Vidas de los religiosos legos fray
Diego Sánchez y fray Diego de Guadalcanal
Fray Diego Sánchez fue natural de Ayamonte, tomó el
hábito para lego en el convento de San Francisco de México. Anduvo siempre
descalzo hasta su última vejez. Era muy quebrado y sufría su mal con mucha
paciencia, aunque eran muchos los dolores que sentía. No bebía vino hasta que
estuvo muy cercano a la muerte, por su mucha necesidad y era muy abstinente.
Era dado a la oración en la cual tuvo mucha perseverancia. Lo que más
resplandecía en este siervo de Dios (aunque en todo se mostraba muy gran varón)
fue la caridad, porque parecía andar deshecho en ella. Fue muchos años
refitolero en el mismo convento de San Francisco, en el cual oficio se mostró
tan amoroso con los frailes que jamás les negó cosa que le pidiesen por amor de
Dios, y mientras más daba parece que más abundaba todo. Llegó un año a valer
tan caro el vino que fue exceso; por lo cual, como el guardián sabía que fray
Diego no negaba nada de lo que se le pedía, le mandó que a nadie diese vino si
no fuese por orden suya. Después de muy examinada su necesidad porque no había
más de una pipa en el refectorio. Oyólo fray Diego, y como tenía hecho hábito
de dar lo que le pedían, cuando le nombraban a Dios y le ponían su santo amor
por delante, olvidó se del mandato del guardián y no cesó de continuar en su
caridad; y como ya las tazas ordinarias de la mesa eran menos y las
extravagantes no tantas; crecieron en secreto más las peticiones al refitolero;
el cual preguntaba al que pedía diciendo: ¿hermano trae necesidad? Y
respondiéndole que sí, decía luego: pues contra la necesidad y caridad no hay
mandamiento.
De esta manera consolaba a todos
cuantos llegaban sin reparar en el gasto excesivo que hacía; porque era más que
el que solía tener antes de ordinario; y como esto iba encaminado al celo de la
caridad y a la necesidad del prójimo. fue Dios servido de irlo multiplicando en
tanta manera que duró la pipa mucho más tiempo del que había de durar, aun por
la orden que el guardián lo había mandado; siendo así que aun la mitad de aquel
tiempo no pudiera si Dios, con sus poderosas manos, no 10 hubiera ido
exprimiendo de la vid y cepa de santa misericordia que el que en Canaá de
Galilea tuvo poder de convertir el agua en vino. en la necesidad del combite y
comida, donde fue llamado, le tuvo también en esta ocasión para hacer que el
vino se multiplicase en poder de su siervo fray Diego; el cual, con fe viva, de
que no le faltaría 10 que por su santo amor distribuía y daba, no reparaba en
darlo cuando lo pedían. Era juntamente hortelano, con ser refitolero y
trabajaba en la huerta los ratos que le vagaban del refectorio, con tanto
cuidado que parecía, en la limpieza y mucha planta con que la .tenía, que no
cuidaba de otra cosa. Tenía quien le ayudase en este trabajo pero no se
reservaba de cavar con sus propias manos. Nunca le faltaba verdura en la
huerta, en todo tiempo, ora fuese de invierno, ora de verano, para el convento
y otros muchos devotos que venían o enviaban por ella; y era tan linda en todo
tiempo que más parecía milagrosa que sembrada y nacida naturalmente. Y no es
maravilla pues cuanto hacía era en orden de servir a Dios y de hacer bien al
prójimo; y era para los santos y siervos de Dios (como él decía) en cuyo servicio
se esmeraba. Cansó se el santo lego del oficio de refitolero. no por flojedad
ni ocio, que en dejarlo pretendiese.
Sino porque él de suyo es
cansable; y porque como sus años eran muchos le afligía ya mucho más la
quebradura de que era apasionado. Pidió con instancia dejarlo. lo cual le fue
concedido y absuelto de él, un sábado por la mañana. Luego a la tarde le
enviaron por limosna de pan. como se acostumbra. Él, muy contento de verse
libre del refectorio. fue a su demanda como otras veces 10 había hecho siendo
refitolero. Y llegando a una casa a dar golpes a la puerta salió a él un feroz
perro y le mordió una pierna, pasándole la pantorrilla de parte a parte con los
dientes. Volvió se a casa muy lastimado y lleváronlo a la enfermería. Estuvo en
la cura más de tres meses, el cual tiempo andaban los frailes descarriados en
el refectorio; porque no hallaban en el que le sucedió la caridad con tanta
abundancia como en él tenían; todos (en especial los mozos) iban a él y le
decían que por haberlos dejado huérfanos y desamparados, por buscar su sola
quietud, había permitido Dios que el perro le mordiese y que estuviese
padeciendo lo que nunca le había acontecido en tantas veces como había ido a
pedir limosna. Lloraban con él y él se enternecía con ellos; y viendo el amor
con que sus hijos le buscaban como otro San Martín, que movido de caridad decía
a Dios: si todavía soy necesario no rehúso el trabajo, decía el santo lego:
Aquí estoy.
