NAVEGACIÓN Y OTRAS INDUSTRIAS
En Gades, la más importante
actividad económica era la navegación, con sus industrias o artesanías
auxiliares. Todo el comercio de exportación se hacia con Italia y con Roma en
singladuras que cruzaban el Tirreno mas que costeando en navegación de cabotaje
como quizá se hizo antes, porque desde las compañías marítimas de Pompeyo en el
siglo anterior, había sido vencida la piratería en todo el mare nostrum y allí
también reinaba la paz romana.
Las exportaciones no eran solo de
minerales, sino que desde la
Betica se enviaba, sobre todo a Roma, trigo, vino y aceite
muy apreciados. También cera y miel, colorante rojo (oxido de hierro
arcilloso), lana y unos tejidos finos que se fabricarían en Lusitania, cerca de
la hoy portuguesa ciudad de Setubal. Desde las “columnas” y
especialmente desde Gades se embarcaban para Italia salazones y algo tan
apreciado por los exquisitos de Roma como el garum que era una especie
de salsa que se extraía de un pescado de la región del estrecho, que probablemente
era lo que, en época moderna, se llaman las “caballas”.
Importancia económica y comercial
tenía también, y de modo creciente a lo largo del siglo I, la navegación
fluvial especialmente en el Ebro y en el Betis. En este los barcos grandes (grandes para entonces) llegaban desde
el mar hasta Hispalis (Sevilla), y en el Ebro ciertas clases de naves hasta
Cesaraugusta. Lo cual permitía acercar a los puertos de la costa las grandes
exportaciones minerales, de maderas o de productos agrícolas, facilitando y,
por así decir, “abaratando” el comercio con los principales centros receptores
y con el de mayor actividad que era el de Roma (Ostia). También se tiene información de alguna “industria
auxiliar” de la navegación. Por ejemplo, parece que en Ílipa (Alcalá
del Río), había barcas menores que se construían allí y llegaban a Córdoba e
incluso a Astigi (Ecija), la ciudad del río Genil.
En una localidad tan principal
como la -ciudad federada- de Gades
(Cádiz) se desarrollaba una actividad comercial y financiera de alto nivel para
la época y algunos personajes llegaron a acumular fortunas considerables, que
les permitían, además, tener una presencia e incluso una influencia muy notable
en la vida económica de Italia y en la política de Roma.
El caso mejor documentado en el
siglo I a.C., fue el de Lucio Comelio Balbo, amigo de Pompeyo, que le concedió
la ciudadanía romana como a otros destacados hispanos, el ano 72 a.C.
Pertenecía a una acaudalada familia gaditana, de origen probablemente punico,
como parece indicar que se le atribuya haber hecho ejecutar a un soldado de una
manera que un romano como Asinio Polion califico de “bárbara”. Balbo,
ciudadano romano, había tornado el prestigioso «nomen», Comelio de los
nobles Comelios Lentulos. Se traslado a Roma en el ano 60 a.C., al formarse la
coalición entre Cesar, Craso y Pompeyo, que el, un personaje influyente por su
instinto político y por su riqueza, y buen negociador, había contribuido a
concluir. Amigo de Cesar desde entonces, vio además incrementada su fortuna con
la herencia del acaudalado historiador griego de la isla de Lesbos, Teofanes de
Mytilene.
En el decenio 50 a.C. Balbo
mantenía una estrecha relación de amistad y de intereses políticos y económicos
con los más notables personajes de Roma. Cuando en el año 56 a.C., le acusaron
de haber usurpado ilegalmente la ciudadanía romana, sus defensores en el juicio
fueron nada menos que Cesar, Craso y Ciceron. En el 44 a.C., tras el asesinato
de Cesar, y en la guerra civil que siguió al magnicidio, Balbo estuvo siempre
al lado de Octaviano (Augusto). Y finalmente en el ano 40 a.C., fue el, un
hispano, el primer cónsul (o sea, Jefe de Estado) no itálico de la republica.
Heredero y continuador del primer
Balbo fue su sobrino homónimo, conocido en Roma y en la historia como Balbus
minor, que también desarrollo una notable carrera política, y promovió
empresas culturales como la construcción de un teatro en Roma, en donde hizo
representar una comedia suya de ambiente romano cuyo asunto era su propia
gestión política. Pontífice en Roma y procónsul en África, tras una victoria
militar u operación de policía frente a los Garamantes, un pueblo de esa
provincia, fue el primer personaje no itálico a quien el príncipe —Augusto— y el Senado concedieron los
honores del triunfo.
