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III.- Mitos sobre el nombre y el
origen de la villa de Guadalcanal
Aun teniendo la certeza de que el
territorio guadalcanalense fue habitado desde tiempos remotos, ignoramos cuándo
fue la primera fundación de esta población, ya que no existen documentos ni
referencia alguna que lo acrediten.
Esta falta de información es
debida a la ausencia de estudios sobre la zona y al escaso rigor científico de
las existentes. Es por ello por lo que la mayor parte de las opiniones que se
han vertido sobre el nombre y origen de nuestra villa, emitidas tanto por
eruditos locales como por autores de prestigio y basadas en su mayoría en
fuentes antiguas, deben ser tomadas con mucha cautela e incluso rechazadas
hasta tanto no se realicen investigaciones serias y profundas sobre dichas
cuestiones.
Sin embargo, creemos que estamos
en la obligación de presentar aquí los escasos datos y apuntes que hemos
encontrado al respecto, sin entrar a valorar su veracidad o plausibilidad,
puesto que, de un modo u otro, han recreado una idea del pasado, de la historia
y del origen de nuestro pueblo, que se ha proyectado en nuestra conciencia como
guadalcanalenses y ha pasado a formar parte indisoluble de nuestras
identificaciones colectivas.
Una de estas hipótesis se remonta
al siglo XVII a. C., en época del rey Gerión, al que llamaban Avo, hijo del rey
Hyarbas de Mauritania. Según Diodoro Sículo, fue este mítico rey tartesio el
primero en descubrir los ricos minerales de Sierra Morena, siendo Guadalcanal,
por excelencia, el sitio más rico de metales que existía en todo su entorno,
donde éste rey Gerión y sus caldeos hallaron ricos pozos de plata.
Mapa de la Beturia céltica |
Otros autores consideran que la
villa fue fundada por los fenicios. Estos hábiles navegantes, de origen
cananeo, procedentes del Asia occidental, fueron los primeros en establecer
relaciones comerciales con los tartesios en el sur peninsular, fundando
importantes colonias: Sevilla, Cádiz, Almuñécar, Córdoba... Se extendieron por
toda la provincia y propagaron su alfabeto, llegando a nuestro pueblo, que
fundaron en el siglo VIII, hace unos dos mil ochocientos años, donde permanecieron
largo tiempo explotando su riqueza minera, hasta que llegaron otros pueblos
colonizadores que lo ocuparon.
No es de extrañar que sus
sucesores, los cartagineses o púnicos, conocieran la extraordinaria riqueza de
Sierra Morena y utilizaran la plata beneficiada de dichas minas para financiar
los enfrentamientos bélicos con el pueblo de Roma. De hecho, existen noticias
históricas que confirman este extremo, por cuanto Aníbal transportó a Italia,
una vez concluida la guerra de Sagunto, un gran caudal de plata y oro extraído
de las minas de plata existentes en la serranía cordobesa.
Otros estudios apuntan la
hipótesis de que fueron los iberos los primeros fundadores de Guadalcanal,
situando su emplazamiento primigenio en el sitio del Cerro Monforte, a una
legua de donde hoy está situada la villa. Se trata de un importante enclave
arqueológico en el que se localizan restos de distintas culturas pasadas. Fue
allí donde se encontró una piedra con una inscripción dedicada al emperador
Marco Aurelio. No faltan aquellos eruditos que, sobre la base de los restos
romanos localizados en este cerro, indican que nuestra villa se llamó Mons Fortis, “Monte Fuerte”, en clara
referencia a la importancia geoestratégica y militar que supuso este
asentamiento para la dominación del territorio guadalcanalense. De hecho,
existen noticias del hallazgo de monedas de plata muy antiguas cerca de
Guadalcanal con divisas y letras de las que usaban aquellas primeras naciones
que vinieron a poblar nuestra zona, y que no es otro que el alfabeto ibérico.
