(M.S. original mutilado, en 4º, letra del siglo XVII, 34 fojas.)
En este articulo, tal como se
inserta, hallóse entre los papeles del Sr. D. Bartolomé José Gallardo, y nos lo
ha sido facilitado por el Sr, Sancho Rayon, á quien tantos servicios debemos.
Por nota que tiene del famoso bibliófilo, se sabe que el manuscrito á que se
refiere existía en 1824, en la librería del lectoral Tríanes (sic), que antes
(en 1813) lo había visto en la de D. Antonio de la Torre, notario del cabildo de
Cádiz. Y de letra posterior hay otro reglón que ya echaba de menos los
maliciosos, diciendo secas: después me la
regaló a mí. G. - No ha parecido, sin embargo, entre sus papeles.
En cuanto á Guadalcanal y su
antigüedad, dista, en nuestro concepto, bastante de merecer los elogios que
Gallardo te tributa, ni por el lenguaje, ni por la investigación, que sólo en
lo que toca á las minas romanas es erudita y notable. Acaso el bibliófilo
extremeño la estimaría así con relación á la escasez que de estas interesantes monografías
se padece en nuestra común patria, y más principalmente á medida que nos
acercamos á su limite geográfico de Sierra Morena. Por esta misma razón, junto
con el respeto debido á su memoria, y por reparar en algún modo la pérdida
siempre sensible del manuscrito, insertamos íntegro su jugoso extracto,
despojándolo, como es natural, de la endiablada ortografía que, por no faltar á
su costumbre, le puso. Dice, pues, así:
“Guadalcanal, ilustre villa
del (corregido al margen, Extremadura en
el) maestrazgo de Santiago, provincia de León, ha corrido en su población y
antigüedad la desgracia...”
Y acaba en hoja rota: “El número de los hijos hidalgo, hombres
insignes en letras, armas, oficios y dignidades... y otras cosas memorables...”
No aparece el nombre del
escritor; pero en el folio 12-32 da señas de haber sido fraile franciscano,
acaso del mismo convento de Guadalcanal, y por el tono,
extremeño. Es pluma elegante y castiza. Escribía á mediados del siglo XVII.
La obra está escrita en discurso
seguido, y el paso vamos sacando de ella los apuntes siguientes:
“De Guadalcanal ignoramos no
sólo la primera fundación, sino lo que más es, el nombre que tuvo en aquellos
primeros tiempos (fol. 2). Llegó á pensar eque la (fundación) de esta villa fue
del rey Gerion que llamaron Avo, hijo del rey Hyarbas de Mauritania, por los
años de 1690 antes de Cristo. (Diod. sic.,
lib. v, cap. n; Pineda, 1ª' parte., lib. u, cap. VIIII, § 2.) Fundo este
pensamiento en tres conjeturas: la primera es lo que dice Diodoro Siculo, que
este rey Gerion fué el primero que descubrió los ricos minerales de la Sierra
Morena...
La segunda es los rastros que hallamos de aquellos tiempos en la
caldera que trae por armas la villa de Alanis, aludiendo, como dice su tradición,
á los caldeos, sus primeros habitadores, y á la lengua que entonces más que
otra se usaba en España. La tercera conjetura saco de algunas monedas de plata
antiquísimas, que, halladas cerca de Guadalcanal,
han llegado á mis manos, y tienen divisas y letras de las que usaban aquellas
primeras naciones que vinieron á poblar en España.”
¿Quién, pregunto yo, habrá andado algún monte de las sierras de Guadalcanal, que no haya hallado
rastros do estos edificios, algunas cuevas ó minas ciegas y asoladas con el
tiempo, curiosas piedras, ladrillos masaríes , que eran aquellos muy grandes y
anchos de que ya casi se ha perdido la memoria en España? Y en estos
tiempos se han hallado sepulcros en los campos de Guadalcanal hechos con
estos ladrillos. Pues estos indicios, ¿qué
hacen, sino persuadir el trato y comercio grande que aquellas naciones tenían
en nuestras tierras, y en particular de las que voy hablando? De quien hace
notable memoria Festo Avieno es de los masienos,
selvisinos, feroces y ricos: llama masienos á los de las comarcas del Almadén,
llamado Masia antiguamente , y por la destreza que tenían en hacer los
ladrillos masaríes; selvisinos llama a
los de Sevilla y su contorno; feroces á
los de Sierra Morena, y ricos á
los de la costa de Tarifa y Cádiz.
De la Sierra Morena ¿quién hay
que ignore sus riquezas? ¿No se ven hasta hoy en los montes cuneos de Ayamonte infinidad de
reliquias de los hornos y minas? Junto a Aracena y Aroche ¿no están los campos llenos
de deshechos antiguos, y en nuestros tiempos se ha tratado de refinarlos y
reducirlos á moneda? En las comarcas de Almadén ¿no brotan cada día plata los
mayores desiertos? ¿Guadalcanal no fué por excelencia, como después diré, el sitio más
rico de metales que se hallaba, y de cuyos efectos vino á heredar el nombre que
hoy tiene? ¿.Alanis y su contorno no fué donde el rey Gerion y sus caldeos
hallaron pozos de plata?... ¿El oro y la plata de las sierras de Córdoba no
fué de quien más caudal hizo Anibal (Sil.
