By Joan Spínola -FOTORETOC-

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Villa de Guadalcanal.- Dió el Sr. Rey D. Fernando a Guadalcanal a la Orden de Santiago , e las demás tierras de la conquista, e de entonces tomó por arma una teja o canal, e dos espadas a los lados como así hoy las usa.



sábado, 9 de abril de 2016

Inicio, auge y decadencia de las minas de Guadalcanal 87


El destino de los beneficios 1

Una vez la plata en poder de los tesoreros de la Casa de Contratación, era el momento de atender a las libranzas y consignaciones que la tesorería real había expedido sobre ella. Los primeros años de producción de la mina coinciden con los intentos reorganización de la Hacienda y la aparición de la figura del tesorero real, confianzas entonces a una persona vinculada a las finanzas, en 1556, Hernán López del Campo, a quien se ordena que la Casa sevillana entregue toda la plata que llegue a ella desde Guadalcanal 10. Se confeccionan entonces diagnósticos del estado de las finanzas y presupuestos de ingresos y gastos con varios años de anticipación y en ellos las minas ocupan un lugar muy destacado.
La angustiosa situación de la tesorería lleva a la administración real a comenzar las libranzas sobre la producción guadalcanalina prácticamente el mismo día en que llegan noticias de la existencia de las minas, y así ya en noviembre de 1555 se consignan 22 millones de maravedíes con destino a la guarnición de la Goleta. Evidentemente, para la Corona la aparición del yacimiento ha resultado providencial. En 1556, el contador Zárate escribía a Felipe II relatándole diversas circunstancias de la mina y le indicaba:
“de la suma que digo que se ha sacado, y se han cumplido muchas libranças forçosas que si Dios misteriosamente no proveyese deste remedio, no se sabría de donde se podría proveer”.
El agotamiento de todas las fuentes de recursos monetarios por libranzas y consignaciones efectuadas con años de antelación hacen que sobre esta nueva renta recaiga inmediatamente un aluvión de libramientos, ya que, escribía el contador Almaguer en 1556: “no hay agora otra de que nos podamos valer” y la Princesa Regente en 1558:
“es el más prinçipal miembro de renta que- al presente tenemos de qué nos socorrer11
Pero  la mina hispana, si bien rica, no era evidentemente la lámpara de Aladino; el enorme número de consignaciones y libranzas que por anticipado se producen sobre ella superan con mucho los resultados productivos de 1556. En junio de este año, el Consejo de Hacienda escribía a Felipe II:
“Por manera que monta todo lo que se debe y es menester, como de suso se contiene 6.410.143 ducados, sin los yntereses, que montarán mucho, demás de las otras partidas que van anbas anotadas sin las sumas dellas y de otros gastos extraordinarios y cosas que se podrán ofresçer y espeçialmente se ha de tener consideración a los de la guerra si la hubiese en que suelen consumir lo que V.M. sabe y tanbién lo que será menester gastar en la rrecuperaçión de Búgia de Argel demás de la ayuda que estos rreinos harán para ello y para todo esto no ay ninguna hazienda de que se pueda proveer, si no es lo que proçedierre a las minas que se han descubierto y descubrieron en estos rreinos, que rricas que sean será muy poco para lo que es menester, pues las de Guadalcanal aunque se han publicado por rricas, no han rrentado en 8 ó 9 meses que ha que se fabrican más de 200.000 ducados (!), de los quales están por cumplir la parte que se hubiese de dar a los halladores de las dichas minas; es cosa incierta y sobre la que no se debe hacer entero fundamento (...). Con lo que ha en Orán y con lo que ha scripto de Vandoma ha sido menester provee cosas para el socorro de Orán y defensa de Navarra y de las fronteras de Africa y Francia, para lo qual nos hemos seruido de las minas y aún lo della para lo que es menester (...). Unas nesçesidades suçeden a otras y como no halla remedio para proveer lo que falta, por otra parte los del consejo de guerra y hazienda passan mucho trabajo y a esta causa se ha differido  lo que estaua librado al príncipe Doria en las minas, porque de lo ducados que se le libraron de lo pasado hasta fin de 1555 para que se de en 5 meses, solamente se le han pagado los 40.000 ducados de las mayo y junio y lo de los otros tres meses se havrá de passar adelante e y noviembre y dezienbre porque lo de hasta fin de setienbre y más se ocupará en lo de Orán y Navarra y lo que ha de haver el dicho Príncipe deste que se deve del a las galeras de España, todo está consignado en 1as dichas  minas en este año y en el venidero (...)”.
Para el año siguiente —1557— la situación no era mejor:
“De las minas no se puede hacer nada que todo lo de ellas, a raçon de 50.000  ducados por mes que se presupone que rentarán está consignado y librado hasta fin del año de 1558 a cosas tan forçosas que no se puede escusar”
Junto al desajuste entre consignaciones “que no caben” y producción de la mina, se produce una acumulación tal de las primeras que retrasa su cumplimiento por imposibilidad  de atenderlo con el ritmo de producción de la mina, incluso forzándolo a máximo —ya hemos visto que existían unos limites marcados por la capacidad de los pozos para acoger trabajadores y de los hornos para producir— y de preparación de la plata en Sevilla. En diciembre de 1556 por ejemplo, estaban librados 80.000 ducados y había la cantidad suficiente de plata gualdalcanalina en Sevilla, si bien no se le podía dar salida por puro atasco en la Casa de Moneda hispalense. Para evitarlo, en ocasiones se recurre a librar sobre la propia administración de la mina, con lo que los acreedores provistos de sus libranzas cobran en la propia fábrica al final mismo del proceso productivo.

10 Sobre el estado de la Hacienda Real y las consignaciones en Guadalcanal, las fuentes son abundantísimas. Sin ánimo de agotar aquí las consultadas, cfr. A.G.S. Estado, Leg.° 108, fols. 230 a 109, fols. 124-308 a 311; Leg.° 112, fols. 95 a 103; 14 a 16; 131 y ss. 3 a 6; 119 y ss.; 197; 190; 250; 76; Leg.° 113, fols. 7-8-41-81; Leg.° 114, fols. 5 a 12; 10-19-20; 61; 111; 158; Leg.° 117, fol.. 119, fol. 23; Leg.° 121, fol. 34-40-63-65-111-121-113-160; Leg.° 126, fol. 100, fol. 199; Leg.° 511. fol 266, 194; Leg.° 512, fols. 73 a 75; fol. 83; Leg.° 514; fols. 15-16; Leg.° 515; fol. 78. A.G.S. Juntas de Hacienda, Leg.° 28, fol. 173; A.G.S. Contadurías Generales, Leg.° 3.072, s.f. cargo y datta a A. de Zárate hasta noviembre de 1556; cargo y data a Diego López hasta enero de 1559. A.G.5 nía Mayor de Rentas, Minas, Leg.° 12, fol. 34.
La urgencia de algunos pagos y las dilaciones que se producen en Sevilla llevan al administrador de  Guadalcanal, Diego López, a aconsejar que no se amonede la plata, sino que para más rapidez en la propia mina en plata:
“Por las libranças de V.M. están muchos rrecabdadores en la çiudad de Seuilla sobre la hazienda rreal de V.M. todo el tienpo que se está rrecojiendo la plata aquí para enviar y lo que se detiene en llevalla y hazella rreales, que no es poco, lo qual me pareçe y se escusarían los gastos que en esto ay si V.M. mandase se pagasen las dichas librança a la ley aquí y los rrecabdadores holgarán dello porque yrán cobrando como la plata saliendo y a la dicha cobrança vernán por orden dellas y esto se podrá hazer con sólo mandar que aya un ensayador ábil”;
Cfr. A.G.S. Consejo y Juntas de Hacienda, Leg.° 31, fol. 46.
Sobre la forma de cumplimiento de las consignaciones y la urgencia de las órdenes reales ejemplo —los ejemplos podrían ser innumerables— la carta de la Princesa Gobernadora a A Zárate de 29 de julio de 1556:
“Vi vuestra carta de 19 deste, y si no se hubiera acabado de cunplir la libranza de los 16.000 ducados para el pan de Orán, conviene acabar de pagar, porque ha venido nueva que los turcos y moros la vienen a çercar por mar y tierra y por esta misma causa conviene que los 18.410.000 mrs. que he mandado librar a Hernando Ochoa y a los proueedores de Málaga y al  pagador de la armada de D. Alvaro de Baçán se cunplan y paguen luego incontinente; porque la dicha armada ha de ir a socorrer a Orán y la gente que se ha de enviar a las yslas y poner  en las fronteras, conviene que se haga con mucho presteça y así las anteporneis a las que están hechas en esas minas a Martín Spinola y al príncipe Andre Doria y a ootras cuales  quier personas y si por caso no hubiese recado para cunplir enteramente las dichas que se han de anteponer, para este efeto haréis sacar del metal que se ha dexado d para el inuierno en los poyos lo que fuere menester y que se lave y funda y afine por que más presto, se pudiere beneficiar para sacar la plata y que se envie a hazer moneda a Sevilla, mirando que se haga todo con tan buen recaudo que no se desperdicie ni pierda nada del dicho metal, lo cual cunplirlo así, sin enbargo de todo lo que se hubiese ordenado por D. Françisco de Mendoça, porque en cada hora la dilación que haya en la plaça la dichas libranças va muy mucho y así  os encargo y mando que para este efeto pongáis toda la diligençia posible, como de vos confio que lo haréis”.
La respuesta de Zárate indicaba que se había actuado con toda dilación:
“Este correo me trajo un despacho de V.M. de 29 del pasado y en él el mandato que! 18.500.000 maravedís para el socorro de Orán y qué estos se prefieran a todas las libranças hasta aquí hechas, señaladamente a la de Martín Espínola y la del prinçipe Doria y porque conforme a la traga del tienpo en que se había enbiado la plata, me paresçia que desde en dos ó tres días sería pagado Martín Espínola de los 30.000 ducados, me paresçio no se podría cunplir lo que V.M. mandaba, sino haçiendo pasar a Sevilla el correo con orden para que se entretuviese la paga y se cunpliese del dinero que para ella se estaban labrando las libranças de Orán que V.M. mandó que se prefieran, ansí se hice y llegó a muy buen tienpo, porque no se había pagado nada, caso que estaban labrando y ansí está aparejada la moneda para quando vayan las partes a cobrarlos, con lo qual no se deternán mucho. Los 16.000 ducados para el pan de Orán están pagados ya. Para cunplir estas dos partidas en 23 de julio envié a Sevilla cantidad de 39.000 ducados en plata, que era toda la que había hasta aquel día. Y por lo que me escribieron de Sevilla luego en resçibiéndola, paresçe que para poder cunplir aquellos 46.000 ducados eran nesçesarios otros 1.000 marcos de plata. A la mesma hora, que fue en 29 de julio, envié toda la plata que en aquel tienpo se había sacado, que fue un valor de 11.000 ducados, con que se cunplió la suma de 50.000 ducados. (...) Con el dinero que está en Sevilla  y con lo que se afinará esta semana, tengo por vierto habrá cantidad bastante para cunplir los dichos 16.000 ducados del pan de Orán y los 18.500.000 para el socorro de aquella ciudad (...) La çiudad de Gibraltar me envió una librança de V.M. de 3.000 ducados para su fortificaión y reparo, los 2.000 dellos eran de plagos pasados de mediado de junio y julio, los quales los libré e hiçe pagar, considerando el peligro que podría haber en la dilaçión, porque me çertificaron que en toda la Ciudad no había más que dos tiros adereçados por falta de, dineros”;
A.G.S. Contadurías Generales, Leg.° 3.072, s.f., carta de la Princesa Gobernadora a Zárate de 29 de julio de 1556 y  A.G.S. Estado, Leg. 113, fols. 29 y 30.
Mas sobre consignaciones en A.G.S. Estado, Leg.° 137, fol. 144 y Leg.° 121, fols. 68-101-104. A.G.S. Consejos y Juntas de Hacienda, Leg.° 31. fol. 65; Leg.° 30, fol. 92; Leg.° 33, fol. 256
11 A.G_S. Estado, Leg.° 114, fol. 10.

