El Chepa
Un Reclamo de Perdiz de Capricho
y Caprichoso
Quinta parte.-
Y el feliz y anhelado día de la
apertura de la veda de “la caza del pájaro” llegó, pero, de momento, el
extremeño quedó a la espera de los días de mayor celo y siempre al acecho de las
mejores y más propicias condiciones de todo tipo, que un puesto puede ofrecer,
para el debut de un catecúmeno.
Mucho y bien han escrito
conspicuos y sabios pajareros sobre "el
cuándo", "el cómo", "el cuánto" y "el dónde"
se debe cazar a un pollo de un celo, aunque cierto es que no siempre yo
estuve en total acuerdo, por lo que, de todo lo que han dicho, siempre procuré
espigar lo que está más acorde con mi propio saber y entender, formándome así
mi personal doctrina sobre el particular, y que siempre procuré seguir al pie
de la letra.
Expongamos pues, aunque sólo sea
a vuelapluma, lo de los unos, lo de los otros y lo de mi propia cosecha.
En lo referente al
"cuando", hay puntos en los que la coincidencia es unánime, como el
que el tiempo sea de lo más bonancible y sereno, estando entre sus más
apetecibles características el que sea luminoso y, en especial, exento de ventolera.
Sin embargo, en tanto que unos opinan que da igual que sea en “el puesto de alba”, en “el de luz” o en “el de la tarde”, otros optan sólo por “el puesto de alba”, argumentando que, a esa tan bucólica hora del
amanecer, las campesinas se revuelan desde los encames a los comederos, no sin
antes saludar al nuevo día con eufóricos y alegres reclamos, convirtiendo al
campo en un jubiloso gallinero, por lo que, apestando a cadáver tenía que estar
un examinando, para no contagiarse de tan campestres y jubilosas albricias y no
entrar de inmediato en el bullicioso y alegre juego de tan festiva algazara.
Parecen razones de peso,
pero...¡cuidado! que no hay que abusar, porque ni así, todo el monte es
orégano, por lo menos, para mí, ya que siempre fui un educador bastante exigente
que, aunque lejos, muy lejos de aquella terrible educación espartana a sus
futuros guerreros, aún siendo niños, de meterles un gato con las uñas aferradas
en la barriga, con la idea de que si, al tirarle del rabo al felino, al menor
grito de dolor, el examinando fuere desechado en el acto, tampoco fui muy
adicto a ponerles las bolas de billar como, según dicen, se las ponían a no sé
qué rey.
Quiero decir con esto que “el
puesto de alba”, podía ser, por cómodo y favorable, bastante recomendable,
pero... ¡cuidado que no hay que pasarse!
Como arranque a la larga carrera que le espera al posible futuro Reclamo, le
puede venir de perlas, pero sin abusar. Y es que además, es tan rápido este
puesto, que la quinta esencia de esta tan sugestiva modalidad cinegética, cual
es la tensa incertidumbre del lance, por lo laborioso, precisamente, que suele
presentarse, por lo común, en los distintos “puestos”,
puede quedar muy en segundo lugar en estos “puestos
de alba”, por lo que el educando, acostumbrado a tales comodidades, puede
que no quede lo suficientemente preparado, para cuando la cosa pinte en bastos.
Hablar sobre "el cómo",
por el contrario, es tan sencillo como poco complicado. Y es que aquí no caben
polémicas ni discusiones. Basta decir que como mandan los santos cánones de
esta bellísima y, a su vez, tan sumamente frágil cacería, y que podríamos
condensar diciendo que abatiendo al invitado en el lugar adecuado y en el
momento preciso, o sea, siguiendo, rigurosamente, las órdenes que,
inequívocamente, va dando el del pulpitillo que, en definitiva, es el cazador,
y, por lo tanto, el que sólo puede ordenar y mandar.
Desobedecer alguna de estas
órdenes, puede tener consecuencias tan fatales como imprevisibles, porque si
ya, en un reclamo hecho, puede hasta llegar a crearles un terrible e incurable
resabio, pues ya se pueden imaginar lo que puede suponer en un novato y frágil
educando. Cuanto menos, por frustrados, quedaran atrozmente resentidos para
posteriores “puestos”, si es que no
muertos en vida. Dicho de otra manera, que puede que se acabe diciendo aquello
de que "aquí se acabó la presente
historia, amén Jesús".
No hay que olvidar - vuelvo a
decir - que, “dando el puesto”, el
verdadero cazador es el Reclamo, en tanto que el amo pasa a ser su escudero. Escudero
este que si, en todo caso, ha de ser fiel y obediente servidor a la órdenes del
amo, en este caso ha de serlo especialmente, ya que el caballero al que sirve,
por meticuloso y exigente, puede quedar
terriblemente afectado si se le
desobedece en cualquiera de sus órdenes o mandatos, y siempre, claro está, en
mayor o menor medida, según la importancia o trascendencia de lo que fuere ordenado
y no obedecido. Ya digo este tan singular y sensible caballero puede quedar en
tal depresión o decepción, ante lo que para él debe ser tan humillante e
imperdonable desobediencia, no haciendo las cosas que él manda y cómo las manda,
que puede quedar para "el arrastre" por los siglos de los siglos.
En cuanto a eso otro de
"cuántos puestos" se le deben dar a un imberbe aprendiz, también
difieren en mucho los distintos doctores pajareros. Unos dicen que cuantos más,
mejor.
