Un Medico libertario de
Guadalcanal
Guadalcanal
(Sevilla), 1879 / Veracruz (México), 1970
El médico anarquista, nacido en
el sevillano pueblo de Guadalcanal en 1879, protagonizó
luchas por los derechos de los obreros y campesinos y participó en diversas
conspiraciones contra la Dictadura de Primo de Rivera y Alfonso XIII. Ejerció
la medicina revolucionando su profesión, ya que ofrecía sus servicios a los más
necesitados. Siempre llevó la fama de su leyenda ácrata y, por esta razón,
sufrió el destierro en la llamada Siberia extremeña, en Londres y en París.
Tras la Guerra Civil, se inicia su segundo y definitivo exilio. Vallina siguió
sanando en lugares olvidados de Santo Domingo y de México. En los últimos años
de su vida, escribió sus memorias y dos libros: Aspectos de la América actual (1957) y Crónica de un revolucionario
(1958).
La mano de Pedro Vallina olía a
estoraque y almizcle, como ese aire atrapado en las antiguas boticas. Apenas
podía tomar la pluma, pero estaba arrebatado por una obsesión: escribir sus
memorias. En las páginas, que llena de historias sorprendentes, retrata un
mundo perdido, una utopía, un sueño. La letra apenas se entiende, un garabato
como el rastro titubeante de una araña de esas que se esconden en los desvanes.
No hace mucho que un grupo de
amigos, al verlo depresivo y sin ánimo, le ha sugerido un proyecto: recordar,
contar quién fue y la España por la que luchó. El viejo médico anarquista, que
ya ha perdido a su inseparable compañera Josefina Colbach, está abatido,
enfermo y sufre de insomnio. A veces, se levanta por la noche y pasea por la
casa diciendo: “Aquí no se puede hacer
nada”. Triste sino del exiliado.
Parece que Vallina acaba de
enterrar todos sus sueños. Ha abandonado la clínica médico-quirúrgica de Loma
Bonita, en el estado mexicano de Oaxaca. Ahora vive en Veracruz, que será para
él, la ciudad de la muerte y de la memoria.
Las memorias de Vallina resultan
ilegibles, así que su nieta Xóchitl se ocupa de mecanografiarlas. Vallina
dicta, vive sumergido en el pasado: su infancia en Guadalcanal, sus primeros
contactos con los ambientes libertarios en Sevilla, las conspiraciones en
Madrid, el destierro en París, en Londres y en la llamada Siberia extremeña, la
Guerra Civil y el exilio definitivo, primero en Santo Domingo y después en
México.
La editorial Tierra y Libertad
publicó Mis Memorias en 1969 en Venezuela y en México en 1971, un año después
de su muerte. Sin embargo, como tantos libros del exilio no volvió a
publicarse, así que las memorias llegaban a España en fotocopias que circularon
durante algún tiempo hasta que, de tanto reproducirse, se volvieron ilegibles.
Esa es la razón de que desde la
CGT se impulsara la reedición de este valioso documento sobre la vida del héroe
libertario. Decenas de personas participaron en un maratón mecanográfico para
reescribir el texto, al mismo tiempo que se organizaba un homenaje y la visita
de su familia: su hijo Harmodio y su compañera Sara junto a su nieta Xóchitl,
que viven Micro Biografía descargada de www.todoslosnombres.org en México. Así,
Mis Memorias se pudo leer en España gracias a la edición del Centro Andaluz del
Libro y Libre Pensamiento en el año 2000.
Los recuerdos del médico
anarquista que había revolucionado la España de comienzos del siglo XX
regresaban con aquella epopeya mítica de sus luchas por la libertad y los
derechos de campesinos y obreros, además de su revolucionario ejercicio de la
profesión de médico sin cobrar a los más necesitados.
Las memorias se detienen en el
momento en el que abandona España tras la guerra. Apenas menciona su labor de
médico en el exilio. La dirigente anarquista Federica Montseny escribió poco
después de morir Vallina: “¿Quién narrará
los últimos años del doctor Vallina en México? ¿Lo que fue su existencia,
perdida entre montañas, viejecito ya, desplazándose penosamente a través de la
selva, protegido de lejos por los pobres campesinos que, después de muchas
reservas y recelos, lo adoptaron de tal forma que hubiesen dado la vida por él”.
Este tomo por escribir es el que
hay que recomponer a partir de las semblanzas, el correo, los artículos sobre
su figura o la memoria oral de quienes lo conocieron en esta etapa.
El hombre que se había convertido
en una leyenda del anarquismo, que había participado en los intentos de
asesinar a Alfonso XIII en París y en Madrid, que había sido compañero de
líderes libertarios abandonaba España siguiendo la cola de fugitivos que
intentaba alcanzar Francia.
En las memorias, aporta algunos
datos sobre este éxodo. “No muy lejos del
puerto de Rosas encontré un hospital militar que desocupaban los enfermos; me
impresionó profundamente contemplar a varios ciegos que cogidos de la mano
preguntaban cuál era el camino de Francia”.
Cerca de los Pirineos pasa su
última noche española. Antes de partir, entrega a la madre de un soldado que
conocía varios libros de medicina que llevaba. Y apunta: «Por si pudiera algún
día volver a recogerlos».
