Minas de Guadalcanal siglo XIX
Si existe un especial terreno para guiris en Extremadura, éste viene a ser el del siglo XIX, y en concreto el mundo de la minería. De las minas dependió como uno de los pilares fundamentales la economía del país pero, para su explotación, ingeniería, transporte y aprovechamiento, vinieron multitud de extranjeros.
Así en las “Relationi Universali” consagra Juan Botero de Brenes en 1591 a Extremadura una alusión que, por su relevancia transcribimos a continuación: “Ha recato gran reputatione a questa provincia a`tempi nostri la terra di Guadalcanal per una uena richissima d`argento: conciosia que se ne cauano ordinariamente sino a 600. Scudi al die si estima, che in tutto había frutato intorno a tre miglioni di scudi, cosa raríssima anche nelle minere della nova Spagna, del Perú”.Guadalcanal, en este momento y hasta 1833, con la remodelación territorial de las provincias introducida por Javier de Burgos, pertenecía aún a Badajoz, según podemos apreciar en el mapa de la provincia de Extremadura dedicado al Excelentísimo Sr. D. Pedro de Alcántara por Tomás López en 1766.
La historia de las minas de Guadalcanal es un verdadero mosaico de extranjeros, según nos informa la página de Geología de Ignacio Benvenuty.
Las minas de plata fueron descubiertas en 1555 por Martín Delgado, paisano de la villa. El rendimiento de la mina fue bueno y, a finales de 1556, a la vista de los numerosos registros mineros surgidos en torno a la población, se nombra inspector General a Francisco de Mendoza.
Con él se variaron los procesos de tratamiento, se instalaron molinos de caballerías y se empezaron a usar esclavos, sobre todo en las operaciones de desagüe. Poco después la mina empezó a decaer por los problemas de inundación, y se comenzaron a aplicar procesos de amalgamación para la recuperación de la plata descubiertos por el sevillano Bartolomé de Medina.
Sin embargo, los derrumbamientos e inundaciones acaban con la actividad en 1576. No volvió a haber actividad importante hasta 1632 en que se hicieron cargo de las minas los banqueros alemanes Fuggers (castellanizado a Fúcares), pero la explotación duró sólo dos años. A fines del siglo XVII encontramos al Estado laborando las minas por su cuenta.
En 1725, el súbdito sueco Liberto Wolters Vonsiohielm obtuvo licencia para explotar las minas de Guadalcanal, junto con las de Cazalla, Riotinto, Aracena y Galaroza, durante treinta años. Para ello proyectó la formación de una compañía explotadora que interesó especialmente a la clase alta de la Corte, levantando una gran polémica.
Con el informe favorable sobre los criaderos debido al alemán Roberto Shee, se constituyó la Compañía de Minas que pronto se dividió en dos: una para Guadalcanal y la otra para Riotinto. La Compañía de Guadalcanal verificó el desagüe de las labores y, tras un sinfín de pleitos, se extinguió a los dos años.
Tras varias tentativas de reactivación, en 1768 una compañía francesa volvió a intentar el beneficio de estas minas, construyendo a tal efecto edificios e instalaciones. La falta de resultados favorables, tras una inversión estimada en ochenta mil ducados, obligó a la compañía a contratar en 1775 al perito sajón Juan Martín Hoppensak, quien, tras reconocer la mina, organizó el desagüe e investigó el cruce de los filones, anunciando además la proximidad de la falla en las labores más profundas del sur.
A pesar de los esfuerzos, las dificultades del desagüe hicieron fracasar la empresa en 1778. Pero en 1796 Hoppensak tomaba las minas por su cuenta, junto con las de Cazalla.
Las minas de Guadalcanal fueron visitadas por el físico y naturalista Guillermo Bowles, venido de Alemania en 1752 por encargo de Carlos III, y en su “Introducción a la Historia Natural y a la Geografía Física de España” (1775), da cuenta del reconocimiento practicado en el Pozo Rico y en el Campanilla.
Además, hace una reseña histórica de las minas y refiere la existencia de dos planos antiguos, uno con diez pozos y otro con once, entre 80 y 120 pies de profundidad. Describe también otras minas de Guadalcanal, así como las de Puerto Blanco y Cañada de los Conejos (Cazalla), Alanís y Fuente de la Reina (Constantina), todas de plata.
Hoppensak continuó los trabajos de Guadalcanal y Cazalla al menos hasta 1806. En 1822 la Comisión Especial de Recaudación del Crédito Público encargó un informe que no consiguió abrir nuevos horizontes al criadero de Guadalcanal. De nuevo, en 1830 se encarga al presbítero Tomás González el reconocimiento de la bibliografía concerniente a las minas. En la década de 1840 una compañía inglesa reanuda las labores, que fueron abandonadas en breve a pesar del informe favorable que dio el capitán John Rule, como resultado de su visita personal.
Mucho más tarde, en 1911, se vuelve a reanudar el desagüe por parte de un grupo de mineros particulares, mediante la instalación de un grupo de bombas eléctricas alimentadas por una central a boca de mina; se perforaron 100 metros de pozo llegándose a los 200 metros de profundidad, a la que se encontraban las labores antiguas. Se proyectó un aumento de los equipos de desagüe que no se llevó a cabo al sobrevenir la I Guerra Mundial. En 1919 y sin que hubiera actividad minera, el yacimiento estaba cubierto por concesiones a cargo de la Compañía del Pozo Rico, la Cuprífera Española y Rodolfo Goetz Phillipi.
