CULTURA, SOCIEDAD, LETRAS,
POLÍTICA, PODER
Entre la docena y media de
escritores latinos del siglo I d.C., de los que se conservan obras de un libro
o más de extensión, llama la atención que se cuenten siete hispanos, cinco de
los cuales proceden de la Bética
o Hispania Ulterior. Eso no había ocurrido nunca antes con autores que no
fueran itálicos.
La conservación o no de unos
autores u obras al cabo de los siglos, es en muchos casos fruto del azar. Pero también
hay que contar en no pocas ocasiones con un algo o un mucho de selección. Se
copian y se transcriben libros que son particularmente estimados por razones
literarias, ideológicas o de utilidad, y se han perdido, también por obra del
azar, poemas y prosas en que se reunían los mismos motivos para salvarse de la desaparición.
No deja también de influir en estos procesos el interés cultural e incluso
utilitario que pueden tener en determinadas circunstancias de lugar y tiempo
unos escritores u otros. En la
Antigüedad romana los clásicos latinos eran el patrimonio de
aquella sociedad, y en la
Edad Media de occidente eran su cultura y su idioma común
mientras se hablaba latín, o su lengua sabia e internacional, cuando empezaron
a extenderse e imponerse los idiomas modernos.
La existencia y conservación de
un número tan relativamente alto de autores hispanos es también una prueba histórica
de la romanización de España, que casi se había consumado política y
socialmente sobre todo en las ciudades entre los días de Cesar y de Augusto (60
a.C.-14 d.C.), al mismo tiempo que se puede atribuir al desarrollo de las
ciudades promovido o favorecido en la península por la política de esos dos “príncipes”.
La creciente urbanización de
territorios provinciales no se reduce a aspectos militares como la necesidad de
ciudades para amparar y proteger a la gente ni a conveniencias políticas para
organizar y regir la vida de una colectividad, sino que implica consecuencias o
frutos de orden cultural: lengua, escuela, lectura, escritura, estética, usos
sociales y valores colectivos —patrióticos,
religiosos, jurídicos— etc.
En España había localidades que
eran “colonias”
—“colonias” de ciudadanos romanos—,
desde que Escipión Africano en el 206 a.C., estableció la primera de ellas en Itálica,
junto al Guadalquivir (Betis) y la pobló con veteranos de sus legiones a los
que repartió las tierras de la comarca.
Siglo y medio después, en tiempos
del dictador y de su sucesor, hubo un notable incremento del numero de las “colonias”
con las veinte de Cesar y las veinte de Augusto. Estas localidades, además de
estar habitadas por ciudadanos romanos, recibieron, mas pronto o mas tarde,
cartas municipales, que determinaban el sistema de gobierno, sus magistrados y
asambleas, y las correspondientes obligaciones de los vecinos de la población.
Localidades, que no eran ni habían sido “colonias”, fueron constituidas
directamente en municipia civium romanorum o “municipios de derecho latino”. En definitiva, en lo que seria el
precedente de las poblaciones con ayuntamiento propio de los países de la
cultura occidental con sus derechos y responsabilidades.
Es mas que verosímil, que en esas
ciudades, como consta por lo que cuenta Seneca y lo que se sabe de la cultura
latina de los Balbos, de la de los poetas y los oradores cordobeses, y
demuestran las inscripciones, había escuelas en que no solo se enseñaba “gramática”
sino las otras disciplinas superiores. Se puede asegurar que los siete
escritores hispanos del siglo I cuyas obras se conservan habían adquirido en
sus localidades natales la preparación necesaria para los estudios que luego realizarían
o no, en Roma o en cualquier otro lugar.
Los siete hispanos a que hemos
hecho referencia escribieron y publicaron sus obras entre los días de Tiberio o
de Calígula, hasta los primeros años de los Antoninos en la centuria siguiente.
Al mas antiguo de ellos, Lucio Anneo
Seneca se le llama “el Mayor” y también “el
Viejo”, o “el Retórico”, o para distinguirlo de su mas famoso hijo, “el
filosofo”, o por haber escrito y publicado a edad mas avanzada de lo común,
o por el genero literario a que pertenece la obra suya que se conserva: el
volumen de Controversias y Suasorias.
Este patriarca de los Anneos, es
dos o cuatro generaciones anterior a los otros escritores latinos de Hispania
de ese siglo I. Nacido en el 55 a.C., tenia unos cincuenta años, cuando vino al
mundo el más ilustre de sus hijos, el filosofo, político y poeta de su mismo
nombre. Su vida y su obra prueban que los hispanos de esos tiempos se sentían
romanos de cultura, lengua y estilo de vida. Probablemente fue persona de
convicciones tradicionales y republicanas con nostalgia de tiempos anteriores.
Hay indicios de ello en las referencias que hace a el su famoso hijo y en las
pocas líneas que el azar ha conservado de una obra perdida, De
vita patris, que al parecer compuso ese mismo hijo. Sus Controversias y Suasorias fueron
escritas y dadas a conocer cuando el autor estaba cerca de los noventa anos.
Constituyen una antología de declamaciones y debates literarios y retóricos.
Cientos de personajes aparecen en sus páginas en las que es objeto de especial admiración
Marco Tulio Cicerón.
Sus hijos llegaron a ser
personajes conocidos en Roma. Habían nacido en España y se educaron entre Córdoba
y la Urbe. El
mayor, adoptado por el orador cordobés y amigo del padre Junio Galion, como ya
se ha recordado hizo carrera política. Los tres hermanos, Galion, Seneca y
Mela, así como el hijo de este ultimo, el joven y brillantísimo poeta Lucano,
cayeron victimas de Nerón y su clique palaciega acusados de haber
participado en la famosa “conspiración de Pisón” del año 65,
que mas que otra cosa fue un golpe de estado del Príncipe y su entorno para
eliminar posibles adversarios.
Del segundo por orden cronológico
de estos escritores hispanos, Pomponio Mela, se saben pocas cosas. Entre los años
37 y 40 d.C., escribió y público su Corografía a que es la obra
literaria latina más antigua de autor hispano que se conoce. Era nativo de la Bética , de la localidad de Tingitera o Tingitara, que probablemente
estaba cerca de la actual bahía de Algeciras, o en el mismo lugar que esta
ciudad. Su libro, no muy extenso (79
paginas en la edición de Teubner), es una descripción del orbe (del orbe romano de entonces) y su mas
inmediato entorno, llegando hasta Britania. Pero además del simple nomenclátor
contiene referencias étnicas, religiosas y culturales de los lugares, y de fenómenos
de la naturaleza. Algo culturalmente importante en este autor es la abundancia
de noticias y digresiones tomadas de los clásicos romanos: Cesar, Salustio, Virgilio, que demuestran su buena escuela y su
cultura literaria y política. Probablemente se había educado en Hispania en el
primer tercio del siglo I d.C.
Los otros cinco escritores
hispanos del siglo de los que se conservan obras fueron el uomo universale Lucio Anneo Seneca (c. 4 a.C.-65 d.C.),
segundo de los hijos del “Retórico”, el gaditano Columela, el
maestro de oratoria y critico literario Quintiliano, que era de Calagurris (Calahorra) en territorio
entonces vascon de la provincia Citerior, y los poetas Lucano, un Anneo, de la
provincia Bética, sobrino del “filosofo” y nieto del “Retórico”
y el gran poeta satírico celtibero de Bilbilis (junto a Calatayud) también de la Citerior , de nombre
Marcial.
Antonio Fontán Marqués de
Guadalcanal
NUEVA REVISTA de política,
cultura y arte
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