El abastecimiento a la mina 1
Los problemas de suministro de
elementos necesarios para la producción y, aún más, intendencia para abastecer
a tan numeroso colectivo humano, no productivo alimentariamente hablando,
supusieron una de las dificultades más graves a las que la administración de la
empresa tuvo que enfrentarse y que sólo pudo resolver con un fuerte y constante
apoyo de la administración real. Evidentemente, todo ello planteó la necesidad
de mas soluciones inéditas y absolutamente carentes de precedentes en este
país.
Una cuestión de importancia, a la
que sólo muy parcialmente podemos aquí dar contestación y que exigiría
profundizar más en las fuentes locales, seria conocer el grado de dinamización
económica en la comarca situada en torno que provocó la aparición de aquella
industria, de sus necesidades y de las de la población trabajadora y las
consecuencias que provoca una masa salarial muy importante volcada en su comarca,
positivas por la presión que la demanda pudo ejercer sobre el incremento de la
producción y negativas por el rápido incremento de precios, el
desabastecimiento y los desajustes que a su vez generaría lo súbito de la
aparición de un auténtico agujero de succión de toda una serie le bienes en una
zona deprimida como lo era la Sierra Morena extremeño-sevillana.
En primer lugar, la mina demanda
tres artículos esenciales para el buen desarrollo de a producción: madera y su
derivado, carbón vegetal, plomo como fundente en las operaciones metalúrgicas y
hierro para la muy elevada cantidad de herramientas, precisas especialmente en
las operaciones de arranque de mineral. El estudio de estos tres productos y
del trigo como bien esencial en las necesidades alimenticias de la población
trabajadora, pueden ser los mejores exponentes de la incidencia de la demanda
en la zona y en una la muy amplia.
El fundente, óxido de plomo o
plomo para ser transformado en él era un artículo en que el reino era entonces deficitario.
Plantea su abastecimiento por tanto mayores problemas que ningún otro. Además,
las minas más cercanas a Guadalcanal, las del sur Extremadura “la zona minera
denominada de La Serena atraviesan entonces por un momento de baja producción,
lo que obliga a buscar el suministro en otros y varios frentes”.
El consumo de plomo era alto, a
pesar de que era posible su reutilización; se calculaba 1557 en unos 2.520 a
2.800 quintales anuales —115.920 a 128.800 Kg. =— pero en 1558 se hablaba de 100
quintales al mes, es decir, unos 1.000 quintales a lo largo de un año de
fundición —46.000 Kg. "descenso de demanda que seguramente viene
producido porque se reutilizaba ya una parte del adquirido el año anterior. En
1556 se pedían 500 quintales a comienzos de agosto “para comenzar las fundiciones”.
Era evidentemente un consumo enormemente alto y ello obligaba a recurrir a
todas las fuentes posibles de abastecimiento existentes en el reino, cuya
producción se destina durante 10 años en una parte importante a surtir a
Guadalcanal, pero también a enjugar el déficit interior con aportaciones. En
1556 había esperanza de poder emplear el plomo de la mina real recién incautada
en Valverde de Mérida, pero la esperanza resulta casi inmediatamente fallida.
Ante ello, se envían comisionados a dos zonas entonces en producción: los
montes Toledo —se compra allí plomo de las minas de Madridejos y Consuegra— y el
valle Alcudia —el metal se adquiere en Almodóvar y Santofimia". A las
mismas fuentes recurre en los años siguientes, si bien en 1557 aparecen
cantidades pequeñas compras a mercaderes de Azuaga, Castuera, Cazalla, Capilla
y Fuenteovejuna, lo que indica la pequeña reactivación de la postrada minería
de plomo en esos lugares, estimulada por el tirón de la demanda de Guadalcanal.
Ahora bien, la demanda de la mina andaluza pera ampliamente las posibilidades
de la oferta de todas aquellas minas y es preciso recurrir a fuentes más allá
de las fronteras del reino. En 1556, la urgencia de la necesidad aprovisionar a
Guadalcanal y la falta de tiempo para organizar un buen canal de abastecimiento,
obliga a la Administración Real a recurrir al embargo de unas cuantas partidas
de plomo situadas en barcos surtos en los puertos de Cádiz y Sevilla y a
encargar con urgencia la compra de varias cantidades en Flandes, —una de ellas
de 10.000 quintas—, así como a adquirir diversas partidas en Medina del Campo y
Valladolid en el mercado libre, solución ésta última enormemente cara.
