XV Curiosidades
Recordado a nuestra peseta
Ocurría por el año de 1886,
nuestro paisano Adelardo López de Ayala, poeta y político, escribió un
manifiesto revolucionario que provocó el derrocamiento de la reina Isabel II.
Por decreto del nuevo Gobierno Provisional de España, del que formó parte
nuestro paisano don Adelardo, en fecha 19 de octubre de 1868 nace la peseta
como unidad monetaria de España. Primero se acuñaron las monedas y posteriormente
los billetes, que no verían la luz hasta el 1 de junio de 1874. Ciento treintaiocho
años hemos tenido la citada peseta, hasta que el 1 de enero del año 2002 fue
sustituida por el potente euro, con un valor de 166,38 pesetas, siendo
actualmente una de las monedas más fuertes del mundo.
En este apartado he tratado de
reseñar aquellas cosillas de nuestra historia, que siempre han suscitado
curiosidad al guadalcanalense y de las que yo he sabido dada mi dilatada
experiencia en el trato diario con él. Uno de los temas que más ha interesado a
nuestros vecinos es la cuestión de los oficios en Guadalcanal.
En las Ordenanzas de la Villa de
Guadalcanal del año 1674 se recogen una serie de oficios, de los que paso a
enumerar aquellos que hace tiempo desaparecieron:
ALMOTACÉN: responsable de los
pesos y medidas.
ALAMIN: veedor de las labores de
los tejedores.
MONTARAZ: guarda de campo.
RASTRERO: encargado de la compraventa del ganado.
REGATÓN: comprador de productos al por mayor.
RECUERO: regulador de la calidad y precios del pescado.
TRAPERO: vendedor de paños.
TEJERO: fabricante de tejas y ladrillos.
También se localizan algunas palabras ya en desuso de las
que entresacamos las siguientes:
BARDAL: seto protector de las viñas.
BARBASCO: envenenamiento de las aguas.
BLANCAJE: renta sobre las reses a sacrificar.
BARDA: ramaje encima de las tapias.
FOVO: argamasa para la construcción de tapias.
MOJINERO: medida-gradación y precio del vino.
MULADAR: sitio específico para arrojar basura.
VALLADAR: defensa de vados y setos.
Tenemos datos muy curiosos sobre
el Guadalcanal del siglo XIX, cuando corría el año 1855:
Con motivo de la declaración del
cólera morbo en los pueblos comarcanos y para evitar aglomeraciones de
personas, fue suspendida la feria de ese año. A los pocos días, el 13 de
septiembre, se declaraba en nuestra villa la temible enfermedad, que se mantuvo
hasta finales de diciembre, cobrándose cuarenta y ocho víctimas que fueron
enterradas en el nuevo cementerio inaugurado el 4 de julio en el prado de San
Francisco.
Por aquel tiempo, los médicos
diagnosticaban las enfermedades de esta guisa: cólera morbo, calenturas, de
resultas de una quemada, esternuación, dolor de vientre, afección corbútica,
diarreas, perlesía, afección de pecho, dolor de costado, ataque cerebral, de no
poder mamar, flujo de sangre, mal de orina, emoción cutánea, aneurisma,
tarvardillo, mala constitución, carbunco, lombrices, pulmonía, dolor cerebral,
quebradura, insulto, de tos, sobreparto, cólera, postema de pecho, de no poder
alimentarse, de hígado, tifus, viruela, inflamación de garganta, derrame interno,
fiebres intermitentes, cólico nervioso, picada de una víbora, erisipela,
guartana, etc.
Era también muy frecuente
certificar la muerte del enfermo poniendo “de
repente” y “parada del corazón”.
