Notas para la historia de la Cofradía de la Soledad de Guadalcanal
durante el siglo XIX
Segunda parte
IV. EL INFORME DEL VISITADOR ECLESIASTICO.-
Era a la sazón visitador, como y dijimos, D. José Gómez Jurado, párroco de Ntra. Sra. de los Ángeles de Bienvenida, villa santiaguista que también dependía del Priorato de San Marcos de León. El visitador, delegado por el gobernador eclesiástico del Priorato, había visitado Guadalcanal. El 18 de julio elevo un interesante informe desde la villa en la cual ejercía la cura de almas. Nos interesa, y mucho, lo que cuenta pues entendemos que, en principio, es la parte neutral en este engorroso conflicto. En primer lugar dice que acudió ante el D. Ignacio Vázquez pidiendo la concurrencia a la procesión de ambas parroquias. El visitador se informó, sabiéndolo D. Antonio Calleja, comisionado de la hermandad, y dijo que ambas no asistían porque la cofradía no tuvo el detalle y la urbanidad de invitarlas. Por otro lado, y hache aparece ya un claro indicio de la razón que asistía al visitador para mostrar la poca disposición que tenia hacia la hermandad; informa que la corporación que tenia hacia la residencia que fue "bien publica y escandalosa". Luego D. José Gómez nos de noticias muy interesantes sobre esta confraternidad:
1.— Destaca primeramente que se compone de la "personas principales" de la villa por lo cual decidió inspeccionarla en los últimos días de su labor la cual el consideraba una deferencia.
2. — Tras mandar un oficio para que asistieran a la visita los hermanos no fueron y tras una junta enviaron una comisión compuesta por el ya citado mayordomo, D. Ignacio Vázquez, D. José Sánchez Vida y D. Manuel Tristán, la cual expuso, nada mas y menos, que no creía estar en el caso de someterse a la visita. También exponía la corporación por si sola, sin públicos cuestores. A su vez dijeran que poseían nuevas constituciones y por ultimo que resistirían a todo trance el "conocimiento" de cualquier juez eclesiástico. La verdad es que se nos escapa cuales serian las pretensiones de los cofrades con tan franca insubordinación, que no podia ni antes ni hoy quedar impune.
3.— Ante este estado lo menos que puede decir el visitador es que las pretensiones del Sr. Sánchez. En nombre de la corporación, eran erradas y pueriles y que incluso el eclesiástico "mas ignorante y entupido cerraría los labios de tan débil opositor". Lo cierto es que, según el, actúo de una manera paciente y mansa e intentó adoctrinar y convencer a los hermanos de su error. Resultó que manifestaron que deseaban que autorizara sus papeles. Por tanto le entregaron el libro de cuentas y viéndolo advirtió que las últimas reglas no estaban autorizadas por lo cual procedió a hacerlo, advirtiéndole una cuestión muy interesante y que hoy se nos antoja elemental: les pidió que firmaran tanto las actas como las cuentas pues había algunas que no lo habían sido.
4.— por otra parte destaca el visitador que la cofradía no solo se mantenía de las limosnas de sus miembros pues en dos o tres años aparecían nombrados pedidores públicos para recoger limosnas. 0 sea, se recurría a un medio muy habitual aun en nuestros días para mantenerse, el nombramiento de demandantes.
5.— Pero luego sobrevinieron los enredos pues una vez censuradas las cuentas se llamó a la cofradía acudiendo la comisión ya citada que, contrariamente a lo ocurrido en su primera comparecencia, se enfrentó al visitador diciendo que semejante intervención eclesiástica era "contraria en todo las Leyes del Reino". El juez, como es lógico, alegaba que este tipo de acciones propias de la visita se encontraban recogidas en las constituciones sinodales del Priorato y en la de todos los obispados españoles. Los osados hermanos argüían de nuevo que no necesitaban el permiso de juez eclesiástico alguno y se bastaban solo con el permiso de la autoridad local para procesional. Todo ello se nos antoja una actitud ilógica y rebelde. El visitador le reiteró sus razones y adujo algunas nuevas intentando en vano convencerles de que para gozar las indulgencias y privilegios concedidos por los Papas, y que encabezaban el libro de la cofradía, era indispensable permanecer sumisos a la autoridad de los jueces eclesiásticos, así servían a Jesús y a su Madre. D. José Sánchez contestó, nada menos, que la cofradía no quería las gracias espirituales y que su culto era solo exterior. Ante esta postura, que, desde luego, suponemos que no pudo menos que enfadar enormemente al visitador este hace una pregunta retórica: "¿no prueba esto lo que, informan sus señores tenientes de cura?".
