El asentamiento de los
trabajadores
Un colectivo de tal magnitud
reunido en torno a la explotación generaba una cantidad muy importante de
necesidades de vivienda, abastecimiento y asistencia sin precedentes en España. El yacimiento minero estaba situado
a una distancia de aproximad cinco kilómetros del casco de la villa, lo que
trae como consecuencia la formación allí de un poblado minero ex novo y el que
las actividades de la explotación incidan mucho menos en la villa andaluza, que
nunca se convierte en una “ciudad minera”, que Almadén, núcleo
que debe su existencia a la mina.
Aunque fuera durante un período
corto de tiempo —solamente diez años—, una fuerza de trabajo de en torno a
500-700 hombres, que en determinados momentos superaban los 1.000 e incluso los
1.300, suponen una aglomeración cercana a las 3.000 personas, muchos de ellos
estaban acompañados de su familia y administrativos, técnicos e incluso guardas,
disponían de un servicio, a veces numeroso. Además, los servicios, abastecimiento
y transportes requerían un colectivo numeroso de personas que los desempeñen amén
de
“infinitos bodegoneros,
vivanderos y alcahuetas que cometían muchas usuras encareciendo los
mantenimientos” 115
La mayoría de esta aglomeración —excluidos
los trabajadores avecindados en propia villa de "Guadalcanal" vivían en
un gran poblado de chozas situado fuera de las tapias que delimitaban la
explotación, construidas con paja y barro y en las que el fuego hacía presa con
facilidad y frecuencia, algunas veces intencionadamente, como en el caso de
buhoneros y vendedores, a quienes la propia administración de la mina incendia sus chozas y les obliga trasladar su
residencia al otro lado del arroyo. Los técnicos, vigilantes y destajistas
habitaban en verdaderas casas, situadas en la zona de explotación, en las que disfrutaban
de un espacio útil no demasiado reducido para la época —tres guardas, uno ellos
casado, compartían una vivienda formada por 6 piezas—. El personal de la
admiración habitaba un conjunto de casas formadas por más de 80 piezas, de las
que el mayor inconveniente era su situación en plena zona de trabajo,
exactamente en el gran corral donde se efectuaban las operaciones metalúrgicas.
La mayoría de las viviendas se
construían de un material tan fungible que en 1576, cuando se efectúan los
inventarios para la enajenación de las instalaciones, no quedaba rastro alguno
de las destinadas a los trabajadores. Sí permanecían, sin embargo, las destilas
a técnicos y oficiales, junto con todas las instalaciones de la mina, que
componían conjunto de gran extensión al que, con una enorme dificultad, hemos
podido reconstruir en plano a base de las informaciones documentales, ya que
una visita en la actualidad al lugar de las minas no permite descubrir rastro
alguno de las antiguas instalaciones, salvo las entradas de las galerías y
pozos y algunos restos de lavaderos de mineral construidos en los intentos de
reexplotación que se efectuaron el siglo pasado.
Toda esta población se abastecía
de agua en una pequeña fuente situada junto a las instalaciones fabriles, pero
que
“falta en el verano, aunque bien cerca
tienen agua (en el arroyo) de donde sienpre se ha proveido esta fábrica”
116
En torno a tan gran concentración
poblacional se desarrollaron todo un conjunto de actividades auxiliares
generadas por ella y por la propia actividad productiva de la fábrica. El orden
público se aseguraba mediante la existencia de la cárcel, a cuyo cargo estaba
un alcaide, funcionario de la administración a las órdenes del administrador y
del juez 117 y
necesidades de esparcimiento por la existencia de unos bodegones 118 que constituían el punto
habitual de reunión de los trabajadores fuera de los turnos de trabajo. En
febrero 1556, informaba Zárate:
“estas minas, como está dicho,
están a una legua de Guadalcanal y por residir en ellos mucha gente han algunos
puesto allí bodegones y hecho chozas para ellos donde residen de ordinario, y
por la sospecha que había de que se hazían hurtos de metal, se proveyó que los
dichos bodegones se alejasen de las minas y ansí lo mudaron algo lejos de
ellas, de la otra parte del arroyo que pasa cerca de ellas y tanbién está
proveido que los visiten muy a menudo para excusar los hurtos e fraude de los
metales”.