En el referido año, las
profesiones y oficios de Guadalcanal se repartían de la siguiente manera: 5
abogados, 5 sacerdotes, 2 organistas, 2 sacristanes, 2 cirujanos, 1 médico, 2
farmacéuticos, 2 escribanos, 4 militares, 3 maestros, 32 zapateros, 21
molineros, 30 alhamíes, 10 herreros, 2 panaderos, 4 lenceros, 4 carpinteros, 16
arrieros, 1 sillero, 2 tintoreros, 5 tejedores, 13 comerciantes, 11 taberneros,
4 jaboneros, 4 sastres, 3 posaderos, ,5 mineros, 3 estanqueros, 1 medidor, 8
barberos, 1 jalmero, 1 herrador, 1 romanero, 1 de Correos, 1 calderero, 1 botinero,
1 hojalatero, 34 pastores, 6 chalanes, 6 esquiladores y 4 alguaciles. El resto
de la población lo componían propietarios, labradores, jornaleros, cabreros,
porqueros, mujeres dedicadas a sus labores y niños.
Debemos decir que los números de
las casas no se comenzaron a poner hasta el año 1855, y el año siguiente, el 23
de agosto de 1856, empezó a colocarse el empedrado en las calles.
Desde el siglo XIX hasta hoy,
nuestro pueblo ha tenido estos habitantes:
AÑO
|
HABITANTES
|
|
1829
|
4.000
|
|
1885
|
5.530
|
|
1900
|
5.870
|
|
1930
|
7.668
|
|
1940
|
7.520
|
|
1960
|
6.470
|
|
1980
|
3.364
|
|
1990
|
3.200
|
|
2001
|
3.108
|
En la actualidad se mantiene esta
última cifra. Los nacimientos anuales son similares a las defunciones, entre
cuarenta y cincuenta personas, aunque las perspectivas que existen es de que
vaya en aumento el número de habitantes debido a que algunas familias que se
fueron de esta villa están volviendo, por el empadronamiento de algunos
extranjeros y también por la creación de nuevas empresas industriales que tienen
solicitada su instalación en nuestro pueblo. Con vistas a este crecimiento,
nuestro Ayuntamiento ha construido en menos de dos años más de cincuenta
viviendas de protección oficial, y en la actualidad continúan construyéndose
algunas más, lo que ha hecho que alcancemos la cifra de 1.800 casas en
Guadalcanal.
Cuando comenzaba a andar el siglo
XX, ocurrieron hechos en nuestro pueblo que deseamos recordar, y, aunque no los
vivimos, los hemos oído contar a personas mayores que ya se fueron.
Llegaban a nuestra villa las
primeras fotografías y la luz eléctrica, se terminaba el túnel del ferrocarril
del puerto y a la estación llegaba el primer tren, cuyo recibimiento fue una
verdadera fiesta, a la que acudió gran cantidad de gente y las autoridades,
acompañando la banda de música para celebrar el acontecimiento.
Por estas fechas se plantaba el
pino solitario de La Utrera.
Más tarde llegaban los primeros
aparatos de radio, aunque comprarlos no era tarea fácil, solo algunos los
tenían, hasta que los pusieron en las tabernas, donde los podían escuchar todos.
Recordar aquellas canciones, Mi jaca, de Estrellita Castro, La bien gagá, de
Miguel de Molina, La salvaora, de Manolo Caracol, los éxitos de Antonio Machín
Angelitos negros, Madrecita, Dos gardenias..., y las famosas canciones de
Concha Piquer, que parecían novelas de un solo capítulo, con las letras de
aquellos famosos Quintero, León y Quiroga, que pasaron a la historia como
célebres compositores y poetas.
También se comenzaba a celebrar
en el Coso la feria de Guaditoca, después de haberla celebrado tantos años en
el santuario. Había espacio para todo, atracciones como el Circo, los Cuadros,
los Güitomas, las Carmelas, los Espejos —los
Gordos— los Cristobitas, el Tren de la Bruja, las Barcas, los Caballitos y
el Sube y Baja, donde la música la hacía un hombre golpeando un latón con dos
cucharas. Algunos años traían a la feria una plaza de toros portátil.
Empezaron a venir después
orquestas que organizaban concurridos bailes en las casetas y en la terraza La
Palmera, delante del actual bar Andrea, y en Villa Manuela. También era
corriente ver al hombre del organillo y al de los barquillos de canela.