Algunos que sólo moderadamente. Y
los más que tan sólo dos o tres puestos en circunstancias muy favorables, y a
esperar el celo siguiente. Dicen éstos, al respecto, que atracar a un jovenzuelo
de cualquiera de los placeres de la vida, puede dejarles ahítos y asqueados por
lo poco avezados que en ellos están. Y yo digo que, como elegante y bonita
frase, no está mal, pero que, para frase bonita y elegante, en cuanto a esto en
lo que estamos, ya tenemos aquella de "in
medio, virtus",que ya dijeran los grandes sabios de la antigüedad.
Y ya, por fin, vengamos a “aquesto” otro del "donde". Por lo obvia que es la respuesta, parece que la
pregunta es una "perogrullada", sin embargo, la cosa tiene sus "intríngulis".
Lógicamente que el lugar debe ser
de lo más propicio en cualquiera de los sentidos: que no esté
"jauleao"; que sea tranquilo, recogido y silencioso; que sea
mínimamente propicio a inoportunos visitantes, ya del género racional o del irracional,
al margen de las buenas o malas intenciones que puedan llevar; y, en fin, a
otras muchas más indeseables circunstancias que, por sabidas por todos, paso de
largo.
Antes de seguir adelante y aunque
sólo sea a manera de inciso, sí quisiera decir, en cuanto a eso de "los
inoportunos visitantes, ya del género racional o irracional", que, en mi
ya larga vida de pajarero, me han entrado en la misma ”plaza” - de entre los racionales - desde el ciclista de montaña,
vestido a lo "Induráin", o el ávido buscador de espárragos trigueros,
hasta el que, dándoselas de cazador y vestido, como tal, de punto en blanco, se
ha presentado, escopeta en ristre, en busca del cantor.
Y entre los irracionales, desde
la andariega liebre o el juguetón conejillo o, incluso, el despistado "vareto", por mencionar
algunos de entre los inofensivos y nada peligrosos, hasta maese zorro, la
taimada culebra, la alada rapaz o el omnívoro "cochino navajero",
entre los peligrosos y de muy malas intenciones.
Disquisiciones al margen,
retornemos a todo esto de los primeros pasos de los educandos, por ser lo que
yo me traía tan cuidadosamente entre manos por aquellos entonces, con miras a
aquel pollo que, a pesar de ser "el
de la triste figura",(no sólo por sus locas actitudes, sino también
por su desaliñado tipo) yo vaticinara como todo un futuro y muy famoso
caballero andante, al que hasta el muy valeroso y aguerrido Amadís de Gaula se
le podía quedar a la altura de los tobillos.
Para la elección del lugar del
primer puesto del Chepa, sólo tenía clara una cosa, amén de las ya antedichas
bonanzas y otras de menor importancia. Se trataba de algo en lo que siempre
estuve totalmente de acuerdo con todos los buenos aficionados. El de colocar el
tollo dentro de la circunscripción en la que se moviera una viuda, después de
que la tal pasara cuatro o cinco días de haber perdido su marido, en el tan desgraciado
revés, cual es el de acudir, arrastrado por los malditos celos, a algún
trovador que, desde un pulpitillo y con la desvergüenza de hacerlo dentro de su
propio territorio, requebrara a su amante.
Las razones para pensar en el
puesto de un novato en un territorio así, caen por su propio peso, pues ¿qué se
puede esperar de una pobre viuda que, después de haber probado los inefables
placeres del amor, llevara ya unos días a dieta total...? Pues que debiera
estar que se saltaba las paredes por encontrar un novio, por lo que pocos
requiebros debía necesitar, para acudir, con las bragas en las alas, al galán
que no deja de “tirarle los tejos”.
Que lo que digo es una cruda y
palpable realidad, lo prueba el hecho, que yo mismo pudiera vivir en cierta
ocasión, en la que saliera a probar un pollo en una circunscripción en la que sabía
que había una de estas viudas que, desesperada y "como
loca perdía", buscaba un
nuevo esposo.
El examinando de marras, una vez
que se vio despojado de la sayuela, allá en lo alto del pulpitillo y ante los
bucólicos parajes de aquellos campos, intentó escapar a ellos, buscando, enloquecido
y como un poseso, una posible salida en la jaula.
Sólo unos minutos le fueron
suficientes, para desengañarse de que lo que pretendía era absolutamente
inviable, y entonces rompió a dar contundentes y alocados saltos contra la
cúpula de su prisión, expuesto a dejarse los sesos pegados en la tal en uno de
ellos. Y, entre tanto, la pobre viuda, aún estando totalmente ajena e ignorante
de que no lejos tenía un galán que se estaba debatiendo a muerte por escapar de
su celda, por allá divagaba, pertinaz e incansable, con sus desesperadas cuitas
de amor en el pico. Pero el decepcionante galán, sorprendentemente, cuantas más
cuitas de amor oía, más y más eran los alocados saltos que pegaba. Tanto era
así, que, a cada salto que daba, el aire de sus pulmones, lógicamente, se comprimía,
por lo que tenía que buscar salida por la vía natural de la garganta, en la
que, al rozar las cuerdas bucales, producía como una especie de quejido
perdiguero. Fue más que suficiente, para que la ardiente viuda acudiera al
simple sonido de estos no pretendidos ni buscados "quejíos" de dolor del insolente y cobarde galán.
El desenlace de este sainete,
mitad patético, mitad grotesco, mejor es que no lo cuente, porque, de todas
maneras, se prestaría a polémicas, así que dejémoslo a la libre imaginación y
fantasía de cada "quisque", ya que en tal encrucijada, es la salida
más airosa que, de momento, se me ocurre. ¿Qué os parece?
©José Fernando Titos Alfaro
Nº Expediente: SE-1091 -12
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