La vida de los trabajadores en la
mina 2
“el contador anda tan enfermo de
un apretamiento de pechos que se le ha engendrado del humo de los metales que
ninguna semana pasa sin tener calentura (...). Luis de Montesinos, guarda
destas minas, se ha engendrado y despedido dellas por las continuas
enfermedades que él y su muger tuvieron en este mal sitio y de causa de los
humos y malos vapores”.
En 1556,
“sólo han andado cinco fuslinas
por causa de haber adolecido muchos de los afinadores”
En 1557 el administrador comunicaba a Felipe II:
“por ser el humo de los metales
tan contrario a la salud, yo enfermé y estuve a punto de morir en aquel asiento
y aunque convalecí, me quedaron tantas enfermedades que me fue forzoso enviar a
suplicar a la Serenísima Princesa me mandase dar licencia para venirme a durar
a mi casa”.
Y cuando se le envía como
visitador en 1570, suplica al Rey
“siendo V.M. servido mandarme
otra cosa; al punto la cunpliré, mayormente que no está agradable ni saludable
la estancia en estas minas, que se debe dexar por quien la ha probado, en especial
con las calores, que no se libra nadie de enfermar”.
llegada del verano suponía una
incidencia mucho mayor de la enfermedad; en julio de 1556 escribía Mendoza:
“en el asiento de las minas han
comenzado a enfermar ansí alemanes como españoles”.
La mortalidad por enfermedad
profesional y accidente era alta en Guadalcanal “menor sin embargo, por lo que
puede deducirse de las informaciones que en Almadén”. En 1561, daba cuenta
Mendoza de que había fallecido el juez de minas, licenciado Alfaro,
“por ser aquel asiento mal sano y
con el trauajo que allí se passa de soles y fríos y del humo de los metales,
tubo muy rezias dolencias y hultimamente, de una dellas murió”.
1570 era Zárate el que escribía:
“aunque nos libre Dios del humo
della (de las fundiciones), que ningún encerramiento basta para que nos ahogue
y trae atosigada la mitad de la jente, y en la fundición pasada mató a un muy
buen afinador que se llamaba Gaspar Lorenzo, con ser de los más antiguos
afinadores de aquí (...). Los enfermos aquí son muchos, que en una semana se
han muerto cuatro plomeros en el mes pasado y entre los negros siempre hay
enfermo”.
Si la incidencia de la enfermedad
es mayor en los meses de verano, también lo es por lógica la de la mortalidad;
en 1569 se informaba: “el verano pasado se murieron muchísimos
estrangeros” (...), entre los esclavos:
“en estos dos meses a sido Dios
seruido de dar enfermedad en los esclauos de suerte que seh an muerto nueve y
ninguno enfermaba que no moría”.
Y entre la población infantil:
“las tres henbras se tratarán de
vender porque no se mueren como se han muerto otras que han parido las esclavas”.
Algunos privilegiados tenían
posibilidades de escapar a los problemas de la intoxicación. Las esposas de los
funcionarios se trasladaban a la villa durante la época de las fundiciones
“antes que se mueran en estas
minas, porque si se funde el metal rrico que se ba sacando en ninguna manera
podrán pasar esto”.
Pero los trabajadores y
administrativos, residentes en suma en el lugar de la mina veían afectados
también por otras enfermedades no específicamente profesionales pero muy
comunes en la época. La más habitual, que parece endémica en el lugar de la
mina y que afectó sucesivamente a todos los oficiales y hay que suponer que en
igual grado que la población trabajadora, era el paludismo. En octubre de 1556,
Zárate comunicaba que él había enfermado de tercianas y que igualmente se
hallaban afectados todos los demás de los oficiales 106. Si bien no era habitualmente una
enfermedad mortal, su consecuencia que era importante absentismo laboral.
Francisco Blanco en 1567 informaba que tuvo que el trabajo porque
“me sucedió unas calenturas tercianas
dobles, de que he estado muy malo, que ya, bendito Dios, “voime mejorando”
107
En otras ocasiones, la mina se
veía afectada por la llegada de una epidemia venia de fuera; en julio de 1569
escribía Doña Mariana Girón, esposa de un administrativo mina, a Escobedo:
“ágame V.M. lástima que estoy
catorce leguas de Sevilla, donde an muerto en dos días acá 3.000 personas de
pestilencia y todos estos caminos andan líen, personas que andan huyendo con la
misma enfermedad (...) y mi madre es muy mala y un ermano mio estoy con pena asta
ber lo que será” 108
La curación de las dolencias se
trataba de lograr en primera instancia mediar sistema más simple, la ausencia
temporal del foco de la enfermedad, la mina. En escribía Zárate:
“Por otras cartas mias he hecho
relación a V.M. de mi indispusición y fal salud, la qual va creciendo cada día
por no tener lugar de curarme ni salir d peligrosa estancia como es esta, a
casa del continuo humo y fuego de que cercada esta casa donde vivimos y los
grandes calores que haze. Yo he pro do cayendo o levantando proseguir estos necogios
(...) con haberme ha algunas veces con gota y con tercianas y con mal de pecho,
todo juntan (...) y con que no hay días que no caigan enfermos 15 ó 20 personas
de la entienden en la fábrica, que en fin, tienen libertad de irse a curar a donde
quieran. Solo yo no he salido desta casq or mucho que me haya quejado la
dolenjia, ni me he podido curar”109
Pero para aquellos que no pudieran
ausentarse, o cuya enfermedad no lo permitiera, para los accidentados, la mina
ponía a su disposición también sus propios mecanismos asistenciales,
fundamentalmente médico, boticario, enfermería y botica. En un primer momento,
se baraja la idea de construir un hospital en las minas —los mineros de Almadén si
qué dispondrán de uno—, pero se desecha la idea ante la existencia ya
de cuatro la villa de Guadalcanal. En lugar de él, se dota de una ampliación
por cuenta de la administración minera a la vivienda del médico asalariado, a
quien también se le asigna a enfermera. Se instalan allí doce camas y los
enfermos pueden contar con la continua vilancia del galeno. En 1558 se
informaba a la Corte:
“dice V.M. la orden que es
servido que se tenga con todos los que enfermasen en esta fábrica por causa de
las minas y que avise si será bien hazer algún hospital aquí en Guadalcanal.
