La vida de los trabajadores en la
mina 1
El trabajo de interior era
realmente el más penoso, por cuanto las dimensiones de las galerías eran a
veces increíblemente pequeñas, de forma que el picador se veía obligado a
trabajar en cuclillas o de rodillas. El operario descendía a las labores a veces
en los propios cestos de la extracción, en escalas colocadas sobre la
entibación o, si el pozo no era totalmente vertical, deslizándose sobre sus
propias posaderas y agarrándose a las maderas de entibado, mientras sostenía el
candil de aceite con que se alumbraba en las labores. Los recorridos por el
interior hasta alcanzar la zona de laboreo eran largos e intrincados; en 1570,
los recorridos mineros eran a veces largos e intrincados; en 1570, los mineros
de Guadalcanal habían de recorrer una distancia de 276 metros a través de pozos
y galerías para llegar hasta el tajo.
Humedad y aire poco renovado
eran, junto con la escasez de espacio, los mayores problemas de los trabajos
interiores; en ocasiones los operarios trabajaban con medio cuerpo sumergido en
el agua, mientras que los procedimientos de ventilación eran ineficaces a
partir de determinados niveles de alejamiento de la superficie y se agravaba con
el humo de los candiles y el producido por el fuego que se empleaba para
facilitar el derribo de la roca, a la par que actuaba también la elevación de
temperatura que es dirección a la proporcional de la profundidad. La solución
consistía, ya lo vimos, en la apertura de tiros. Pero hasta que éstos llegaban
al punto deseado, el trabajo se desarrollaba en condiciones extremadamente difíciles. En 1570,
el contador Zárate informaba:
“si los plomeros tubiesen
respiradero para no andar tan ahogados y e (...)”
y proponía
“formar un pozo nuevo en otra
mineta encima, que venga a dar en ella”
la solución remediaría la asfixia
pero no la estrechez. Mientras tanto, la
descripción de las condiciones de trabajo es suficientemente expresiva: las
labores se hicieron
“siguiendo acia lo alto para
efecto de hazer una lunbrera o rrespirade derecho para el seruicio y aliento de
la gente que allí andaba labrando porque por defecto de no haberla, no pueden
respirar los honbres, ni tomar huelgo, y ansi su mesmo vaho los ahoga- y no
deja trabajar y muchas vezes les mata los candiles y es tanto el calor que
causa el aliento de los mesmos trabajadores que no pueden sufrir ropa ninguna,
antes de ordinario andan en camisa y los flamencos, quando allá entran,
trabajan en cueros (...). Porque toda la labor depende agora de acabar de
abrirse este pozo, que en abriéndose tendrán aliento y espacio los que abajo
trabajaren y se podrá meter más gente (...). La estrechura es muy grande y la
calor tanta que no podían, con labrar dos picayos solos, valerse con el calor y
su mesmo vaho les mataba las luyes y no les dejaba resollar, tanto que
trabajaban en cueros vivos, que aún los camisones no podían sufrir”.
Infirmaba también el capataz
Pedro de Alba:
“esta noche pasada, como lo hace
todas las noches, (...) ha salido tres veces (...) hecho agua hasta la camisa,
de que ha pensado morir (...)”.
Testimonio de Francisco Blanco
apuntaba:
“por ser cosa muy angosta y donde
no pueden respirar, porque su mesmo vaho mata los candiles, y por no tener
lugar de entrar el aire hay tan gran calor que los plomeros no pueden sufrir
ropa ninguna y adolecen hartos dellos del mismo vaho que procede de lo que resuellan
y de la humedad de la mineta (...)”.
No era sólo el calor y la falta
de aire limpio, otra información añadía un nuevo factor, causa de la más común
de las enfermedades profesionales del minero, la neumonoconiosis
“no tenían respiradero y los
candiles se les morían con el vaho de la gente y con el polvo de la piedra”.
