Guadalcanal, el pueblo más norteño y más alto sobre el nivel del mar en la provincia de Sevilla, antigua fortaleza de Extremadura, de la que pasó a Sevilla en 1843, donde se mezcla la gracia blanca de Andalucía y el tono austero de Castilla, antes rica en monumentos, parece que va a salvar de la acción iconoclasta el antiquísimo templo de Santa Ana, del cual se sigue expediente de declaración de monumento histórico-artístico de carácter nacional en la Dirección General del Patrimonio Artístico y Cultural.
Para que una edificación sea declarada como tal debe reunir un interés histórico y arquitectónico representativo de un estilo. Santa Ana posee ambos largamente. Su arquitectura pertenece al estilo mudejárico de la Sierra, que está considerado "per se" en bellas artes. Dentro de éste se catalogan el de la sierra de Guadalcanal y el de Aracena, cuyas características son los ábsides semicirculares, arcos transversales y torre-fachada.
Este templo, como ya señalaron Hernández Díaz y Sancho Corbacho, por su situación y la belleza de su fábrica, merece muy destacado recuerdo. Fue construido sobre una mezquita situada en dirección NO-SE, y, por tanto, mirando a la Meca, en un montículo cerca de la muralla, en cuyas proximidades abundan los berrocales. Su alminar fue aprovechado para torre, la cual tiene tres cuerpos con seis arcos de medio punto en el de campanas y un chapitel apiramidado de pesadas proporciones. El templo, de una sola nave sobre planta de cruz latina con soberbios pilares y arcadas transversales ojivales de gran tosquedad y solidez que revelan la intervención de alarifes moriscos locales. Las cubiertas son de madera en los tres tramos finales, perteneciendo al techo primitivo el que está próximo al presbiterio; sigue otro tramo cubierto con bóveda apuntada que da ingreso a la capilla mayor, cubierta por gran cúpula de apea sobre arcadas ojivales. Podemos ver el abovedado en cañón semicircular o ligeramente apuntado, la media naranja sobre arcos torales semicirculares en dicha capilla, existiendo tres capillas más en el muro del Evangelio, una con cúpula policromada y las otras dos con bóvedas baldas, y otra en el de la Epístola, también cupulada, y en la bautismal, una bellísima pila de piedra decorada por labor de lacería mudéjar. En el exterior, precediendo el muro epistolar, hay un pórtico mudéjar con tres arcos ojivales encuadrados en alfices basados en pilares octogonales de ladrillo. Interesantísima la torre-fachada, una de las más típicas de la región. Las portadas, muy clásicas, con arcos escarzanos.
Como obras de arte encontramos en el retablo mayor la figura en serie de Santa Ana y pinturas de San Miguel, Huida a Egipto, Imposición de la casulla a San Ildefonso. En el lado del Evangelio hallamos un retablo donde se venera una figura de S. Ignacio de Loyola, el altar del Niño Jesús de Praga y otros con pinturas de la Anunciación y del Padre Eterno, y una lápida gótica. En la Epístola, la capilla de la Virgen del Carmen, dos pinturas murales barrocas de S. Pedro y S. Pablo. Existen, además, los iconos de S. Isidro, Santiago, S. Crispín y S. Marcos. Abunda la azulejería sevillana del tiempo de Niculoso Pisano (siglo XVI) del tipo de veneras, casetones y estrellas. La pila de agua bendita está decorada con gallones.
En arquitectura, al igual que en medicina, cuando los signos objetivos no nos aclaran la cronología, tenemos que recurrir a la historia y la analítica, y éstas, según mis investigaciones, nos dan una fecha de construcción comprendida entre finales del siglo XIII y todo el XIV.
Es poco conocida por parte de la mayoría la historia del Norte de Sevilla. Declarada una Cruzada de lucha contra la morisma por la Orden de Santiago, fue sitiado Guadalcanal, rindiéndose y entregándola el gobernador árabe, que la tenía encomendada por Axataf o Abul Hasaf, Rey de Sevilla, a los cristianos, entrando los escuadrones por la puerta de Llerena (Espíritu Santo). Son guerreros que vienen de combatir del castillo de Reina; de Llerena, Usagre, Fuente del Maestre, Almendralejo, Montemolín, a los que han ido reconquistando, así como muchos castillos y aldeas. Son hidalgos del Norte; de León y de Castilla, de Galicia, de Vasconia; muchos se quedan como pobladores, de los cuales descendemos algunas familias, vienen los comendadores con sus mesnadas, entre ellos Pelay Correa, los trece del Capítulo y muchos clérigos que predican a las huestes, todos ellos dirigidos por el maestre Rodrigo Íñiguez. La mezquita fue purificada y consagrada por el obispo de Coria Jaime Sanguineto, al que acompañan los priores de San Marcos de León y de Uclés. Se dijo la primera misa y se cantó el Tedéum, poniéndose el estandarte de damasco rojo de la Orden sobre el Alcázar (Santa María), el mismo que figuraría poco después en la conquista de Sevilla. Guadalcanal ya es cristiano. Esto sucedía un día de otoño de 1241.
Santa Ana, según tradición, fue la primera iglesia que hubo en el Maestrazgo, después de la de Mérida, y por los libros antiguos de esta iglesia consta que de todo el partido de Llerena se llevaban a bautizar los niños, y que se hizo esto mucho tiempo, hasta que los demás lugares se poblaron, según consta de escrituras fidedignas de un fraile franciscano del siglo XVII y del cronicón de Bleda. Al principio estuvo sujeta a la Vicaría de Tentudía, perteneciendo al Arzobispado de Santiago de Compostela hasta 1274, en que pasó al de Sevilla.
En 1494 consta que tenía 320 parroquianos, estando parte de su barrio extramuros en la Edad Media. En los libros de bautismo que he consultado aparecen muchos moriscos que recibieron las aguas, lo que prueba la gran cantidad que vivieron en este barrio antes de su expulsión en 1609. En el siglo pasado aparece regida por un párroco y cinco sacerdotes, contribuyendo con el oro de sus cálices en la lucha contra los franceses.
Por ser de la Orden de Santiago tenía jurisdicción vere nullius, hasta que extinguida aquella pasó a depender del Arzobispado de Sevilla, y más tarde, en 1911, filial de Santa María y suprimida como tal en 1936, en que fue saqueada. Fueron destrozados los retablos e imágenes, convirtiéndose el edificio en un granero. Entre los restos apareció una tabla con dos figuras de padres de la Iglesia de 1580 con cerca de cincuenta agujeros de bala. Destrozaron el bellísimo crucifijo de marfil del siglo XVIII, verdadera joya de arte; una gran custodia de tres cuerpos de plata repujada; fue quemado un terno de terciopelo rojo bordado en oro puro que figuró en la Exposición Iberoamericana de 1925, amén de mucha orfebrería y ornamentos.
Esta es la pequeña gran historia del templo de Santa Ana, que estuvo a punto de correr la suerte de San Sebastián, magnífica iglesia mudéjar destruida por la piqueta para hacer un mercado un mercado de abastos, o del Hospital de la Caridad, de estilo gótico, que tuvo igual fin por la incuria del tiempo y de los hombres.
Antonio GORDÓN BERNABÉ SPÍNOLA
Guadalcanal, a 26/04/1977
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