de 2 de marzo, por el que se declara Bien de Interés Cultural, con la categoría de Conjunto Histórico, el sector delimitado de la población de Guadalcanal (Sevilla).

Sumario:  ANEXO 2.

I. Justificación de la delimitación.
Si bien el actual núcleo no se consolidó hasta la época de la conquista cristiana, los primeros asentamientos humanos localizados en las inmediaciones de su emplazamiento corresponden a cuevas de habitación en las que se han encontrado útiles como cuchillos de sílex y restos de cerámica neolítica. Más abundantes son los testimonios materiales de época romana encontrados en su término que, repartidos por los cortijos creciéndonos a la población, no demuestran la existencia de un núcleo configurado con carácter compacto. De esta época, se ha documentado la existencia de un pequeño despoblado al noreste del casco histórico actual, con restos de ladrillo, tegulae y fragmentos de vasijas. Existen otras piezas muy repartidas, como capiteles con decoración de trépano o un sarcófago de piedra procedente de un cerro situado al oeste del caserío en el que también se hallaron gran número de enterramientos cubiertos por losas. Completan el legado clásico en las inmediaciones algunos restos de construcciones hidráulicas y otras obras de ingeniería destinadas a la mejora del trazado de las vías de comunicación.
Las características del medio geográfico abrupto que rodea esta población propiciaron tradicionalmente una economía basada en la rentabilidad de las dehesas, los olivares y los terrenos dedicados al cultivo del trigo que, junto a la explotación de las minas de plata allí localizadas, han sido las principales fuentes de riqueza de Guadalcanal durante toda su historia. Esto, unido a su ubicación como enclave de destacada importancia en la red de comunicación entre Sevilla y Mérida a la vez que una situación estratégica entre la Sierra Morena y el Valle del Guadalquivir ocasionaría, a lo largo de los siglos XI al XIII, la formación de un sistema defensivo en el que se implantan una diversidad de pequeños baluartes y un recinto fortificado que condicionaría el definitivo emplazamiento de la actual población de Guadalcanal.
El perímetro de este recinto defensivo contó con un foso conocido por la cava, así como cuatro puertas: la de Sevilla, la de Llerena, la del Jurado y la de los Molinos y una alcazaba situada al sur, de la que restan algunos vestigios maclados en la fábrica de la iglesia de Santa María.
En 1241 fue conquistada a los musulmanes por la Orden de Santiago, que conservó su dominio hasta el siglo XIX incorporándola a la Vicaría de Tentudía, dependiente del Priorato de San Marcos de León. La importancia demográfica y económica de esta comunidad propició la concesión del derecho a tener Vicario independiente desde 1395, conservando las tres collaciones ya establecidas: la de Santa María, con mayor número de vecinos, seguida en importancia por las de Santa Ana y de San Sebastián.
Desde este momento se inicia el auge demográfico, ocasionando la morfogénesis de la ciudad. En primer lugar se desarrolló un nuevo arrabal extramuros situado al este, como consecuencia de la expansión del barrio de Santa Ana y de la creación del de la Morería, anexionados al recinto por la puerta de Sevilla mediante la prolongación de la llamada calle de Sevilla fuera. Este sector se encuentra consolidado como collación en el siglo XV, contando con la Iglesia de San Sebastián como parroquia propia desde 1481.
La arquitectura monumental de Guadalcanal cuenta con particularidades formales que la singularizan por sus caracteres de arcaísmo en el contexto del medievalismo cristiano. Sus edificaciones religiosas, de grandes proporciones y aspecto fortificado, fueron realizadas durante los primeros tiempos de la ocupación cristiana en la Sierra Norte de Sevilla y su posterior etapa de asentamiento. Destacan los templos que presidían las collaciones históricas, edificados entre los siglos XIV y XV, con importantes aportes renacentistas y barrocos, como la Iglesia de Santa María de la Asunción, la de San Sebastián y la de Santa Ana, así como la Iglesia de la Caridad, el Convento de Santa Clara y el Hospital del Milagro que pertenecen a fundaciones del siglo XVI, mientras las iglesias de San Vicente, la del Espíritu Santo y la de la Concepción son edificios levantados durante el periodo barroco. Estos inmuebles, con sus bóvedas y torres, dibujan el perfil del Conjunto Histórico resaltando entre su caserío.