Otros estudiosos, entre los que
se encuentra Rodrigo Caro, basándose en la Historia
Natural de Plinio (23-79 d. C.), aseguran que la fundación de Guadalcanal
fue a cargo de los celtas beturienses en el siglo V a. C., a la que denominaron
“Tereses”,
nombre que se mantendría durante la dominación romana.
Sin embargo, estudios posteriores
(Canto, 1993 y 1997) han demostrado
que la población nombrada por Plinio
como “Steresibus Fortunales” es
errónea, y en su lugar hay que leer “Siarensibus Fortunales”: “El cuarto caso contrastado es el de los
Steresibi/Teresibi Fortunales. Fue el Padre Fita quien propuso ya su corrección
en Siarenses, Siarensibus, cuando publicó en 1897 el epígrafe del Arahal
(Sevilla), al que ya me he referido. El nombre Procedía, efectivamente, del
topónimo Siarum/Searo». Dicha autora identifica Montemolín, al este de
Llerena, con la Siaro céltica.
Cerro Monforte |
También ha habido quienes,
siguiendo al geógrafo griego Estrabón
(63-21 a. C.), entre los que se encuentra fray Andrés de Guadalupe, han escrito que en el siglo 1 antes de
Cristo nuestro pueblo ya era conocido desde tiempo inmemorial por su riqueza
minera, pudiendo fechar su fundación, en tiempo muy antiguo, con nombre de Sisipo.
Sin embargo, Estrabón no dice
nada de esto, como lo demuestra García y
Bellido en su transcripción de la obra de este insigne geógrafo. El párrafo
al que nos referimos expone textualmente: “En las comarcas de Ilipa y Sisapon, tanto
la antigua como la moderna, existe gran cantidad de plata” García y
Bellido hace una interpretación muy diferente de la expuesta más arriba y
dice textualmente:
Sisapón, la antigua y la moderna; deben referirse con ello a la ciudad
ibérica y a la romana. En todo caso parece poderse asegurar que se trata de
Almadén (suroeste de la provincia de Ciudad Real), cuyas riquísimas minas de
azogue eran explotadas ya en la antigüedad. Una cita de Theóphrastos (siglo IV
a. de 7.C.) sobre el cinabrio de Iberia debe referirse a la de Almadén. Plinius
y otros también hablan de él. Era y sigue siendo una de las minas de mercurio
más ricas del mundo. (García y Bellido, 1980: 73.)
También Sisip (Sisapón) es nombrada por
Plinio, tras Arsam (¿Azuaga?), Mellariam (Fuente Ovejuna), Mirobrigam
(Capilla) y Regina (Reina), aunque A. M. Canto duda sobre su localización
en Almadén de la Plata por falta de datos arqueológicos (Silliers, 1980: 49-57), y sitúa Sisapo Nova en el
yacimiento iberorromano del Cerro las Monas, indicando que la Sisapo
Vetus podría hallarse en un yacimiento próximo al anterior. En
cualquier caso, la Guadalcanal romana se encontraría situada en la Beturia túrdula, y no en la céltica.
Otros autores, siguiendo la Geografía de Ptolomeo, le asignan el
topónimo de Canaca o Canani, remontando su fundación a la etapa de las
invasiones bárbaras: alanos, suevos y silingos, que la tomaron a los romanos.
Sin embargo, la situación de esta población en el mapa de la Hispania romana
según las indicaciones de Ptolomeo,
se encontraría en el extremo suroeste de la provincia
Bética, lindando con la lusitana y, por tanto, alejada de nuestro pueblo. El
actual topónimo de Guadalcanal parece tener un origen medieval, como lo demuestra
el trabajo de Asín Palacios, quien lo
transcribe del árabe como Wádi-al-Kanal (Asín, 1940). En este sentido, Mª
Dolores Gordón, en su estudio lexicológico sobre los topónimos de la Sierra
Norte de Sevilla (1988), indica que Guadalcanal es un hibridismo del
árabe y del romance, es decir, se ha colocado, junto a la palabra árabe “Wadi”,
que significa “río”, el latinismo
arabizado “Kanal”, que significa
canal (al-Kanal, el canal').