Después el visitador pone de punta de perejil a los cofrades. La verdad es que, en principio, parece que no es para menos. Merece la pena copiar sus lamentos: "Oh cuan cierto es, aunque harto triste creer lo en los cofrades o hermanos de la mas humilde, obediente de todas las criaturas a la voz de un simple sacerdote podrá esta Señora llamar hijos y proteger a semejantes devotos , ¿llevará ante el Trono de su Hijo las oraciones que estos le dirijan?, cuan cierto es que en vez de obsequiarla la contristan, la ofenden, la deprimen, y que se abstengan de pedir a su hijo divino por semejantes cofrades, para no ser reconvenida con estas duras palabras: Este pueblo me honra con los labios, y su corazón está lejos de mi, no puedo ascender a sus suplicas". Nos encontramos, pues, con un grupo de cofrades díscolos y rebeldes ante la autoridad eclesiástica como ha sido muy común a lo largo de la historia. En este caso la sublevación era grande y quizás se apoyaba en el ambiente general reinante en España. El visitador usa argumentos teológicos tachándolos de desafectos a la misma Virgen María, que veneraban con el titulo de Soledad. Siguió intentando instruirlos, como dice San Pablo, y el fruto fue que quedaron al parecer convencidos y la suplicaron que las diera un "censura de flores", que no hemos podido averiguar lo que era y una lista de gracias. Ahora bien no reconocían derecho alguno del visitador por lo que este, lógicamente enojado, no accedió a sus pretensiones. Y le recordó citando a San Pablo que en vez de cumplir sus obligaciones hacían lo contrario. Tres días les dio a los tres hermanos para cambiar y a su termino se presentó el secretario, el presbítero D. José Prieto, que era también uno de los mas antiguos, rogándole que no tomara las medidas que merecían los cofrades pues podia asegurarle que a excepción de muy pocos todos se sometían a la autoridad eclesiástica. Otros de ellos le aseguraron lo mismo por lo cual "usando de la lenidad evangélica, hija de aquel Dios que por solo un fruto perdona millares de culpados" les devolvió el libro de cuentas que recogió del citado secretario. A pesar de eso cuando dirigió oficio de despedida a D. Ignacio Vázquez como teniente de alcalde primero" y ya mas bien con el pie en el estribo y concluido mi cometido" el mismo secretario le enseñó una carta en la que el expresado mancipe y mayordomo de la corporación decía que esta había llevado muy mal la pacifica gestión del presbítero Prieto, considerando que había humillado a la hermandad, y que hiciera saber. Como veremos la mediación clerical no fue bien recibida. El visitador dice que ya no era tiempo Para proceder aunque consideraba que la oposición no era muy grande. Después dice que todo ello se lo había dicho ya verbalmente al mismo secretario del tribunal de la Ordenes al cual ahora se dirigía reiterándole lo extraño que era que, aunque se resistían a la autoridad que el ejercía como visitador y representante del tribunal, se dirigían a este en suplica de gracias pidiendo como si fueran una corporación "religiosa" cuando, en el fondo, no reconocen superior. En resumidas cuentas, que le extrañaba o parecía una desfachatez muy grande, que se arrogaran el titulo de "sociedad cristiana" los que rompían los lazos que la unían a esta y los reducían a la nada cuando les venia bien. Tras esta exposición tan prolija e interesante el visitador pedía al gobernador eclesiástico que informara al tribunal "con el mayor acierto".
Era a la sazón visitador, como y dijimos, D. José Gómez Jurado, párroco de Ntra. Sra. de los Ángeles de Bienvenida, villa santiaguista que también dependía del Priorato de San Marcos de León. El visitador, delegado por el gobernador eclesiástico del Priorato, había visitado Guadalcanal. El 18 de julio elevo un interesante informe desde la villa en la cual ejercía la cura de almas. Nos interesa, y mucho, lo que cuenta pues entendemos que, en principio, es la parte neutral en este engorroso conflicto. En primer lugar dice que acudió ante el D. Ignacio Vázquez pidiendo la concurrencia a la procesión de ambas parroquias. El visitador se informó, sabiéndolo D. Antonio Calleja, comisionado de la hermandad, y dijo que ambas no asistían porque la cofradía no tuvo el detalle y la urbanidad de invitarlas. Por otro lado, y hache aparece ya un claro indicio de la razón que asistía al visitador para mostrar la poca disposición que tenia hacia la hermandad; informa que la corporación que tenia hacia la residencia que fue "bien publica y escandalosa". Luego D. José Gómez nos de noticias muy interesantes sobre esta confraternidad:
1.— Destaca primeramente que se compone de la "personas principales" de la villa por lo cual decidió inspeccionarla en los últimos días de su labor la cual el consideraba una deferencia.
