IX.- Religiosidad Popular (1)
Cuenta una leyenda ininterrumpida que a mediados del siglo XIV, aproximadamente, tuvo lugar un acontecimiento de gran interés popular en nuestra villa: a dos leguas de Guadalcanal, al noroeste del término, al sitio de la Vega del Encinar, en una peña a orillas del río Guaditoca, tuvo lugar la aparición de la imagen de la Virgen María a un joven pastor, cuyo nombre no conocemos. La gran noticia corrió como un reguero de pólvora por los pueblos comarcales, acudiendo muchas personas al sitio de la aparición de la Señora. Más de un pueblo quiso apropiarse del hecho y adjudicárselo, pero, como no podía ser de otra manera, fue Guadalcanal el pueblo que Ella eligió para ser su Patrona, Pastora y Reina.
Al poco tiempo se empezó a labrar una pequeña ermita donde poder exponer y venerar a la Santa, que tomó su nombre del arroyo donde se apareció: Guaditoca, nombre árabe que significa “río estrecho”. La citada ermita se levantó en terrenos que ocupaban los términos de Guadalcanal y Azuaga, dando lugar a debates y contiendas entre los dos pueblos, hasta que, el día 10 de abril del año 1428, don Enrique Infantes de Aragón, Gran Maestre de la Orden de Santiago, cedió a Guadalcanal una parte del término de Azuaga en atención a la muy crecida población de Guadalcanal. El Gran Maestre nombró jueces que dieron sentencia aclaratoria en Guadalcanal siendo el día 20 de noviembre del año 1469, al igual que, posteriormente, lo harían los Reyes Católicos en 1494.
Transcurrían los años y aumentaba cada vez más el fervor y la devoción la Bendita Madre, quedando la ermita pequeña, ya que no era suficiente para recibir a la cantidad de personas que acudían de todas partes para visitar a la milagrosa imagen, unos, para dar gracias por los favores recibidos, otros, a pedirle que remediara alguna desgracia o calamidad, a tan Buena Madre y Poderosa Abogada. Se pensaba en hacer mayor la ermita o en hacer una nueva, pero no se disponía de dinero suficiente para tal fin. Entre los miles de fieles y devotos de la Virgen, surge uno llamado Alonso Carranco de Ortega, descendiente de conquistadores extremeños, casado con doña Beatriz de la Rica y dueño, por herencia recibida de sus antepasados, de la tierra de “Los Berriales”, lindante con la ermita.
En el año 1629, este don
Alonso Carranco de Ortega es nombrado regidor de la villa y en el año
1638 dispone que sea construido un santuario en suelo de su propiedad y
costeado de su hacienda particular. Así comienzan las obras y se construye la
nave de la iglesia, cubierta de techo y bóveda en la capilla mayor y sacristía.
El resto de la obra será costeado con el esfuerzo de la cofradía y la piedad y
la generosidad de los devotos de la Virgen, terminándose en el año 1647.
En el año 1649 se efectúa el
traslado de la Virgen de Guaditoca a su nuevo templo, y el día 12 de
diciembre, a la hora de tercia, es bendecido por el cura de la iglesia
parroquial de Santa Ana, don Alonso Morales de Molina.
Por fin, con el nuevo templo se
ve realizada la ilusión de muchos guadalcanalenses que quisieron que la
Santísima Madre, Nuestra Señora, y el divino Niño Bellotero tuvieran
una casa digna para recibir a tantos y tantos peregrinos que venían de todas
partes a visitar a la Bendita Imagen.
Don
Alonso Carranco de Ortega está enterrado en la iglesia parroquial de Santa María de la Asunción de nuestra villa.
(1) La feria de Guaditoca.-
Desde tiempo muy antiguo se
celebraba la feria y fiesta en honor de Nuestra Señora de Guaditoca durante
la pascua de Pentecostés, en los alrededores del santuario, al que acudían gran
número de personas de todas clases, devotos y comerciantes de los pueblos
comarcanos y, sobre todo, de Extremadura, provincia a la que pertenecía nuestra
villa. Unos venían a depositar sus ofrendas y peticiones a la Virgen; otros,
para obtener ganancias de las ventas del ganado y los artículos que traían para
tal fin.