La intoxicación era frecuente “e
salen los trabajadores con grandes dolores de cabeza” 99
En ocasiones, el problema era
justo el contrario, un exceso de ventilación que, aunque mantenía limpio el
aire, provocaba tan grande contraste con la temperatura del cuerpo por la actividad
que daba lugar a otro tipo de afecciones respiratorias. Cuando se logra abrir ”resolladero” que reclamaban los
trabajos antes aludidos,
“en haziendo el primer agujero,
salió por él tan grande ímpetu de viento y alientos de los trabajadores que
allí estaban represados que mató las luyes de los que andaban trabajando en las
minetas altas y los que abaxo no podían sufrir el calor, agora añaden ropa para
rremedio del grande frío que sienten” 100
De todas formas, aunque las
descripciones anteriores puedan resultar estremecedoras, situación en las minas
metálicas era envidiable frente a las de mercurio, donde los vapores venenosos
altamente nocivos y el fantasma del terrible hidrargirismo se unían a
existencia igual de todos los problemas anteriores.
Los trabajos de metalurgia
también resultaban penosos, tanto por las altas temperaturas como por la
proximidad a humos con un alto grado de peligrosidad que producen frecuentes
intoxicaciones.
La consecuencia de la situación
antes descrita es la alta morbilidad por enfermedades profesionales, cuya
incidencia es menor en los mineros-campesinos, que en los trabajadores de tres
siglos más tarde, dada su menor permanencia en el puesto de trabajo, perecía
que afecta de lleno a aquellos que se dedican a la mina a tiempo completo —técnicos
esclavos, extranjeros, mineros “profesionales” en general—.
Otra amenaza de gran incidencia
sobre estos trabajadores eran los accidentes laborales eran los traumatismos,
frecuentes especialmente en el descenso y ascenso de las labores y de los que
es buena prueba la relación del estado de los esclavos en 1574 “tullidos,
ciegos mancos de ambos pies, etc”. En 1570, escribía el visitador
Zárate:
“en este punto sacan otro
(plomero) hecho pedazos de un pozo” 104.
A todo ello hay que añadir las
dolencias producidas por la inhalación del humo de las fundiciones, que afecta
por proximidad a todos los trabajadores de la explotación, pero más
directamente a los empleados de labores metalúrgicas. El contacto con el humo de
fundiciones producía en la metalurgia del plomo una grave enfermedad
profesional de tipo crónico denominada «saturnismo», cuyos más característicos
síntomas son el cólico saturnino “violentos dolores abdominales y fuertes
vómitos”, el estreñimiento, la polineuritis, la anemia hipocrómica, las
crisis hipertensivas con bradicardia y en fases más graves, la nefrosclerosis y
la encefalopatía saturnina. La morbilidad producida por inhalación de vapores
púmblicos afectaba de forma muy especial a los trabajadores de desplatación, a
los “afinadores”.
Quizá la enfermedad de mayor
incidencia entre los empleados de interior sea la ante; citada
neunomonoconiosis 101,
a la que en las minas de cinabrio se unía el hidrargirismo Pero a ellas se
unían otras dolencias, como la anquilostomiasis 102, las enfermedades reumática; derivadas del
trabajo en altas condiciones de humedad 103 y diversas afecciones de la piel.
99 A.G.S. Contadurías Generales, Leg.° 103, fol. 12. Sobre la iluminación, cfr A.G.S. Consejos y Juntas de Hacienda, Leg.° 28, fol. 3.
100 A.G.S. Consejo y Juntas de Hacienda, Leg.° 115
101
Nombre dado por Zenker al conjunto de alteraciones fibrosas crónicas pulmonares
producido por la inhalación y fijación en el pulmón de polvos o partículas
minerales extrañas. Vulgarmente suele se conocida como silicosis, aunque este
nombre correspondería sólo a la neumonoconiosis producida por polvo de sílice;
cfr. BRAIER C.: Diccionario enciclopédico de medicina, Barcelona Jims, 1979.
102
Enfermedad infecciosa producida por parásitos nematodos que se fijan en gran
número en la mucosa del intestino delgado y que produce dolor abdominal,
alteración del apetito, palidez extrema retardo físico y mental, anemia
hipocrómica y eosinofilia.
103
Al desaguarse en 1568 el denominado “Pozo de la Puerta”, se decía que
habría de proseguir pe otro ramal, ya que de otra forma sería imposible “por
la mucha agua que caía sobre los plomeros”.
104
A.G.S. Consejo y Juntas de Hacienda, Leg.° 115, fol. 5.
De Minería,
Metalúrgica y Comercio de Metales
Julio Sánchez Gómez
Julio Sánchez Gómez
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