Su configuración espacial se ordena en torno a dos enclaves principales, la Plaza de España, actual centro neurálgico de la población en el que se ubican los inmuebles más monumentales, y la Plaza de Santa Ana, presidida por la iglesia del mismo nombre que se emplaza sobre un promontorio que provoca la suave inclinación existente en el viario entre ambos puntos. El límite del Conjunto Histórico se configura en etapas de ocupación posteriores, experimentando diferentes procesos de expansión en los que se generan un nuevo sector al este, desarrollado como prolongación de la que fue llamada Puerta de Sevilla, y otro al norte, hasta alcanzar la Iglesia de Santa Ana. Un último desarrollo, de menor intensidad, ocupó la zona marginal situada al oeste del primitivo recinto fortificado de época árabe.
El Conjunto Histórico de Guadalcanal responde a un sistema de asentamiento condicionado por las características del terreno. La configuración de su plano parcelario en los sectores sur y oeste, presenta una compacidad muy notoria, con divisiones catastrales irregulares, de escasa dimensión en la mayoría de los casos, y relacionadas entre sí por un viario de trazado sinuoso. Al norte, el sistema de ocupación configura vías rectilíneas y manzanas de mayor dimensión con parcelas más regulares y de mayor tamaño entre las que se conservan algunos espacios interiores sin colmatar.
En su conjunto, este núcleo de población conserva escasamente alterados los límites de las diferentes expansiones históricas relacionadas, conservando sus bordes y manteniendo un contacto muy nítido con el medio natural inmediato. Esta peculiaridad hace fácilmente legible la relación existente entre el área edificada y el medio natural como condicionante morfológico y factor de contextualización espacial.
Las construcciones monumentales de carácter religioso constituyen los principales hitos arquitectónicos y urbanísticos de la localidad, que actúan fuertemente tanto en la apreciación panorámica de su conjunto como en las visuales y perspectivas en el interior de la trama urbana. Las iglesias de Nuestra Señora de la Asunción o la antigua capilla de San Vicente presiden junto al edificio del Ayuntamiento la Plaza de España, así como la Iglesia de Santa Ana lo hace en la plaza del mismo nombre. A estos monumentos, junto a los ya relacionados, se suma un gran número de inmuebles de carácter popular destinados a residencia que presentan una tipología de similares rasgos estilísticos. En su conjunto conforman un ámbito edificado en el que la armonía de volúmenes y texturas genera un paisaje urbano homogéneo y tipificado como ejemplo de los asentamientos de sierra ligados íntimamente a la explotación del medio natural.
Entre este caserío se distinguen otros ejemplos de residencias correspondientes a los estamentos burgués y nobiliario que levantaron en el municipio algunas casas señoriales, inmuebles que muestran rasgos propios de la arquitectura barroca palaciega del siglo XVIII. Estos ejemplos son escasas excepciones en un contexto básicamente configurado por la arquitectura vernácula ligada al almacenamiento y transformación de la materia prima y a industrias de carácter familiar relacionadas con el cultivo de viñedos y productos agropecuarios, en las que se generaliza la casa de dos plantas o una y sobrado con vanos adintelados, paramentos encalados y cubierta de teja árabe.
El Conjunto Histórico de Guadalcanal mantiene en la mayor parte de su parcelario, un sistema espacial y un legado edificatorio escasamente alterados, conservando la homogeneidad tanto de su caserío, como de los espacios públicos y de la red viaria, haciendo apreciable la armonía existente entre los tipos arquitectónicos y las características históricas, urbanas, espaciales y medioambientales del Conjunto Histórico.
