Haberlos, los hay muy listos y pintan cuadros
Será que yo mentalmente soy muy limitado, “más cortito que mi nómina” como dice un amigo mío y tengo sólo la inteligencia justa para pasar el día y no hacer gastos extras, hacer un esfuerzo para no cagarme en los desfiles militares, sobrecogerme con las procesiones de mi pueblo y contener el pis a duras penas en el cine, fuera de eso, todo se me escapa, como si una vez pasada la cincuentena me abandonaran las neuronas adjudicadas al normal pensamiento.
Ahora ando dándole vueltas a la evolución, al creacionismo y al capitalismo, leyendo libros de un tal Darwin y artículos del Discovery Institute, pero no veo nada claro, no logro desenredar la madeja, ni llegar a un punto de partida para enrolarme en el ejercito de los ganadores.
He aprendido la teoría darwinista que la evolución nos dice que descendemos del mono y claro de la mona ( hay que ser coherente y no solamente utilizar los géneros como para hablar del juez y la jueza), igualmente nos dice que en este cochino mundo se produce una selección natural: el guaperas, el fuerte, el listo, sobreviven, y los demás, la mayoría entre los que me encuentro, se van al carajo, hasta aquí llegan mis conocimientos de las teorías de Darwin, esta hipótesis yo entiendo que, simplemente es ciencia pura, fría y cruel, sin piedad para la mayoría de la raza humana, y también para el mono y la mona (que haberlos, los hay muy listos y pintan cuadros).
Frente a estos pensamientos desalmados evolucionistas, la religión nos dice que del mono y de la mona, nada de nada, que la manzana tuvo mucho que ver, el hombre fue creado por Dios, a su imagen y semejanza, claro que a mí en el reparto no me tocó la mejor parte, y de la costilla del hombre (fue la primera regeneración de tejidos a partir de células padre que recuerda la Historia), Dios talló, esculpió o diseñó a la mujer. Esta “teoría” es mucho más cálida, hermosa, piadosa y solidaria que la evolutiva, no se si esta creencia será verdadera, yo no me la creo porque hasta aquí llegan también mis conocimientos religiosos.
Bien, en este dilema me encuentro, entre ciencia y fantasía, entre evidencia y elucubración, cada cual elige libremente, pero una vez hecha la elección, habría que mantener cierta coherencia, y ahí es donde yo me pierdo, porque resulta que los detractores del evolucionismo y de la selección natural en lo biológico, son los mayores partidarios del darwinismo social, que no es otra cosa que el capitalismo acaparador del pensamiento de los seres normales y mortales.
El mono lo tiene más fácil, no es más guapo que el hombre, pero si más listo, el que logra acaparar más comida, ya sea robando, engañando o aniquilando al competidor, es el que la mona más lista, más guapa o más fuerte elige como padre de sus hijos, para transmitirles los genes que logren la supervivencia de la especie, y el resto de las manada, a pelársela (con perdón), claro está, en el darwinismo social del humano, sucede lo mismo: sobrevive ¿el más listo?, el más astuto, el que tiene menos escrúpulos, el que acumula más poder y dinero robando a los de sus especie, que después transmite a sus hijos en forma de genes sociales llamados patrimonio-empresas, acciones, cocheses, chaleses, consejos de administración y carneses del clubses de golf y de golferío).
Y pienso yo, si uno se opone a la manipulación genética, también debería oponerse a la manipulación social, se debería estar a favor de la defensa de los débiles, de los pobres de espíritu y de fortuna, de los bajitos, de los feos, porque todos dice la teoría de la Iglesia que son criaturas del Señor, ¿por qué se permite a la sazón que los poderosos, los Obama de este mundo inicien conflictos para llenar las arcas de los fabricantes de armas, los sembradores de minas y los señores de la guerra? ¿Por qué dejan que los practicantes del darwinismo social más salvaje financien fundaciones tan poderosas como el Discovery Institute que defiende la evolución creacionista?, ¿como llamar a esto, una guerra pacífica, una graciosa torpeza o ciencia cristiana, o simplemente evolución del poder?