2. — Tras mandar un oficio para que asistieran a la visita los hermanos no fueron y tras una junta enviaron una comisión compuesta por el ya citado mayordomo, D. Ignacio Vázquez, D. José Sánchez Vida y D. Manuel Tristán, la cual expuso, nada mas y menos, que no creía estar en el caso de someterse a la visita. También exponía la corporación por si sola, sin públicos cuestores. A su vez dijeran que poseían nuevas constituciones y por ultimo que resistirían a todo trance el "conocimiento" de cualquier juez eclesiástico. La verdad es que se nos escapa cuales serian las pretensiones de los cofrades con tan franca insubordinación, que no podia ni antes ni hoy quedar impune.
3.— Ante este estado lo menos que puede decir el visitador es que las pretensiones del Sr. Sánchez. En nombre de la corporación, eran erradas y pueriles y que incluso el eclesiástico "mas ignorante y entupido cerraría los labios de tan débil opositor". Lo cierto es que, según el, actúo de una manera paciente y mansa e intentó adoctrinar y convencer a los hermanos de su error. Resultó que manifestaron que deseaban que autorizara sus papeles. Por tanto le entregaron el libro de cuentas y viéndolo advirtió que las últimas reglas no estaban autorizadas por lo cual procedió a hacerlo, advirtiéndole una cuestión muy interesante y que hoy se nos antoja elemental: les pidió que firmaran tanto las actas como las cuentas pues había algunas que no lo habían sido.
4.— por otra parte destaca el visitador que la cofradía no solo se mantenía de las limosnas de sus miembros pues en dos o tres años aparecían nombrados pedidores públicos para recoger limosnas. 0 sea, se recurría a un medio muy habitual aun en nuestros días para mantenerse, el nombramiento de demandantes.
5.— Pero luego sobrevinieron los enredos pues una vez censuradas las cuentas se llamó a la cofradía acudiendo la comisión ya citada que, contrariamente a lo ocurrido en su primera comparecencia, se enfrentó al visitador diciendo que semejante intervención eclesiástica era "contraria en todo las Leyes del Reino". El juez, como es lógico, alegaba que este tipo de acciones propias de la visita se encontraban recogidas en las constituciones sinodales del Priorato y en la de todos los obispados españoles. Los osados hermanos argüían de nuevo que no necesitaban el permiso de juez eclesiástico alguno y se bastaban solo con el permiso de la autoridad local para procesional. Todo ello se nos antoja una actitud ilógica y rebelde. El visitador le reiteró sus razones y adujo algunas nuevas intentando en vano convencerles de que para gozar las indulgencias y privilegios concedidos por los Papas, y que encabezaban el libro de la cofradía, era indispensable permanecer sumisos a la autoridad de los jueces eclesiásticos, así servían a Jesús y a su Madre. D. José Sánchez contestó, nada menos, que la cofradía no quería las gracias espirituales y que su culto era solo exterior. Ante esta postura, que, desde luego, suponemos que no pudo menos que enfadar enormemente al visitador este hace una pregunta retórica: "¿no prueba esto lo que, informan sus señores tenientes de cura?".