Por Cecilio j venegas
Si existe un especial terreno para guiris en Extremadura, éste viene a ser el del siglo XIX, y en concreto el mundo de la minería. De las minas dependió como uno de los pilares fundamentales la economía del país pero, para su explotación, ingeniería, transporte y aprovechamiento, vinieron multitud de extranjeros.
Así en las “Relationi Universali” consagra Juan Botero de Brenes en 1591 a Extremadura una alusión que, por su relevancia transcribimos a continuación: “Ha recato gran reputatione a questa provincia a`tempi nostri la terra di Guadalcanal per una uena richissima d`argento: conciosia que se ne cauano ordinariamente sino a 600. Scudi al die si estima, che in tutto había frutato intorno a tre miglioni di scudi, cosa raríssima anche nelle minere della nova Spagna, del Perú”.Guadalcanal, en este momento y hasta 1833, con la remodelación territorial de las provincias introducida por Javier de Burgos, pertenecía aún a Badajoz, según podemos apreciar en el mapa de la provincia de Extremadura dedicado al Excelentísimo Sr. D. Pedro de Alcántara por Tomás López en 1766.
La historia de las minas de Guadalcanal es un verdadero mosaico de extranjeros, según nos informa la página de Geología de Ignacio Benvenuty.
Las minas de plata fueron descubiertas en 1555 por Martín Delgado, paisano de la villa. El rendimiento de la mina fue bueno y, a finales de 1556, a la vista de los numerosos registros mineros surgidos en torno a la población, se nombra inspector General a Francisco de Mendoza.
Con él se variaron los procesos de tratamiento, se instalaron molinos de caballerías y se empezaron a usar esclavos, sobre todo en las operaciones de desagüe. Poco después la mina empezó a decaer por los problemas de inundación, y se comenzaron a aplicar procesos de amalgamación para la recuperación de la plata descubiertos por el sevillano Bartolomé de Medina.
Sin embargo, los derrumbamientos e inundaciones acaban con la actividad en 1576. No volvió a haber actividad importante hasta 1632 en que se hicieron cargo de las minas los banqueros alemanes Fuggers (castellanizado a Fúcares), pero la explotación duró sólo dos años. A fines del siglo XVII encontramos al Estado laborando las minas por su cuenta.
En 1725, el súbdito sueco Liberto Wolters Vonsiohielm obtuvo licencia para explotar las minas de Guadalcanal, junto con las de Cazalla, Riotinto, Aracena y Galaroza, durante treinta años. Para ello proyectó la formación de una compañía explotadora que interesó especialmente a la clase alta de la Corte, levantando una gran polémica.
Con el informe favorable sobre los criaderos debido al alemán Roberto Shee, se constituyó la Compañía de Minas que pronto se dividió en dos: una para Guadalcanal y la otra para Riotinto. La Compañía de Guadalcanal verificó el desagüe de las labores y, tras un sinfín de pleitos, se extinguió a los dos años.
Tras varias tentativas de reactivación, en 1768 una compañía francesa volvió a intentar el beneficio de estas minas, construyendo a tal efecto edificios e instalaciones. La falta de resultados favorables, tras una inversión estimada en ochenta mil ducados, obligó a la compañía a contratar en 1775 al perito sajón Juan Martín Hoppensak, quien, tras reconocer la mina, organizó el desagüe e investigó el cruce de los filones, anunciando además la proximidad de la falla en las labores más profundas del sur.
A pesar de los esfuerzos, las dificultades del desagüe hicieron fracasar la empresa en 1778. Pero en 1796 Hoppensak tomaba las minas por su cuenta, junto con las de Cazalla.
Las minas de Guadalcanal fueron visitadas por el físico y naturalista Guillermo Bowles, venido de Alemania en 1752 por encargo de Carlos III, y en su “Introducción a la Historia Natural y a la Geografía Física de España” (1775), da cuenta del reconocimiento practicado en el Pozo Rico y en el Campanilla.
Además, hace una reseña histórica de las minas y refiere la existencia de dos planos antiguos, uno con diez pozos y otro con once, entre 80 y 120 pies de profundidad. Describe también otras minas de Guadalcanal, así como las de Puerto Blanco y Cañada de los Conejos (Cazalla), Alanís y Fuente de la Reina (Constantina), todas de plata.
Hoppensak continuó los trabajos de Guadalcanal y Cazalla al menos hasta 1806. En 1822 la Comisión Especial de Recaudación del Crédito Público encargó un informe que no consiguió abrir nuevos horizontes al criadero de Guadalcanal. De nuevo, en 1830 se encarga al presbítero Tomás González el reconocimiento de la bibliografía concerniente a las minas. En la década de 1840 una compañía inglesa reanuda las labores, que fueron abandonadas en breve a pesar del informe favorable que dio el capitán John Rule, como resultado de su visita personal.
Mucho más tarde, en 1911, se vuelve a reanudar el desagüe por parte de un grupo de mineros particulares, mediante la instalación de un grupo de bombas eléctricas alimentadas por una central a boca de mina; se perforaron 100 metros de pozo llegándose a los 200 metros de profundidad, a la que se encontraban las labores antiguas. Se proyectó un aumento de los equipos de desagüe que no se llevó a cabo al sobrevenir la I Guerra Mundial. En 1919 y sin que hubiera actividad minera, el yacimiento estaba cubierto por concesiones a cargo de la Compañía del Pozo Rico, la Cuprífera Española y Rodolfo Goetz Phillipi.
Por Cecilio j venegas
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