De Minería, Metalúrgica y Comercio de Metales
Julio Sánchez Gómez
 

miércoles, 6 de abril de 2016

Zapata y Cisneros

D. Felipe Francisco  Zapata y de Cisneros, Comendador de  Guadalcanal

Nació en Madrid en ¿1520?  y falleció el 20 de Septiembre de 1594,  primer conde de Barajas, hijo de Juan Zapata y  de Osorio (V señor de Barajas y la Alameda) y María de Cisneros (sobrina del cardenal Cisneros), casado en primeras nupcias con Mencía Carrillo de Albornoz, hija natural de Diego de Zúñiga y en segundas con María Clara de Mendoza de la casa de los Condes de Coruña, tuvo numerosa descendencia, fueron hijos, Antonio Zapata y Cisneros (Arzobispo de Burgos, Cardenal y Virrey de Nápoles) y Diego Zapata de Mendoza (II conde de Barajas y mayordomo de Felipe III y Felipe IV), Juana Zapata, María Zapata, Catalina Zapata de Mendoza, José Zapata de Osorio (Caballero de Santiago), Juan Bautista Zapata y de Cisneros (licenciado ministro del Consejo Supremo de Castilla) y Gabriel Zapata (gentilhomgre de boca), al menos otro.
Fue uno de los más destacados nobles y hombre de estado en el reinado de Felipe II, Caballero de la Orden de Santiago y trece de dicha Orden, Comendador de la Villa de Guadalcanal y mediador de conflictos entre el administrador de las minas de dicha villa Agustín de Zárate y la corona por el orden del beneficio del mineral y la recaudación de las minas de plata descubiertas hacia  pocas fecha.
A lo largo de su vida política y cortesana desempeñó el cargo de corregidor de Córdoba entre 1567-73, en cuya dignidad participó en la pacificación de la  rebelión de los moriscos de Granada,  miembro del  Consejo de Estado desde 1573 asistente de Sevilla entre 1573-79, fue el Regidor que tuvo más años al frente de este cargo en la ciudad de Sevilla en la segunda mitad del  siglo XVI.

A pesar de las muchas dificultades económicas existentes en el Ayuntamiento sevillano, consiguió los necesarios recursos para ejecutar el saneamiento de la entonces "Laguna de la Feria" y urbanizar el Paseo de la Alameda de Hércules, llevar a cabo la conducción del manantial del acueducto y la fuente del Arzobispo, se repararon las murallas y algunas de las puertas de la ciudad (como la de la Carne, la de Carmona o la de Osario), y realizar algunas otras mejoras urbanas, igualmente se levantaron puentes, puertos y se ampliaron rondas durante su mandato.
Mayordomo mayor de la reina  Ana de Austria  y ayo de sus hijos los infantes; presidente del  Consejo de Órdenes entre 1580-83 y del  Consejo de Castilla entre 1583-1591. En su cese de este cargo tuvo un papel destacado el confesor del rey fray  Diego Chaves, quien haciéndose eco del descontento popular que responsabilizaba a Zapata del pésimo estado de la justicia en Castilla, se negó a dar la absolución a Felipe II en tanto mantuviera al conde en el cargo.
En 1592 renunció a todos sus cargos y se retiró a su villa de Barajas, donde murió dos años después; fue sepultado en la capilla mayor del convento de religiosos descalzos franciscanos, fundado por él mismo.
Don Francisco Zapata de Cisneros, , ostentó el cargo de Asistente de Sevilla durante los años 1573 a 1579, siendo uno de los más reconocidos de los que ostentaron esta dignidad en la  época de Felipe II.

En libro “Creación antigüedad y privilegios de los títulos de Castilla, consta:
Conde de Barajas
“Titul. Del Sr. D .Phelipe II .Cap.XIV, pág. 231”
El primero D. Phelipe Francisco Zapata de Cisneros, por gracia de D. Phelipe II, año de 1572. Fue Señor de la Villa de Alameda, Cavellero del Orden de Santiago, Comendador de Guadalcanal, y XV. De dicha Orden. Assistente, y Capitán General de Sevilla, Mayordomo Mayor de la Reyna Doña Ana, quarta  consorte del Sr. Don Phelipe II, y Presidente de los Consejos de Ordenes, y Castilla, El actual posseedor es el Excelentíssimo Señor Conde de Fuen-Salida: Cap. X  $.25 (9). 

Fuentes.- Leandro Martínez Peñas.- El Confesor del rey en el antiguo régimen
José Antonio Álvarez Baena.- Hijos de Madrid Vol. II
Diego Ortiz de Zúñiga.- Anales Eclesiásticos y seculares de la muy noble y muy leal ciudad de Sevilla
José Berni.- Creación, antigüedad y privilegios de los títulos de Castilla,

