El Mecenazgo artístico del Indiano Alonso González de la Pava en Guadalcanal (primera parte)
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Julia Mensaque Urbano
En
el archivo parroquial de Guadalcanal (Sevilla),
se encuentran datos que atestiguan una importante emigración
de vecinos a Indias en los siglos XVI y XVII, los cuales una vez
acomodados en el Nuevo Mundo, enviaban limosnas y donaciones para
fundaciones de capellanías, hospitales y conventos a su ciudad
natal. (1 Ortiz de la Tabla Ducasse, Javier: Emigración a
Indias y fundación de capellanías en Guadalcanal,
siglos XVI y XVII, en «I Jornadas de Andalucía y
América», Huelva, 1981, t. I, ofrece un interesante
estudio sobre la precaria situación que por estos años
padecían las tierras de la Baja Extremadura, concretamente el
triángulo formado por las poblaciones de Guadalcanal, Llerena
y Azuaga consecuentemente el alto porcentaje de sus vecinos que
emigraron a América y una vez enriquecidos allí,
legaron parte de sus bienes para fundaciones de capellanías).
Prueba inequívoca de ello fue la proliferación de
edificios que se levantaron en esta época, dando una
configuración distinta al pueblo. (2 En relación con
el empobrecimiento de la población extrerneña que
motivó una gran emigración a Indias Cardalliaguet
Quirant, M.: Estimación de los factores de la emigración
extremeña en el siglo XVI, «Revista Estudios Extremeños
», Badajoz, 1978, t. XXXIV, aduce una serie de factores
causantes de este hecho como son las presiones fiscales de la
hacienda real, así como las continuas enajenaciones de las
encomiendas de las Ordenes Militares para subsanar la política
bélica de los Austrias, además de la serie de
contribuciones que por su parte imponía la iglesia, que
recaían en los mismos sectores medios y bajos de la región,
aumentando la indigencia y los deseos de emigrar para encontrar
condiciones de vida más favorables). Mención
especial merecen algunos de estos indianos como Jerónimo
González de Alanís, el cual otorgó testamento en
1582 en la ciudad de La Plata en el Perú, disponiendo que se
tomasen de su hacienda 30.000 pesos de plata corriente, se pusieran a
renta y se fundase un convento de monjas de Santa Clara, una
capellanía y un pósito. Alvaro de Castilla y Ramos,
estando en Guanajuato, dispuso en su testamento, fechado en 1614, la
fundación de un hospital y convento de Religiosas de la
Concepción, señalándoles 500 ducados de renta.
Uno más de estos ejemplos de emigrantes a Indias lo tenemos en
Teresa de Morales, vecina de Panamá, que legó 3.000
ducados para establecer una capellanía en la iglesia mayor de
Santa María. (3 Muñoz Torrado, Antonio: Santuario de
Nuestra Señora de Guaditoca, patrona de Guadalcanal, Sevilla,
1918, págs. 22-24. De mis sondeos por los archivos de
Guadalcanal he encontrado también algunos datos referentes a
obras pías y capellanías, como son el testamento de
María Páez, Vda. de Alonso Sánchez, fechado en
1613, en el que hace constancia de su fundación del convento
de San Sebastián de Llerena, o la obra pía de los
hermanos Freire Gálvez, uno Vicario General y otro Prior de la
Provincia de León, que mandaron erigir una capilla en el altar
mayor de Santa María, con capellanía servidera.
Francisco de Rojas Bastída mandó también
levantar una capilla en la parroquial de Santa María y
contrató su retablo en 1635 según la escritura
contractual que se conserva en el archivo de protocolos de
Guadalcanal, a igual que el contrato fechado en 1636 entre Alonso
Carranco Ortega y el mayordomo de la ermita de Ntra. Sra. de
Guaditoca para edificar a su costa la nueva iglesia.
Aunque sin duda el más
generoso de estos piadosos hombres y mujeres fue Alonso González
de la Pava, que imbuido del sentimiento religioso de la época
siguió la misma línea de mecenazgo providencialista que
sus coetáneos al fundar el convento y hospital del Espíritu
Santo. «Yo —manifiesta en la carta de dotación—
hice donación entre vivos, y revocable, en la villa Imperial
de Potosí, su fecha en cuatro días del mes de junio del
año pasado de mil y seiscientos y doce, de cincuenta mil
pesos, de a ocho reales cada uno, ... hasta sacarlos de la Casa de la
Contratación de la ciudad de Sevilla, los quales fue Dios
servido de que viniesen en salvamento, sin que dellos se perdiese
cosa alguna antes, por ser las barras de plata
en que vinieron de buena y subida ley».
