Comendador de Guadalcanal y ¿último Templario?
Tal vez sea un título algo rimbombante, pero no es gratuita la afirmación de que el Marqués de Tarifa tuvo algo que ver con el legado de la Orden del Temple aún mucho tiempo después de que desapareciese oficialmente. No haremos referencia a datos acerca de su vida pues se encuentran en cualquiera de sus biografías al efecto, sólo de aspectos más bien relevantes.
En primer lugar, cabe destacar que la formación de Fadrique Enríquez fue siempre ambivalente entre los designios del caballero medieval cristiano y defensor de la fe, y el humanismo particular hispano con el que tomaría contacto posteriormente. De hecho, desde pequeño escuchó grandes relatos fabulosos y heroicos de nobles caballeros que dan su sangre en el campo de batalla, luchan en guerras contra el infiel y que tienen como recompensa la salvación eterna en los cielos. Leyendas la mayoría contadas por su padre el Tercer Adelantado Mayor de Andalucía, cargo nombrado por Juan II de Castilla.
Estas historias vienen además alimentadas por el contexto en el cual se desarrollan: La monarquía castellano-aragonesa sólo tiene ya un término en todo el territorio, el Reino de Granada, el cual apenas da ya un ahogado canto de cisne, más asfixiado si cabe, por las luchas interiores del Zagal y el Zogoibi.
En este entorno de frecuentes luchas, se da el desarrollo de una conciencia caballeresca, defensora del cristianismo fácilmente aplicable y asimilable por la debilidad del enemigo. Resulta por tanto evidente que el que fuera Comendador de Beas y Guadalcanal por la Orden de Santiago, alcanzara uno de sus momentos cumbres con la entrada triunfal en Granada junto a los Reyes Isabel de Castilla y Fernando de Aragón. Allí, había sido nombrado caballero en el Real de Granada tan sólo dos años antes, cuando contaba con apenas 14 años de edad.
Pero junto a este ambiente aún medieval, y caballeresco, hay que hablar de su proximidad a la Corte. Su madrina bautismal fue la misma Isabel la Católica, gracias a la cual recibió una formación renacentista, clásica, a través de uno de nuestros más ilustres renacentistas Pedro Mártir de Angleria. Él, despertaría en Fadrique el interés por aprender, el respeto a los pensadores que existieron antes que los mismos Evangelistas, y especialmente algo que le influyó tal vez decisivamente, la contemplación del pasado medieval aún reciente como una lógica evolución de luces y sombras.
Sin duda, el interés humanista que despertó en él debió ser muy amplio, como demuestra su extensa biblioteca compuesta por más de 200 volúmenes. Sin embargo, en ella se encuentran obras que nos muestran que Fadrique no era un noble humanista más. Junto a Divina Comedia de Dante, el Decamerón de Bocaccio, los sonetos de Pretarca, el Elogio de la locura de Erasmo de Rótterdam, la obra de Julio César, etc., se encontraban obras que no sólo leyó, sino que también estudió y relacionó con especial interés: Tito Livio, Séneca, y sobre todo las Meditaciones de Marco Aurelio y Guerras de los judíos e Historia de los judíos del historiador judeo-romano Flavio Josefo. Los textos que estos últimos libros contienen nos remiten a un particular propósito de Fadrique Enríquez por encontrar la verdad contenida en los Evangelios por otros puntos de vista, ya que si bien el primero de ellos recoge aspectos de la filosofía estoica fácilmente relacionables con el contenido moral de los textos sagrados, la obra de Flavio Josefo resulta fundamental para encontrar una base histórica a los escritos de Marcos, Mateo, Juan y Lucas. Materia (filosofía estoica) y forma (historiografía exhaustiva) en definitiva.
Fuentes.- Aarón Reyes Domínguez nos trae a través de nuestro "Club del Investigador", una biografía tan fascinante como desconocida, digna de protagonizar una novela histórica.
Sin duda, el interés humanista que despertó en él debió ser muy amplio, como demuestra su extensa biblioteca compuesta por más de 200 volúmenes. Sin embargo, en ella se encuentran obras que nos muestran que Fadrique no era un noble humanista más. Junto a Divina Comedia de Dante, el Decamerón de Bocaccio, los sonetos de Pretarca, el Elogio de la locura de Erasmo de Rótterdam, la obra de Julio César, etc., se encontraban obras que no sólo leyó, sino que también estudió y relacionó con especial interés: Tito Livio, Séneca, y sobre todo las Meditaciones de Marco Aurelio y Guerras de los judíos e Historia de los judíos del historiador judeo-romano Flavio Josefo. Los textos que estos últimos libros contienen nos remiten a un particular propósito de Fadrique Enríquez por encontrar la verdad contenida en los Evangelios por otros puntos de vista, ya que si bien el primero de ellos recoge aspectos de la filosofía estoica fácilmente relacionables con el contenido moral de los textos sagrados, la obra de Flavio Josefo resulta fundamental para encontrar una base histórica a los escritos de Marcos, Mateo, Juan y Lucas. Materia (filosofía estoica) y forma (historiografía exhaustiva) en definitiva.
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