El Chepa
Un Reclamo de Perdiz de
Capricho y Caprichoso 14
Capítulo 18
En tanto que de Madrid
para abajo, más o menos, existe una apasionada y muy extendida
afición “al pájaro”, de Madrid para arriba, sólo se conoce la
tal modalidad cinegética, cuanto más, de oídas, por no decir
aquello otro que se dice "de que si te vi, no me acuerdo".
En este sector se
encontraba Don Juan Rodríguez Barrueco, un salmantino de bien que,
ya maduro, llegó aquí a Sevilla a impartir la enseñanza de Las
Lenguas Clásicas, como Catedrático, por oposición.
Campero por los cuatro
costados también y un apasionado amante de la escopeta, como un
servidor de Dios y de ustedes, coincidimos, casualmente, y a poco de
afincarse en La Ciudad de la Giralda, en "una cacería al
salto", a la que fuimos invitados por nuestro común y excelente
amigo, el insigne Pediatra Don Salvador García, y en la que
comenzamos a echar las raíces de la que llegaría a ser la gran
amistad que, a partir de entonces, nos uniría de forma tan sincera
como fraternal.
¡Vaya con el salmantino
cazador sabiendo andar por el campo y manejando "la del doce"!
A los pocos minutos tan sólo de abrirnos en "aquella guerra galana", así llamada también la "mencionada cacería al salto”, me pude dar cuenta -pues he de confesar que tenía mis grandes dudas- que era una liebre atrochando por aquellos “matorrales” y que ni un campeón de campeones disparaba con mayor rapidez y acierto. El salmantino, catedrático de Latín y Griego - autor, por cierto, de uno de los libros de texto de las tales
A los pocos minutos tan sólo de abrirnos en "aquella guerra galana", así llamada también la "mencionada cacería al salto”, me pude dar cuenta -pues he de confesar que tenía mis grandes dudas- que era una liebre atrochando por aquellos “matorrales” y que ni un campeón de campeones disparaba con mayor rapidez y acierto. El salmantino, catedrático de Latín y Griego - autor, por cierto, de uno de los libros de texto de las tales
asignaturas, aprobado,
naturalmente, por EL Ministerio de Educación y Ciencia, y
recomendado por todos los Centros de Enseñanza si en Lenguas
Clásicas era toda una figura, tampoco se quedaba muy atrás en esta
otra complicada asignatura de la Cinegética.
En posteriores cacerías,
no sólo nos lo confirmó, sino que no se podía uno dormir en los
laureles, si es que no quería quedar, a su lado, a la altura de una
alpargata vieja.
Pero a lo que, realmente,
venía yo, era a la específica cacería de la perdiz con reclamo, de
la que, como ya he dejado apuntado, este gran cazador salmantino se
encontraba, si es que no en eso de no saber hacer la "o"
con un canuto, por ahí lo andaba rozando.
Un día en que le empecé
a hablar de ella, me contestó tan campante y con toda espontaneidad,
que por allí por su tierra, había oído hablar alguna vez de ella a
alguno de sus amigos cazadores, pero que él lo había escuchado con
la misma indiferencia y apatía con que se la comentaban. Que, sin
embargo y por el contrario, se estaba dando cuenta que por aquí, por
Andalucía, esto “del pájaro” era como una droga.
Que qué significativo
era ver en una fachada sí y en la otra también - en especial, en
las zonas rurales - dos o tres reclamos, por lo menos, enjaulados y
sobre sus casilleros, tomando el clemente solito de la deliciosa
pre-primavera de estas tierras, en tanto que sus dueños e, incluso,
los viandantes se quedaban contemplándolos con la boca abierta.
-Supongo.
- Le comenté.- que, aunque sólo sea por pura curiosidad, te decidirás, algún día, a conocer este tan intrigante y sugestivo modo de cazar la perdiz.
- Le comenté.- que, aunque sólo sea por pura curiosidad, te decidirás, algún día, a conocer este tan intrigante y sugestivo modo de cazar la perdiz.