sábado, 2 de abril de 2016

Adelardo López de Ayala o el figurón político-literario 22

Capítulo XXII  

Revista y explicación de Consuelo

Llega el momento de dar a conocer esa comedia dramática, que un día se creyó la producción cumbre del más eminente de nuestros autores teatrales. Y es momento de perplejidad. ¿Cómo hacer semejante cosa?... Los juicios de los críticos de entonces nos nos parecen admisibles. El que nosotros formásemos ahora tampoco habría de serlo. Interesados fueron los unos e interesado sería el otro. Explicadas están las circunstancias en que escribieron aquéllos, y con decir que tan interesadas son las en que escribimos nosotros... En su época había que alabar a Ayala, y en ésta hay que machacarle. Y no porque ambas épocas sean distintas, sino porque se parecen demasiado.
Pero estamos divagando. Y en camino de que la divagación nos lleve demasiado lejos. Dejemos de divagar, pues.
Es el caso concreto que no nos creemos en condiciones de juzgar Consuelo, ni admitimos qué se encontraran en condiciones de juzgarla los que a raíz de su estreno hicieron tal. ¿Remitimos los lectores a la obra?... Esto estaría bien si no fuese porque los lectores ni podrán ni querrán ir a ella.
No podrán, porque ni Consuelo ni las otras obras de Ayala se representan. ¡Hace tanto tiempo que se estrenó y se aplaudió! Considerad que no es contemporánea de las de Calderón, ni de las de Shakespeare, ni de las de Esquilo. ¡Es muy anterior! Es de nuestro final del siglo xix, el cual, literariamente, está mucho más alejado de nosotros que la misma Grecia quinientos años antes de Jesucristo. Asistir a una representación de Consuelo no cabe en lo posible.
Cabe, sí, leer la obra. Pero nos tememos que nadie va a querer. Sí, sí; vosotros lo prometeríais. Y nosotros ¡no nos fiamos! Sabemos, por dolorosa experiencia, lo duro que resulta eso. A la segunda escena del primer acto lo dejabais.
Sin embargo, hay un modo de que podáis enteraros de lo que Consuelo es, aunque no la veáis representar ni os sea necesario leerla. Y este modo consiste en dar un extracto, como el de los libretillos de las zarzuelas vendidos durante los entreactos. Vamos a daros la "revista y explicación de Consuelo, con todos los cuadros, chistes y cantables que tiene la obra".
Y reseña tal no va a estar hecha por nosotros. ¡No se piense que deformamos el argumento a nuestro gusto! La reseña que vamos a reproducir ha sido escrita por Armando Palacio Valdés. De su obra Nuevo viaje al Parnaso copiamos a la letra:
"Consuelo era uno de esos ángeles que piensan mucho en su porvenir " y no se empalagan nunca de sí mismos cuando se miran al espejo". Fernando la amaba con toda su alma, cómo aman los hombres sensibles y honrados, sin empalagarse jamás de pensar en ella. Fernando llega un día a casa de su amada después de la larga ausencia. Consuelo se desmaya al verlo. ¡Qué corazón tan puro! Examinad bien ese corazón, no obstante; dadle muchas vueltas en la mano y percibiréis en cierto, paraje una ligera picadura. Por ahí ha penetrado el gusano de la vanidad. Arrojad, arrojad pronto ese corazón. Dentro de él ya no hay más que podredumbre.
"!Pobre Fernando! Acaba de recibir la primera pedrada que el egoísmo arroja a la inocencia en este mundo. Consuelo, que había visto por primera vez sentada al piano, muy sorprendida y risueña
de que mano tan pequeña
moviese tan grande estruendo,
aquella niña que se había filtrado en su alma como un rayo de luz, no era un rayo de luz de los cielos, sino de las hogueras del infierno. El oro que Fernando despreciara por no manchar su conciencia lo había recogido Ricardo. Y Ricardo había decidido pedir la mano de Consuelo, por conducto de Fulgencio, el mismo día que llegó Fernando. Consuelo, a su vez, había decidido casarse con Ricardo. ¡Qué tiene esto de particular! ¿Acaso es la primera niña que deja un novio y toma otro? Así razona ella con profundidad que encanta y admira a Fulgencio, hombre muy bien afinado en el sentido moral predominante en nuestra sociedad”.
"Hay una escena violenta entre Consuelo, Antonia, su madre, y Fernando. Antonia, que amaba ya a éste como a un hijo, se desmaya; pero Consuelo se había comprometido a salir en carruaje con Fulgencio, la señora de éste y Ricardo, y no tiene más remedio que marcharse apenas vuelve su madre a la vida. ¡Ay! Fernando la ha perdido para siempre y su madre también. Así termina el acto primero”.
"Ricardo era un hombre frío, imperioso y egoísta. Nada tiene de extraño que Consuelo se enamorase de él perdidamente. Ricardo, pasada la luna de miel, considera a su mujer como un mueble más elegante de su casa. Una vez satisfecha su vanidad por esta parte, era imprescindible satisfacerla por otras, y al efecto, dedica su amor y sus brazaletes a una renombrada cantante. Consuelo sorprende una carta y paladea todo el amargor de los celos. Fulgencio, el dulcísimo Fulgencio, tiene la buena ocurrencia de convidar a comer en su casa (donde comían también Ricardo y Consuelo) a Fernando, ¡Con jovial indiferencia había escuchado Consuelo esta noticia! Al saber Fernando que va a sentarse a la mesa en compañía de Ricardo y Consuelo trata de irse”.
"Ya es tarde. Consuelo penetra en la habitación y experimenta una ligera sorpresa, de la cual bien pronto se repone. Mientras Consuelo habla con Fulgencio para informarse del concierto en que canta su rival, Fernando, apoyado en una silla, no despliega los labios. En este silencio, tan natural, tan delicado, tan conmovedor, se revela bien claramente lo poeta que es el señor Ayala. Un autor observador no hubiese dejado nunca de hacer prorrumpir al desdichado amante en desesperadas exclamaciones, que desvirtuarían enteramente el efecto de esta interesantísima escena”.
"Fernando no quiere quedarse a comer, y Consuelo le despide diciéndole:
Pues, Fernando, que nos veas
antes de irte; no seas
ingrato...”
"Todos nos hemos oído llamar ingratos de esta suerte por alguna hermosa dama; pero todos conocemos también la trascendencia de la suave y distraída sonrisa que suele acompañar a este adjetivo. Por eso Fernando cae desolado en una silla, cubriéndose el rostro con las manos. ¡Cómo la ama todavía!
"Consuelo, ofuscada por los celos, se arroja a dárselos a su marido con Fernando, suponiendo que éste, amante suyo en otro tiempo, era el mejor para el caso. En presencia de Ricardo le escribe una carta invitándole a que venga a visitarla, y entrega el billete a Ricardo para que lo remita a su destino (esto es, para que lo lea). Pero Ricardo no lee el billete, porque había leído ya todo lo que necesitaba en el alma de Consuelo, y lo deja intacto sobre la mesa. Llega Fernando, y Fulgencio, que había recogido el billete, se lo entrega”.
"!Por qué se había escrito una carta tan infame! Parece increíble que dos renglones de una letra menuda y desigual vuelvan el entendimiento y hasta el corazón del revés. Yo, sin embargo, lo creo a pies juntillas. Fernando se sorprende, se acalora, se llama infame, delira... y resuelve acudir a la cita. Da fin el acto segundo”.
"Es de noche. Lorenzo, el criado de Ricardo, después de haber acompañado al Teatro Real a Consuelo, se entretiene en coloquio amoroso con Rita, la doncella. Algunos tildan de larga esta escena. Yo la encuentro tan extraordinariamente bella, que nunca me he fijado en sus dimensiones. El suave donaire, el sosiego y la frescura de esta escena son medios artísticos para que la oposición del drama cause efecto más seguro. El drama aparece con la entrada violenta y repentina de Consuelo. Se dirige al armario de sus joyas y pide con voz temblorosa la llave a Rita. En el teatro ha visto a su rival luciendo un aderezo muy semejante a. uno suyo y viene a saber si es el mismo. El aderezo no está en el armario. En el mismo instante aparece Fulgencio, que, de acuerdo con Ricardo, era portador de otro aderezo igual y una mentira. El portador recibe en pago de sus buenos oficios algunas injurias, y Consuelo queda a solas con su amargura y sus celos abrasadores. ¡Cuán lejos estaba su pensamiento en aquel instante de Fernando! Y, sin embargo, en aquel instante Fernando entraba en la casa, subía la escalera, alzaba la cortina del gabinete. ¿Qué venía a hacer allí? Consuelo, la misma Consuelo, cuya mano había escrito una carta llamándolo, se lo pregunta con sorpresa”.
"Fernando venía a apurar las heces de aquel cáliz que el destino le presentó al enamorarse de Consuelo. Venía a saber que no sólo no había sido amado jamás, sino que su amor había servido en esta ocasión de señuelo para atraer al preciso e irresistible Ricardo. ¡Y la mujer que se cebara con tanta saña en su pobre corazón estaba allí, la tenía delante de los ojos, siempre ron su rostro dulce y angelical! Fernando se para a meditar el estrago que aquel rostro dulce y angelical ha hecho en su alma y se sienta con tranquilidad aterradora en una silla. ¿Qué intenta? ¿No repara que Ricardo vendrá muy pronto? ¡Qué importa! "Hoy habrá penas para todos", dice con sonrisa feroz el desdichado amante. Y ni las amenazas ni las súplicas de Consuelo le conmueven. Mas al fin, le disuaden de su propósito las lágrimas de Antonia, de aquella pobre madre que había. protegido su amor en otro tiempo.
¡Triunfa el crimen!
¿Quién lo duda? ¡Si hasta le prestan su ayud
a la virtud y la bondad!
exclama Fernando al partir. Llega Ricardo, y sin sospechar siquiera, o, si lo sospecha, sin dársele nada de los atroces tormentos que sufre Consuelo, se despide de ella para París. Se va a París con su querida. La infeliz esposa se arroja a los pies del marido, y con ruegos y con lágrimas quiere retenerlo. Todo es en vano. Las lágrimas pueden mucho con los hombres que tienen corazón, pero nada con los que no lo tienen. Se va Ricardo, y aparece Fernando, que, por haber hallado la puerta cerrada, tuvo necesidad de presenciar la escena anterior desde la habitación contigua”.
"A él se dirige la infeliz Consuelo pidiéndole perdón. Pero Fernando, el humillado y escarnecido Fernando, ¡cómo se ha de compadecer de sus tormentos! Se va Fernando como se había ido Ricardo. En aquel amargo trance, ¿a quién acudir? ¿Quién podía compartir con la desventurada esposa el dolor de aquel fiero abandono' Tan sólo su madre, su tierna madre, que ,tanto, la amaba. Mas al dirigirse a su habitación, Rita sale de ella dando gritos y pidiendo socorro.... !Su madre se había ido también a otro' mundo mejor!
¡Dios mío!
(exclama Consuelo desplomándose),
¡Qué espantosa soledad!"
Así es Consuelo. No; no digáis nada. Nosotros sí tenemos algo que añadir. Ese asunto desarrollado de tal manera, según indicamos, se dialogó con verso. Acaso sea cosa de añadir un juicio sobre los versos en que Ayala envolvió tan poética acción. Pero en la reseña copiada se han reproducido algunos. No muchos. A ver. Nueve y pico. Sin embargo, como para muestra basta un botón... Ya sabéis, pues, qué clase de versos. empleó en Consuelo su autor.
Los que tenía que emplear, desde luego. Versos prosaicos, ya que prosa y de la más vil habían do contener. Pero eran todos de recio metro y de rima rotunda. Con eso, al menos  estrepitosamente. Semejante ruido entonces del Rey abajo.
Y del Rey arriba. Parece ser que a Palacio Valdés también le gustó. Bien que entonces don Armando era un joven inocente.