4 (A)rchivo (P)arroquial de (G)uadalcanal. Libro de Fábrica
del convento del Espíritu Santo de los años 1621 a
1695, lib. I, fol. 4v.-16r. Ap. Dl. núm. 1..
Fue en esta ciudad de
Potosí donde Alonso González de la Pava hizo su fortuna
en el negocio de la extracción de plata. Era por estos años
de finales del XVI y principios del XVII una ciudad bien distinta del
tipo clásico de ciudad colonial, pues contaba con una
población heterogénea y numerosa entre las que se
encontraban un gran número de personas ansiosas
de enriquecerse con las minas de plata de «el Cerro»,
montaña de 4.890 metros sobre el nivel del mar en cuyas faldas
se emplazaba. Buscadores de tesoros llegaban a la Villa Imperial de
todas partes de América y España, dando lugar a un
número considerable de ociosos que esperaban la fortuna y la
suerte. En 1596 escribía Juan Pérez de Valenzuela al
Rey que en Potosí «hay tres mil personas entre
españoles, portugueses y de otras naciones, los dos mil gente
moza, baldía y desocupada que no tiene otro oficio que jugar,
beber, adulterar, robar y matar» 5 Helmer, M.:
Luchas entre Vascongados y Vicuñas en Potosí, en
«Revista de Indias», Madrid, 1960, año
XX, pág. 186. Para darnos una idea del tipo de español
ocioso, buscador de fortuna, llamado «soldado»,
nos da esta cita de la época bien ilustrativa del momento.
Otro sector numeroso e
indigente de la población de la villa eran los indios, que
soportaban el peso del trabajo de las minas en condiciones laborales
a veces infrahumanas. Esto unido al clima crudo de Potosí que
no eran capaces de sopor los indios traidos de comarcas más
bajas, daba lugar a un alto
grado de mortandad, 6 Capoche, Luis: Relación
general de la Villa Imperial de Potosí, Ed. L. Hanke, (B.A.E.,
CXXII), Madrid, 1959, pág. 25. Hanke, L.: La Villa Imperial de
Potosí, Sucre, 1954. y
sin duda esta vivencia preocupó hondamente a Alonso González
de la Pava, pues en una cláusula de la escritura fundacional
del convento pide al capellán del mismo rece por los indios
que han muerto «en la Villa Imperial de Potosí en el
ministerio de labrar metales y beneficio de la plata». 7
A.P.G. Libro de fábrica del convento del Espíritu Santo
de los años 1621 a 1695, lib. 1, fol. 5r.-6r., Ap. Dl. núm.
2.
Debido
a la concepción providencialista del momento, todo el
acontecer del hombre estaba transito de religión, vivía
intensamente su fe; en su existencia lo que importaba era ganarse el
más allá, y con este fin, como bien constata Alonso
González de la Pava en la escritura de donación
—«pretendiendo volver a Dios lo que me ha dado y servile
con ello»— (8 Ibídem, fol. 4v., Ap. Dl. Núm.
1.) destinó íntegramente
su capital en beneficio de este convento. A este gesto piadoso
podemos añadir el hecho de no haber tenido hijos y
quizá confluyera no poco en su decisión el haber vivido
y labrado su fortuna en esta ciudad de ambiente relajado y cruel que
caracterizaba a Potosí.
Para comenzar a labrar el
edificio, González de la Pava se reservó 3.078 ducados
y el resto del capital lo puso en rentas en los concejos de las
villas de Guadalcanal y Quintana, dándole unos réditos
de 1.334 ducados anuales, que él dispuso se repartieran de la
siguiente manera: 700 ducados anuales
para el sustento de las monjas y «para que se baya labrando
—el convento— hasta que se acave»;
(9 Ibídem, fol. 16r., Ap. Dl. Núm. 1.) 500
ducados para
el patrono que él mismo nombrara, reservándose para él
este cargo mientras viviera y los restantes 134 ducados como salario
del capellán del convento.
Revista de feria 2003
Julia Mensaque Urbano
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