En la explanada delante del
santuario se formaban varias calles en las que se hallaban las casas de las
hermandades que la Virgen tenía en varios pueblos, las de justicia y regimiento
de la villa, las del patronato y otras, así como los portales donde se
instalaban los comerciantes.
Cada año aumentaba la cantidad de
gente que acudía de todas partes, llegando a tener tal fama e importancia la
congregación de fieles y peregrinos que llegaban a la Vega del Encinar a
visitar a la Santa del Lunar que ni la romería del Rocío le pudiera superar en
aquellos tiempos.
En la feria del año 1781, según consta en documentos, acudieron
gran cantidad de personas de ciento veinte villas y ciudades, desde
Badajoz hasta Jerez de la Frontera y desde Villanueva del Fresno hasta Córdoba.
La tarde del último día de feria, la Virgen recorría el entorno del santuario
en procesión, en medio de la muchedumbre que ocupaba todo el terreno de la Vega del Encinar, haciendo estación en
el mismo sitio donde, según la leyenda, se apareció, en la peña junto al
arroyo, donde se puso la cruz de la
Aparición y que hoy allí mismo existe.
“Al paso de la Virgen iban
depositando ofrendas en especie que los fieles traían para la Señora, juntando
tantos y variados regalos que jamás pudiera imaginarse persona alguna. (Muñoz
Torrado, 1918.)”
Los beneficios que se obtenía
eran muy crecidos y con ellos se sufragaban todos los gastos del culto de la
Virgen, los del santuario, y se compraban alhajas y prendas de adorno para
Nuestra Señora. La Virgen llegó a tener
grandes riquezas, entre las que se contaban varias casas, tierras de
sembradura, muchas alhajas de gran valor, ropa de vestir y varios mantos, entre
otras muchas cosas, la mayoría de las cuales, de alguna manera, desaparecieron
o, mejor dicho, cambiaron de propietario sin que tengamos noticia ni documento
alguno de cómo y cuándo ocurrió.
La Virgen de Guaditoca tuvo
hermandad en Berlanga y Ahillones, y posiblemente también en Malcocinado y
Azuaga, y el Niño Bellotero, en Valverde, de donde es patrón. Todas ellas acudían a la feria
representadas con estandartes, y Valverde, con el Niño.
El nombre del Niño Bellotero se atribuye a una tradición muy
antigua que cuenta cómo llevaban a esta imagen por las fincas y caseríos
próximos al santuario en el tiempo de la recolección de la bellota, donde
recibía como regalo gran cantidad de este fruto.
En el año 1792, las autoridades y
otros miembros relevantes de la villa deciden trasladar la feria al pueblo. Así
lo solicitan a la superioridad de la
Audiencia de Cáceres, quien envía al alcalde mayor de Guadalcanal la orden
para dicho cambio. A raíz de esto, la Virgen es traída al pueblo para la
celebración de la feria, ya que antes solo venía al pueblo en caso de sequía o
calamidad pública.
Se celebraba la feria en la plaza
mayor del pueblo, y, a partir de entonces, la importancia y el esplendor que
tuvo durante tantos años comienza a declinar, hasta el punto de que algunos
años llegó a suspenderse su celebración, perdiendo
así el gran prestigio que tuvo la feria de Guaditoca en la Vega del Encinar
durante muchos años.
En el año 1897, el Ayuntamiento
fija la fecha de celebración de la feria los días 3 al 7 de septiembre, y cinco
años más tarde es trasladada al ejido del Coso. Allí, por fin, encontrará unos
terrenos apropiados para tal fin y de nuevo comienza a resurgir el esplendor y
la importancia que había tenido la feria de Guaditoca.
En la actualidad se sigue
manteniendo la tradición de llevar a la Virgen al Real de la Feria el tercer
día por la tarde, en solemne procesión, formada por su Real e Ilustre Hermandad,
acompañada de autoridades, banda de música y un gran' número de devotos de la
Santa Además, existen dos romerías: el
último sábado de septiembre es llevada la sagrada imagen a su ermita, donde
está hasta el último sábado de abril, en que es trasladada al pueblo para
ocupar su capilla en la iglesia de Santa María de la Asunción. El día del Señor
también sale la Virgen en procesión acompañando al Santísimo, que efectúa el
desfile procesional en una hermosa custodia labrada en rica plata.