Esta frase, escrita tantos años
después en su exilio mexicano, está cargada de pesadumbre. Habría que imaginar
a un Vallina envejecido, casi vencido, que recuerda el paradero de sus libros
de medicina en los que había anotado algunos casos sobre la viruela, la
tifoidea, la escrofulosis o las tisis venéreas. A veces, su memoria se
convierte en un albarelo que guardara los malos humores y las fiebres malignas
de todos los que sanó.
Vallina sigue el terrible camino
del destierro. El chalequillo le huele a polvo de quina aluminoso y jarabe de
adormidera con el que quisiera olvidar el verdadero olor que lleva en la ropa y
en el alma: el hedor abstracto de la muerte.
En Perpiñán, el médico es
obligado por las autoridades francesas a entregar el fusil e ingresa en un
refugio-prisión. Allí ejerce de médico en una barraca de curaciones. Luego,
pasará al campo de internamiento de Argelès hasta poder refugiarse en un
sanatorio antituberculoso, un panorama desolador que él conoce muy bien. Es
entonces cuando Micro Biografía descargada de www.todoslosnombres.org recuerda
sus experiencias en el sanatorio antituberculoso que creó en Cantillana, todo
ese mundo que dejó atrás y que ahora parece tan lejano.
Camino de América
Finalmente, Vallina abandona
Francia y se embarca en el vapor La Salle rumbo a Santo Domingo. En la colonia
de Dajabón abre una clínica para sanar a los nativos que padecen el paludismo y
la tuberculosis.
Poco después se establece en
México. Primero vive con su familia en la calle de Bolívar y luego se traslada
a Loma Bonita en Oaxaca donde permanecerá cerca de treinta años curando a los
indios y campesinos mexicanos en el Consultorio Médico Quirúrgico Ricardo
Flores Magón.
En una de las cartas de sus últimos
años, en concreto en una enviada a Renée Lamberet, profesora de Historia en
París, describe su trabajo: “Te remito
tres fotografías de indios de esta selva. La muchacha que levanta el brazo
izquierdo, lo tiene enfermo de gangrena y hay que amputarlo. (...) El calor
aquí es espantoso por este tiempo, y la disentería, el paludismo, etc hacen
grandes estragos, pero el peor enemigo es el alcohol. Los asesinatos son muy
frecuentes”.
En sus últimos años, ya en
Veracruz, Vallina se volcará en su libro de memorias. En octubre de 1968 recibe
los primeros ejemplares, que se venden muy bien. El dinero conseguido, que
podría haber servido para aliviar su situación económica, se empleará desgraciadamente
en los gastos del entierro. Fue un entierro modesto, apenas diez personas lo
acompañaron. La tumba en el cementerio de Veracruz quedó cubierta por claveles
rojos y gladiolos que colocaron sus nietas.
RECUERDOS SIN NOSTALGIA DE UN
PUEBLO ANDALUZ
“Mi nombre es Pedro Vallina Martínez, y nací en Guadalcanal, provincia
de Sevilla, el 29 de junio de 1879. Mi padre era asturiano y de muchacho marchó
a pie a Sevilla, con otros de su edad, en busca de ocupación”. Así
comienzan las memorias de Vallina, uno de los libros más singulares sobre
aquellos personajes de la leyenda libertaria.
Vallina moría en el exilio
mexicano en febrero de 1970 y, aparentemente, sólo restaba que se cumpliera el
macabro rito del olvido, ese sudario definitivo que cubre la memoria de los
desterrados. Pero, algunos años más tarde, a pesar del silencio y el interés
por el olvido, en Sevilla –la ciudad que apenas recordaba su leyenda maldita–
un grupo de personas se interesaba por rescatar la leyenda del llamado “tigre libertario”, ese hombre que
definían como una mezcla “entre Bakunin y
San Francisco de Asís”.
Pero no se trataba sólo de la
reedición de sus memorias. Un escritor sevillano, a su modo también un lúcido
ácrata, se atrevía a novelar la vida de Pedro Vallina. Era Vicente Tortajada,
quien en Flor de cananas (Renacimiento, 1999) rescataba la curiosa existencia
del médico libertario. En este pasaje narra cómo era la casa de Vallina en la
calle Bustos Micro Biografía descargada de www.todoslosnombres.org
Tavera, en el corazón de Sevilla
la Roja: “Había una alacena cuyo fondo
camuflaba una puerta, y una escalerita que iba al “Cuarto de las
conspiraciones”, salón subterráneo y
bien amplio adonde se colaba el anarquismo cabal del barrio: desde San Marcos
al Pumarejo y San Julián, de los Terceros a la cúpula blanca y azul de San Luis
de los Franceses y al arco bellísimo y populachero de Bab-Al-Macaraná”.
Pero, más allá de este atractivo
ejercicio de ficción, las memorias de Pedro Vallina son el mejor documento para
conocer a este personaje. Especialmente estremecedor es el capítulo dedicado a
su pueblo natal, Guadalcanal, y cómo el niño Vallina se da cuenta de las
injusticias y decide convertirse en anarquista. El relato evocador nada tiene
que ver con el habitual tono de nostalgia de los libros de memorias del exilio:
“El personal en su mayoría valía poco y
no aspiraba a otra cosa que a vegetar. La propiedad de la tierra estaba en las
manos de unos pocos, los más malos y brutos del lugar. Los ricos holgazanes
pasaban el día en el casino, hablando de tonterías; los artesanos, las noches
en las tabernas. (...) Las mujeres de los ricos hablaban como cotorras, se
visitaban entre ellas, y organizaban fiestas religiosas, bailes y corridas de
toros”.
Autora: Eva Díaz Pérez
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