Después el visitador pone de punta de perejil a los cofrades. La verdad es que, en principio, parece que no es para menos. Merece la pena copiar sus lamentos: "Oh cuan cierto es, aunque harto triste creer lo en los cofrades o hermanos de la mas humilde, obediente de todas las criaturas a la voz de un simple sacerdote podrá esta Señora llamar hijos y proteger a semejantes devotos , ¿llevará ante el Trono de su Hijo las oraciones que estos le dirijan?, cuan cierto es que en vez de obsequiarla la contristan, la ofenden, la deprimen, y que se abstengan de pedir a su hijo divino por semejantes cofrades, para no ser reconvenida con estas duras palabras: Este pueblo me honra con los labios, y su corazón está lejos de mi, no puedo ascender a sus suplicas". Nos encontramos, pues, con un grupo de cofrades díscolos y rebeldes ante la autoridad eclesiástica como ha sido muy común a lo largo de la historia. En este caso la sublevación era grande y quizás se apoyaba en el ambiente general reinante en España. El visitador usa argumentos teológicos tachándolos de desafectos a la misma Virgen María, que veneraban con el titulo de Soledad. Siguió intentando instruirlos, como dice San Pablo, y el fruto fue que quedaron al parecer convencidos y la suplicaron que las diera un "censura de flores", que no hemos podido averiguar lo que era y una lista de gracias. Ahora bien no reconocían derecho alguno del visitador por lo que este, lógicamente enojado, no accedió a sus pretensiones. Y le recordó citando a San Pablo que en vez de cumplir sus obligaciones hacían lo contrario. Tres días les dio a los tres hermanos para cambiar y a su termino se presentó el secretario, el presbítero D. José Prieto, que era también uno de los mas antiguos, rogándole que no tomara las medidas que merecían los cofrades pues podia asegurarle que a excepción de muy pocos todos se sometían a la autoridad eclesiástica. Otros de ellos le aseguraron lo mismo por lo cual "usando de la lenidad evangélica, hija de aquel Dios que por solo un fruto perdona millares de culpados" les devolvió el libro de cuentas que recogió del citado secretario. A pesar de eso cuando dirigió oficio de despedida a D. Ignacio Vázquez como teniente de alcalde primero" y ya mas bien con el pie en el estribo y concluido mi cometido" el mismo secretario le enseñó una carta en la que el expresado mancipe y mayordomo de la corporación decía que esta había llevado muy mal la pacifica gestión del presbítero Prieto, considerando que había humillado a la hermandad, y que hiciera saber. Como veremos la mediación clerical no fue bien recibida. El visitador dice que ya no era tiempo Para proceder aunque consideraba que la oposición no era muy grande. Después dice que todo ello se lo había dicho ya verbalmente al mismo secretario del tribunal de la Ordenes al cual ahora se dirigía reiterándole lo extraño que era que, aunque se resistían a la autoridad que el ejercía como visitador y representante del tribunal, se dirigían a este en suplica de gracias pidiendo como si fueran una corporación "religiosa" cuando, en el fondo, no reconocen superior. En resumidas cuentas, que le extrañaba o parecía una desfachatez muy grande, que se arrogaran el titulo de "sociedad cristiana" los que rompían los lazos que la unían a esta y los reducían a la nada cuando les venia bien. Tras esta exposición tan prolija e interesante el visitador pedía al gobernador eclesiástico que informara al tribunal "con el mayor acierto".
V. EL INFORME DEL SECRETARIO DEL TRIBUNAL AL GOBERNADOR ECLESIASTICO.-1) Destaca en primer lugar que la cofradía de la Soledad y Santo Entierro de Guadalcanal pretendía algo que se nos antoja muy normal: que los cleros de San Sebastian y Santa Ana asistieran a la procesi6n del Santo Entierro con capas pluviales y cruz alzada.2) Lo cierto es que el clero de ambas parroquias se oponían a ello pues el fondo de la cuestión es que se trataba de una procesión de la parroquia de Santa María de la Asunción, de la cual no se quería reconocer la supremacía. Se trata de un tema que habría que estudiar con mucha profundidad.
3) Los informes de Santa Ana y San Sebastian acusan a la hermandad de vanidad, lujo y ostentación, clásicos reproches hechos a las hermandades y que no deben extrañarnos.
4) Los informes del visitador son totalmente contrarios a la corporación que se resistió a la autoridad, lo cual lo malquitó con ella.
5) Lo último que podemos obtener de la inconclusa documentación de este conflicto es que todo apuntaba a que la hermandad no conseguiría sus pretensiones.
6) Hay que preguntarse lo que pensaría el clero de la villa ante la suspensión que en 1911 se hizo de las Parroquias de Santa Ana y San Sebastian que se unieron a Santa María, con lo cual acaso se reconoció su supremacía.
7) En resumen todo este asunto nos hace contemplar un interesante fresco del Guadalcanal decimonónico, próximo ya a dejar de depender de la Vicaria de Tentudia y, por tanto, del lejano pero poderoso priorato santiaguista de San Marcos de León.
BIBLIOGRAFIA.
—ORTIZ RODRIGUEZ, Francisco y DE LA HERA PEREZ, Placido: Cuando la tierra es Calvario. Semana Santa en Guadalcanal, en "SEMANA SANTA EN SEVILLA". Volumen IV. Biblioteca de Ediciones Andaluzas. 1983. P.p. 138 - 155.
FUENTES DOCUMENTALES.
—Archivo General del Arzobispado de Sevilla. Sección III Justicia. III.1 Pleitos civiles y ordinarios. III.1.6. Hermandades y cofradías. Legajo 111. 1659-1765. Almonte y Guadalcanal.
Revista de Feria 1997
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