Asistencia médica, medicinas y
dieta alimenticia eran costeados por la administración minera y resultaban
gratuitos para el enfermo. El médico acudía diariamente a hacer una visita a
las minas y realizaba las curas de urgencia a administrativos, trabajadores y esclavos.
En su contrato puede apreciarse el interés de la administración por contratar a
un buen profesional; en 1560-70, el médico era “el que en mejor posesión esta
tenido en Guadalcanal” y el único “letrado” de entre los galenos de la
zona.
El servicio sanitario era
relativamente eficaz en cuanto a su asistencia; las relaciones dicen del físico
que le hacen
“venir de día y de noche cuando
le llaman y anda dos leguas porque los enfermos de aquí son muchos...”.
Para las urgencias, especialmente
los accidentes, el alcaide de la cárcel era también barbero y
“sangra a los esclavos de V.M. y
cura las escalabraduras de los dichos esclavos y de otras gentes en ausencia
del médico”.
Ambos se servían de la botica
existente en las minas, a la que se surtía periódicamente de medicinas en
Sevilla. Al igual que en tantos otros aspectos de la administración de la mina
real, el fraude y la corrupción también afectaban a la asistencia sanitaria; si
ésta era gratuita para los trabajadores, los funcionarios utilizaban también el
servicio para sus criados y familiares, a quienes reglamentariamente no
afectaba tal gratuidad
En el caso, por otra parte muy
frecuentemente, de que los enfermos sobrepasan el número de los que la
enfermería de la mina en la vivienda del médico pudiera acoger —para
10 ó 12 camas un máximo de 36 enfermos, la utilización de una cama por enfermo
es un lujo del siglo XX—, los dolientes eran enviados a uno de los
hospitales de Guadalcanal, con el que existía una especie de concierto para su
acogida 111
A cambio de esta facilidad, la
administración entrega una limosna anual al concejo de Guadalcanal, el
mayordomo y cofradía de la Hermandad de la Santa Trinidad, para que compren
ropa de cama “para los pobres enfermos que se curan en el hospital y señaladamente
para los que en] de los que trabajan en las minas”;
La existencia de una cierta
previsión social en el aspecto sanitario no evita el drama humano del enfermo,
que deja de percibir el salario durante el tiempo que dura su enfermedad y que,
en una buena parte de los casos, queda inútil para desempeñar cualquier clase
de trabajo. A pesar de todo, la administración real, siempre un tanto paterna
dicta unas normas que no aparecen en las empresas privadas para ayuda de
aquellos que resulten inválidos por accidente o enfermedad laboral. En 1557
escribía la Princesa gobernadora al administrador Mendoza:
“a todos los que enfermaren por
causa de las minas, o trabajando en ellas que los curen en Guadalcanal y que se
les den camas y casas convenientes y médicos e personas que los sirvan e curen
y las medicinas y dietas nescesaría, y los mantenimientos que fueren menester,
y a los que murieren que los entierren, todo esto a nuestra costa, sin que el
tienpo que estuvieren enfermos dieren el dicho recaudo, gocen de ningún salario
ni jornal, pues serán nescesario para otras personas que sirvan e trabajen en
su lugar, pero si la enfermedad fuese larga y pasara de tres a cuatro meses, de
manera que no pueda tornar a trabajar en las minas que trabajó, si tuviese disposición
para ir a buscar su vida a otra parte, dársele ha alguna limosna la que a vos
paresciere para su camino”
Evidentemente, el problema se
plantea con aquellos que no tienen esa “disposición” memoriales de antiguos
mineros solicitando que se les ayuden porque como consecuencia de su inutilidad
se han visto reducidos a extrema pobreza son innumerables y todos contestados
en sentido negativo. Sirva como ejemplo el de Pedro Querines, vecino de Ciempozuelos
y natural de Talavera, quien envía un memorial al Rey explicando que le había
ido en las minas de Guadalcanal y Aracena
“en la dificultad del seruicio
dellas, de lo que me sucedió grandes enfermedades y gastos, porque serví más de
seis años en el ensayar de los metales y desde que salí de allí estoy enfermo y
en muy extrema nescesidad y pobreza. (...) Suplico a V.M. por amor de Dios me
haga limosna para ayuda de ella (...)” 112
Dentro del área sanitaria es
preciso considerar también la asistencia veterinaria, imprescindible dada la
cantidad considerable de animales de tiro que llegan a concentrarse en la
explotación, al servicio de los “ingenios” y los transportes de la
mina. Las curas veterinarias eran aseguradas por un albeitar que al mismo
tiempo ejerce el oficio de herrador, residente en Guadalcanal pero contratado
por la administración de igual forma el médico. 113
Si importante era la asistencia
sanitaria en una empresa donde accidentes y enfermedes profesionales eran muy
frecuentes, no lo era menos para los usos de la época la religiosa. La
administración se sentía obligada a cuidar por igual de la salud del cuerpo y
alma de los trabajadores a su cargo.