Esto daría argumentos a favor de
la hipótesis de aquellos autores que mantienen la idea de la antigüedad de la
villa, remontándola a la época iberorromana, por cuanto la segunda parte del
topónimo Guadalcanal procede del latín y puede referenciar el sistema de
explotación minera descrito por Plinio y que consistía en horadar montañas
mediante un sistema de canales (“canalis”
o “cananis”) para la extracción del mineral.
A pesar de todos los datos
aportados, en realidad no existe en la actualidad ninguna certeza acerca del
origen y del nombre primitivo de nuestra villa.
Torre de Santa María |
Siendo este lugar el más preciado
de toda la región por su riqueza minera, no tardaron los musulmanes en ocuparlo. Invadieron Guadalcanal
a principios del siglo VIII sin que nadie les ofreciese resistencia, permaneciendo en él
alrededor de seis siglos.
Los procedimientos que utilizaron
para sacar el mineral, fueron los mismos que emplearon los romanos. De esta forma,
se enriqueció el pueblo mahometano con
las grandes cantidades de plata y oro que sacaron de las entrañas de la tierra,
fabricando armas y gran cantidad de objetos que se adornaban de incrustaciones
Con estos ricos metales.
Construyeron el alcázar junto a
las murallas que rodeaban la villa, al sur, en el sitio del Palacio, donde más
tarde se construirla la iglesia de Santa María de la Asunción sobre restos de
la fortificación. Su mezquita principal se encontraba en el extremo norte de la
villa, en el lugar donde hoy se levanta la iglesia de Santa Ana.
Al nombre que los romanos le pusieron
a nuestro pueblo, “Canalis”, refiriéndose a los canales que construían para traer
el agua al sitio donde lavaban los minerales que sacaban de las montañas, los
árabe le pusieron el vocablo “Guad”,
que en su lengua significa “rio”, por lo que se deduce que, uniendo los dos vocablos, resulta “Guad-Canalis”,
que derivaría en Guadalcanal.
Torre de Santa Ana |
Muchos fueron los intentos
cristianos por conquistar Guadalcanal, y, aunque hubo bastantes victorias, no
fueron menos las derrotas. Tenemos noticias de la primera victoria cristiana en
tierras de Guadalcanal protagonizada por Fernando
I el Grande en 1064. Efectivamente, este monarca, rey de Castilla y León,
entró con sus huestes procedentes de Extremadura en la villa de Guadalcanal y
la tomó, aunque al poco tiempo volvió a estar en manos de los musulmanes.
También Alfonso VI, en su
contienda contra los musulmanes, realizó sendas incursiones sobre el reino de
Sevilla, atravesando el puerto de Guadalcanal desde tierras extremeñas y
tomando la villa para el bando cristiano. Sin embargo, esta dominación duró muy
poco, ya que Jussef Abu-Jacub volvió a
ganarla para el bando musulmán.
Tenemos noticias de que en 1185
Alfonso VIII realizó una campaña militar sobre tierras andaluzas, partiendo de
Toledo con un numeroso ejército, pasando por Talavera y con- quistando Trujillo
y algunos lugares de La Serena, también
Berlanga, Valverde y Guadalcanal, paso obligado para atravesar Sierra
Morena y llegar a Sevilla. Alfonso VIII regresó victorioso y descansó en
nuestra villa. Una vez repuesto, se dirigió a Reina, cuya fortaleza aún estaba
en poder de los musulmanes, siendo el castillo más grande de la región, al que
puso cerco y tomó por combate.
En el año 1231, Guadalcanal y
Reina volvieron a caer en manos de los musulmanes. Las razones de esta continua
conquista y reconquista de ambos lugares se deben a su gran valor estratégico
para la defensa militar del territorio de frontera, siendo por ello muy
disputados por ambos bandos.
Copyright.- Rafael Rodríguez
Márquez
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