En 1557, el abastecimiento de
plomo extranjero se había logrado organizar a través la práctica de la contrata
al por mayor, lo que abarataba sensiblemente los costes. En 1559, se firma
acuerdo con Fernán López del Campo, conocido mercader, para que abasteciera a
la mina de 6.800 arrobas adquiridas en Flandes e Inglaterra, el primero gran mercado
europeo de los metales y la segunda importante productora. Mientras tanto, el abastecimiento
interior, deficitario, se hacía en los mismos lugares, con cierto predominio la
zona Azuaga-Hornachos.
El súbito impacto de una tan
fuerte demanda de plomo en un mercado muy poco dinámico, produjo en 1556 la
aparición de acaparamiento y especulación en los puntos de producción, tanto
con el plomo como con su óxido —almártaga—, a los que se retira del
mercado y se hace subir de precio de forma extraordinariamente con un resultado
inmediato de desabastecimiento. La decisión real está dentro de las pautas de
la época y produce resultados bastante dudosos: se expide orden a las
autoridades locales para que hagan dar salida al producto y le apliquen el “precio
justo”. Cómo se determinará la justeza del valor de un bien cuyo
mercado había sufrido una profunda transformación es un misterio que no nos es
revelado por la propia cédula real. La orden que la Corte enviaba al gobernador
del Campo de Calatrava, idéntica a la expedida para los alcaldes de Madridejos
y Consuegra decía:
“Yo he sido informado que después
que se descubrieron las minas de Guadalcanal (...) algunas personas
particulares desas dichas villas y lugares, sabiendo la nescesidad que hay para
ellos del almártaga que en esa tierra se saca de la, fundiciones que se hazen,
han comprado toda la almártaga que han podido para tornar a la revender, de
cuya causa se ha encarescido y no se puede hallar para fabricar y labrar el
metal que se saca de las dichas minas de Guadalcanal, de que se sigue mucho
daño y perjuizyo de la labor dellas. Por ende yo vos mando que cada uno de vos
en vuestra juridición os informeis y sepais a qué prescio valía la dicha
almártaga en esas villas y lugares antes que se descubriesen la,, dichas minas
de Guadalcanal y quien ha comprado después acá la dicha almártaga para revender
y a qué prescio; y proveais que con una moderada ganancia 1o vendan a Augustín
de Zárate mi criado (...) de manera que por falta della no se dejen de labrar y
fabricar (...) porque ansí conviene a mi seruicio”.
A los problemas de acaparamiento
había que unir los derivados del encarecimiento que en un material barato en
origen pero voluminoso y pesado producía el transporte así, un quintal que unos
contratistas habían comprado en Madridejos en 1556 por 240 maravedíes, lo
sirven en Guadalcanal por un precio de 575 maravedíes, ¡una elevación de más del 100 %!
De todas formas, la mejor solución
para el buen abastecimiento de plomo y su óxido a la fábrica era encontrar una
fuente de suministro propia que sirviera como complemento a las instalaciones
de Guadalcanal y de ello es consciente la administración desde el primer
momento. Fracasado el intento primero con Valverde de Mérida, siguen otros como
es el intento de acuerdo con el duque de Medina Sidonia, en cuyas tierras se
había denunciado una mina de galena en 1556, pero que también fracasa por la
pobreza de yacimiento. En 1557, el administrador Diego López escribía a la
Corte:
“Conbernía que V.M. mandase se
harmase otra fábrica en las minas mejores y más cercanas de metal pobre para
traello a ligar con este metal rico porque será grandísimo beneficio de la
hazienda”.
A la solución se llega cuando ya
Guadalcanal ha iniciado la decadencia, en 1564, con el descubrimiento de la
mina de “El Cotorrillo” entre los términos de Berlanga y Los Ahillones,
a muy escasa distancia de la fábrica guadalcanalina, explotada por la
administración real, considerada como subsidiaría de Guadalcanal y cuya
producción se destina enteramente al suministro de ésta, evidentemente a precio
de coste 123
He aquí, pues, un primer ejemplo
en que el efecto de la demanda de Guadalcanal es sólo positivo, multiplicador:
reactivación de una minería decaída y puesta en explotación de nuevas minas.