Hágase la voluntad de la
obediencia y no la mía. Volvió el prelado a mandarle que prosiguiese en su
oficio; y así lo hizo con gran júbilo y placer de todos. Estuvo algunos años
después hasta que agravándole la enfermedad con otras que le concurrieron lo
dejó y fuese a morar a la provincia atonitica, donde había comenzado a gustar
en la oración y recogimiento los gustos del Señor en los principios de su
frailía, en compañía de religiosos, grandes siervos de Dios, con quien en la
religión se había criado. Allí servía a Dios con grande fervor de su ánima,
dándose muy de veras a él en todo cuanto hacía. Sobrevínole una enfermedad de
hidropesía en que padeció más de un año, y algunas veces le afligía en ella el
demonio; y vez hubo que le arrojó de la cama al suelo. de que quedó muy
lastimado. Pero como era éste el crisol en que Dios probaba el oro de su
paciencia y sufrimiento no hacía sentimiento ninguno. antes decía: no piense el
maldito que ha de vencer. aunque más patillas sea. Murió en la enfermería de México.
a veinte y tres de mayo del año de 1610. y su cuerpo está sepultado en el mismo
convento de San Francisco.
Aunque ha habido en esta santa
provincia otros frailes legos, de quien justamente se pudiera hacer memoria.
como de muy conocidos siervos de Dios, concluyo este tratado de los claros
varones de esta provincia del Santo Evangelio con la vida de fray Diego de Guadalcanal, lego, por haber sido en
muchas cosas semejante al bienaventurado San Diego de Alcalá; pues ya tenemos
que en el nombre conforman y en el estado de legos y fueron también naturales
de una misma comarca y tierra; es, a saber, el uno de San Nicolás, pueblo cerca
de Constantina, y el otro de Guadalcanal;
yen la vida y muerte harto semejantes también, como aquí parecerá. Tomó el
hábito fray Diego de Guadalcanal en
el convento de México y fue de los primeros que en esta provincia profesaron. Y
como de su natural era hombre simple y sin malicia, de la que el siglo a sus
hijos enseña, y se crió con santos religiosos, perseveró en aquella santa
simplicidad por todo el discurso de su vida, que fue poco menos de sesenta años
en el hábito de la religión, sirviendo a aquellos primeros evangelizadores de
esta nueva iglesia con grandísima fidelidad y ejemplo de vida; ayudándolos a
destruir ídolos y a plantar la fe del Evangelio.
Con el talento que el Señor le
había comunicado. Fue amigo de los pobres y tuvo siempre cuidado, donde quiera
que estaba de darles de comer y los socorría en sus necesidades. Era muy devoto
y dado a la oración y recogimiento y muy observante y amigo de la santa
pobreza. Tenía dichos y consejos saludables con que persuadía a la virtud a sus
hermanos los frailes y a los seglares que lo trataban como amigo y celoso de 10
bueno, y enemigo de lo malo y vicioso; y a veces los ponía por escrito, porque
más se dilatasen las fimbrias de su caridad. Visitóle el Señor (como lo había
hacer con sus escogidos) al cabo de sus días, siendo de edad de más de ochenta
años, morando en el convento de Tepeacac, con una enfermedad de las graves y
recias que un cuerpo humano puede pasar; siendo (como fue) de sola una mano,
como la que le dio y acabó al bienaventurado San Diego. de apostema o nacido en
un brazo. Mas la enfermedad de este siervo de Dios.
Fray Diego fue cosa nunca vista
ni conocida en cuerpo humano, como lo afirmaron el médico y cirujano que 10
curaron en la Ciudad
de los Ángeles, hombres muy expertos en sus oficios; y así no le supieron dar
nombre. Era una carnosidad que se le crió en el envés de la mano. a manera de
clavo. que lo trajo atormentado, por espacio de dos años, en que se le dieron
muchos cauterios de fuego y se le hicieron otras curas penosísimas que aunque
parecía quedaba sano volvía luego a criar aquel clavo hasta que le horadó y
abrió la mano de una parte a otra. y finalmente lo llevó a la sepultura, porque
fue necesario ide cortando los dedos de la mano uno a uno. y al cabo toda la
mano. Fue tanta la paciencia del siervo de Dios en este su trabajo que el
médico y cirujano estaban admirados. y no 10 podían curar sin lágrimas,
llamándole otro San Francisco porque nunca le oyeron quejar. ni decir otra palabra
en los cauterios y tormentos. sino Jesús María. No menos quedó edificado de la
paciencia el enfermero, el cual dio testimonio. que por todo el discurso de
esta su enfermedad le sintió que traía grandísimas batallas con el demonio;
porque pasando de noche por delante de su celda. descuidado. al servicio y necesidades
de los otros enfermos, le oía hablar como si platicara con otra persona. Y
parándose a escuchar a la puerta, entendía que confutaba al demonio las cosas
que le ponía delante.
Hhaciendo cuenta de su vida y en
10 que había ofendido a Dios, y alegando que de aquello ya había hecho
penitencia y que Dios era misericordioso. Y a otras cosas respondía que aquello
lo había hecho por la obediencia y no tenía para que darle razón de ello. Otras
veces parecía que lo tentaba en las cosas de la fe; y esta tentación, dice un
padre sacerdote que había mucho tiempo que la padecía; porque morando los dos
juntos en un convento le vio andar inquieto sobre esto e ir muchas veces al
coro de noche. donde protestaba delante del Santísimo Sacramento que creía todo
lo que tiene y cree la santa madre iglesia; esto protestó más de veras al
tiempo de su muerte, recibiendo todos los sacramentos con grandísima devoción
como la tuvo en vida, no dejando de oír todas las misas que celebraban en la
iglesia de San Francisco de la
Ciudad de los Ángeles, todo el tiempo de su enfermedad, hasta
que murió bienaventuradamente en el Señor. y está sepultado su cuerpo en el
mismo convento
JUAN DE TORQUEMADA
MONARQUÍA INDIANA CAPÍTULO LXXXIV
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