El Lady Juliana, de barco de convictas a burdel flotante
Con 800.000 personas en el siglo XVIII, Londres era la ciudad más
grande de Europa donde se podían encontrar las mayores fortunas del Imperio
británico y los barrios más míseros en los que indigentes, raterillos,
prostitutas… simplemente sobrevivían. Los delitos contra la propiedad -la maldita costumbre que tienen
los pobres de comer todos los días- eran los más frecuentes en una
sociedad marcada por las grandes diferencias sociales. La amenaza de las penas
de muerte impuestas bajo el Bloody Code (Código Sangriento), llamado así por la gran cantidad
de delitos castigados con la pena de muerte (se pasó de 50 delitos en 1688 a
más 220 a finales del XVIII), tampoco hizo disminuir el número de robos. Las
cárceles estaban desbordadas y había que buscar una solución… La revolución
americana, y la posterior independencia de los EEUU, paralizó el envío de
convictos, así que la única manera de aliviar el problema de hacinamiento de
las cárceles era establecer una colonia penal en la tierra descubierta por el capitán
James Cook… Australia.
En mayo de 1787, partía de Portsmouth la llamada Primera Flota: 11
barcos (9 cargueros y 2 buques de guerra) con 756 presos (564 hombres, 192
mujeres) y 550 personas más entre funcionarios, guardia marinas y tripulación
-algunos de ellos son sus familias- al mando del capitán Arthur Philip.
El 18 de enero de 1788, y después de 8 meses de navegación, llegaban a Botany Bay. Aunque,
en teoría, éste era el lugar para establecer la colonia, encontraron mejores
condiciones en Sydney Cove donde,
al final, se establecieron. La nueva colonia tuvo problemas desde el principio:
enfermedades como el escorbuto y la disentería, marineros y funcionarios
metidos a campesinos sin ninguna experiencia, herramientas de construcción de
mala calidad, el ganado que habían traído se moría, enfrentamientos con los
aborígenes…
Las noticias que llegaban de Australia no eran muy esperanzadoras,
así que el gobierno británico decidió enviar un barco de mujeres.
Este envío se apoyó en la teoría de que para que la colonia -en su inmensa
mayoría compuesta por hombres- prosperase, necesitaba estabilidad y sólo se
conseguiría creando familias. Y de paso, limpiaban un poco más las cárceles… enviaron 255 convictas.
El 29 de julio de 1789, partía de Plymouth el buque Lady Juliana con
225 prostitutas/rateras/estafadoras… rumbo a Australia. Las mujeres dormían en
la cubierta inferior, pero algunas de ellas consiguieron mejores estancias
emparejándose, e incluso casándose, con algún miembro de la tripulación. Elizabeth Barnsley,
una conocida ladrona y estafadora, se procuró unas buenas estancias y montó un
negocio muy lucrativo: un
burdel flotante. Además de los miembros de la tripulación y los
guardia marina que las custodiaban, tenían muchos clientes en los puertos donde
hacían escala para comprar suministros: Islas Canarias, Río Janeiro, Ciudad del
Cabo… Lógicamente, esta travesía tardó dos meses más que la anterior, sólo en
Río de Janeiro estuvieron 45 días..
El 6 de junio de 1790, casi 2 años y medio después de la llegada
de la Primera Flota, Lady Juliana llegaba a Australia. Después de las
miserias y penurias pasadas por los colonos, pensaron que les llegaría un barco
de suministros:
Una carga tan
innecesaria y tan poco rentable como 222 mujeres, en lugar de un cargamento de
provisiones (en palabras de los colonos)
A las tres semanas de la llegada del Lady Juliana, llegaba
la Segunda Flota compuesta
por cuatro barcos (Justinian, Surprize, Neptune y Scarborough) con suministros… y todo se calmó. A las
mujeres que llegaron a bordo del Lady Juliana, se les podría considerar como las madres fundadoras de Australia. Elizabeth
Barnsley consiguió el dinero suficiente y regresó a Inglaterra.
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