El paso de la Virgen tiene su
cuadrilla de costaleros que, con gran amor, la llevan sobre sus hombros, y es
digno de resaltar que, cada vez que sale la Virgen, es acompañada por un gran
número de fieles que la siguen dondequiera que vaya. Esto ocurre
ininterrumpidamente desde hace casi setecientos años.
Además de los fieles de su
pueblo, Guadalcanal, puestra Pastora tiene muchos devotos en los pueblos
comarcanos y otros lugares de
España.
El autor de la imagen actual fue don Antonio Illanes Castillo, de
Sevilla, en el año 1937. En 1980 fue restaurada por el escultor sevillano don
Carlos Bravo Nogales.
(2)Las cruces del camino.-
Son ocho cruces las que existen
en el camino de la ermita de Guaditoca.
La primera es la de la Aparición
que está junto al arroyo Guaditoca (“río
estrecho”), donde, según una, leyenda ininterrumpida de cerca de
setecientos años, fue el lugar donde se apareció la Santa a un pastorcillo que
por allí andaba cuidando de su rebaño de ovejas.
La segunda cruz se encuentra
a unos cien metros de la de la Aparición, o sea, a la entrada del recinto de la
ermita. Se trata de una cruz con una hornacina que, probablemente, sería
utilizada para depositar los presentes que regalaban a la Santa del Lunar. No tenemos más datos que aportar sobre esta cruz, que se podría titular “cruz de la Llegada”.
La siguiente cruz es la del
Aceite. Se llama así porque los arrieros que conducían el aceite a Extremadura
echaban alguna cantidad del mismo en la hornacina que posee la cruz. Este
aceite era recogido por el ermitaño del santuario para poder encender las
lámparas y, de esta forma, mantener permanentemente iluminada la imagen de la
Virgen.
La cuarta cruz, según
venimos del santuario hacia la villa, es la de La Barita, pues así se
llama la finca donde está ubicada. Es una zona minera en la que en otros
tiempos extrajeron grandes cantidades de barita. Antiguamente, en este punto se
celebraba “el encuentro” de la Virgen con el Niño Bellotero cuando se
llevaba la imagen del pueblo a la ermita (romería
de septiembre). En esta cruz esperaba
el Niño, que venía de Valverde de Llerena (Extremadura) de donde era patrón,
,encontrándose allí con su Bendita Madre procedente de Guadalcanal. A partir de
aquí, el Niño iba delante y la Virgen detrás hasta la ermita. En “la
traída” al pueblo (romería de
abril), este recorrido se hace a la inversa, haciéndose la despedida en la
cruz de la Barita, acompañando cada grupo de fieles y romeros a su imagen en la
vuelta a sus respectivas poblaciones.
La quinta cruz se encuentra en
las faldas de la finca La Alcornocosa, a la orilla del camino. En este
lugar se efectúa una parada corta para descansar.
La cruz de Buenavista es
la siguiente, y se trata de uno de los hitos más antiguos del camino. En este
sitio se suele parar más tiempo para merendar y dar descanso a las caballerías.
Muy cerca de la anterior se
encuentra la cruz más reciente de todas, junto a la carretera de Guadalcanal a
Llerena, donde parte el camino hacia el santuario. Se trata de la cruz del
Cruce, y aquí, nuevamente, se hace una parada.
La última cruz, octava
del camino y la más próxima a la villa, es la del Puerto, lugar que, como su
nombre indica, se encuentra situado en uno de los pasos de montaña que
comunican Andalucía con Extremadura a través de Sierra Morena (puerto de
Llerena). Es un lugar que ofrece una bella panorámica y en el que se reúnen una
gran cantidad de personas y vecinos de Guadalcanal a esperar a su Reina y
Patrona.
En todas las cruces se le canta
la Salve a la Virgen y actúa el Coro Romero, que lleva su nombre, viviéndose
momentos de gran emoción y alegría llenos del fervor que Ella se merece.
Como ya he mencionado antes, nuestras
romerías fueron las más importantes en muchas leguas a la redonda, aunque para
los guadalcanalenses sigue siendo la mejor y cada año acuden de todas partes
devotos de la Santa del Lunar, acompañándola en todo momento.
Copyright.- Rafael Rodríguez Márquez
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