Con los que enfermaren se tendrá la orden que V.M. mandó; hospital no me paree
que se debe de hazer porque es menester gran cuidado y gastar mucho y hay
cuatro en el lugar, aunque todos ruines y no bien proueidos. El físico de la
fábrica ha tenido y tiene en su casa los que han enfermado y con ayudarle con
150 ducados poco más o menos, se hará aposento para 10 ó 12 personas que puedan
estar bien. Este físico es buen boticario y sangra; hácelo de buena voluntad y
es poco el salario que lleva, que sin tener su casa los .dolientes ya se había
de hazer ayuda de costa. Puédesele aderezar la casa en la cantidad que V.M.
mandare y en los gastos de comida y botica se tendrá cuenta y razón y su muger
es enfermera y con poca ayuda tienen los dolientes buen recabdo”.
La resolución real aprobaba la
propuesta y encarecía que «se provea bien de manera que enfermos sean bien
asistidos 110
105
Cuando en 1556 se piensa en un administrador para sustituir a Zárate, que había
pedido el relevo se descarta a D. Alonso de Tovar, en quien en un principio se
pensó, por ser persona de salud delicado ya que “conviene que la persona que allí
fuese tenga salud y sea de conplexión regia para sufrir el air y el sol y el
humo de las fundiciones y afinaciones que haze adolecer a muchos de los que
andan trabajando y algunos han muerto porque el humo es peligroso e inficiona
el aire y desta causa algunos días faltan fundidores y afinadores con que cesan
la obra”;
cfr.
A.G.S. Estado, Leg.° 112, fol. 170. Cuando en 1559 se acusaba a Mendoza de
hinchar demasiado la nómina de administrativos de la mina, aquel se defendía de
la acusación alegando que son imprescindible, pues
“conviene tener antes sobradas personas que
de menos, por haber sienpre enfermos y sí doliente aquel sitio”;
cfr.
A.G.S. Diversos de Castilla, Leg.° 46, fol. 22.
106
“En
lo que toca a mi salud, habrá ocho días o diez que en Llerena se me quitaron
las ter y ansí por rematar viertas cuentas particulares (...) determiné venirme
luego a estas, donde he estado ocho días ha y caso que, conforme a lo que
suelen usar conmigo, me tomo luego las calenturas, yo he determinado de no
curarme más ni salir de aquí si no fuere la propia Corte”.
cfr.
A.G.S. Consejo y Juntas de Hacienda, Leg.° 28, fol. 36 y A.G.S. Escribanía
Mayor de R Minas, Leg.° 14, fol. 5.
107
GONZÁLEZ, T.: Noticia histórica..., vol. II, pp. 215 y ss. No sólo en
Guadalcanal era habitual la morbilidad palúdica; en 1568, Bernabé Manjón,
administrador de Alcudia-Almodóvar, escribía a la corte
“por
mi enfermedad de quartanas que truxe de la vena gorda del valle de Alcudia”.
El
origen de la enfermedad era atribuido a la insolación, “destar tres días al sol
partiendo alcol en la vena gorda”; cfr. A.G.S. Consejo y Juntas de
Hacienda, Leg.° 90, fol. 55.
108
A.G.S. Consejo y Juntas de Hacienda, Leg.° 96, fol. 47.
109
A.G.S. Estado, Leg.° 113, fols. 29 y 30.
110
A.G.S. Consejo y Juntas de Hacienda, Leg.° 34, fol. 343.
En
1556 se libraban 42 ducados —15.750 maravedíes— para pagar 351 varas de lienzo
a 44,87 mrs. la vara para proporcionar 6 camas a la enfermería de la mina. Para
6 colchones se compraron 18 arrobas de vara por 5.508 maravedíes a 306 maravedíes
la arroba. Igualmente se consignaron 32.892 mrs. para medias con destino a la
botica; cfr. A.G.S. Escribanía Mayor de Rentas, Minas, Leg.° 1, fol. 6.
De Minería,
Metalúrgica y Comercio de Metales
Julio Sánchez Gómez
Julio Sánchez Gómez
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