En el año 1241 es conquistada
nuestra villa por los caballeros de la Orden de Santiago, institución
religioso-militar que llegó a ser la más importante orden de caballería que
existió en la Península Ibérica.
En 1239 celebró la citada Orden
capítulo general en la ciudad de Mérida, presidido por el XV Maestre don
Rodrigo Íñiguez, donde se acordó conquistar algunas plazas importantes que aún
quedaban dominadas en poder de los árabes en la fortísima Extremadura.
El Maestre don Rodrigo Íñiguez
mandó juntar todos los caballeros de su Orden y un gran número de gente a
sueldo, salió de la ciudad de Mérida para hacer la guerra y conquistó todos los
lugares y pueblos que salían a su paso, entre los que destacamos Almendralejo,
Usagre y Llerena. No pudo tomar el castillo de Reina por su gran fortaleza y
resistencia, por lo que decidieron poner sitio a Guadalcanal consiguiendo la
rendición y entrega de la villa por su guardador el gobernador Axafat, que era
caudillo de Sevilla, siendo el más importante y poderoso en la frontera de
cristianos este año de 1241.
Ya con esto quedaron los musulmanes
muy mermados y, viendo que en el año 1246 la villa de Carmona se rendía al
ejército del Santo Rey, se fueron a ofrecerle vasallaje a los habitantes del
castillo de Reina y Constantina, con lo que desapareció el poder musulmán de la
nación extremeña.
Después de la conquista de
Guadalcanal, quedaron algunos judíos que vivieron en el barrio de Santa Ana y
en la calle de la Morería, teniendo sinagogas en el ejido (actual Paseo del
Coso).
El rey San Fernando dio Guadalcanal a la Orden de Santiago e las demás
tierras de la conquista e desde entonces tomó por arma un canal e dos dagas á
los lados e así su escudo hoy las usa. (Carrasco, 1988).
Cuenta la tradición que una de
las batallas disputadas entre moros y cristianos, cerca de Llerena, al sitio de
Calera, mandaba a los caballeros de la Orden de Santiago el Gran Maestre de la
Orden Pelay Pérez Correa. Peleando muchas horas sin conocerse la victoria,
quedando poco tiempo de sol y siendo el día de Nuestra Señora, se encomendó el
Maestre desde la montaña más alta a la Virgen María diciéndole: “SEÑORA,
DETÉN TU DÍA”, y a sus ruegos se detuvo milagrosamente el sol hasta que
él, con sus cristianos, quedaron vencedores. Esto sucedió el 8 de septiembre de
1247, y la batalla fue contra las tropas de Almafot.
En memoria de esta victoria, se
dio nombre a un arroyo donde sucedió la batalla, “Matamoros”, y en lo alto
de la montaña más alta, con 1.100 metros de altitud, mandó edificar el Maestre
una iglesia bajo la advocación de “Nuestra Señora de Tentudía”, en la
que está enterrado el dicho Pelay Pérez Correa, que murió el 8 de febrero de
1275.
Este Maestre intervino en la
conquista de nuestra villa junto con Rodrigo Iñiguez, y, en conmemoración y
recuerdo de este suceso, Guadalcanal le
dedicó dos calles: Pérez Correa, hoy Ortega Valencia, y Tentudía, actualmente
Dr. Antonio Porras.
Después de la toma de Guadalcanal
por la Orden de Santiago, la villa fue incorporada a la vicaría de Santa María
de Tentudía, dependiendo del priorato de San Marcos de León, con sede judicial
en Llerena.
El 6 de junio, de 1395, el
Maestre de Santiago don Lorenzo Suárez de Figueroa le concedió derecho a
nuestra villa a tener vicario independiente de Tentudía, al que acudiría en
apelación, privilegio que le fue confirmado varias veces, la última por
Fernando VI el 28 de septiembre de 1753. Al suprimir el pontífice Pío IX las
jurisdicciones exentas, quedó la villa sometida en lo eclesiástico al arzobispo
hispalense.
VI.- La muralla y el castillo de
la Encomienda
La fortaleza de la villa o
alcázar ocupaba la actual iglesia de Santa María de la Asunción y el Paseo del
Palacio; los sitios fuertes de defensa exteriores estaban situados en la
fortaleza del Monforte y en el castillo de Reina, para defenderse de los
continuos ataques que se producían.
Desde muy antiguo, el pueblo
estuvo fortificado, rodeado de murallas, y tenía
cuatro puertas: la de Llerena, donde terminan las calles Camacho (hoy López de
Ayala) y Granillos; la de los Molinos, al final de la calle Luenga; la del
Jurado, en el principio de la calle San Francisco, o sea, y la de Sevilla, al
término de la calle Diezmo (hoy Antonio Machado).
Existía un foso denominado “la
Cava” que cubría el trayecto desde la puerta del Jurado a la de
Llerena, y, según hemos podido averiguar, junto a las murallas corría un arroyo
en todo su recorrido.
Las referidas murallas fueron obra de los almohades. En el siglo XI se
extendían desde la puerta de Llerena, por la Cava y el pilar, hasta la puerta
del Jurado, continuando por la calle de las Huertas a la puerta de los Molinos,
siguiendo hacia el Paseo del Palacio, Almona, calle San Sebastián, Concepción
(antes Olleros), al Pozo Berrueco, para unirse a la puerta de Sevilla, que,
siguiendo por la calle Juan Pérez arriba, hacia la iglesia de Santa Ana y calle
del, mismo nombre, se unía con la puerta de Llerena.
Las murallas fueron derruidas en
el siglo XVI por mandato de Carlos 1.
Según Aurora Ruiz, las primeras
noticias de la encomienda de Guadalcanal se contienen en un documento de 1313,
aunque será en 1494 cuando se hable por primera vez del “castillo”:
E después de esto visytaron la persona de don Fadrique Enriques,
comendador de la dicha Guadalcanal, e la casa con su castillo declaradas en su
lugar en este libro. (Ruiz,
1985: 91.)
Aunque no se sabe qué
distribución tenía el castillo, sí se sabe qué remodelaciones sufrió entre 1498
y 1549. De su interior podemos decir que, una vez atravesada la muralla, nos
encontrábamos con un gran corral que, a través de un zaguán, daba acceso a un
patio porticado con pozo y dos corredores bajos, uno con cuatro arcos y otro
con dos, en torno al cual se situaban las dependencias.
A partir de 1549 comienza una
profunda remodelación de la ciudadela, convirtiendo el huerto en un palacio de
nueva construcción. En la figura adjunta podemos observar la estructura interna
del castillo una vez finalizada toda la obra en el año 1604 (Ruiz, 1985: 97).
El muro del castillo estaba
almenado y poseía saeteras en la zona norte, donde se situaba la puerta
principal. En las zonas este y oeste existían otras dos puertas de acceso.
También tenía una coracha y un torreón.
Este castillo volvió a reformarse
entre 1604 y 1690, cuando en el muro de la entrada principal se abrió un
corredor de dieciséis arcos pequeños para comunicarlo con la iglesia de Santa
María mediante una terraza.
El castillo se conservó intacto
hasta 1690, pero, debido a su progresivo deterioro, el Consejo de las órdenes
dispuso demoler su interior vendiéndose los materiales en pública subasta, con
cuyos beneficios se compró otra vivienda principal en la calle Granillos.
Hacia 1766, solo quedaba la
muralla con la arquería en los alrededores de la plaza Mayor.
Copyright.- Rafael Rodríguez
Márquez
No hay comentarios:
Publicar un comentario