En el interior del incomparable
marco de la Iglesia
de Santa Ana y dentro de las VI Jornadas Patrimoniales Santiago y Santa Ana,
Jesús Rubio Villaverde, autor del libro La Lluvia Infinita , expuso la ponencia
“El Diario de Ortega Valencia: La lluvia infinita”, sobre el descubrimiento de la isla de Guadalcanal por
Pedro Ortega Valencia, la cual
reproducimos en este blog.
La
leyenda de Ofir.- Nuestra
historia comienza con este hombre que aquí ven. Es el rey Salomón. Las Islas
con las que nos hemos hermanado llevan su nombre. Aquí les vamos a contar por
qué.
Se
cuenta que el rey Salomón recibía riquezas sin número de un lugar llamado Ofir.
Cada tres años, el rey famoso por su prudencia y sabiduría recibía enormes
cargamentos de oro, plata, sándalo, piedras preciosas y marfil y demás
riquezas.
No
se sabe la situación exacta de este reino, que es citado en la Biblia. Dicen que
podía ser lo que es el actual Yemen. Otros hablan de cierta región de Etiopía,
vinculando esta legendaria tierra con la reina de Sheba o de Saba, que es como
la hemos conocido de siempre. Algunos estudiosos la sitúan en la India. Los más
aventurados han llegado a situarla en Perú.
Sea
lo que fuera, lo cierto es que Ofir se convirtió en un territorio mítico, una
leyenda a la altura de Eldorado o Shangri-la o la fuente de la eterna juventud
que con tanto ahínco buscó Ponce de León. De momento vamos a abandonar la
leyenda, pero conviene no olvidarla porque más adelante tendremos que recurrir
a ella.
La
aventura de Elcano pone sobre la pista a muchos geógrafos. Magallanes pasa del
Atlántico al Pacífico por el estrecho que todavía hoy lleva su nombre. Lo hace
más al norte del que hoy conocemos como cabo de Hornos. No se sabe si la tierra
que su expedición deja a su izquierda es isla a continente. Por otra parte, al
otro lado del Pacífico, todavía no se ha constatado que Nueva Guinea es una
isla. No se hará hasta 1605, cuando la expedición de Luis Váez de Torres
atraviesa el llamado estrecho de Torres que separa el sur Nueva Guinea con el Norte
de Australia.
Así
pues, en pleno siglo XVI los geógrafos están convencidos de que Nueva Guinea y
la tierra al sur del llamado estrecho de Magallanes son los dos extremos de lo
que Ptolomeo llamaba la
Terra Incognita Australis, el continente del sur que hacía
contrapeso a la tierra situada al Norte.
Tenemos
pues una leyenda y un continente misterioso. Ambas cuestiones serán la clave de
la expedición que en noviembre de 1567 partirá del puerto de El Callao, en
Perú, y en el que iría embarcado Pedro Ortega Valencia.
Apuntes
sobre Pedro Ortega y Valencia.- Sobre
Pedro Ortega hay varias fechas que permanecen en una nebulosa. Se piensa que
debió nacer en Guadalcanal hacia 1520 y que embarcó a América, con destino a
Tierra Firme, es decir, lo que hoy es Panamá, hacia 1540. De familia hidalga,
pues no podría entonces haberse embarcado. Ya en América sí que tenemos fechas
concretas: en 1561 es Alguacil Mayor de la Ciudad de Panamá. Ese año, llega allí Lope García
de Castro, alto funcionario de origen leonés. García de Castro llega para
refunda la Audiencia
de Panamá. Durante aquellos años, Pedro de Ortega se vio envuelto en varias
acciones. Primero contra Gonzalo Pizarro y sus rebeldes, contra los hermanos
Contreras y contra Pablo Hernández Girón y sus encomenderos, que se habían
rebelado contra la Corona.
Posteriormente, en 1564, es nombrado gobernador del
Perú, en sustitución del virrey, el Conde Nieva, que había caído en desgracia
por varios casos de corrupción. (Como ven, lo de hoy no es nada nuevo).
Sarmiento
y el nacimiento de la expedición.-
Es entonces cuando se produce el encuentro entre Lope García de Castro y la
figura capital de esta historia: Pedro Sarmiento de Gamboa.
¿Quién
es este señor? Pues se trata de un geógrafo, cosmógrafo y marino gallego. Con
grandes dotes de persuasión y que había sido investigado por la Inquisición. Sarmiento
estaba obsesionado con el Gran Continente del Sur. Y acudió al gobierno del
Perú, en busca de financiación y apoyo político para sus proyectos.
Para
ello, recurrió a las leyendas de Ofir, que en Perú, se mezclaban con otras
viejas historias: las de las islas Ninachumbi y Hahuachumpi, de las que el Inca
Tupac Yupanqui traía inmensas cantidades de oro.