Luís de Oteyza
Vidas Españolas e Hispano-Americanas del Siglo XIX
Madrid, 1932

miércoles, 30 de marzo de 2016

Mi amigo Pablo

¡Es mucho cielo el de Sevilla!

Siempre he pensado que los pueblos, como las ciudades, por sí solos no sin nada. Son sus habitantes, sus hijos quienes le imprimen carácter. ¿Cómo Sevilla habitada por bilbaínos? o ¿cómo sería Bilbao habitada por gaditanos?
¿Y si Guadalcanal estuviese ocupada por cualquier otro tipo de habitantes o no  fuesen sus hijos, cómo sería? 
Mi paisano Pablo, ese amigo que todos tenemos, ejemplo de hombre práctico, con los pies bien asentados en el suelo, me interrumpe: "Déjate de cosas raras —me dice—, lo importante es saber cómo es Guadalcanal habitada por Guadalcanalenses".  
-¡Hombre Eso lo sabe todo el mundo... ¡A la vista está, con nuestros defectos y nuestras virtudes!          
-Sí —continua Pablo que me recuerda un poco a aquél célebre Séneca que creara D. José María Pemán— a la vista está. Sólo que no siempre es fácil,  eso que está tan a la vista...      
Pablo detuvo sus pasos para encender otra vez el puro barato —¿pero hay puros baratos?—, ese puro que se fuma todas las mañanas, y se quedó contemplando el azul purísimo del cielo sevillano.        
-Fíjate en ese cielo. Aunque vinieran vascos aquí, no podrían con él. No. lograrían emborronarlo con el humo de sus altos hornos. ¡Es mucho cielo el de Sevilla!                                                 
 Y se quedó tan contento, cachazudo, satisfecho de sí mismo, bien plantados sus grandes pies sobre el piso de esa calle Sierpes que se nos ha metido a cosmopolita desde que la han invadido los "hippis" —ácratas los llaman algunos, mira tú por donde— con sus mugrientas compañeras, sus tenderetes de baratijas, sus drogas, sus piojos y su inconformismo facilón, de vivir sin responsabilices ni civiles ni morales.    
Yo miré al cielo y lo vi tan limpio, tan diáfano que me dejé convencer por mi amigo Pablo y repetí, satisfecho yo también: “Sí... ¡Es mucho cielo el de Sevilla”                                             
-Pues igual pasa con nuestro pueblo —enhebró Pablo— ¡es mucho pueblo Guadalcanal! Y si no a ver, de aquellos contornos, tan entrañables y llenos de tradiciones, ¿quién tiene un pasado más glorioso? ¿De dónde era Ortega Valencia por ejemplo?, ¿y Adelardo López de Ayala?, ¿y dónde echó sus raíces Luis Chamizo el poeta de Cuareña? Y en la actualidad, cuando toda la Serra Norte se descapitaliza y la emigración hace estragos en todo nuestra bendita Andalucía.                                                                                                    
Guadalcanal todavía saca fuerzas de su flaqueza y construye una piscina pública y un cine sin rivales en la región; florecen las industrias metálicas y de carpintería, monta una granja de cría porcina, una gasolinera, fábricas de ladrillos refractarios que se exportan a otras regiones, y hasta planta una urbanización en terrenos colindantes al Coso. Remoza sus calles, su Plaza y su paseo secular, el Palacio; edifica una biblioteca pública y su feria agranda sus casetas de festejos.    
Tiene una revista de Fiestas sacada adelante con el esfuerzo y la ilusión de un puñado de Guadalcanalenses... En lo político, Dan Antonio Fontán preside el Senado, reverdeciendo antiguos laureles. En lo militar, fue ayer cuando los "marines” americanos nos visitan para rendir homenaje al pueblo todo donde vino al mundo el descubridor de la isla de Guadalcanal... Y tantas y tantas otras cosas que me dejo en la mochila por no hacer interminable la lista.     
—Sí claro —balbucí yo--, tú quieres a Guadalcanal como yo porque es nuestro pueblo y lo llevamos en la masa de la sangre, pero cosas como las que me cuentas, supongo que hay en la historia de todos los pueblos...
—¿Sí? Y una Virgen como la nuestra, como la Virgen de Guaditoca, que por tenerlo todo tiene lo que ninguna otra, un lunar como un trozo de noche en su divina mejilla... ¿también la tienen todos los pueblos? Convéncete, somos el pueblo más alejado de la capital el de más difíciles comunicaciones, de acuerdo. Pues bien, el que pueda presentar un palmarés como el nuestro que de un paso al frente.
Y allá se quedó plantado, desafiante, en mitad de la calle Sierpes, con el puro, otra vez apagado, en su mano y conmigo al lado entre orgulloso y satisfecho de tenerlo por paisano. Sí en él veía encarnado el espíritu de Guadalcanal alegre, esperanzado, fuerte, sereno y sencillo en su grandeza de hombre de bien. Mientras mi pueblo dé hombres así —pensé—, Guadalcanal no morirá. Y sus hijos dispersos por el mundo, cuando nos pregunten, todavía podemos decir que somos de un pueblo en el que un pastor vio a la Virgen a orillas de un río, rio bendito porque el manto divino se mojó en sus aguas.
Sí señor, puede que unos u otros acaben por cargarse a Guadalcanal, incluso que algunos renieguen de él. Son las ovejas negras que hay en todos los rebaños, pero frente a ellos sorno muchos, unos de origen, otros de adopción, todos amamos a Guadalcanal. Y sería triste que alguna vez, por nuestras propias culpas, cuando nos preguntasen de dónde somos, hubiésemos de contestar:
—Yo.., soy de un pueblo que ya no existe.

