Piropo a Guadalcanal de un
Cazador de "Tercera"
He escrito mucho y bueno, aunque
no sé si bien, sobre Guadalcanal. Y puedo afirmar que jamás me costó el menor esfuerzo. Y es que, claro, cuando se
escribe al dictado del corazón, el bolígrafo se desliza sobre las cuartillas
que es una seda. Sin embargo, heme aquí que hoy, frío y fluctuante como un
iceberg, no sé como emborronar un simple folio para el articulito que cada año
espera de nosotros ese guadalcanalenlse de pro y entrañable amigo, Rafael “Electrovira",
para su anhelada revista de Feria.
¿Cómo es posible que ese tan querido
por mí pueblo de la Sierra, luminosa cuna donde mis hijos vieran la primera
luz, se haya podido distanciar de mi ser de hombre que tanto admiró el lirismo
de sus sierras, de su cielo, de sus aromas, de sus buenas gentes...?
¿Cómo es posible? Me vuelvo a Preguntar?.
¡Imposible! Mi afecto por Guadalcanal siempre
fue sincero, y esto es muy difícil poderlo desarraigar así por las buenas
¡Ni por las malas tampoco!
¿Qué entonces...?
Quizás aquella sorprendente humillación
que sufriera en él (que no de él), por no saber andar, escopeta en ristre, por
esos sus cinegéticos erizados, haya podido desequilibrar un tanto mi sensibilidad, pero jamás pasó de ahí. Otra actitud hubiera sido totalmente injusta. Pues hay que pensar además
que, lejos de sentirse humillado, había
que sentirse orgulloso de que todo el
desprecio que uno haya recibido, haya
sido sólo eso, puesto que a un hombre jamás
se le puede medir por su astucia de lobo tras la presa, sino por su
inteligencia y sus sentimientos, y en este sentido, sí que estoy seguro de
estar libre de todo pecado ante esta noble comunidad de Guadalcanal.
Por otra parte, hay que pensar en
lo que aquel castizo y en tono tan castizo me dijera, compadeciéndose de mi
abatimiento: "¡Arriba ese ánimo, hombre! Piense que Cristo Jesús, siendo quien era, sólo valió treinta moneas,
y Vd. quinientas, ¡na menos!, que es
lo que vale una perdiz hoy. En comparación, échele, échele el lápiz, y ya me
dirá".
Quiero decir (¡y así lo he dicho!) en todo este largo preámbulo que este pueblo,
como yo ante él, él también se encuentra libre de todo pecado ante mí, por lo
que Guadalcanal siempre será para mí lo que siempre fuera. ¡Ese precioso, querido y añorado rincón de la Sierra Norte de Sevilla
donde enterré con toda alegría y anhelo parte de mi vida!
¿A qué pues esta falta de
inspiración mía para escribir sobre él...? ¡No lo sé! Pero lo que sí sé es que jamás me faltó un corazón asiiií de grande, por descontado que en
estos precisos momentos tampoco, para lanzarle aunque sólo sea un piropo desde
lo más profundo de mi ser, si es que no para escribirle un altisonante
artículo. ¡Y ahí va!
¡Guadalcanal de la Sierra,
que anidas allá cumbrero,
como el que levanta vuelo,
para escapar de la tierra
y estar más cerca del cielo!
José Fernando Titos Alfaro.
Revista de Feria 1985
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