- No me importaría.- Me
contestó sin dudarlo.-- pues, en todo caso, si es que no por la tal
cacería en sí, debo sentirme feliz, necesariamente, por el solo
hecho de estar disfrutando del campo.
Y, de momento, ahí quedó
la cosa.
Esa misma temporada y a
los pocos días de comenzar "el celo", le telefoneé,
recordándole que si aún seguía firme en su propósito de conocer
eso de la cacería “del pájaro”. Y de nuevo, no dudó en
contestarme que, por supuesto, que sí.
Al día siguiente, como
previamente quedamos, me acerqué con el coche a recogerlo a casa.
Serían las del alba, pues el coto se encontraba a su buen tirón. Me
acompañaba, lógicamente, como mero espectador, así que sólo tuvo
que poner "su cuerpo serrano", según se dice, que ni
escopeta, ni "na de na".
Durante el camino, le fui
explicando - según mi entender y saber, claro está, y lo más
detalladamente posible que pude -cuantas cosas me iban acudiendo a
los labios-, referentes a nuestra ya inminente cacería: los
diferentes cantos del reclamo; sus respectivos mensajes; sus
distintas actitudes, siempre en consonancia con las del campesino con
el que se entra en lid; los muchos e imprevisibles contratiempos y
adversidades que se podían presentar en cualquier momento, y - ¿cómo
no? - también le hablé del tollo, de la plaza, del pulpitillo, amén
de los mil y un detalles más que, sobre la marcha, se me iban
ocurriendo, sin dejarme atrás - pues no faltaba más - el más
fervoroso y enardecido panegírico del reclamo que llevábamos, que,
naturalmente, era El Chepa.
Al aventajado discípulo
de Homero y de Cicerón, convertido en aquel viaje en circunstancial
alumno mío, se le veía por encima del pelo que, por la tensa
atención con que me oía e, incluso, por los espontáneos e
incontenibles gestos de admiración, que iba reflejando en los ojos
ante mis explicaciones, aquello le empezaba a fascinar.
Recordándole la lección,
ya sobre el propio terreno, pude darme cuenta que se la había
aprendido a la perfección, así que, una vez que todo quedó a
punto, le cedí el pilotaje de la nave, en tanto yo quedaba a su lado
como copiloto y mero monitor, emprendiendo así nuestra aventura.
Para no quedar con el
culo al aire en puesto tan comprometido, llevaba como predicador
-como ya he dejado dicho - a mi Chepa que, como mi propio invitado,
creo yo que sabía Latín, si es que aún Griego no, siendo además
tan voluntarioso, una vez que se veía en el pulpitillo despojado de
la sayuela, que una vez que salía de cañón – que lo era al
instante - ya no se callaba ni metiéndole la cabeza debajo de agua,
entremezclando, conveniente y oportunamente, reclamos por alto o de
embuchada, “cuchicheos”, “titeos” y, si era necesario e,
indistintamente, “tuteos”, “piolíos” y lo que hubiera que
hacer.
Entre las muchas cosas de
las que previne a mi alumno, estaba aquella de que, a veces, los
campesinos se pueden colar en la plaza en sólo segundos e, incluso,
sin piar, o sea “de callandillas”. Y miren ustedes por donde,
fue, exactamente, lo que sucedió. Al primer reclamo de salutación
del Chepa, se nos vino a vuelo un macho que, embolado y estallando de
celo, entró al "trapo" como un "miura",
arrastrando el ala por el suelo como gallo enloquecido, en tanto que
el retador lo recibía con la elegancia y maestría con las que él
solía cumplir con este quehacer. Y es que este excepcional reclamo,
si para todas y cada una de las diferentes facetas de cada lance, era
un extraordinario maestro, "recibiendo", en particular,
era, absolutamente, maestro y medio.