Plácido de la Hera
Revista de feria 1878

sábado, 26 de marzo de 2016

Inicio, auge y decadencia de las minas de Guadalcanal 86

El balance de la mina
Los beneficios y la distribución de gastos 1

En vistazo  al cuadro en que se reflejan los beneficios para la Hacienda Real en la mina de  Guadalcanal revela que en los años de más elevada producción, 1556-1560, el remanente que queda para el Rey, una vez reducido el monto de los gastos, es realmente muy alto, nada menos que 550 millones de maravedíes —casi un millón y medio de ducados—_ La importancia de la cifra, sólo puede aprehenderse poniéndola en relación con otros ingresos reales en esos mismos años. Como un ejemplo, las rentas ordinarias, tal como se  presupuestaban para el año 1560, ascendían en su totalidad a 605 millones, de maravedíes,  a los que había que añadir 17.437.500 que había de pagar el Fúcar por el arrendamiento de los Maestrazgos, 400.000 ducados —168.750.000 mrs. — que se espera venga de Indias, todos ellos entendidos como ingresos extraordinarios 5. El total de rentas ordinarias y extraordinarias se calculaban en los “presupuestos” —excúseseme el anacronismo- en 1.003 millones de maravedíes para 1555; 1.235 para 1556; 1.129 para 1557; 1.201 para 1558 y 980 para 1.559. Respecto al total de ingresos de los cinco años, los precedentes  de la mina de Guadalcanal ascendieron a prácticamente el 10 % de todos los ingresos de Su Magestad, proporción que se eleva aún más si consideramos que se incluye aquí 1555, año en que sólo un mes estuvo la mina en producción organizada. Sólo así se e el terremoto que en la administración de las finanzas del reino produjeron esos años de extracción en la mina 6, aún más patente si se pone en relación el output de Guadalcanal con las remesas que proceden de Indias en esos mismos años.
Los beneficios experimentan una flexión a la baja de grandes proporciones, en paralelo a la que aparece en la producción, al doblarse el cambio de década, hasta el punto de que ya en 1561 las libranzas para gastos ascendían a una cantidad superior a la de los beneficios. El déficit se repite, agravado, en 1563, lo que impulsa a la drástica reconversión de 3564 y a partir de este último año puede decirse que, sin que jamás se vuelva a las cifras de los años 50, la mina produce siempre beneficios —con la excepción de 1567 en que el desajuste es realmente ínfimo y, en algunos años, éstos ascienden considerable.
Y es precisamente la reconversión de 1564 la que explica en parte el destino de la mina años más tarde. La reducción de lo librado para gastos es tan brutal —de 26.250.000 a 6.967.854 mrs. - que no puede explicarse sólo por la reducción del personal administrativo que sufre la mina, ahorro que supone una cuantía mucho menor —vid, capitulo X—es evidente que se está produciendo al mismo tiempo una drástica reducción de las inversiones       —supresión de la importación de técnicas y técnicos costosos a corto plazo pero rentable a largo, menor cuidado en la entibación y el desagüe, etc. — que produce como consecuencia de una disminución de la rentabilidad a medio plazo y abocará a una inundación en los pozos que resultará irreversible sin una inyección de cantidades muy importantes de numerario. La comparación en el cuadro del gasto en 1559 y en 1564 —tras la reforma— es muy significativa y las variaciones porcentuales apreciables nueve años más tarde, puesto que se producen ya sobre unas cifras de gasto muy pequeñas, no son significativas 7
Ahora bien, no es únicamente ésta la causa de la disminución de la rentabilidad de la mítica mina. Hay que considerar también el tan mentado enriquecimiento que produce menor riqueza del mineral en las capas más bajas del yacimiento, la progresiva profundización, que aumentaba progresivamente los costes de producción –vid capítulo XI—, aunque éstos también se veían elevados igualmente por factores derivados de la revolución de precios y además porque el incremento de plata americana en los años 60 y 70 hace disminuir igualmente el precio del producto final de la explotación 8.
De todas maneras, éstos últimos factores hubieran sido compatibles con el mantenimiento de la explotación, ya que se puede comprobar que, si bien disminución de los beneficios siguen produciéndose hasta la fecha del cierre, si la urgencia de las necesidades de la Real Hacienda hubiera permitido un mayor desvío de recursos para unas inversiones que no tienen lugar y las propias libranzas se hubieran producido con una mayor puntualidad. Pero los desajustes entre necesidades, no ya de inversión, sino de los puros gastos corrientes y disponibilidad de numerario produjeron un caos en la marcha de la explotación que constituyó el factor principal en el planteamiento de su clausura y posterior paso a manos privadas. La opinión de un extranjero, técnico en la mina en los años de vacas flacas —1570— es muy reveladora: 
“En la mineta que se diçe de la Gran Conpaña sabe y ha visto que va descubierta la caxa de metal e nunca ha dejado de. y sacarse della un metal sordo (carente de ley de plata) que no se halla en él plata; pero que este testigo sienpre sería de paresçer que se fuése siguiendo la dicha cara, porque le paresçe que tiene señales que, próçediendo adelante, se toparía con buen metal; pero que los señores de la corte no quieren proveer dineros para elllo (...) porque dizen que tiene grande costa; pero si fuera en Alemania, o tocara a algún mercader o persona particular, gastará toda su hazienda por seguidilla (...). Le paresçe que se debe seguir (la veta mineral en un momento en que la ley ha descendido mucho) y trabajar en ella, porque hay grande esperança de haber metal y que no se debe dejar por temor del gasto, porque hay buenas señales y que se paresçiera esto en Alemania, todos los vezinos a quien tocare venderían sus haziendas para seguir e buscar el metal”.
Brun —así se llamaba el técnico— aprecia claramente las diferencias de inversión entre presas de su Centroeuropa originaria y la Real Hacienda. Al morisco Francisco Blanco se le preguntaba en una información
“si de parte de los ofiçiales de S. M. que aquí residen se ha puesto en esta labor y en el sacar y benefiçiar los metales toda la diligençia que ha sido nesçesaria o si por descuido suyo se ha dejado de sacar o benefiçiar alguna parte dello, o si, poniendo más diligençia sacarán más metal; dixo, que después acá que se descubrió este metal los dichos ofiçiales han puesto toda la diligencia que ha sido nesçesaria y proueido todos los trabajadores que se requerían en todas las labores sin que se pudiera hazer más de lo que ellos han hecho, pero que antes de aquello harto más se pudiera hazer y se hubiera descubierto más presto aquel metal si hubieran proveido de dinero para ocupar en ellos la jente que se requeria, pero que sienpre responden que de la corte les atan las manos para que no gasten más de aquello donde entendieren que se sigue prouecho, lo qual no puede saber otro antiçipadamente sino Dios del çielo” .
El estado de la Hacienda Real no permitía inversión alguna que no tuviera una inmediata rentabilidad.
Los retrasos en la percepción de lo asignado para gastos encarecían los abastecimientos  y paralizaban los trabajos durante largas temporadas. En 1565, los oficiales de la Casa de Contratación sevillana tenían estrictas órdenes de no proveer de fondos a la mina, más que de  lo procedente de su propia producción, lo que hacía que hubiera que esperar
Hasta cuarenta días hasta poder regresar de Sevilla con dinero. A causa de ello,
“por no ayer un real en esta fábrica para conprar almártaga, an estado hartos días parados los hornos, y aún los mismos trabaxadores andavan nesçesitados por no tener con qué conprar de comer...”.
En la mina de Aracena, dependiente de la de Guadalcanal, su administrador informaba
Fuera bien y a menos costa que se siguieran las venas antes que vinieran las aguas del ynbierno y yo hobiera, desde que dí en agua, dado orden para que se trabajase en ella de día y de noche, como se suele hazer y no lo he hecho porque no tenía con qué hazerlo, porque desde prinçipio de mayo pasado que començo a entender en la labor y benefiçio desta mina que se me enviaron 100 ducados, no me han querido dar más los ofiçiales de V.M. de las minas de Guadalcanal (...) antes dizen que no los tienen ni de qué sacarlos” 9.

5 AGS- Estado, Leg.° 142, fol. 144. En los legajos consultados de la sección de Estado, aparecen meados presupuestos de gasto para los años 1556 a 1570.
Sobre este balance de la mina, cfr. entre otros muchos: A.G.S. Escribanía Mayor de Rentas, Leg.° 1, 2-3 A.G.S. Estado, Leg.° 137, fol. 283, Leg.° 138, fols. 2 a 9; Leg.° 143, fols. 61-157-158; Leg.° l .: a 6; Leg.° 46, fol. 99 A.G.S. Consejo y Juntas de Hacienda, Leg.° 28, fol. 38 a 41; Leg.° 34,  fol. 273; Leg.° 48, fol. 57; Leg.° 52, fol. 88-90; A.G.S. Contadurías Generales, Leg.° 3.072, libranzas  sobre Sevilla para la mina de Guadalcanal.
6 A.G.S.. Estado, Leg.° 146, fols. 199-247. ULLOA, M.: La Hacienda Real..., p. 129.
7 Cfr. A.G.S. Estado, Leg.° 138, fols. 5-7; A.G.S. Consejo y Juntas de Hacienda, 1
A.G.S: Diversos de Castilla, Leg.° 8, fol. 62; Leg.° 46, fol. 17.
8 Los informes reiteran continuamente que la plata de Guadalcanal alcanzaba precios que cualquiera otra cuando se vendía sin amonedar, porque es “plata muy fina y buena”. Y toda la plata en un mismo momento alcanzaba el mismo precio; éste se fijaba en el mercado en función de su Ley. En 1557 escribía el alcalde Salazar al Rey desde Sevilla —el 17 de enero— haciéndole ver que en las Casas de la Contratación y de Moneda de Sevilla, la plata de Su Majestad alcanzaba un precio más bajo que la de particulares y que la diferencia era “muy notable”: mientras el marco de 1ª plata real valía          2.100 maravedíes y a 2.200, la de particulares se pagaba a 2.400 e igualmente sucedía en el metal que procedía de Nueva España, mientras que en el Perú el precio era igual para el parte para el particular y para el Monarca. La razón estribaba en la aparición de una cantidad de plomo mayor en la mejicana que en la peruana; cfr. A.G.S. Estado, Leg.° 120, fol. 198.
En 1568 la depreciación del metal blanco era ya acusada; un informe a la Corte indicaba que la venta, los precios “no llegan a la ley”; cfr. A.G.S. Consejo y Juntas de Hacienda, Leg. 90 fol 59. De igual forma, el mecanismo de la oferta y la demanda hacían bajar el precio de la plata en relación con otros lugares; cfr. A.G.S. Consejo y Juntas de Hacienda, Leg.° 265, s.f_ informe de Andrés de  Tolosa, año 1557.
Un memorial de 1567 proporcionaba curiosas soluciones para limitar la especulación con la plata cfr. A.G.S. Consejo y Juntas de Hacienda, Leg.° 78, fol. 230.
9 Cfr. A.G.S. Consejo y Juntas de Hacienda, Leg.° 103, fol. 12; Leg.° 52, fol. 90; Leg, 19-23-49; Leg.° 57, fols. 105-106; Leg.° 156, fol. 3; Leg.° 68, fol. 121. Iguales problemas en Almodovar en A.G.S. Consejo y Juntas de Hacienda, Leg.° 57, fol. 118.