Todo esto se me escapa, repito, dadas mis limitaciones, comprendo que soy un mono poco evolucionado, si me preguntan si fui parido o traído por la cigüeña, no sabría qué responder, me he quedado en la teoría del mono y la mona.
Ahora ando dándole vueltas a la evolución, al creacionismo y al capitalismo, leyendo libros de un tal Darwin y artículos del Discovery Institute, pero no veo nada claro, no logro desenredar la madeja, ni llegar a un punto de partida para enrolarme en el ejercito de los ganadores.
He aprendido la teoría darwinista que la evolución nos dice que descendemos del mono y claro de la mona ( hay que ser coherente y no solamente utilizar los géneros como para hablar del juez y la jueza), igualmente nos dice que en este cochino mundo se produce una selección natural: el guaperas, el fuerte, el listo, sobreviven, y los demás, la mayoría entre los que me encuentro, se van al carajo, hasta aquí llegan mis conocimientos de las teorías de Darwin, esta hipótesis yo entiendo que, simplemente es ciencia pura, fría y cruel, sin piedad para la mayoría de la raza humana, y también para el mono y la mona (que haberlos, los hay muy listos y pintan cuadros).
Frente a estos pensamientos desalmados evolucionistas, la religión nos dice que del mono y de la mona, nada de nada, que la manzana tuvo mucho que ver, el hombre fue creado por Dios, a su imagen y semejanza, claro que a mí en el reparto no me tocó la mejor parte, y de la costilla del hombre (fue la primera regeneración de tejidos a partir de células padre que recuerda la Historia), Dios talló, esculpió o diseñó a la mujer. Esta “teoría” es mucho más cálida, hermosa, piadosa y solidaria que la evolutiva, no se si esta creencia será verdadera, yo no me la creo porque hasta aquí llegan también mis conocimientos religiosos.
Bien, en este dilema me encuentro, entre ciencia y fantasía, entre evidencia y elucubración, cada cual elige libremente, pero una vez hecha la elección, habría que mantener cierta coherencia, y ahí es donde yo me pierdo, porque resulta que los detractores del evolucionismo y de la selección natural en lo biológico, son los mayores partidarios del darwinismo social, que no es otra cosa que el capitalismo acaparador del pensamiento de los seres normales y mortales.
El mono lo tiene más fácil, no es más guapo que el hombre, pero si más listo, el que logra acaparar más comida, ya sea robando, engañando o aniquilando al competidor, es el que la mona más lista, más guapa o más fuerte elige como padre de sus hijos, para transmitirles los genes que logren la supervivencia de la especie, y el resto de las manada, a pelársela (con perdón), claro está, en el darwinismo social del humano, sucede lo mismo: sobrevive ¿el más listo?, el más astuto, el que tiene menos escrúpulos, el que acumula más poder y dinero robando a los de sus especie, que después transmite a sus hijos en forma de genes sociales llamados patrimonio-empresas, acciones, cocheses, chaleses, consejos de administración y carneses del clubses de golf y de golferío).
Y pienso yo, si uno se opone a la manipulación genética, también debería oponerse a la manipulación social, se debería estar a favor de la defensa de los débiles, de los pobres de espíritu y de fortuna, de los bajitos, de los feos, porque todos dice la teoría de la Iglesia que son criaturas del Señor, ¿por qué se permite a la sazón que los poderosos, los Obama de este mundo inicien conflictos para llenar las arcas de los fabricantes de armas, los sembradores de minas y los señores de la guerra? ¿Por qué dejan que los practicantes del darwinismo social más salvaje financien fundaciones tan poderosas como el Discovery Institute que defiende la evolución creacionista?, ¿como llamar a esto, una guerra pacífica, una graciosa torpeza o ciencia cristiana, o simplemente evolución del poder?
Todo esto se me escapa, repito, dadas mis limitaciones, comprendo que soy un mono poco evolucionado, si me preguntan si fui parido o traído por la cigüeña, no sabría qué responder, me he quedado en la teoría del mono y la mona.
Rafael Spínola
La fragua del pensamiento
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