A
modo de epílogo (final)
Quisiera
terminar esta sencilla como intranscendente historia de la que fuera
una perra realmente excepcional en la modalidad de la caza menor “a
rabo”
- llamada también “al
salto”,
“a
mano”
o “guerra
galana”
- con una especie de Epílogo, exponiendo lo que me contara, en una
conversación casual y como al paso, mi buen amigo e insigne
Catedrático de La Facultad de Veterinaria de Córdoba, Don Rodolfo
Aguayo, en torno a esta específica raza de canes, un día en que nos
encontramos fortuitamente y después de llevar un tiempo sin saber el
uno del otro, ni el otro del uno, en el histórico barrio de Sevilla
de Santa Cruz.
Nos
habíamos conocido y, a su vez, habíamos hecho una estrecha amistad
en la soberbia finca de caza mayor de Navadurano,
en las sierras cordobesa de Hornachuelos,
a la que habíamos sido invitados a una montería por nuestro común
amigo, el gran escritor cinegético Isidro Escote (q.p.d), pues en
ella, desde su abuelo, el mítico Diego “El
Sereno”
habían venido siendo, a guisa de herencia familiar, perpetuos y muy
prestigiados guardas jurados algunos de los miembros más directos de
la familia, y que, a la sazón, era uno de los hermanos de nuestro
buen amigo, el mencionado Isidro.
Fue
en tal encuentro y después de nuestro muy efusivo saludo, cuando, al
parecer, me faltó tiempo, para ponerle por las mismas nubes a mi
Diana, que por esos días, precisamente, se encontraba en la cúspide
de su fama como cazadora de la más alta categoría, y es que además
sabia que para Don Rodolfo, más aficionada a la caza menor que a la
mayor, esto de ir a rabo de un buen perro con la escopeta en ristre,
era el no va más en eso de su afición a la cacería.
Más
o menos, me vino a decir – por lo menos en el fondo, si es que no
al pie de la letra – que hubo un cierto tiempo, (quiero
recordar que concretizó que en el de los dominios de Hitler)
en que los alemanes se llegaron a creer que pertenecían a una raza
de especial élite dentro de las razas humanas, a la que llamaron la
“del
hombre kaloskagazos”,
contracción de los adjetivos del griego clásico “Kalos
kai Agazos”,
cuya traducción literal al Castellano es “Hombre
(Mujer) Bello y Bueno”, refiriéndose en cuando a lo de “Bello”
al cuerpo, y en lo de “Bueno”,
al alma.
Los
que tomándolos en su sentido más profundo y filosófico, qué duda
puede caber de que retratan, por sí solos, la perfección sin
límites de un ser humano.
Pues
bien.- Continuó exponiéndome.- que después de esta escueta
introducción, que creyó necesaria, para lo que quería decirme
acerca de esa perra que, según, veía en mi me tenia totalmente
cautivado, estos alemanes, al parecer, de la mano de esta su tan
singular creencia acerca de su insuperable raza, se propusieron
crear, asimismo, algunos animales, especialmente domésticos, en su
más perfecta naturaleza y siempre acorde a los objetivos que en
ellos se proponían y, por descontado, de forma absolutamente
artificial, basándose, por supuesto, en las más adelantada
tecnología y ciencia veterinaria. Y lo consiguieron, creando,
concretamente, dos razas de perros, hoy admiradas y famosas en todo
el mundo:
La
del “Doverman”
y la del “Bracco”,
siendo precisamente a esta a la que pertenecía mi muy loada Diana, y
que, consecuentemente, estas dos razas de animales no pertenecían a
la creación “del
que todo lo fizo”,
o sea a la del Dios- Creador, sino al ingenio y técnico artificio de
la inteligencia de esa privilegiada natura humana de los alemanes.
Eran pues dos seres vivos, paradójicamente, artificiales.
Que
a base de una muy estudiada selección de genes, procurando reunir en
ellos las más distinguidas cualidades de cada una de las diferentes
razas caninas seleccionadas para ello, concentrarlas en una concreta
especie de can y siempre con vistas al objetivo con el que era
creado, y así, en tanto en El
Doverman
– que significa.- Apostilló.- “asesino
de hombres” –consiguieron
reunir los instintos más criminales del lobo; la agresividad y el
sadismo del chacal; la perversidad del perro asilvestrado; la
dentadura fuerte y poderosa de un mastín de Los Pirineas; la
ferocidad del Danés; la cabeza corta y maciza y de presa del Dogo e,
incluso, los instintos traicioneros del salvajes Dingo australiano,
pues bien.- Se ratificó y añadió sin cambiar aquella su manifiesta
actitud de hombre de cátedra con la que me estaba hablando.- si en
este perro, “matador
de hombres”,
consiguieron sus objetivos plenamente, en esta otra raza de mi perra,
asimismo alcanzaron en su plenitud una raza de can, reuniendo en su
artificial creación, las más selectas cualidades requeridas para
que fuera el número uno en la actividad cinegética, que era para lo
que fue creada: resistencia, fidelidad y nobleza del San Bernardo;
los vientos y el rastreo del sabueso de San Humberto; la muestra del
Pointer y el Spaniel; el primitivismo del Samoyedo de los indios; la
inteligencia del Bull-Dog; el cobro del perdiguero de Burgos; la boca
blanda del Seter inglés, la habilidad de Lebrel, como para resistir
y desenvolverse como una pluma por los más abruptos parajes que le
echaran.
Pues
dicho queda, y por mi parte, tan conforme, si es que no también y a
su vez, tan orgulloso, por lo que, ahora sí que ponemos el punto y
final, totalmente complacido, a nuestro libro con un “amen
Jesús”.
Vida,
Obras y Milagros de una Excepcional Perra de Caza
©José
Fernando Titos Alfaro Nº Expediente: SE-1091 -12
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