Sobre el supuesto linaje judaico
de los Enríquez
La expulsión de judíos de los
reinos hispánicos fue ordenada por los Reyes Católicos en un edicto publicado
en Granada el 31 de marzo de 1.492. La medida fue acogida en toda Europa corno
un evidente signo de modernidad, e incluso existe una carta a los reyes enviada
por la Universidad de la Soborna, la de máximo prestigio de la época,
felicitando a la corona por haber tomado la medida.
Aunque en el mismo Edicto de
Granada, que indica la amplitud de la orden que incluyó los reinos de Castilla
y Aragón y sus dominios y territorios, como los italianos (Sicilia),
pertenecientes a la corona de Aragón, para el reino de Nápoles, conquistado en
idas, existirá un edicto posterior de Fernando II.
Durante mucho tiempo la
bibliografía ha incidido en la importancia de la reina sobre el rey en la toma
de la decisión, influida por algunos de sus principales consejeros como el
padre Hernando de Talavera que estuvo a su lado durante 29 años. Estudios recientes
han dado la vuelta a esta teoría e indican que fue el Rey Fernando quien más
interés puso en la expulsión, aún cuando los judíos habían prestado muchos y
buenos servicios a la corona de Aragón durante el reinado de su padre Juan II.
También en la corona de Castilla
su contribución había sido destacable: sobre las finanzas del reino por medio
de préstamos y ayudas, sobre la buena marcha del comercio y en llevar con
diligencia y esmero la burocracia real.
En la corte y en los medios
aristocráticos no había existido antisemitismo en el siglo XIV ni en siglo XV,
aunque entre las clases populares eran mirados con rencor y desconfianza, y en
diferentes épocas se habían vivido episodios de persecuciones y asesinatos de
poblaciones judías en lugares concretos de los dos reinos. Quizás en ese empeño
del rey influyera una manera de lavar las raíces judías de su linaje. Según
algunos testimonios y documentos a los que vamos a referirnos la madre del rey,
Doña Juana Enríquez, hermana del Almirante de Castilla, perteneciente a la más
importante nobleza castellana, emparentada con los Trastámara, tenía
ascendencia judía por parte de madre, lo que biológicamente afectaba a Doña
Juana esa ascendencia era mínimo, pero algo de sangre judía quedaba.
No solo es el caso de doña Juana
sino también de su hermana Doña María cuyo hijo era el Duque de Alba, así que
también la Casa de Alba recogería esa mancha en su blasón. Según un memorial
anónimo de la mitad del siglo XVI, el bisabuelo de la madre del rey Fernando,
D. Fadrique, maestre de Santiago, uno de los numerosos hijos bastardos de
Alfonso XI y de Doña Leonor de Guzmán (miembros de la futura dinastía reinante
de los Trastámara), se casó con Doña Paloma, una mujer judía nacida en la
población sevillana de Guadalcanal, cuyos descendientes según testimonios
de la época procrearon en abundancia "de
manera que en Castilla casi no hay señor que descienda de Doña Paloma"
según decía un romance de la época.
Uno de ellos sería un tal
Martí de Rojas, que solía acompañar al
rey Fernando en sus jornadas de caza de altanería. En una de éstas, el halcón
soltó una vez una garza que había apresado y se fue tras una paloma: "El rey que vio volver a Martín con
las manos vacías, le preguntó por su halcón. Martín de Rojas le contestó: Señor
allá va tras nuestra abuela". Porque este Martín era también
descendiente de la misma Doña Paloma.
En 1481, Fadrique Enríquez, primo
del rey Fernando, es protagonista de un suceso acaecido en la corte. Ante damas
principales y bellas, ante nobles y caballeros y ante el cardenal primado Pedro
González de Mendoza, un joven noble Don Ramiro Núñez de Guzmán entre chanzas e
insultos, le recuerda a Fadrique sus antepasados judíos. La reina Isabel
enterada del suceso ordena confinar a ambos en sus dominios. A Ramiro Núñez,
hombres emboscados le dan una soberana paliza, por orden de Fadrique, la reina
indignada pide al padre, el Almirante, que le entregue al joven rebelde, a lo
que este responde: "Señora, no le
tengo, ni sé dónde está". La reina pide que en el acto le sean
entregadas las fortalezas de Simancas y de Rioseco.
Fernando de Pulgar, cronista
oficial del reino nos cuenta todos estos sucesos en un manuscrito fechado en
1535 que se conserva en la Biblioteca Nacional, donde aparece un fragmento del
romance que se cantaba en los reinos sobre estos sucesos (sic): "caballeros de Castilla, no me lo
tengáis a mal, porque hice dar de palos a Ramiro de Guzmán, porque me llamó
judío delante del Cardenal". Fadrique Enríquez dijo en la discusión a
su rival: "i Vete, para allá escudero"!, y así insultado respondió: "¡Vete, tú judío!", aludiendo
según el ilustre historiador Menéndez Pidal a una tatarabuela de "casta hebrea". Con estos
datos, elusiones y silencios que preceden hay base de sobra para afirmar que
tanto los Enríquez, como Fernando el Católico eran, por parte de madre, de
ascendencia hispano-judía, y que el hecho era un secreto a voces en los siglos
XV y XVI. Lo que pone de relieve el absurdo de que existieran estatutos de
limpieza de sangre en unos reinos en donde los reyes y algunos de sus
principales nobles: los Almirantes, la Casa de Alba, carecían de esa limpieza,
como bien se encargó de anotar el ilustre historiador Américo Castro, a quien
debo la inspiración de este trabajo.
Gonzalo Franco Revilla
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