En razón a las características del ámbito del Bien no se considera necesaria la delimitación de un entorno al mismo, por incluirse dentro de éste todos aquellos espacios, inmuebles y elementos definidores del Conjunto.
II. Delimitación literal del bien
La zona afectada por la declaración de Bien de Interés Cultural, con la categoría de Conjunto Histórico, del sector delimitado de la población de Guadalcanal en Sevilla, comprende las parcelas, inmuebles, elementos y espacios públicos y privados, situados dentro de la línea de delimitación trazada sobre el plano del Centro de Gestión Catastral y Cooperación Tributaria del Ministerio de Economía y Hacienda de 1991. El límite está marcado por una línea virtual que se apoya sobre referencias físicas permanentes y visibles. Su descripción literal es la siguiente:
Comienza la delimitación en el extremo noreste del Conjunto Histórico, señalado en el plano con la letra O y sigue el sentido de las agujas del reloj. Desde el punto O origen de la delimitación, correspondiente al vértice noreste de la parcela 02 de la manzana 31028, en la intersección de las calles Mina y Juan Pérez, recorre en sentido suroeste el límite este de la manzana 31028, cruza la calle Cervantes hasta el vértice noreste de la parcela 48 de la manzana 31010 y recorre las traseras de las parcelas 48 y 47, así como las fachadas a la calle Juan Pérez de las parcelas 02 a 10 de la citada manzana 31010. Cruza la calle Juan Pérez hasta el vértice norte de la parcela 27 de la manzana 31994, recorre en sentido este las traseras de las parcelas de las manzanas 31994 y 33991, que dan frente a la calle Sevilla, rodeando esta última por su límite este hasta salir a la calle Sevilla y cruzarla hasta el vértice noroeste de la parcela 23 de la manzana 32985. Continúa en sentido este por las fachadas a la calle Sevilla de las parcelas 23 a 29, desviándose en sentido suroeste para recorrer el límite este de esta última parcela. Cruza la calle Morería y recorre en sentido suroeste los límites sureste a la calle Coso de las manzanas 33988 y 33973, hasta recorrer el límite sur de la parcela 07 de la última manzana y continuar en prolongación hasta alcanzar el límite este de la parcela 02 de la manzana 32974 y recorrerla en sentido suroeste. Continúa por el límite sureste de la parcela 03, se desvía en sentido noroeste por las fachadas a la calle Feria de las parcelas 03 a 08 de la manzana 32974, 13 a 23 de la manzana 31975, desde donde cruza el espacio público hasta el vértice este de la parcela 23 de la manzana 30989. Continúa en sentido oeste por las fachadas a la Avenida de la Constitución de las manzanas 30989, 28999, 27996 y 26999, cruzando siempre en línea recta las calles y espacios públicos. Cruza la calle Luenga hasta el vértice sureste de la parcela 20 de la manzana 25995, recorre en sentido norte el límite oeste de las parcelas 20, 19 y 21 a 26, cruza la calle Huertas para recorrer el límite oeste de la manzana 25009 y prosigue por el límite suroeste de la calle San Francisco, hasta rodear por sus límites suroeste las traseras de las parcelas de la manzana 24018 que dan frente a la citada calle. Sale a la calle San Francisco, la cruza y recorre en sentido este los límites norte de las manzanas 24015 y 25016, recorre los límites oeste de las manzanas 27028, 28032, 28046 y 28056, rodeando esta última para cruzar la calle Espíritu Santo a la altura del límite norte de la manzana 29044, que recorre en sentido este. Rodea a la manzana 30059 por sus límites oeste, noreste y este, para continuar por los límites más orientales de las manzanas 30051, 30343, trasera de la parcela 05 de la manzana 30034 y límites este de las manzanas 31033 y 31039, continuando en prolongación hasta alcanzar el límite noreste de la manzana 31024 y desviarse por él en sentido sureste. Cruza la calle hasta el vértice norte de la parcela 15 de la manzana 31026, recorre en sentido sur las traseras de las parcelas 15, 14, trasera construida de la 13, 12, 08 y 07, continuado en prolongación para cruzar la calle Minas y recorrer en sentido este el límite norte de la manzana 31028 hasta enlazar con el punto O, origen de esta delimitación.

