VIII.- Minas de Pozo Rico
Las minas de Pozo Rico
fueron la primera reserva minera de España en el siglo XVI, siendo las más
ricas en plata y fecundas que hasta entonces se conocían en el mundo allá por
el año 1555.
Al informarse el rey Felipe II de
la importancia de estas minas, ordenó “poner
cobro y recaudo sobre las minas de Pozo Rico de Guadalcanal e todas las demás
de oro e plata e plomo e de otra guisa que minera sea, en el sennorio del rey
ninguno non sea osado de labrar en ella sin mandato de su magestad”,
conforme a la disposición del rey Alfonso XI en su ordenamiento de Alcalá de
1336 y dejando sin efecto la emitida posteriormente por Juan II en 1387
renunciando a la propiedad de los hallazgos, quedándose tan solo con los dos
tercios del metal extraído.
Debido a esto, nuestro paisano
Martín Delgado, descubridor de la primera veta de plata, tuvo que renunciar a
su tercera parte legítima, recibiendo solo una pequeña gratificación.
“Rendía el quintal del metal de ella de toda broza a la mitad de plata,
y el más escogido a mucho más, así la plata que salía de los pozos era de ley
de dos dineros y veinte gramos”. Estas eran las primeras comunicaciones del
administrador
general Agustín de Zárate a su augusta majestad el rey
Felipe II en el primer año de explotación de la mina. Al año siguiente,
en vista del gran rendimiento de dicha mina, el rey nombró inspector general a Francisco
de Mendoza, hijo del virrey de Nueva España y después del Perú. Se encontraban los pozos a una
legua de Guadalcanal, en los pagos
del Molinillo. Se llamaban: La Traviesa, Mineta,
La Puerta, La Reja, Adán, Cuarto, Quinto, Campanilla, Devanadera, Gran Compaña,
Red, Contramina, San Antonio y El Rico, que fue el mejor de todos, con una
dirección de 350 norte y un buzamiento de 800 y una longitud de unos
trescientos metros a una profundidad de doscientos cuarenta metros.
Algunas galerías de las minas donde vivían los esclavos negros con su
familia tuvieron que ser cerradas, porque debido al agua que de ellas brotaba
estaban enfermas y morían muchas crías.
Los sueldos de los trabajadores
de las minas eran:
Ademadores: Tres reales y medio diarios
Maestros fundidores: Tres
reales diarios
Quebradores de metal: Dos
reales y medio diarios
Ayudantes: Dos reales
Trabajadores esclavos: Se
les mantiene
Los esclavos fueron vendidos en el mercado de Zafra en el año 1576 por
encontrarse muy trabajados y cansados.
Las reatas con plata salían del
Molinillo por el camino real, atravesando la Atalaya, el Postigo y la rivera de Benalija, continuando el camino
hasta Sevilla.
Alrededor de las minas se formó
un poblado, donde existían calles formadas, mesones, casas y tiendas con
mercaderías de todas clases, carpinteros, herreros y de otros oficios. También
existió una capilla llamada de San Antonio. Dicha iglesia era
de una nave de “piedra rajada”, de
dimensiones reducidas, con una techumbre de madera de castaño, en la que
alternaban las alfarjías y los ladrillos por tablas.
La capilla principal es de crucería de ladrillo. Al altar mayor se sube
por tres gradas chapadas de azulejos, en medio del cual estaba el Sagrario; a
la parte del Evangelio esta una imagen de Santo Antonio de bulto entero y
encima de él una imagen de Ntra. Sra. pintado al óleo, con dos puertas
(tríptico); en la una de ella, a la mano derecha San Juan Evangelista, y a la
mano izquierda Santo Antonio. Encima de estas imágenes está un crucifijo de
bulto entero. (Maldonado, 2005: 160.)
Las minas serán explotadas por
cuenta de la Corona veintinueve años, desde su descubrimiento en 1555 hasta el
año 1584, en que el administrador general Agustín Zárate informa al rey de que
las minas no cubren gastos.
Se reanudan las labores de
explotación en el año 1632. Los nuevos propietarios son los banqueros alemanes
Fúcares, quienes, a su vez, poseían las minas de mercurio de Almadén, aunque
esta explotación duró tan solo dos años.
En el año
1725, el súbdito sueco Liberto Walters
forma una compañía para la nueva empresa de las minas de plata, y a la muerte
de este, la compañía se disuelve. No será hasta 1768 cuando se pongan de nuevo
en funcionamiento las minas, en esta ocasión por una empresa francesa, siendo
el problema principal el desagüe de los pozos y las galerías, y a tal fin
contratan a un ingeniero alemán, dando solución temporal al problema. Sin
embargo, las minas volverán a cerrarse en el año 1778.
Este mismo ingeniero alemán, Juan Martín Hopensak, se arriesga a
explotar las minas por su cuenta y también
las de Cazalla.
Durante bastante tiempo, la
extracción de metales estará paralizada debido a la Guerra de Independencia y a la Primera Guerra Mundial.
Más adelante, en el año 1978, la empresa nacional Adaro y 1espués la compañía Río Tinto Patiño
realizan investigaciones, microanálisis, sondeos y otras pruebas, siendo, al
parecer, de resultados negativos. Sin embargo, existen otras versiones muy
distintas que aseguran que aún queda bastante riqueza en las minas de Pozo
Rico. Así lo dice Rodríguez, citando
el libro de Carranza: “que al tiempo que
se hundió el pozo principal "el
Rico" la mina había mostrado más riqueza que nunca” (Rodríguez,
1980).
Es muy posible, quizás casi
seguro, que las minas de Pozo Rico fueron abandonadas no por bajo
rendimiento, sino por los barcos y galeras que llegaban a España procedentes del
Nuevo Mundo cargados con inmensas fortunas en metales para la Corona de España.
De esta gran riqueza sacada de
las entrañas de la tierra de Guadalcanal nada quedó en el pueblo,
solo algunos maravedíes conseguidos por el mayordomo de la iglesia Juan Pérez
de Mérida, que empleó en la torre y campanas de Santa Ana, siendo
nuestro pueblo una vez más ignorado y condenado al olvido, como en otras
ocasiones a lo largo de su historia.
Copyright.- Rafael Rodríguez
Márquez
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