Polvo y viento entre las jaras
Cuando el caminante regresa de las tierras, de las casas y las cosas de Guadalcanal, lleva en su memoria un recuerdo bonito.
Cuando el caminante regresa de las tierras, de las casas y las cosas de Guadalcanal, lleva en su memoria un recuerdo bonito.
Al doblar la Cruz del Puerto, mira tal vez hacia atrás, y allí al fondo, está Guadalcanal, derramando en el hueco que forman dos sierras, como una mancha de cal que reverbera al sol de la mañana.
Al fondo, la Iglesia de Santa María ¿hay nombre más hermoso en el mundo?, su asimétrica fachada y su torre gris, perdida en la neblina tempranera. Y el borrón verde y fresco de la enorme masa de los arboles del Palacio. Delante Santa Ana, un templo sin piropos, rompeolas de los vientos, con el pueblo entero a sus pies.
Si, Guadalcanal se nos queda en el recuerdo. Ningún otro pueblo de la sierra andaluza está puesto en un sitio tan bonito, ni tiene sus calles, ni su limpieza relumbrona, ni su aire, ni su gracia serena en cada rincón de sombras.
Al fondo, la Iglesia de Santa María ¿hay nombre más hermoso en el mundo?, su asimétrica fachada y su torre gris, perdida en la neblina tempranera. Y el borrón verde y fresco de la enorme masa de los arboles del Palacio. Delante Santa Ana, un templo sin piropos, rompeolas de los vientos, con el pueblo entero a sus pies.
Si, Guadalcanal se nos queda en el recuerdo. Ningún otro pueblo de la sierra andaluza está puesto en un sitio tan bonito, ni tiene sus calles, ni su limpieza relumbrona, ni su aire, ni su gracia serena en cada rincón de sombras.
Tiene
vida. A la vuelta de sus años, tiene afanes de ser y se crean en él, mal que
bien —como
hacemos las cosas los hombres— sus grupos y su cooperativa olivareras,
sus fábricas, sus escuelas, su piscina. ¿Quien
dijo que Guadalcanal se nos va de entre los dedos, como se va el agua clara? ¿Por qué? ¿Que no tienen porvenir los pueblos de la Sierra? La marcha de
tantas familias, ¿no puede entonces
detenerse?. Cierto que no se puede luchar contra corriente. ¡Pero aún podemos hacer tantas cosas si
queremos!
Bastaría
aceptar nuestra responsabilidad común de buen ciudadano. Porque cada pueblo, cada
ciudad, es lo que sus hombres quieren que sea. Y aquello de “amaos los unos a los otros”, el viejo
mandato evangélico, quiérase o no, aun sigue siendo un mandato en vigor. El
canto legendario de los Ángeles en Belén, "Paz
en la tierra a los hombres de buena voluntad” puede oírlo cualquiera que
sepa escuchar dentro de sí, como si el eco de aquellas votes azules, retumbase
en el valle, entre las montañas de las sierras, como un grito de amor en esas mañanas
de cristal, cuando el pueblo se despereza y los caminos regados por la
escarcha, tintinean al paso cansino de los animales de labor.
Entonces,
¿es tan difícil la buena voluntad,
amarnos un poco?, ¿Tan poca cosa somos, tan poco valemos que hemos convertido
en enemigo a nuestro propio compañero?
Guadalcanal
conoció épocas florecientes, por encima de los movimientos migratorios y de las
circunstancias, hace ya muchos años, y muchas generaciones, que Guadalcanal
sigue allí, aferrada a las tierras agrestes de su paisaje. Millones de pies, a través
de los siglos, hicieron sus caminos transitables. Y al alborear de cada día, se
abren a la vida, las flores de las cequias, las mieses de los campos, y los
ojos de su gente. ¿Desaparecerán alguna
vez? ¿Dejará de haber hombres y mujeres en Guadalcanal?
Tal
vez, cuando el viajero que atraviesa la serranía,
arribe un atardecer, a los cerros más altos de la Sierra del Agua, allí al
fondo solo queden ruinas y sea el viento su único compañero rebotando entre las
penas.
Tal
vez unas pocas piedras carcomidas serán lo que quede de La Iglesia de Santa
Ana; y al fondo (donde tantas risas de niños
hay todavía en las alegres tardes del verano), unos troncos secos,
enhiestos, milenarios, recuerden el antiguo emplazamiento del Palacio.
Nosotros
no lo veremos así, pero entonces, Guadalcanal solo será eso: polvo y viento
entre las jaras. Será la señal de que solo polvo y viento hemos sembrado.
PLACIDO
DE LA HERA
Revista
de Feria 1973
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