De Minería, Metalúrgica y Comercio de Metales
Julio Sánchez Gómez
 

miércoles, 23 de marzo de 2016

Cazado el pájaro fantasma en Guadalcanal

         
Polémica después de que un científico mate al "pájaro fantasma" en Guadalcanal de las Salomón.

Un científico persiguió durante 20 años al alción bigotudo, una de las especies más escurridizas. Después de fotografiarlo, mató al ejemplar para estudiarlo, pero no todos aprueban su decisión
Para algunos ha primado el orgullo del científico a la hora de capturar y matar al animal. 
El alción bigotudo es uno de los pájaros más escurridizos. Hay constancia de que en 1920 se encontró una hembra de esta especie, llamada Actenoides bougainvillei, pero hasta 1950 no se volvió a contactar con la especie, cuando unos cazadores entregaron dos ejemplares a unos coleccionistas. Por eso, durante muchos años los científicos no han sabido nada de él, y este colorido animal ha sido algo así como un "pájaro fantasma".
Es frecuente que, para algunos investigadores, no haya nada más emocionante que buscar las especies más misteriosas. El problema es que el mes pasado el ornitólogo Christopher Filardi, del Museo de Historia Natural Americano, capturó uno de estos ejemplares y, aparte de fotografiarlo por primera vez, lo mató para realizar más estudios. Por eso, la que podía ser la historia de un descubrimiento científico, se ha convertido en polémica después de la publicación de un artículo en "The Washington Post" en el que se reconstruían los hechos.
"Los alciones son fantasmas, hasta que aparecen en un momento repentino de claridad antes de esfumarse
de nuevo. Quizás hasta otro día, quizás hasta otro año o incluso hasta otro siglo", escribió Filardi en su blog, Sus palabras estaban inspiradas porque acababa de culminar una búsqueda de alrededor de 20 años. Por fin había encontrado al "pájaro fantasma" en Guadalcanal, la mayor de las islas Salomón.
Durante varios días el equipo de Filardi estuvo buscando el canto del alción. Por fin pudieron capturar un pájaro "bonito, fuerte y estridente", escribió el investigador. Le tomaron fotografías, le filmaron en vídeo y, al final, le mataron, "con la aprobación de la población local", para estudiarlo más a fondo.
Según relata el científico, esta no fue una decisión apresurada, sino una muy bien meditada y además difícil. La justificó recordando que este animal es muy común y que recoger muestras es una "práctica común entre los biólogos de campo". Además, recalcó que hacerlo puede ayudar a salvar a una especie.
¿Una muerte innecesaria?
Sin embargo, cuando estos hechos salieron a la luz, la polémica surgió tanto entre científicos como en redes sociales. Unos estaban espantados por la muerte del alción, otros defendían la utilidad de la pérdida de un número pequeño de animales para ayudar a entender su especie y quizás facilitar su supervivencia.
Los detractores recordaron que la historia está plagada de ejemplos en los que se captura y se elimina a animales que eran los últimos de su especie, a manos de coleccionistas que no pensaron en las consecuencias de matarlos. Otros resaltaron el orgullo que algunos naturalistas sienten al capturar a una especie rara, y la competitividad que les lleva a hacerlo.
Charles Darwin capturó centenares de especímenes, y su trabajo contribuyó a los importantes avances científicos de su Teoría de la Evolución de las Especies, y al conocimiento de animales antes desconocidos en las Galápagos. La muerte de este escurridizo pájaro puede ser un ejemplo de progreso o un "asesinato" innecesario, pero lo cierto es que los investigadores que acompañaban a Filardi se han visto obligados a publicar una nota en el artículo donde anunciaban su descubrimiento para recordar que su intención es conocer mejor a esta especie y que su muerte no tendrá ningún impacto en la población.

22/10/2015

Rob Moyle, University of Kansas

sábado, 19 de marzo de 2016

Adelardo López de Ayala o el figurón político-literario 21

Antonio Vico-Actor
Capítulo XXI 
El presidente del Congreso a escena

Y sin más, en el empinado sillón, sobre la larga mesa, y desde el alto estrado, el excelentísimo e ilustrísimo señor presidente del Congreso se puso a dialogar en verso una comedia dramática. Decimos sin más, porque juzgamos que tarea debió de emprenderla Ayala, si no el mismo día de su elección, al siguiente cuando menos. Téngase en cuenta que fué elegido el 16 de febrero de 1878 y considérese que Consuelo se estrerenó el 30 de marzo del mismo año. Claro que obra es como es; pero tiene tres actos y versificada de punta a punta. Dejemos un par de semanas para los ensayos y quedará un mes escaso para escribirla, que no es mucho ciertamente.
Pues probado está que Ayala escribió Consuelo siendo presidente del Congreso. El plan de la comedia se trazó mucho antes: en Lisboa, durante el destierro de su autor. Fué uno de tantos proyectos de Ayala, para, si la revolución salía mal, triunfar en la dramaturgia. Pero la revolución salió bien y el revolucionario triunfante no se ocupó más de los asuntos escénicos. Sólo diez años después, según indicado queda...
Vió, con arreglo a esta indicación, el partido que todavía podía sacar del "tablado de la antigua farsa". Y en el tablado de la farsa política se puso a desarrollar el argumento que tenía trazado.
Las sesiones del Congreso, si alguna vez eran tumultuosas, la mayor parte de las veces se deslizaban en paz. Muchos ratos de ellas, y aun algunas de ellas enteras, se transcurrían tranquilamente. La palabra de cualquier orador, fría y monótona divagaba sobre un asunto vulgar y falto de interés en la soledad de escaños y tribunas. Sólo los taquígrafos oían para tomar sus notas. Un secretario se entregaba a los recuerdos de la niñez. Los ujieres dormitaban. Y el presidente, aprovechando este recogimiento general, escribía renglones cortos con sus consonantes en los extremos.
Así lo afirman testigos presenciales y así lo recogen biógrafos documentados. Algunos de los primeros dieron a uno de los segundos la anécdota que sigue:
El presidente, entregado a la tarea de versificar, versificaba ya sin darse cuenta. Un diputado alude a otro en forma descomedida. Este protesta contra que se le trate así. El primero dice que no fué su propósito ofender al segundo. Y a Ayala, al intervenir, se le escapan dos octosílabos:
Con tan franca explicación,
queda el agravio deshecho.
El diputado que ha de hablar se contagia del metro y del consonante y declara:
Yo me doy por satisfecho.
A lo que el presidente agrega, completando la redondilla:
Se levanta la sesión.
Entregado a la tarea de escribir Consuelo, hasta el extremo de poner en verso también el Diario de Sesiones, el presidente del Congreso termina su obra. La termina con los maceros detrás, igualmente, pues consta que la escena final fué escrita por Ayala durante los Ruegos y Preguntas del día 18 de marzo. En plena sesión del Congreso, que, sin duda por referirse a reclamaciones regionales, no estaba muy concurrida, hubo de escribirse aquel verso concluyente:
¡Qué espantosa soledad!