Sevilla, 2 de marzo de 2004
El Presidente,   Manuel Chaves González.
El Consejero de Cultura, Enrique Moratalla Molina.

sábado, 2 de marzo de 2013

Hispania y el Imperio Romano 6


CULTURA, SOCIEDAD, LETRAS, POLÍTICA, PODER

Entre la docena y media de escritores latinos del siglo I d.C., de los que se conservan obras de un libro o más de extensión, llama la atención que se cuenten siete hispanos, cinco de los cuales proceden de la Bética o Hispania Ulterior. Eso no había ocurrido nunca antes con autores que no fueran itálicos.
La conservación o no de unos autores u obras al cabo de los siglos, es en muchos casos fruto del azar. Pero también hay que contar en no pocas ocasiones con un algo o un mucho de selección. Se copian y se transcriben libros que son particularmente estimados por razones literarias, ideológicas o de utilidad, y se han perdido, también por obra del azar, poemas y prosas en que se reunían los mismos motivos para salvarse de la desaparición. No deja también de influir en estos procesos el interés cultural e incluso utilitario que pueden tener en determinadas circunstancias de lugar y tiempo unos escritores u otros. En la Antigüedad romana los clásicos latinos eran el patrimonio de aquella sociedad, y en la Edad Media de occidente eran su cultura y su idioma común mientras se hablaba latín, o su lengua sabia e internacional, cuando empezaron a extenderse e imponerse los idiomas modernos.
La existencia y conservación de un número tan relativamente alto de autores hispanos es también una prueba histórica de la romanización de España, que casi se había consumado política y socialmente sobre todo en las ciudades entre los días de Cesar y de Augusto (60 a.C.-14 d.C.), al mismo tiempo que se puede atribuir al desarrollo de las ciudades promovido o favorecido en la península por la política de esos dos “príncipes”.
La creciente urbanización de territorios provinciales no se reduce a aspectos militares como la necesidad de ciudades para amparar y proteger a la gente ni a conveniencias políticas para organizar y regir la vida de una colectividad, sino que implica consecuencias o frutos de orden cultural: lengua, escuela, lectura, escritura, estética, usos sociales y valores colectivos —patrióticos, religiosos, jurídicos— etc.
En España había localidades que eran “colonias” —“colonias” de ciudadanos romanos—, desde que Escipión Africano en el 206 a.C., estableció la primera de ellas en Itálica, junto al Guadalquivir (Betis) y la pobló con veteranos de sus legiones a los que repartió las tierras de la comarca.
Siglo y medio después, en tiempos del dictador y de su sucesor, hubo un notable incremento del numero de las “colonias” con las veinte de Cesar y las veinte de Augusto. Estas localidades, además de estar habitadas por ciudadanos romanos, recibieron, mas pronto o mas tarde, cartas municipales, que determinaban el sistema de gobierno, sus magistrados y asambleas, y las correspondientes obligaciones de los vecinos de la población. Localidades, que no eran ni habían sido “colonias”, fueron constituidas directamente en municipia civium romanorum o “municipios de derecho latino”. En definitiva, en lo que seria el precedente de las poblaciones con ayuntamiento propio de los países de la cultura occidental con sus derechos y responsabilidades.
Es mas que verosímil, que en esas ciudades, como consta por lo que cuenta Seneca y lo que se sabe de la cultura latina de los Balbos, de la de los poetas y los oradores cordobeses, y demuestran las inscripciones, había escuelas en que no solo se enseñaba “gramática” sino las otras disciplinas superiores. Se puede asegurar que los siete escritores hispanos del siglo I cuyas obras se conservan habían adquirido en sus localidades natales la preparación necesaria para los estudios que luego realizarían o no, en Roma o en cualquier otro lugar.
