Teodora Lamadrid |
Sábado 18 de Mayo
de 1 861.
Constituye en esencia el
nudo de esta obra la influencia del afán del lucro sobre
diversos espíritus. No es, por desgracia, impertinente
recordarlo, ¡porque hace tantos años que no se
representa... ! La condesa Isabel, viuda, y Pablo se aman; ambos son
ricos, son buenos, podrían unirse, y sólo ocultan su
amor por escrúpulos de ella, cuya viudez es de fecha reciente.
De la noche a la mañana, Pablo se encuentra arruinado, y, por
una mala inteligencia, se distancian él y la condesa, obligado
Pablo a vender lo último de su patrimonio, una dehesa en
tierras de Zamora que, merced a un proyectado canal, va a adquirir un
valor fabuloso. Hace la venta a pacto de retro; es decir, pudiendo
recobrar su propiedad en determinado plazo si devuelve el dinero que
le fue anticipado. Para comprarla, han constituido una especie de
comandita secretamente Roberto, amigo de Pablo, los administradores
de la condesa y hasta la doncella de Isabel y el ayuda de cámara
de Pablo, y en torno de la venta y el magno negocio que supone se
desarrolla la acción de la comedia. Para impedir que Pablo
pueda ejercer su derecho a recobrar y que Isabel le ayude, los
asociados procuran a toda costa ahondar la separación entre
Pablo y su novia, llegando hasta a poner en entredicho la honra de la
condesa, merced al atrevimiento de un vividor arruinado que,
comprometiéndola, aspira a obligarla a un matrimonio de
conveniencia para él. En el último momento su plan
fracasa, Isabel lo descubre todo y por su intervención, se
salva la finca, cuyo enorme aumento de valor reconstituirá la
fortuna de Pablo. Se deshace el equívoco que distanciaba a
los amantes y sólo Roberto, el promotor del sucio negocio
y Andrés el villano que, pretendió deshonrar a la
condesa resultan castigados.
Sobre este cañamazo,
tal vez un poco burdo—ya que bastaría una breve
explicación, en el primer acto, para destruir toda la trama—,
borda Ayala primores, bosquejando a maravilla los diversos grados del
envilecimiento de sus personajes, manteniendo vivo y creciente el
interés de la acción y, sobre todo, demostrando un
dominio incomparable de la forma, frases incisivas, versos
esculturales, rasgos magníficos, surgen a cada paso,
imponiéndose al espectador e impidiéndole reparar en
las deficiencias de la fábula. En la difícil escena,
por ejemplo, en que, al encontrar Isabel a Andrés, de noche,
en su cuarto, le reprocha indignada su conducta y el cínico se
excusa torpemente, apuntando que ella alentó sus esperanzas
cuando, al final del acto primero, le entregó una flor, es
acaso insuperable la bellísima réplica de Isabel.:
Ya me dice mi quebranto
que a cualquier mujer
honrada,
un descuido, una mirada,
cuesta raudales de
llanto.
Ya sé también,
por mi mal,
que en las manos del
traidor libertino,
hasta una flor
se convierte en un puñal;
que usted creer se
permite
que yo le estimo y
halago,
y es muy natural que en
pago
mi deshonra solicite.
Mas que sepa usted anhelo
que si esta flor le
entregué (se la arrebataba.),
fue tan sin pensar... que
fue
en vez de arrojarla al
suelo (Lo hace.);
que es mi olvido tan
profundo .
que, sin ofensa tan
clara.,
ni siquiera recordara
que existe usted en el
mundo...
Es seguro que si Ayala
hubiera escrito El tanto por ciento cuarenta años. Después
hubiera. Modificado su plan, construyendo una obra perfecta, ya que
la concepción supera en mucho a cuanto sobre análogos
temas se ha escrito después.
El personaje de Isabel
fue creado por Teodora Lamadrid, cuyo nombre glorioso va unido a casi
todas las grandes obras dramáticas del pasado siglo.
Acompañándola en esta ocasión Balbina Valverde,
la precoz característica, digna sucesora de Jerónima
Llorente: Elisa Boldún, que entonces principiaba; Pedro
Delgado, en la cumbre de su carrera; el famoso Mariano Fernández;
Juan Casañér José. Alisedo y Manuel Pastrana.
Mas la sin par Teodora destacose sobre todos, "quizá no
por falta de talento de los demás—como advierte El Diario
Español—sino porque al lado de la eminente actriz palidecen
sus facultades".
Por iniciativa de La
Iberia, reuniéronse el 6 de Junio, prestigiosas
personalidades, en el teatro de la Zarzuela, para tributar un
homenaje a Ayala, constituyendo una comisión, que presidió
el insigne Martínez de la Rosa, y de la que formaron parte de
la Academia Española, Rodríguez Rubí y
Catalína; por la de la Historia, don Pedro Madrazo; por la
Universidad Central, Castelar; por los autores dramáticos,
Hartzenbusch y Larra (D. Luis Mariano); por la Prensa, don Nicolás
María Rivero, Navarrete, Moraza, Ayllón, Navarro,
D.Juan Valera y D. Juan de la Rosa González; por los
publicistas, Campoamor y Príncipe; por los compositores,
Arrieta y Barbieri; por los actores, Romea y Arjona; por los actores
empresarios, Salas y Delgado. Y por suscripción popular se
ofreció a Ayala un álbum de poesías y una corona
de oro. Pero lo que da tal vez mejor idea de la impresión que
El tanto por ciento causara, son estas palabras de la dedicatoria a
Selgas de El nuevo Don Juan, un año después:
"A ti llega, querido
Pepe, la primera comedia que publico después de El tanto por
ciento; ¡figúrate la suerte, que le espera!
“No por buena, por
desgraciada te la recomienda tu cariñoso amigos Adelardo.”
Por Ismael Sánchez
Esteban
Publicado Blanco y Negro
de 31/08/1919 , página 43 y siguientes.
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