Y en seguida.., ¡a estrenar se ha dicho! Pero ¿todo un presidente del Congreso de los Diputados iba a exponerse al fallo del público de los estrenos? ¿Por qué no? Ese fallo tenía que ser favorable.
A las gentes sencillas de entonces no les parecía así. Copiamos de una de ellas: "El elevado puesto que en la política había alcanzado tendría forzosamente que restarle aplausos, si acertaba, o que provocar sátiras de las que más dañan un prestigio y una gloria, en caso de error. Si triunfaba el drama, poco añadía al autor de tantas otras producciones valiosas; pero si Consuelo fracasaba, el fracaso sería, más que para el autor equivocado, para el político que ocupando tan alto puesto exponía la rígida seriedad del cargo a una exhibición entre telones y bambalinas." Y decimos a continuación que en aquellos felices tiempos se sabía poco del asunto.
Ayala estaba mejor enterado. ¿Cómo había de fracasar el drama de un personaje de la situación ?... ¡De ningún modo! Los espectadores irían al teatro convencidos de que el autor tenía mucho talento, ya que la presidencia del Congreso había obtenido. Después hemos visto que libros de literatos, para los que jamás hubo un lector, han tenido lectores al conseguir quienes los escribieron puestos en la rebatiña de la llegada de la República. El público se deja deslumbrar por cualquier espejuelo.
En cuanto a lo de exponer la seriedad del cargo en las tablas, Ayala iba a salvar ese trance con una magnífica postura, de la que daremos cuenta a su debido tiempo. Y los que hasta ese momento hayan dejado de admirar al colosal figurón, se entregarán, rendidos, presos, a una admiración sin límites para él. Lo fío desde ahora, y continúo mientras con lo que ahora estamos.
Ayala pensó que el público le aplaudiría, que la crítica le elogiaría y que obtendría más aún. Aquellos diputados que no quisieron votarle para presidente sufrirían remordimientos. ¡Tendrían pena de haber negado sus votos a un autor ilustre! Esto ya debió de escocerles cuando leyeron los periódicos al día siguiente de la votación; pero iba a escocerles luego del estreno más y más. Eso quería Ayala, y eso logró.
El estreno de Consuelo fué una sucesión de aplausos, no interrumpida por silbido alguno. ¡Como tenía que ser! Al teatro asistía aquella noche Su Majestad. Y el Rey estaba obligado a aplaudir, porque hacer lo contrario sería faltar a la Constitución. El que estrenaba era uno de los que habían de aconsejarle en los casos de crisis ministerial. Imposible que el Monarca patease al que tenía por consejero obligado para la regia prerrogativa de separar y nombrar los ministros. Significar que ese hombre era un bruto, temblaría el régimen, socava uno de sus cimientos.
Don Alfonso XII sabía que un Soberano constitucional debe respaldar siempre a sus auxiliares. Su hijo, el don Alfonso ex XIII, realizó la labor opuesta y dejó de ser constitucional, primero, y Soberano, después. Pero el padre tenía más talento que el hijo, entre otras razones porque tener menos fuera imposible.
Aplaudió, pues, el Rey desde las primeras escenas de la obra. Y el resto del público, ¿iba a expresar opinión distinta de la de su señor?...
Expresó la misma, y con entusiasmo, con delirio, con convulsiones.
Llamado así por el Rey y sus fieles súbditos, el autor de Consuelo había de pisar las tablas. Tenía que exhibirse entre los telones y las bambalinas! Y entonces fué cuando Ayala realizó el gesto que opinamos debieron perpetuar, si no escultores y pintores, por lo menos esos artífices que construyen y coloran las figuras de cera.
Para un museo como el de Carnavalet estuvo el muñeco, imponente y ridículo.
Ayala salió al escenario sin el acostumbrado acompañamiento de los actores. ¡Y entre ellos se contaba Antonio Vico! Pero es sabido que, cuando éste intentó atraerle con él ante los espectadores, Ayala soltó la mano que Vico le asía y le dijo: "Hoy, yo solo; desde mañana, vosotros solos." Hizo inmediatamente desalojar la escena a los cómicos para, más cómico él que tunos los cómicos juntos, presentarse en augusta soledad. Así apareció, vestido de levita, con el sombrero en una mano y en la otra el bastón. Le faltó llevar una escolta oficial de hombres de maza.
Pero aun sin los maceros debió de resultar imponente el presidente del Congreso en aquella ocasión. Demostró que le venía chico el tablado; ese tablado tan enorme que puede contener las gigantescas concepciones de Esquilo, Shakespeare y Calderón de la Barca. Para que cupiese él, López de Ayala, el autor de Consuelo, tenían que salirse los intérpretes de las obras, geniales a voces como las obras mismas.
Y aquella vez, claro, mucho, muchísimo, infinitamente más geniales. Porque Consuelo... romo a la obra cumbre de Ayala la dedicaremos un título aparte. Este tratará solamente del hecho de que todo un presidente del Congreso estrenara como un simple mortal. ¡Como uno de osos tres simples mortales cuyos nombres figura en el párrafo anterior! Consignado queda sobre el caso que Ayala, por presidir lo que presumía, no quiso rozarse con Vico, el actor genial, borla de la escena española. Bastaría esto si no hubiese que añadir algo.
Ayala condescendió a rozarse con el Rey. Alonso XII, al terminar el acto primero, le llamó n su palco y le invitó a que allí permaneciese. Y  allí quedó el autor, tan orondo, considerando puesto mejor junto al Soberano que entre 1os actores. Se juzgaba más que otra cosa presides te del Congreso.
 En lo cual, después de .todo, tenía razón. S: quiera eso le había votado la mayoría de lo diputados. Indiscutiblemente eso era, mientras que otra cosa...
  

Luís de Oteyza
Vidas Españolas e Hispano-Americanas del Siglo XIX

Madrid, 1932

miércoles, 16 de marzo de 2016

Un Olivo se lamenta

¿Por qué tus lamentos? ¿Por qué tus quejas? ¿Por qué tus qué tú pena?

Era una tarde cualquiera de primavera. Discurría yo por un frondoso olivar, que agradecido, recibía gozoso las beneficiosas caricias del sol, cuando de entre ellos, oí salir una voz cuya procedencia ignoraba. Me paré, escuché una  y otra vez hasta que observé que, desde un pequeño olivo, remedando frases Calderorianas, salían estas lamentaciones "!Ay mísero de mí, ay infelices! Apurar gobernantes y procuradores pretendo, ya que me tratáis así, qué delito cometí contra vosotros produciendo..."
Entre el estupor y la curiosidad, dudando si era real o soñado, me acerqué a él y le pregunté: ¿Por qué tus lamentos? ¿Por qué tus quejas? ¿Por qué tus qué tú pena?
Suspira, calla durante unos segundos y prosigue: ¿Y preguntas tú eso? ¿Es qué acaso ignoras mi situación? Le contesté, ¿ignoras tú que no soy olivarero? Con una cordura digna del mejor olivo, me invitó a que no nos perdiéramos en interrogantes —cual ser humano— y que le escuchara con atención.
Entre dubitativo  y curioso, como la tarde era apacible y grata, me senté a la sombra y me dispuse a escuchar y comenzó su relato:
He nacido en esta soleada tierra andaluza, rica y pobre a la vez, explotada y olvidada; me plantaron, eché raíces y crecí. Me asignó Dios como misión parir todos los años un producto que los hombres denominan aceituna. Desde que mi desarrollo me lo permitió, he cumplido fielmente esta con una regularidad cronométrica, y, cada día, encuentro más dificultades llevarla a cabo y los hombres se benefician de ella, y lo más lamentable, precisamente cuando la riqueza que genero es en su beneficio, hay muchos que no sólo fomentan esta riqueza, sino que la olvidan o la obstruyen.
El tema es interesante le contesté, pero tendrás que explicármelo al detalle, para que pueda tener elementos de juicio más claros sobre tus lamentaciones.
Claro, prosiguió, a ello voy...
Estaremos de acuerdo, en que lo que yo produzco es una riqueza más  país y que cual otro producto cualquiera debo ser protegido fomentado, mutado, con una planificación minuciosamente estudiada, que desemboque en  una producción a tope y en unos precios rentables.
De acuerdo le contesté.

Pues no es así, me dijo, porque el precio de lo que con tantos dolores de parto doy a los hombres, es ruinoso, con lo que mi propietario, se limita a alimentarme y medicinarme lo mínimo indispensable con el objeto de que subsista y evitar que los costos de mis hijas las aceitunas, sean superiores a los ingresos que les puedan proporcionar. Al objeto de evitar el endeudarme limitarse mi dueño a hacer en mí lo estrictamente indispensable, yo, raquítico y  enfermizo, no puedo cumplir la misión de producir en plenitud, por lo que tampoco puedo dar las jornadas de trabajo que quisiera y que tanta falta hacen a los hombres y mujeres andaluces, y, éstas, serán peor pagadas, con lo que dejo  Crear riqueza; la casi nula rentabilidad y la disminución de puestos de  trabajo, impide movilizar el dinero circulante a mi propietario y al trabajador y a la carencia de dinero circulante —quien no tiene no puede gastar— impide el crecimiento del comercio y su proliferación y expansión, dejando por tanto la creación de riqueza; desaparecen en potencia las posibilidades de implantara y ampliar industrias derivadas, con la paralela incapacidad para que nazcas nuevos puestos de trabajo, con lo que se deja de crear riqueza.
Entiendes ahora mis lamentaciones, entiendes mis penas, ¡tú, hombre con raciocinio!, lo que yo arbusto puedo lamentar, porque lo estoy sufriendo, pero no puedo comprender porque carezco de la facultad de pensar.
Comprendo si, tus justas lamentaciones le contesté, pero por más que pienso, no puedo saber el porqué de la situación, el de las inhibiciones de los hombres, el desinterés o lo que es peor el olvido de aquellos, que desde su atalaya  pueden remediarla, máxime si se trata de una comarca que como la nuestra, está deprimida y abandonada, no obstante tener los mismos derechos a ser atendida como cualquier gran urbe o zona industrial, aunque de estas salgan la mayoría de votos en unas elecciones.
Así será, me contestó. Por mi parte, ahí queda mi dolor y mi lamento.
Adiós frondoso olivo y gracias, porque has sabido y  ha sido capaz de denunciar una situación injusta —como ahora se dice— aunque entiendo, que mientras no haya consenso, nada habrás logrado.

