Sus dominios y riquezas tienen su
origen en donaciones de reyes y príncipes, donaciones privadas, diezmos cedidos
por los Papas, botín de guerra, cobro de derechos de tránsito, peajes y
portazgos, en sus tierras, la explotación ganadera y el derecho de montazgo.
Como fundador de la Orden de Santiago aparece el
noble don Pedro Fernández, que en el reino leonés, en el año 1170 con el apoyo
y aprobación del obispo de Salamanca y el patrocinio del rey Fernando II, fundó
el 1 de agosto de ese año una nueva orden militar para defender la frontera de la Extremadura leonesa
frente al Islam.
Con la misma fecha el rey leonés
Fernando II confiaba a la nueva orden la ciudad de Cáceres, recién arrebatada
al poder musulmán; en ella se establecía la casa principal de la Orden , por lo que esta en un
principio sería designada como la
Orden de Cáceres, y sus miembros como freires o milites de
Cáceres.
El 31 de enero de 1171 el maestre
y fundador de los freires de Cáceres concertó una hermandad con el arzobispo de
Santiago: el fundador y maestre de la
Orden era recibido, con el consentimiento de los canónigos,
como compañero y canónigo en su cabildo, y los freires como “vasallos y
caballeros del apóstol Santiago, para luchar bajo su bandera para honra de la Iglesia y propagación de
su fe”. El arzobispo por su parte tomaba a los freires bajo su protección, les
entregaba el estandarte de Santiago, prometía ayudarles con armas, hombre y
dinero y era acogido en la orden como freire honorario. Así, desde sus mismos
orígenes, la Orden
de Cáceres se colocaba bajo el nombre y el patrocinio del apóstol Santiago.
Aunque la Orden de Santiago había
nacido en el reino de León, se extendió por el reino de Castilla, Portugal,
Aragón, Francia, Inglaterra, Lombardía y Antioquia; aunque su expansión
fundamental se limitará a los reinos de León y Castilla.
La aprobación definitiva de la Orden llegaría el 5 de julio
de 1175, en que una bula de Alejandro III otorgaba esta aprobación y confirmaba
el modo de vida y la regla, tomando a sus freires y a sus bienes bajo la
protección de San Pedro. En esa regla se delineaban sus instituciones
fundamentales: la existencia de freires caballeros y freires clérigos, estos
segundos siguiendo una regla agustiniana; la organización interna con su
Maestre a la cabeza, el Consejo de los Trece, en el que recaía la elección del
Maestre, las encomiendas, y el prior de los freires clérigos. Sus freires
profesaban los tres votos religiosos de pobreza, castidad y obediencia, pero el
voto de castidad para los freires no clérigos no incluía abstenerse de contraer
matrimonio, sino que sólo prometían la castidad total antes del matrimonio o
acabado éste, y las castidad y fidelidad conyugal mientras durare. Esta será
una nota exclusiva de la Orden
de Santiago, sin precedentes ni imitaciones en otras órdenes: los caballeros
santiaguistas, con licencia del maestre, podían contraer matrimonio y vivir con
sus esposas e hijos en los conventos de la orden. La Orden de Santiago fundó
conventos femeninos de comendadoras, apelativo utilizado para designar a las
monjas.
La subdivisión interna más importante
de las órdenes militares eran las llamadas encomiendas, que eran unidades de
carácter local a cuyo frente se encontraba un comendador. La encomienda podía
asentar la sede o residencia del comendador en un castillo o fortaleza o en una
villa; era un centro administrativo o económico en el que se cobraban y
percibían las rentas de los predios y heredades atribuidas a esa encomienda;
era el lugar habitual de residencia del comendador y de algún freire más.
Cada encomienda con sus rentas
debía sostener no sólo al comendador y a los otros freires que en ella
residían, sino también pagar y armar a un determinado número de lanzas, que
debían acudir a los llamamientos de su maestre perfectamente equipados para
tomar parte en aquellas acciones militares que quisiera emprender. Todos ellos
formaban las mesnada o el ejército de la orden, que respondía a las órdenes de
su maestre. Las rentas de las tierras, pastos, industrias, portazgos y derechos
de paso, junto con los impuestos y el diezmo constituía los ingresos de que se
mantenía la Orden. Se
repartían entre rentas de la encomienda respectiva y rentas de la Mesa maestral que financiaban
al Maestre de la Orden.
Eclesiásticamente, la Orden estaba dirigida desde
sendos prioratos de San Marcos de León para León y de Uclés para Castilla. En
la provincia de León, al estar muy alejado el convento de San Marcos del grueso
de las posesiones santiaguistas en Extremadura, el convento de trasladó primero
a Calera de León y luego a Mérida. Finalmente regresó de nuevo a San Marcos de
León.
El priorato de León estaba
dividido en tres vicarías con sede en Mérida, Llerena-Judía y Jerez de los
Caballeros. Los pueblos y encomiendas de la Orden estaban atendidos por curas presentados por
el maestre y colacionados por el prior. Las tierras de Guadalcanal, Azuaga y
Reina dependían del Arzobispo de Sevilla, que nombraba el Arcediano de Reina
que dirigía estos territorios.
Cada cuatro años, dos visitadores
de la Orden
acompañados de un vicario, debían realizar una visita de inspección por todas
las encomiendas y territorios para comprobar el estado de las propiedades,
rentas y gobierno de las posesiones. De estas visitas se levantaba el acta en
los llamados Libros de Visitas.
RUIZ MATEOS, A., “Encomienda santiaguista de
Azuaga”, en Revista de la Feria
de
Azuaga, agosto de 1984
Azuaga, agosto de 1984
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