Ital., lib. m) para llevar á Italia después de la guerra de Sagunto?...
¿Todas estas tierras no están contiguas á la provincia Turdetania? (Ac Turdetania, eique contigua regio...
Strabon.) Pues juzgue el desapasionado, y verá cuánta fuerza se hizo el que
pretendió persuadirnos que la región contigua á los turdetanos eran las
campiñas de Andalucía, y no las extremeñas de la Sierra Morena (fólio 6).
Plinio... haciendo memoria de
ésta región (libro XXXII, Cap. v; Diod., Sic., lib. VI, cap. 21) dice que aquellas
naciones antiguas, y mucho más los romanos, codiciosos del oro y la plata,
minaban por larguísimos trechos la sierra, horadando las mayores montañas, al
modo que en nuestros tiempos se ha visto en las minas de Averoja, en las de esta
villa de Guadalcanal; hoy día lo vemos en las minas del azogue en el
Almadén, y todas estas minas y otras están en Extremadura, y de ellas dice
Plinio que muchas veces se hundía la tierra y las peñas, perdiendo, los que en
los pozos trabajaban, la vida, quedando en ellas sepultados; que cargaban los
montes sobre arcos y bóvedas, y los pedernales que no se sujetaban al hierro,
el fuego y vinagre los vencía, y que la tierra que cavaban y las peñas de los
metales los sacaban en hombros de mano en mano; que hallaban en partes la
tierra más dura que las mismas piedras y la rompían con cuñas y almadanas, y acabada esta labor,
degollaban los arcos sobre que cargaban los montes, y al tiempo de caer hacia
señal la centinela que estaba en las cumbres, y él solo sentía cuando se
bajaban, y avisando que se apartasen, huían , y la montaña caía con mayor
estruendo y ruido que puede pensar hombre humano; y sin este trabajo, tenían
otro mayor, que era llevar los ríos acanalados para lavar la tierra que sacaban
, y para esto juntaban los montes, allanaban los collados, levantaban los
valles, y porque el agua les viniese á piso, la tomaban muy alto en las partes
que por naturaleza solos pájaros se podían tener, y por aquellas partes hacían
paso para ellas, colgando á veces los hombres por los riscos para que cavasen. ¡Espectáculo
horrendo y temeroso! Que en los más altos montes hacían estancos
cuadrados muy grandes para recoger las aguas, de que se hallan hoy algunos en
estas comarcas, como también las grietas y aberturas de los montes, que
conocidamente son de los que habla Plinio y Diodoro Siculo. Pues nada de esto
conviene á los llanos y campiñas de Andalucía, con que se entenderá cuán sin
fundamento lían querido privar á esta comarca de Guadalcanal de la gloria
que te dio naturaleza... (folio 7).
Para mayor connotación del
intento y probanza de este asunto, quiero traer á la memoria los inagotables
frutos, la multitud de ganados que se crían en los campos y sierras de Fregenal y Aroche y en las sierras que
llamamos Ardevalo, las deleitables
frescuras y la abundancia de frutos de Aracena, las montañas soberbias q ue por falta de agricultura están como vagabundas
y estériles, la provisión que se hace para cargar las flotas y para sustentar
el reino de vinos preciosos en Alanis,
Fuente Ovejuna, Constantina, Cazalla y Guadalcanal
(Inc. Mar. Sic., lib. n). La grande suma de aceite, cera, miel, grana, pez,
bermellón, almagra, tocinos y salsamenta, finos paños de lana, barros
curiosísimos de la ciudad de Salacia, hoy Salvatierra, cerca de Zafra, á quien
A. de Lebrija (lit. S.) pone entre los túrdulos junto á Mérida. Exportantur (dice) e Tardetania multum frumenti ac
vini , oleumque non multum modo, sed et optimum; prolerea cera, pix, mel, et coco
multus, et minisum, sinopica terra non deterius, tum salsamenta copiosa, quondam
etiam, multum vestium ad vehebatur, nunc lanas, coraxorum lana prestantiores,
longeque pulcherrime, tum summé, terina texto, que saleratae efficiunt, etc
(sic) (Estrab., lib. III). Y despues dice: Cum autem tot bona suppeditent ,
non leviter sed vel oprime observet, mireturque aliquis quod íta ferax
metatlorum est (sic) (fól. 8).
Son conocidas las ovejas y demás
ganados que de verano se apacientan en las riberas y ríos que entran en Guadalquivir
desde la ciudad de Córdoba á la de Sevilla por la parte de las sierras, que son
Guadarroman, Guadiato, Bembezar, Guadalora, Retortiilo, Guadalvacar, Viar y
Güelva, cuyos arenales deslumbran á la vista del sol á quien pasa por ellos, y
los ganados queso abrevan en sus riberas, se tiñen con las mismas arenas de
color de oro (61. 8).
Catalogo razonado y crítico de
los libros, memorias y papeles, impresos y manuscritos que tratan de las
provincias de Extremadura
Compuesto por D. Vicente
Barrantes (Diputado a Cortes, Caballero de Cristo de Portugal, 4º Oficial del
Consejo de Estado).
Imprenta y Estereotipia M. Rivadeneyra
Madrid, edición 1865
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