Lorenzo Blanco Cabria
Revista de feria 1978

sábado, 12 de marzo de 2016

Inicio, auge y decadencia de las minas de Guadalcanal 85

Balance de la mina y destino de la plata.
El destino inmediato de la plata

Una vez depositada la plata en el almacén específicamente dedicado a ella en la mina, preparaba, su expedición a Sevilla, normalmente urgida por la Corte que, mucho antes,  no ya de que se enviara, sino incluso de que se extrajera de los pozos, había actuado abundantes consignaciones presupuestarias sobre ella. La plata se introducía normalmente en dos cajones de acero “de Alemania” y a lomos de acémilas —lo agreste del camino no permitía el empleo de vehículos de rueda—, confiada a personas que desempeñaban ese trabajo por contrata y que depositaban por ello una fianza
“para que si alguna cosa le subtendiere, lo paguen con su persona e bienes”,
emprendía un viaje que duraba habitualmente tres días en dirección a la metrópoli hispalense a través de una ruta que cruzaba el Guadalquivir a la altura de Cantillana por medio de una barca de peaje y seguía después por la margen izquierda del río hasta la ciudad l. Las ordenanzas expedidas para lámina especificaban que la conducción de la plata producida debía esperar a que se hallara almacenado un total de metal de 1.200 a 1.500 marcos, pero normalmente la Corona, que era quien había redactado las ordenanzas, urgía a que se hiciera antes, lo que evidentemente incrementaba notablemente el coste anual del conjunto de los transportes 2. El porte de la plata se aprovechaba a la vuelta para llevar a la mina el dinero para los gastos de ésta.
Llegada la plata a Sevilla, quedaba allí bajo la jurisdicción de los tesoreros de la Casa de Contratación, con lo que entraba en un proceso idéntico al de la plata real proceso de las colonias americanas. El destino inmediato del metal era la hornaza real de la de Moneda sevillana, donde se pesaba y se entregaba el ensayador, quien estudia la liga de cobre que era preciso alearle para que alcanzara la ley conveniente 3. A continuación se convertía en reales, salvo la escobilla y la denominada “plata de relaves”, que se vendía en pública subasta al mejor postor.
Parece que la técnica que se había alcanzado en España en relación con la calidad la acuñación a mediados de siglo era relativamente avanzada; al menos, los costes menores que en Flandes, lo que evidentemente sólo podría atribuirse a un mejor procedimiento, ya que ni los salarios, ni los materiales empleados eran aquí más barato:
Sin embargo, no se había logrado una rapidez suficiente en el proceso, algo que sólo conseguirá el célebre “ingenio” de Segovia. Ello provocaba estrangulamientos y enormes retrasos en la acuñación de la plata de Guadalcanal, a pesar de que la Casa de la Moneda tenía estricta orden de atender de forma prioritaria a la plata real por delante de cualquier particular. Ello obligó en algunas ocasiones de especial urgencia a desviar de Guadalcanal hacia otras casas de moneda, como la de Toledo, con el consiguiente incremento de gastos, o a efectuar algunos pagos directamente en plata, lo que significar pérdida 4.

1 Sobre el transporte, cfr. A.G.S. Consejo y Juntas de Hacienda, Leg.° 52, fol. 89.
2 Cfr. A.G.S. Escribanía Mayor de Rentas, Minas, Leg.° 1, fol. 5. El precio del transporte ascendía 1560 a 7.249 maravedíes; cfr. A.G.S. Escribanía Mayor de Rentas, Minas, Leg.° 1, fol. 4. El paso de )arca era una fuente constante de problemas, en 1556 informaba A. de Zárate:
“Desde que estoy aquí ando en porfía con los arrendadores de la barca de Cantillana y con la justiçia de allí sobre las molestias que haçen a las personas que llevan plata y traen dinero, sobre el pedirles barcajes de las cargas, y aunque han sido amonestados sobrello y a la contina va con la plata un alguazil, ninguna cosa aprovecha, sino que los quieren pasar y los detienen allí aunque se les dice y ellos ven que esta es haziendo de V.M. y no debe derechos y que los arrieros pagan el barcaçe de sus mulos, continuándose estos malos tratamientos. Yendo un uezino de Sevilla, llamado Françisco Marmolejo, a los 14 del presente con 4.000 y tantos marcos de plata y llevando vara de justigia teniendo ya las cargas en el barco, vino el arrendador, ques alcalde de la hermandad, y se las quiso hazer sacar, y sobresto vinieron a reñir y juntándose mucha jente del pueblo en fabor del arrendador, trataron muy mal de obra y de palabra al dicho Marmolejo, dándole viertas bofetadas o moçinetes, e diçiendole palabras feas e injuriosas (...). Yéndose a quejar a un alcalde mayor no solamente no le remedió ni castigó pero prendió al dicho Marmolejo y a las guardas que con él iban, dejando sin guarda las de plata, lo qual al paresçer es cosa digna de castigo ejempla”;
Cfr. A.G.S. Consejo y Juntas de Hacienda, Leg.° 28, fol. 37.
3 La amonedación de 2.500 marcos de Guadalcanal se hizo con 2 arrobas y media de cobre, cantidad que puede aceptarse como promedio, ya que no era fija, sino que dependía de la calidad de plata amonedada; cfr. A.G.S. Consejo y Juntas de Hacienda, Leg.° 27, fols. 1-7.
4 Sobre el proceso de amonedación de la plata, Cfr. A.G.S. Consejo y Juntas de Hacienda, Le fols. 1-7; Leg.° 28, fols. 66 y 173; Leg.° 29, fol. 197; Leg.° 38, fol. 149. A.G.S. Estado, Leg.° 129, fols Leg.° 147, fol. 271, Leg.° 112, fols. 3 a 6, 190 y 192. A.G.S. Escribanía Mayor de Rentas, Minas, leg. 1, fol. 10; A.G.S. Contadurías Generales, Leg.° 3.072, s.f. Archivo General de Indias, Contadurías 285, 286, 287. A.G.S. Consejo y Juntas de Hacienda, Leg.° 32, fol. 101 bis: el licenciado Salazar planteaba en 1557 la posibilidad de una mayor ventaja para la Hacienda Real vendiendo la plata en almononeda en lugar de amonedándola.
Los gastos de amonedación de cada partida ascendían a aproximadamente el 0,21 %:
24 de febrero de 1556:
— Plata llegada de Guadalcanal ..........................................................         7.676 marcos:
— Se amonedó por valor de  ..............................................              12.225.714 maravedíes
— Se vendió escobilla por     ..........................................................        87.495 maravedíes
TOTAL.................................................................................            17.313.209 maravedíes
Coste del transporte y gastos de acuñación: 13.879 mrs. —0,21 % —:
14 de marzo de 1556:
— Plata llegada de Guadalcanal ..........................................................             2.182 marcos
— Se amonedó por valor de  .........................................................       6.311.004 maravedíes
 Se vendió escobilla por ..................................................................         75.000 maravedíes
TOTAL.........................................................................................       6.386.004 maravedíes
Coste del transporte y gastos de acuñación: 13.879 mrs. —0,21 %—:
1 de abril de 1556:
— Plata llegada de Guadalcanal ..........................................................              4.957 marcos
— Se amonedó por valor de .......................................................         11.163.746 maravedíes
— Se vendió escobilla por     ..........................................................           75.000 maravedíes
TOTAL.................................................................................             1.1.238.746 maravedíes
Coste del transporte y gastos de acuñación: 23.660 mrs. —0,21%—:
Los gastos de la acuñación incluían:
-- Arrieros que trae las cargas (realmente es este un gasto que podría no incluirse ya resano al proceso) ......................................................................... 2.907 maravedíes
-- Contraste de Sevilla, por pesar las cargas .............................................272 maravedíes
-- 8 sopladores a 3 reales diarios ....................................................          816 maravedíes
-- Partidores por partir planchas............................................................ 1.112 maravedíes
-- Fundidor de la  Casa de la Moneda, por sus derechos a 2 maravedíes por marco, precio muy bajo por ser plata de Su Magestad ......................................5.264 maravedíes
-- Ayudante de la Casa de la Moneda ........... ….............................             187 maravedíes
-- Pregonero que pregonó la escobilla para su venta en almoneda .............      68 maravedíes
 –Escribano de la casa de la moneda...........................................................306 maravedíes
 –2 arrobas y 1/2 de cobre para la liga ....................................................  .2.577 maravedíes
Cfr. A.G.S. Consejo y Juntas de Hacienda, Leg.° 27, fols. 1 a 7.
Parece que el sistema de acuñación en España era no sólo más barato, sino también más rápido que según la información que proporciona el alcalde Salazar en carta al Rey de 4 de abril de 1557:
“aquí se benefiçia, a lo que soy informado, muy a menos costa que en Flandes, lo otro, porque se labra con más breuedad”;
Crf A.G.S. Consejo y Juntas de Hacienda, Leg.° 32, fol. 101 bis.

 De Minería, Metalúrgica y Comercio de Metales
Julio Sánchez Gómez