También había prevenido
a mi invitado de que, si no tanto las damas “patirrojas”, sus
aguerridos y apuestos galanes, una vez que entran en la plaza, se
ponían a darle vueltas al pulpitillo, buscando el lugar más
estratégico, para encaramarse a la jaula y entrar en abierta batalla
con el que, desde su atalaya, no deja de retarles. Que había que
aprovechar el oportuno momento de que, ya en la primera vuelta, al
quedar tapado al pasar detrás del pulpitillo con relación a la
tronera, se debe encarar la escopeta, ya que estos bichos tienen
vista de lince y que, al menor movimiento, que sospechan....¡Adiós,
Lucas, que diría aquel! Que, asimismo, una vez encañonado, lo
esperara en una de las vueltas y siempre, estando recibiéndolo el
retador, le disparara, y siempre también, de espaldas o de costado.
Que nunca jamás de pechuga.
El alumno lo hizo todo a
la perfección, pero algo debió fallarle, pues el que acudió a la
jaula como un “miura”, se le fue con más vida que traía. La
cara que se le quedó al Catedrático cazador, no era para contarlo.
-¡”Me cachi en
Satanás”!.- Se lamentó, totalmente, avergonzado.- ¿Cómo es
posible que se me haya ido una perdiz, a la que he disparado "al
parandón"...? Esto no le ocurre ni al más novato de los
cazadores!
-No te preocupes.- Acudí
a consolarle.- Esto es muy corriente entre los pajareros. La tensión
con que se vive el lance, como bien habrás podido comprobar, le hace
a uno vibrar intensamente, y, claro, disparar una escopeta,
temblándole a uno el pulso....cualquier cosa puede pasar ¿no crees?
-De todas maneras.- Me
dijo ya algo más tranquilo.- esto es algo realmente fascinante.
¡Claro que, en efecto, al disparar, me latía el corazón a mil por
hora! ¡Cierto que es una cacería de una enorme y tensa emoción!
Desde este momento, quedo integrado en esta tan sugestiva y
maravillosa cofradía de cazadores.
Esperanzado en nuevos
lances, puesto que a además de que no habíamos hechos nada más que
empezar nuestra cacería, el incidente de que, después de marrar el
tiro, se nos volara de la plaza el campesino, siendo este un fallo
que de forma tan misteriosa y profundamente grave suele afectar, por
lo general, al que lo está recibiendo, no fue así en El Chepa, que
siguió tan campante en su trabajo como si allí no hubiera pasado
absolutamente nada.
A manera de inciso creo
que es el momento oportuno para comentar – aunque creo que ya he
comentado algo de esto por ahí - que esto de que “se marre” un
campesino de la plaza, estando recibiéndolo el del pulpitillo, llega
afectar, por nadie sabe qué misteriosa e insondable causa, tanto a
los Reclamos, y más en particular a los catecúmenos e, incluso, a
algunos pájaros ya hechos, que hasta puede acabar con ellos, como
Reclamos, para el resto de sus días.
De momento no quise
comentarle nada sobre el particular al catedrático en Lenguas
Clásicas, y aún menos viendo al de Villa del Rey que no sintió ni
el más leve rasguño en su orgullo ni en su alma, así que me limité
a decirle que no era el momento de hacer comentarios sobre el
particular, puesto que ya habría tiempo para ello, sino callar y
seguir atentos a ver qué era lo que en adelante podía pasar, ya
que, prácticamente, aún teníamos todo el puesto por delante.
Desgraciadamente, aquel
limón había dado, con el patirrojo de marras, todo el zumo que
tenía que dar, y por más que lo intentó el bueno del Chepa - y lo
intentó por "activa", por "pasiva", por "ambas
perifrásticas" y hasta por la particular "voz media"
de la Lengua Griega, al parecer, por especial deferencia al invitado
Catedrático en Lenguas Clásicas - pero allí ya no hubo nada que
ventilar De esto hace ya sus años, y hoy, este tan buen amigo mío y
tan excelente persona, que es Juan Rodríguez Barrueco, es un
extraordinario y modélico pajarero, aún siendo de los que yo suelo
llamar de “vocación tardía” e, incluso, habiendo tenido un
bautismo tan desnudo de triunfalismos y pomposas felicitaciones.
©José Fernando Titos
Alfaro
Nº Expediente: SE-1091 -12
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