En ellos prohibida la práctica
del juego y la estancia de vagabundos, pero la reiteración machacona de órdenes
recordando la prohibición indica .claramente que se trataba de una práctica habitual;
como lo era también la prostitución, que no era perseguida y estaba prohibida
sólo en el recinto de las minas, posiblemente más por razones laborales que por
imperativos morales. Ejercían como prostitutas con frecuencia las propias
esposas jóvenes de los trabajadores de la mina. Para las posibles necesidades
de aquellos que residieran transitoria o eventualmente en la mina, la
administración de ésta construyó un mesón que luego adjudicó por contrata al
mejor postor 119
La mina generaba igualmente toda
una serie de actividades auxiliares que empleaban a un número muy considerable
de trabajadores. La elevada cantidad de herramientas utilizadas en la mina
precisaban de la existencia, en el momento de mayor auge productivo de cuatro
herrerías trabajando a pleno rendimiento, que de igual forma funcionaban cinco carpinterías
120
«en casi ninguna otra cosa
entienden, sino en calar de azero y amolar los instrumentos, y aún no dan
abasto»;
El transporte era, también una
importante actividad generadora de empleo. Tanto para el abastecimiento de
plomo, leña, madera y carbón, principales artículos de consumo en la actividad
productiva de la mina, como para el envío de la plata producida a Sevilla se
empleaban carretas tiradas por bueyes y mulas, si bien la aspereza de los caminos
obligaba en muchas ocasiones, especialmente en invierno, a sustituirlas por el
acarreo a lomos de los propios animales. Del estado de los caminos de acceso da
idea el que cuando el técnico alemán J. Wittenberger llega a las minas en 1556
procedente de la Corte, el administrador se ve obligado a enviarle a buscar a
Llerena con tres cabalgaduras, porque “entendió que las postas no podían llegar
con él a las minas”. Algo se solucionó después el mal estado de los
accesos en un amplio radio en torno a la fábrica, mediante la aplicación a su
arreglo de una parte de las penas pecuniarias impuestas por el juez de las
minas.
Al cargo del servicio de
transporté había un maestro carretero a cuyo cuidado se encontraban 128 bueyes
y un número indeterminado de acémilas 121. Dado que existían ocasiones
puntuales en que era preciso un incremento del transporte se recurría entonces
alquiler de los servicios de arrieros profesionales, lo que encarecía
extraordinariamente el costo de los portes ya de por sí muy elevados en la
época. Esta falta de autonomía de las propias empresas mineras para efectuar el
transporte recurriendo a sus propios medios llevó en ocasiones a graves
problemas de abastecimiento de artículos esenciales, caso por ejemplo de 1570,
en que por motivo de la rebelión de los moriscos en las Alpujarras se embargaron
todas las recuas de arrieros que recorrían la mitad sur del reino y la
dirección de las minas se encontró sin posibilidad de efectuar transportes, si
bien consiguió del Rey la consideración de caso especial l22.
115 Cfr.
GONZÁLEZ, T.: Noticia histórica..., vol. I, p. 367.
116 A.G.S.
Consejo y Juntas de Hacienda, Leg.° 265, s.f.
117 A.G.S.
Escribanía Mayor de Rentas, Minas, A.G.S. 8, fol. 2.
118 Respecto a
los bodegones, escribía la Princesa Gobernadora a Zárate en Febrero de 1556:
“En los bodegones que hay para
bastimento de la fábrica, debéis mirar y prover que no les pueda dar ninguna parte
de los metales y hazerlos requerir y visitar muy a menudo, apercibiéndoles que
si les hallare qualquier cosa dellos, por pequeña que sea, han de ser
castigados, y dareis orden que estén arredrados de los pocos y fundiciones y
lavaderos, y de la casa donde se han de guardar los metales”.
Cfr. A.G.S. Contadurías Generales, Leg.°
3.072, s.f., carta de la Princesa Gobernadora a los oficia Guadalcanal, de 24
de febrero de 1556. Sobre bodegones, cfr. A.G.S. Escribanía Mayor de Rentas. Minas, Leg.° 1, fol. 10 y A.G.S. Consejo y
Juntas de Hacienda, Leg.° 28, fol. 52. Sobre prostitución este último y A.G.S.
Consejo y Juntas de Hacienda, Leg.° 31, fol. 46; escribía el entonces administrador
Diego López:
“no hay ni ha habido en el recinto de
las minas) sino mugeres casadas y tan grandes bllezas que a los negros creo rogaban ellas".