Los siete hispanos a que hemos hecho referencia escribieron y publicaron sus obras entre los días de Tiberio o de Calígula, hasta los primeros años de los Antoninos en la centuria siguiente. Al mas antiguo de ellos, Lucio Anneo Seneca se le llama “el Mayor” y también “el Viejo”, o “el Retórico”, o para distinguirlo de su mas famoso hijo, “el filosofo”, o por haber escrito y publicado a edad mas avanzada de lo común, o por el genero literario a que pertenece la obra suya que se conserva: el volumen de Controversias y Suasorias.
Este patriarca de los Anneos, es dos o cuatro generaciones anterior a los otros escritores latinos de Hispania de ese siglo I. Nacido en el 55 a.C., tenia unos cincuenta años, cuando vino al mundo el más ilustre de sus hijos, el filosofo, político y poeta de su mismo nombre. Su vida y su obra prueban que los hispanos de esos tiempos se sentían romanos de cultura, lengua y estilo de vida. Probablemente fue persona de convicciones tradicionales y republicanas con nostalgia de tiempos anteriores. Hay indicios de ello en las referencias que hace a el su famoso hijo y en las pocas líneas que el azar ha conservado de una obra perdida, De vita patris, que al parecer compuso ese mismo hijo. Sus Controversias y Suasorias fueron escritas y dadas a conocer cuando el autor estaba cerca de los noventa anos. Constituyen una antología de declamaciones y debates literarios y retóricos. Cientos de personajes aparecen en sus páginas en las que es objeto de especial admiración Marco Tulio Cicerón.
Sus hijos llegaron a ser personajes conocidos en Roma. Habían nacido en España y se educaron entre Córdoba y la Urbe. El mayor, adoptado por el orador cordobés y amigo del padre Junio Galion, como ya se ha recordado hizo carrera política. Los tres hermanos, Galion, Seneca y Mela, así como el hijo de este ultimo, el joven y brillantísimo poeta Lucano, cayeron victimas de Nerón y su clique palaciega acusados de haber participado en la famosa “conspiración de Pisón” del año 65, que mas que otra cosa fue un golpe de estado del Príncipe y su entorno para eliminar posibles adversarios.
Del segundo por orden cronológico de estos escritores hispanos, Pomponio Mela, se saben pocas cosas. Entre los años 37 y 40 d.C., escribió y público su Corografía a que es la obra literaria latina más antigua de autor hispano que se conoce. Era nativo de la Bética, de la localidad de Tingitera o Tingitara, que probablemente estaba cerca de la actual bahía de Algeciras, o en el mismo lugar que esta ciudad. Su libro, no muy extenso (79 paginas en la edición de Teubner), es una descripción del orbe (del orbe romano de entonces) y su mas inmediato entorno, llegando hasta Britania. Pero además del simple nomenclátor contiene referencias étnicas, religiosas y culturales de los lugares, y de fenómenos de la naturaleza. Algo culturalmente importante en este autor es la abundancia de noticias y digresiones tomadas de los clásicos romanos: Cesar, Salustio, Virgilio, que demuestran su buena escuela y su cultura literaria y política. Probablemente se había educado en Hispania en el primer tercio del siglo I d.C.
La Chorographia de Pomponio Mela se publicó bajo Calígula (37-41) o casi inmediatamente después.
Los otros cinco escritores hispanos del siglo de los que se conservan obras fueron el uomo universale Lucio Anneo Seneca (c. 4 a.C.-65 d.C.), segundo de los hijos del “Retórico”, el gaditano Columela, el maestro de oratoria y critico literario Quintiliano, que era de Calagurris (Calahorra) en territorio entonces vascon de la provincia Citerior, y los poetas Lucano, un Anneo, de la provincia Bética, sobrino del “filosofo” y nieto del “Retórico” y el gran poeta satírico celtibero de Bilbilis (junto a Calatayud) también de la Citerior, de nombre Marcial.

Antonio Fontán Marqués de Guadalcanal
NUEVA REVISTA de política, cultura y arte