La
Borriquita de Guadalcanal se echó a la calle a pesar de la amenaza de lluvia y
acaba su estación de penitencia, aunque acortando camino
Hay
factores que por muy presentes que estén nunca son deseados, y en Semana Santa,
uno de ellos es la lluvia. Sin embargo hay en Guadalcanal reticencia a
mostrarle respeto a dicho elemento, al menos, por parte de cierto paso y/o
hermandad. En 2008 la del Costalero rompía su buena estrella y se quedaba en el
templo por primera vez en su historia. Pasaba entonces el relevo a la
Borriquita. El
Santísimo Cristo del Amor y la Virgen del Rosario han desafiado constantemente
la climatología y desde su fundación en 1979
no han dejado de asomarse cada Domingo de Ramos a su pueblo. La suerte, eso sí,
les ha sido dispar, y más de una vez han tenido que volver corriendo por la
lluvia. Por eso, este año cabía preguntarse qué ocurriría. La
mañana pintaba mal y poco después de las once caían las primeras gotas. Sin
embargo, poco antes de su salida, a las doce, el cielo dio una tregua. Aún gris
su ambiente, la junta de gobierno decidió poner su paso en la calle y desafiar
al agua. A los sones de Cristo del Amor, no podía ser de otra manera, el
paso saludaba a los presentes en la salida.
Poco
a poco el cielo se iba despejando y volvía a repetirse la bonita estampa del
discurrir de la procesión por el paseo
de El Palacio. Buscando uno de los momentos más emotivos de la jornada, la
comitiva subió por Santa Clara hasta alcanzar la residencia de hermanos, donde
uno de ellos leyó una poesía y entregó un ramo de flores. Tras esto, y en un
ejercicio de cordura y sensatez, la
comitiva no se dirigió por San Sebastián hasta La Concepción, como hubiera sido
normal, sino que debido a las previsiones que auguraban agua nuevamente, el
paso se dirigió por la calle Santiago hasta enlazar con Costaleros y continuar
su recorrido habitual. La nota curiosa se produjo con la internada en Juan
Carlos I, una calle que ha permanecido en obras y que en la mañana de ayer se
abría, siendo el Cristo del Amor el primero en pisarla. A
eso de las dos y media, la Borriquita volvía a la Plaza de España a
los sones de Mi
madrugá y
Viacrucis de Salud, interpretados por la banda que lleva el mismo nombre
que el Cristo. Justo cuando entraba en el templo, el cielo rompió su trato de
favor y dejó caer las gotas que se esperaban. El órdago
había causado efecto y un año más, se agranda la leyenda de la Borriquita, que
nunca se quedó en su templo un domingo de ramos.
La
Resurrección se reencuentra con la suerte
Salía
desde el convento del Espíritu Santo la última vez que El
Resucitado de Guadalcanal
respiró tranquilo. Fue en 2012. Desde
entonces, un
año sin salir y dos con la amenaza de lluvia que
aceleró su regreso. Este domingo se
presentaba óptimo, aunque después del agridulce Sábado Santo lo más
correcto era andar con cautela y mirar
de reojo al cielo.
No
obstante, no
hubo lugar a la sorpresa y Cristo
Resucitado y María Magdalena pudieron
desfilar con tranquilidad por las calles. Así pues, a las 12.30
horas se
abrían las puertas de Santa María de la Asunción y
comenzaba a sonar Vida eterna, su marcha.
Bajo
un sol radiante y en ocasiones hasta caluroso, embriagado por un cielo azul y
por la maestría de una de las cuadrillas
de costaleros más profesionales de la
localidad, el misterio de la Resurrección fue recorriendo las calles de un
pueblo que se volcó una vez más con esta joven
agrupación. En cada esquina lo esperaba un número significativo de vecinos,
quienes tras la accidentada tarde anterior, donde el Cristo de las aguas por
momentos, parecía, sucumbiría a la lluvia, esperaban
con sed la llegada de la Resurrección.
A
medida que avanzaba la mañana, el público aumentaba y llevaba en volandas al
paso dirigido con solemnidad Juan
Cantero. Momentos significativos fueron su entrada
en la plaza de la Concepción, su discurrir alegre por San
Sebastián y
su recogía con la ya
tradicional y emotiva petalada. Volvió a sonar Vida eterna y
Cristo Resucitado se despidió de su pueblo, poniendo fin a una Semana Santa que
vio a todas sus imágenes en la calle, y en especial volvió a disfrutar de un
Domingo de Resurrección de los de antes, de los
bonitos.
José
Ángel Fonrecha
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