Se le dio un gran sitio al “rodeo”, donde hoy se ubican la piscina
y el cuartel de la Guardia Civil, que era donde payos y calés hacían los tratos
de compraventa de burros, mulas, caballos
y otros animales. Los tratos comenzaban a las tres de la tarde del primer día
de feria, sirviendo de señal la tirada de un cohete. Se solían reunir en los
puestos y tabernas que se instalaban con palos y ramas de castaño, donde
servían los buenos caldos que criaban en las abundantes viñas que había en todos
estos pagos y el rico aguardiente, del que hubo varias fábricas en nuestra villa:
Flor de Guadalcanal, Flor de la Sierra, Flor de
Jara y alguno más.
Las bestias que compraban en el “rodeo” a los gitanos se usaban después en el acarreo
de mercancías, seras de carbón, materiales para la construcción, hierbas
aromáticas para los distintos molinos de zumaque (ruda, orégano, poleo, etc.), hasta
que llegó el primer camión.
Durante los días feriados, del 4
al 7 de septiembre, se comerciaba con toda clase de mercancías traídas por los
vendedores de los pueblos comarcanos.
La feria de Guaditoca tuvo tanto
éxito que no había otra parecida en muchas leguas a la redonda. El “rodeo”
disponía de abundantes pastos y abrevaderos, siendo punto de encuentro de
cientos de personas interesadas en hacer un buen trato, y los comerciantes
acudían en mayor número cada año, reuniéndose en nuestro pueblo por esas fechas sobre unos seis mil habitantes.
Aunque el medio de vida era muy deficiente en lo que a economía se refiere, se
vivía principalmente de la agricultura, y precisamente por estas fechas había
la costumbre de renovar por un año los acuerdos o contratos de los trabajadores
del campo (caseros, muleros, pastores, manijeros, cabreros...) con el señorito,
pretendiendo una mejora, aunque no siempre la conseguían. Eran otros tiempos y
había que conformarse con lo poco que había para criar a los hijos.
El Coso era también el sitio que
preferían los muchachos de entonces para jugar a aquellos juegos de los que ya
solo quedan en la memoria: el aro, la billarda, el pinche, los bolis, la tanga,
a piola, al escondite, a guardias y ladrones, al trompo, a los tantos, al
hoyito inglés, a los médicos, luna, las cruces, los queques, el cine... Las
niñas también tenían sus juegos preferidos: las casitas, la comba, la rueda, el
yoyó, el diábolo, al truque, el teatro, las máscaras, la gallinita ciega y
otros...
Allí, en ese soleado y luminoso
Coso, donde celebraban los muchachos sus juegos, al que un día nuestro querido
amigo don Juan Collantes de Terán llamó “pozo de luz”.
Pasaron algunos años y llegó a
nuestro pueblo el cine, que durante mucho tiempo fue el rey de los espectáculos
y el deleite dé niños y
mayores. ¡Cuantos recuerdos nos trae a la
memoria aquel viejo local con techo de cartón y butacas de madera! Y el
Jardín Cinema de verano, con los olores a dama de noche, jazmín y dondiego,
donde además se podían comer pipas y ver la Luna, que parecía mirar a las
parejas de enamorados que acudían al cine a pasar una velada agradable.
Después, a la salida, una vuelta al Palacio, donde ya interpretaba el último
pasodoble nuestra banda de música subida en el “tablao”.
Los chiquillos iban los domingos
a la función infantil a ver y sentir aquellas célebres aventuras de Kit-Carson,
Tarzán y otras, con el cartucho de almendras recién tostadas de Manuela o las
avellanas de Joaquinita. Con poca cosa había que conformarse, pero así fueron
aquellos tiempos que, aunque no fueron mejores que los de ahora, muchos de sus
valores son dignos de alabanza, porque lo de hoy es... OTRA HISTORIA.
Copyright.- Rafael Rodríguez
Márquez
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