En el recinto minero no se ha permitido
presencia de mujeres de dudosa reputación ajenas a los trabajares:
“sepa vuestra merced que vierto no hay
ni ha habido muger en estas minas soltera ni casadas con marido ausente ni ninguna que tal
alcahuetería hubiese menester, porque las que ha habido y hay son mugeres de
trabaxadores viejas y algunas mozuellas casadas tan grandes bellezas cuanto se
puede encareszer”.
Cuando el juez de las minas castiga a la
picota por alcahueta a una morisca mujer de un indio trabajador, de la
explotación, el administrador le desautoriza.
Otros servicios auxiliares de las
explotación en A.G.S. Consejo y Juntas de Hacienda, Leg.° 61, fc
En relación con la vivienda, la anarquía
de instalación inicial de los trabajadores se intentó solución mediante la
asignación de un lugar y la confección de una especie de plan de urbanismo que
raciono el asentamiento; en la instrucción a Zárate de mayor de 1556 ya se
realizaban estas previsiones:
“que haga pasar con toda brevedad todas
las chozas de los trabajadores que al presente las minas ha lugar que le tengo
señalado y le rreparten los sitios uno a uno y lo mismo con los que de nuebo vinieren”.
Igualmente, se reglamenta el
asentamiento de las actividades destinadas al solaz de los trabajadores “Que
quite luego los bodegones y tabernas de donde están y dexando solamente los que
les paresliere ser nescesario para probeher la gente que anda en las dichas
minas, les señale que ansy an de quedar sitios donde se pasen en la parte donde
tengo señalado. (...) Otro: ninguno tabernero ny bodeguero ny otro ninguno oficial
ny mugeres alcahuetas ny otra ni persona fuera de los que tienen cargo y officio
en las dichas minas y trabajan en la labor no pueden estar ny. rresidir (...)
sino fuere teniendo para ello licencia";
A.G.S.
Patronato Real, Leg.° 26, fol. 158.
119 A.G.S.
Escribanía Mayor de Rentas, Minas, Leg.° 1, fol. 2.
120 Cfr. A.G.S.
Estado, Leg.° 113, fols. 29 y 30. A.G.S. Diversos de Castilla, Leg.° 46, de
GONZÁLEZ, T.: Noticia histórica..., vol. II, pp. 216-217.
121 En 1561,
ante la necesidad de incrementar el acarreo de maderas para la construcción de
edificios, entibación y demás obras de las minas se compran en Anoche y El
Cerro (tierra de Sevilla), 50 bueyes a n precio de 6.500 maravedíes cada uno,
operación que asciende a un total de 325.000 maravedíes; cfr. González, T.: Op.
cit., vol. II, pp. 84 a 86. En 1564 había 28 acémilas y 4 mulas "no acierto a
entender a distinción", que se habían comprado en la feria de Villalón. Al
igual que para el transporte, también rara mover las máquinas se alquilaban
acémilas, aunque por parte del administrador se aconsejaba que, lada su
carestía "de 187 a 238 maravedíes diarios, sensiblemente más que un trabajador" y su menor eficacia se invirtiera en la compra de las necesarias:
“Animismo conviene que las bestias que
traen los yngenios sean de V.M. porque las de particulares ganan muchísimo y
hazen muy poco de andar aprisa o a espacio se pierde lo que no podrá V. Magd.
creer. Debría mandarse enviasen dos docenas de azémiles porque las que se
hallan alquiladas vienen tarde y vánse tenprano y son menester a todas oras y
una que falten se pierde más que vale”;
cfr. A.G.S. Consejo y Juntas de
Hacienda, Leg.° 120; Leg.° 52, fol. 90; Leg.° 31, fols. 43 y 62.
En 1563, la mina vendió en las gradas de
Sevilla 8 acémilas y 4 mulas, 2 de ellas a 22.500 maravedíes cada una; 2 a
12.250; 1 a 15.000 y 2 a 10.500. Las 4 mulas se vendieron en 15.513 maravedíes
cada una.
122 A.G.S.
Consejo y Juntas de Hacienda, Leg.° 103, fol. 12.
De Minería, Metalúrgica
y Comercio de Metales
Julio Sánchez Gómez
Julio Sánchez Gómez
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