El segundo artículo sobre el que
la demanda minera es muy alta es la madera, empleada en entibaciones,
construcción y como combustible, tanto en su vertiente no transformada “leña”
como convertida en carbón vegetal. Y para entender los problemas que plantea el
aprovisionamiento de productos del bosque a las minas, es preciso hacer algunas
consideraciones previas respecto a la madera en general.
La madera es, y lo dijimos en
otro capítulo, un bien objeto de fuerte demanda en términos relativos, pero que
tropezaba con dos condicionamientos fundamentales; la escasez de reservas,
especialmente en el caso español y, empleada como fuente de energía, poder
calórico y energético. Frente a ellos, ofrecía una ventaja, la de tratarse de un
recurso renovable, teóricamente inagotable por tanto, a condición de limitar su
uso y su consumo al ritmo de regeneración del bosque, realmente bajo en el caso
de la España seca de una encina puede tardar más de 50 años en hacerse adulta;
si bien la madera es “reproducible capital”, su
reproducción no es fácil.
La necesidad de transformación de
la leña en carbón viene dada precisamente por la de la madera como recurso
energético; mediante la combustión incompleta de la leña fuera del contacto con
el aire, ésta se carbonizaba, perdiendo así materias volátiles, gases y humedad
contenidos en ella y adquiriendo un mayor poder calórico 124. Pero a la hora de conseguir
carbón, el bosque español planteaba un problema adicional de falta de idoneidad
carbonífera; la madera de nuestros montes genera un carbón vegetal de menor poder
calorífico que la de los bosques de la Europa atlántica y nórdica. Ello
provocaba un coste adicional en las actividades que demandaban energía en forma
de calor en el caso español frente al de las minas cuando se ubicaban al norte
de los Pirineos, además de un mayor consumo de madera en zonas donde precisamente
ese era un bien más
Vemos, pues, que los problemas
que aquejan a la madera en general como materia prima se ven agravados en el
caso español, ya que, si bien la predación del monte es una generalizada en las
sociedades a medida que aumenta la población y sus necesidades, aquí la
actividad humana se enfrentaba a una menor posibilidad de reproducción y a la
regresión provocada por la influencia del clima. La agricultura y la ganadería
han sido hasta nuestros días tradicionales enemigas del bosque; aumento de
demanda de productos agrarios y su consecuencia, nuevas roturaciones, y Mesta,
progresaron a costa de los montes peninsulares. Pero, además, ciertas
informaciones parecen revelar también una cierta “arborofobia” un tanto
gratuita, basada en creencias y costumbres arraigadas.
123 Sobre
abastecimiento de plomo a Guadalcanal, cfr. A.G.S. Contadurías Generales, Leg.°
3.072 s.f., cartas de la Princesa Gobernadora a la administración de la mina de
11 de marzo de 1556, 26 de mayo de 1556, 12 y 29 de julio de 1556. A.G.S.
Consejo y Juntas de Hacienda, Leg.° 28, fols. 27, 28 y 48; Leg, 31, fols. 43 y
47; Leg.° 43, fol. 125; A.G.S. Estado, Leg.° 113, fols. 2, 3, 4, 5, 6; Leg.°
114, fol. 63. A.G. Escribanía Mayor de Rentas, Leg.° 1, fols. 1 y 6.
124 La operación de carbonizar
la leña se efectuaba y se efectúa aún hoy en muchas zonas de España hemos
podido ver a carboneros practicándola en el oeste de la provincia de Salamanca
exacta-al que se hacía en el siglo XVI "colocando la madera en montones de
forma troncocónica que de tierra, en los que los expertos carboneros abren y
cierran". alternativamente respiraderos con controlar el proceso y conseguir una
carbonización lo más uniforme posible. Según cálculos que COLL MARTÍN, S.: el rendimiento en carbón de
las especies más comunes en la España del norte entre el 20 y el 23 %, si bien
las accesibles en el sur eran aún de menores posibilidades carboníferas COLL
MARTÍN, S.: “La minería del carbón en España...”.
De Minería, Metalúrgica
y Comercio de Metales
Julio Sánchez Gómez
Julio Sánchez Gómez
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