By Joan Spínola -FOTORETOC-

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Villa de Guadalcanal.- Dió el Sr. Rey D. Fernando a Guadalcanal a la Orden de Santiago , e las demás tierras de la conquista, e de entonces tomó por arma una teja o canal, e dos espadas a los lados como así hoy las usa.



miércoles, 16 de septiembre de 2009

PENSAMIENTO LÚDICO




“EL LADRÓN CANTANTE”

Hace poco conocí a un personaje muy curioso, de niño ya soñaba con ser policía, me dijo, desgraciadamente, las circunstancias no lo permitieron, ni los potitos, ni los cereales hinchados, ni los Petits Suisses, ni las toneladas de reconstituyentes en forma de vitaminas con las que le atiborraba su madre, lograron que creciera a lo alto, porque a lo ancho sí que consiguieron lograr las expectativas, cosas de la genética, decía el pediatra, a pesar de que sus padres eran buenos mozos.
Llegado el momento quiso elegir profesión, tuvo muy claro desde la infancia que quería ser policía, pero le faltaron diez centímetros de alto y le sobraron otros tantos de ancho para ingresar en la Academia, optó entonces por hacerse ladrón, que es como ser policía pero con distinto horario y sin mandos intermedios, o sea, al revés; paradójicamente dos gremios muy relacionados y que se necesitan entre si, porque ya me contaran qué hace un policía sin ladrones, o un ladrón si la presión de la autoridad, nada, no tendría sentido la profesión y los policías se convertirían en bomberos, guardias de seguridad (privada) o en especialistas de tiro al plato.
¿Y el ladrón? ¿Qué sería un ladrón sin la subida de adrenalina que le produce la persecución policial?, sus neuronas se atrofiarían por falta de uso al no tener que pensar en la forma de burlar las trampas que le tiende la policía. Un buen ladrón es un estratega, un buen estratega no nace, se hace practicando, es decir, robando.
Empezó me comentaba, como se empieza en todas las profesiones, con asuntos de poca monta: una bolsa de caramelos en el puesto de cucherías de su pueblo, una casete de Los Chichos en una gasolinera, un reloj de imitación en el mercadillo callejero, vicios pequeños.
Más tarde se asoció con una banda de ladrones un poco mas expertos que operaban en las obras, aligerándolas de tuberías de plomo, cobre y algún que otro material poco pesado, como no era un golfo, ni un derrochador, ahorró unas pesetas de entonces y se montó su propia empresa de sustracción, dedicada a la logística a mayor escala; consistía en el robo, carga y transporte, por la noche, de saneamientos, palets de cemento y ladrillos y otros materiales pesado, sin dejar el negocio del plomo y el cobre, desde las obras directamente a los locales clandestinos de los rumanos que se dedicaban a las chapuzas, llegó a tener cuatro empleados y dos furgonetas Kangoo (de esas que decía la publicidad que lo cargaban todo), al mismo tiempo, tuvo una crisis vocacional y ejerció de chofer para un primo suyo metido a político y gozaba del privilegio de contratar a sus familiares como empleados de confianza de libre designación, sin abandonar por ello su negocio de logística.
Ahora , se lamenta, que la crisis del pelotazo inmobiliario lo ha dejado en la calle y sin paro, las pocas obras que encuentra en la ciudad están custodiadas por rumanos o gitanos, que hacen de seguridad clandestina y te pegan un navajazo por acercarte a “su negocio”, y lo que es peor, su primo con la crisis inmobiliaria ha caído también en desgracia y está en la cárcel por la compra de terrenos que el mismo recalificaba y la construcción de adosados (con gran parte del material que los rumanos le suministraban), así que el puesto que le adjudicó a dedo de chofer y hombre de confianza a este ladronzuelo quedó extinguido, y como era de confianza “sin paro”.

Ahora, mas que nunca, no quiere que se extinga la muy noble profesión de policía, a la sazón, su vocación frustrada por no dar la talla, , necesita seguridad ya que duerme en la calle y no quiere que le roben el poco dinero que saca tocando la guitarra y cantando canciones de Serrat en una esquina, además, nunca en sus años de actividad tuvo un problema con ellos, bueno sí, una vez, le trincaron, pero el juez consideró que era un robo menor a pesar del tamaño de los palets de ladrillo que llevaba en la Kangoo y a las cuarenta y ocho horas a la calle.

Esta historia que parece una parábola o un cuento, les aseguro que es verdad, he contrastado los datos que me contó con varias personas que le conocen y me lo han verificado, así que ahora me explico porqué todos le conocen como el ”ladrón cantante”.

Rafael Candelario Repisa

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