El
caso es que Sarmiento convence a García de Castro. Pero este quiere controlar
la expedición. ¿Cómo lo hace? Con personas de su absoluta confianza. Por eso
recurre a Pedro Ortega, del que tiene buen concepto de su etapa en Panamá. Y a Álvaro
de Mendaña, al que nombrará almirante de la expedición. Casualmente, además, es
su sobrino.
Se
busca financiación, se consiguen dos Naos, Los Reyes y Todos los Santos, que
cuestan veinte mil pesos. El propio Ortega paga su parte y lleva incluso
criados. De uno de ellos hasta sabemos el nombre, se llamaba Antón Zape.
Además, a Pedro Ortega le acompañará su hijo Jerónimo y otro paisano más de
Guadalcanal del que no tenemos más noticia. Se llamaba Francisco Muñoz Rico, y
con toda probabilidad era primo del propio Ortega.
Todo
listo pues. La expedición parte del puerto del Callao el 19 de noviembre de
1567, fiesta de Santa Isabel. Mendaña y Ortega tienen la orden de descubrir la
tierra de Ofir, las Islas del rey Salomón. Sarmiento ansía dar con el Gran
Continente Austral. Son dos intereses diferentes que van a sellar el destino de
la expedición. En la nao Capitana, que se llama Los Reyes, navegan Álvaro de
Mendaña y Pedro Sarmiento; en la nao almiranta, Todos los Santos, Hernán
Gallego, que es el piloto mayor de la armada, y el propio Pedro de Ortega, que
además es el maestre de campo, es decir, el jefe militar de los
expedicionarios.
El
largo viaje de ida.- Durante
muchos días lo único que encuentran las dos Naos es un mar sin fin. Agua, agua
y más agua. Comienza a reinar el descontento. Se ahoga uno de los hombres al
caer al mar y hacia el 14 de diciembre, aproximadamente, se decide que hay que
acortar las raciones, pues, ha pasado casi un mes desde la salida de El Callao
y no se encuentra la tierra que se debía de haber encontrado. El rumbo fijado
es en torno a los 14 grados Suroeste por debajo de la línea ecuatorial. El 5 de
diciembre se muda la ruta hacia el Noroeste, pero tampoco se descubre nada.
Hacia el 18 de diciembre, los barcos empiezan a seguir una ruta en forma de
zigzag. Pero cuando van recorridas unas 4.000 leguas, Hernán Gallego, que es el
piloto mayor, por orden de Mendaña, varía el rumbo más hacia el Norte, ante la
desesperación de Sarmiento, del que se empieza a desconfiar.
La
nueva ruta aproxima a los dos barcos al ecuador. Empieza a llegar el mal
tiempo. Las cosas no solo mejoran, sino que empeoran. Hacia el 23 de diciembre,
empiezan algunos hombres a enfermar, por lo que se cuenta en las cartas, de
escorbuto, que como saben era una enfermedad muy habitual entre los marineros.
Finalmente, se le vuelve a dar a Sarmiento el mando. Y se retoma la ruta
anterior. Es el 29 de diciembre. Hay que añadir que la lluvia y un tiempo muy
cambiante les va a acompañar durante buena parte del recorrido.
A
primeros de año, una estrella fugaz, interpretada como buen presagio, señala la
ruta a la expedición: se sigue hacia el Suroeste. Sarmiento cree que se llegará
a Ofir o en su defecto, a Nueva Guinea, ya que dice que con tanto mudar la
ruta, la han podido dejar atrás.
Finalmente,
y tras pasar las Navidades embarcados, descubren tierra. Se trata de una
pequeña isla, llamada hoy día Nui, y que ellos llamarán Isla de Jesús. No está
clara la fecha. Unas relaciones hablan del día 5 de enero y otras, las más
fiables, del día 15. Lo cierto es que se le llama Isla de Jesús en Acción de
Gracias. Hoy día es una de las 9 provincias del Archipiélago de Tuvalu. Gallego
piensa que se ha llegado al lugar esperado, pero Sarmiento lo niega. Por eso no se desembarca para explorar, aunque sí para
tomar víveres, fundamentalmente cocos, y por supuesto, agua. Se tiene certeza
de que la isla está poblada, pero hay que seguir.
Siguiendo
la ruta trazada, y cada vez con peor tiempo, las dos naves llegan a unos
atolones en los que casi se hunde una de las naves. Los llaman bajos de la Candelaria , bautizados
así porque llegan a ellos el día 2 de febrero. El peligro en ese momento es
mucho, pues el viento y las corrientes les empujan hacia los bajos. A duras
penas consiguen salir de allí y continúan con la ruta marcada por Sarmiento.
Estos bajos son los que ahora se llaman de Ontong Java. Estaban ya muy cerca de
las Islas Salomón.
Jesús Rubio Villaverde, Periodista
Guadalcanal, Sábado 27 de julio de 2013
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