La asistencia religiosa se
aseguraba por la presencia en nómina de un capellán fijo, más de otro que
acudía desde Guadalcanal los días festivos a fin de celebrar una segunda misa
que permitiera el cumplimiento dominical a los dos turnos de trabajadores. además
de los cultos habituales, el capellán aseguraba la enseñanza de la doctrina
cristiana a los niños, “que
son muchos”, administraba los sacramentos, oficiaba
“los enterramientos de los
muertos, que son muchos y los más pobres, y en las exequias en misas de
difuntos”.
Para todos ellos se construye una
iglesia con aportaciones de la propia administración minera y aplicando al
culto las penas de cámara y condenaciones que se imponen en la fábrica 114
111
En 1558 un informe sobre la mina daba cuenta de que:
“el
hospital que está en Guadalcanal, a donde se curan los enfermos desta fábrica,
la orden se tiene es que el teniente de administrador da cédulas a quien él
quiere, y en ella dice el físico destas minas a donde está el dicho hospital,
que resciba a fulano que ha enfermado, de la comida, dietas y medicinas y a
otros dándoles dietas y medicinas, y por esta cédula de físico y quando sana o
muere el enfermo, trae la cédula al juez Alfaro, a quien está col que tome la
quenta al físico y pone en la dicha cédula que se le libre tanto al físico, y
este a la contaduría y se le haze la libranza (...) y quando le paree que hay
enfermos se pone una enfermera con dos reales cada día (...). Hay en el dicho
hospital 12 camas con 12 colchones con 12 mantas y 12 fracadas y 12 almoadas y
24 sábanas y sus bancos y cañizos para cada cama y más las basijas nescesarias para cosa de
botica con las medicinas que de Sevilla se han (...). Cuando los enfermos son
muchos se llevan al hospital de la Sangre de Guadalcanal donde se a concertado
para que los resciban”.cfr. A.G.S. Escribanía Mayor de Rentas, Minas, Leg.° 1, fol. 6. A.G.S. Diversos de Castilla, Le fol. 21
112
Cfr. A.G.S. Contadurías Generales, Leg.° 3.072, s.f., de la Princesa
Gobernadora a Mendoza, 21 Inero de 1558. El memorial, en A.G.S. Consejo y
Juntas de Hacienda, Leg.° 160, fol. 7.
113
GONZÁLEZ, T.: Noticia histórica..., vol. II, p. 238. Sobre asistencia sanitaria
y enfermedades en eral, cfr. además de las notas anteriores, A.G.S. Consejo y
Juntas de Hacienda, Leg.° 36, fol. 143; ;.° 41, fol. 21; Leg.° 48, fol.
63; Leg.° 51, fol. 18; Leg.° 66, fols. 20 y 23; Leg.° 68, fol. 124; Leg.° 96,
38. A.G.S. Escribanía Mayor de Rentas,
Minas, Leg.° 1, fol. 10. A.G.S. Diversos de Castilla, Leg.° ol. 29.114 La asistencia religiosa en la mina resulta muy bien descrita en la información de A. de Zárate: “demás de Juan Carrasco, clérigo que administra los sacramentos en estas minas, proveímos algún tienpo a otro clérigo que se llama Cristóbal Núñez, vecino de Guadalcanal, para que los domingos y fiestas viniese a decir otra misa demás de la que dice el dicho Juan Carrasco, porque como se trabaja también los domingos y fiestas en los pozos, no podría toda la gente hallarse a oir una misa. Pero hállase gran falta en no haber de ordinario más de un clérigo, porque si aquel enferma no hay quien celebre el oficio divino, y demás desto no se puede decir fácilmente los domingos y días solennes misa cantada, ni hay quien ayude los enterramientos de los muertos, que son muchos (...) ni en las exequias y misas de difunto, ni en la administración de los sacramentos; lo cual todo se proveería convenientemente si el dicho Cristóbal Núñez residiese de asiento en esta fábrica, con cargo de dezir misa todos los domingos y fiestas y tres días de cada semana, rogando a Dios por la salud y vida y prosperos sucesos de V.M. y de su casa real y sirviendo el oficio de sacristán y ayudando a dezir las misas cantadas los domingos y fiestas y enseñando a leer y la dotrina christiana a los niños que son muchos”;
A.G.S. Consejo y Juntas de Hacienda, Leg.° 115, fol. 5.
De Minería,
Metalúrgica y Comercio de Metales
Julio Sánchez Gómez
Julio Sánchez Gómez
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