La búsqueda de la Terra Australis
desde Perú
En 1567 el virrey interino de
Perú y el presidente de la Audiencia de Lima, Lope García de Castro, entregó a
su sobrino Álvaro de Mendaña de Neira (1541-1595) el mando de una armada que debía buscar la Tierra Australis (Australia),
ese quinto continente imaginario que todos daban por supuesto pero en el que
nadie había desembarcado La expedición “formada por dos barcos, Los Reyes y Todos Los Santos, ciento cincuenta y seis
hombres, entre ellos el cosmógrafo Pedro
Sarmiento de Gamboa, y' cuatro franciscanos” partió de El Callao el .l9 de
noviembre de 1567, La travesía estuvo marcada por las desavenencias entre d
piloto de la expedición, Hernán Gallego y Sarmiento de Gamboa por la ruta a
seguir. Aunque no llegaron a alcanzar la Tierra Australis, los dos barcos
arribaron al archipiélago de las islas Salomón desde allí, en nueva singladura,
recorrieron las islas de Guadalcanal, Malaita y Bauro, tras seis meses de
estancia en las Salomón, se planteó el dilema de poblar o regresar a Perú,
decidiéndose Mendaña por esta última opción. De nuevo surgieron discusiones sobre
la ruta a seguir en el tornoviaje. Se impusieron las tesis del piloto y las dos
naves trazaron una singladura que los llevó a atravesar las islas Marshall
hasta llegar al norte de la costa mexicana, en la actual Baja California, Para
entonces los dos barcos iban separados a causa de un temporal que los había
dispersado. Volvieron a unirse a finales de enero de 1569 en el puerto mexicana
de Santiago de Colima, y desde allí navegaron hasta el puerto del Realejo donde
repararon las maltrechas naves. Por fin, el 11 de septiembre de 1569, atracaban
en el Callao. La expedición no podía considerarse un éxito, pues casi cincuenta
personas habían muerto y no se había descubierto el famoso quinto continente.
Mas los hallazgos geográficos, las informaciones sobre numerosos pueblos y
culturas y las nuevas rutas trazadas en el Pacífico le confirieron gran
trascendencia para futuras singladuras. A. pesar de que Mendaña contó fabulosas
historias de tesoros sobre las islas Salomón, relacionándolas con las riquezas
de la bíblica Ofir, lo cierto es que tardó mucho en poder organizar un segundo
viaje. Primero debió capitular en España las condiciones del mismo, y hasta
1574 no logró que se lo nombrara adelantado, gobernador y capitán general del
archipiélago a cambio de sufragar personalmente la expedición. De vuelta en
Perú. Mendaña encontró la total oposición del virrey Francisco de Toledo, con
lo que su proyecto quedó varado y él se convirtió en uno de los solteros más
preciados de la aristocracia limeña. En Mayo de 1536 se casó con Isabel de Barreto
(?-1610), una dama con carácter, que a la postre sería la primera y única mujer
en ser almiranta, gobernadora y capitana general. Con la llegada del nuevo
virrey, García Hurtado de, Mendoza, el proyecto fue recuperado y en 1595
Mendaña obtuvo licencia para que la flota partiese hacia las Salomón.
Tras seis meses de vagar por el
océano, los restos de la expedición, dirigida por el piloto Fernández de Quiroz,
llegaron a Manila. Más la ambición de la almiranta no podía aceptar el fracaso.
Así, en noviembre de 1596, sin haber cumplido un año de luto, Isabel contrajo
matrimonio con Fernando de Castro, prestigioso rico y bien relacionado
comandante de la ruta marítima Acapulco-Manila. Era el hombre perfecto para
ayudarla a conseguir su gobernación en las islas Salomón. Los nuevos esposos
viajaron a Lima para proveer todo lo necesario a una nueva expedición, Sin
embargo, en Perú, la maquinaria burocrática trituró los sueños de Isabel.
Dispuesta a no rendirse, en 1609, la almiranta viajó a España para exigir sus derechos al mismísimo
rey Felipe II. Desesperada por no lograr su propósito, murió poco después en su
Galicia natal.
Por su parte, tras varios años de
esfuerzos e intrigas en la Corte, Fernández de Quiroz logró autorización para
seguir la búsqueda del continente “desaparecido”. En 1605 regresó a Lima y, con
tres navíos proporcionados por el virrey, el conde de. Monterrey, intentó
dirigirse a la .isla de Santa Cruz, pero falló en sus cálculos y la travesía
volvió a convertirse en un vagabundeo dramático hasta alcanzar el archipiélago
de la Pomotú. Su pretensión era continuar y, de no haber sido por varios
intentos de motín que lo obligaron a cambiar de rumbo, hubiese llegado a
Australia. En realidad, sus barcos arribaron a las Nuevas Hébridas, aunque
Quiroz estaba convencido de haber descubierto el nuevo continente a las islas Terra
Australis del Espíritu Santo. De regreso a Perú, una tempestad dispersó sus
naves y el portugués llegó a Nuera España (México). Acusado de ser el
responsable de la tragedia, volvió a la Península, pero nadie quiso oír sus informes
del descubrimiento de un nuevo continente ni encontró ayuda para fletar otra
expedición. Malvivió de algunos ahorros y de la caridad hasta que en 1614 consiguió del rey permiso para
regresar a lo que él llamaba Australia. Al año siguiente, cuando se dirigía a
Perú, la muerte le sorprendió en la escala que debía realizar en Nueva España.
Dejó escrita una extensa obra entre la que destacan los libros Relación, de carácter
autobiográfico, Historia o Relación del segundo viaje del adelantado Álvaro de
Mendaña a las islas Salomón, Memorial al rey sobre la población de las tierras
australes y Descubrimiento de la tierra
austral.
Terra Australis Ignota
La Terra Australis fue un constructor griego creado por Aristóteles y Eratóstenes
quienes consideraban que por la simétrica y armonía del mundo debía existir un
continente al éste. Esta idea fue tomada por el historiador y cartógrafo Ptolomeo
en el siglo II antes d Cristo, quien situó dicha masa continental al sur del océano Índico. Como Ptolomeo
fue fuente principal de todas las exploraciones renacentistas, dicha Terra
Australis, se convirtió en casi una obsesión para todos los marinos que se
adentraron en las aguas del Pacífico. Magallanes buscó y hasta creyó que las
islas grandes de Tierra de fuego del Quinto Continente. Pedro Fernández de Quiroz
hasta tres veces en 1606.
Breve historia de los
conquistadores
José María González-Ochoa
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