LOS PRECEDENTES
Los hispanos plenamente
romanizados del siglo I antes de Cristo, sobre todo en su segunda mitad no
fueron tan solo los miembros de una privilegiada familia de Gades.
Desde principios de ese siglo
casi todo el territorio de Hispania y los pueblos de las diversas etnias
peninsulares estaban sometidos a Roma y gobernados por ella. Hubo guerras en la
península, pero fueron las campanas del propio Augusto (aflos 27 y 26 a.C.) y
de Agripa (19 a.C.) en el norte y noroeste para someter a cantabros y astures. Ya no había en la península Numancias ni Viriatos.
No dejaron de conocerse en ella
conflictos bélicos, pero eran episodios de las guerras civiles romanas en los
que Hispania solo ponía el escenario, la logística y la intendencia mas quizá algunas
tropas auxiliares. Tal fue la sublevación desatada por Sertorio, un enemigo de
Sila, que se retiro a la península Ibérica, llego a someterla en buena parte y
quiso organizar en ella algo parecido a Roma. Vencido finalmente por las tropas
regulares de la republica capitaneadas por Metelo y por Pompeyo acabo siendo
asesinado en Osca (Huesca) en el año
73 o en el 72 a.C.
También entre el 49 y el 45
tuvieron lugar en Hispania algunos de los episodios de la guerra civil entre
Cesar y Pompeyo, hasta que, por fin, en el 45, tres anos después de la muerte
de su rival, Cesar puso termino a la contienda derrotando en Munda, cerca de
Córdoba, al último de los hijos de Pompeyo.
Los territorios mas desarrollados
económica y culturalmente en esa centuria eran la provincia Betica,
principalmente en su costa y a lo argo del río Guadalquivir, y las localidades
marítimas o próximas al Mediterráneo, desde Cartagena a Tarragona y hasta
Ampurias. En la información que se posee destacan las “colonias”, como Corduba,
Hispalis, Tarrago y Faventia (o Barcinone).
Los restos arqueológicos son variados y ricos, así como abundantes las
inscripciones.
Desde el punto de vista literario
y cultural la “colonia” de la que mas se sabe es Corduba. Ya en tiempos de
Ciceron eran conocidos y apreciados en Roma unos poetas cordobeses, de los que
solo extrañaba la pronunciación. Pero pese al peculiar acento, gangoso, con que
hablaban el latín, tenían cierta notoriedad en Roma en ese siglo I a.C., igual
que oradores cordobeses como Porcio Latron y personajes acaudalados y de
vocación política e influencia social como los Balbos de Cádiz.
En Córdoba hubo también en ese
siglo escuelas de gramática y retórica, en las que aprendieron oradores tan
distinguidos como Junio Galion, que también fue senador, y Porcio Latron, que
triunfó en Roma con sus discursos y con sus declamaciones. Estos dos fueron
contemporáneos de Seneca el Mayor —padre
del filosofo— que probablemente se formo y estudio con ellos en las
escuelas locales en unos años en que a causa de las guerras civiles, según dice
Seneca, no era fácil que los jóvenes de familias distinguidas y pudientes del
orden de los caballeros se trasladaran a la Urbe para seguir sus estudios.
Probablemente Seneca el Mayor,
que así lo cuenta, se refiere más que al final de la guerra de Cesar con los
pompeyanos, a la de Augusto y Marco Antonio. Porcio Latron llego a ser
considerado como el primer declamador y orador de Roma. Galion, también amigo
de los Seneca, que al parecer no tuvo hijos, y adopto al mayor de los de su
compañero de escuela, y le dio su nombre.
Precisamente este Junio Galion
(antes Marco Anneo Novato) aparece mencionado en el libro de los Hechos de los
Apóstoles. En el ano 50 d.C., siendo procónsul o gobernador de la Helade o Acaya, se encontró
en Corinto, capital de la provincia, con el apóstol San Pablo, a quien los
judíos de la ciudad habían llevado arrastrándolo ante e1 para que lo procesara
o condenara. Galion, pagano y estoico como su hermano Seneca, pero cuidadoso
funcionario romano, dijo a los acusadores que no era misión suya juzgar asuntos
religiosos como los que le presentaban los que le pedían que castigara al
apóstol. Y sin entrar en debate ni darles audiencia despidió a los judíos y
dejo a Pablo irse en libertad.
Antonio Fontán Marqués de Guadalcanal
NUEVA REVISTA de política, cultura y arte
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