Bandoleros en la comedia y obras dramáticas del siglo de oro español
Hace unos días, en una animada charla de café con mi amigo
José Marcos Aparicio, profesor de instituto y miembro de la Fragua del Pensamiento, me
entregó una fotocopia de un cuadernillo titulado “Bandoleros en la comedia y
obra dramática del siglo de oro español”, que había escrito hace ya varios años
para una tesis doctoral que el mismo había presentado sobre Lope de Vega, del
cual y de su obra es un gran erudito.
En una fase de este cuadernillo habla de los dramaturgos del
barroco, su obras y sus gustos, dirigidos a auditorios poco selecto, ansioso de
emociones fuertes y con necesidad de héroes locales; de ahí que este tipo de comedia, adoptando
los rasgos propios de la mentalidad popular de la época, acabó convirtiéndose
en un atractivo mundo novelesco en el que se mezclaban realidad y fantasía.
Se ignora quién fue el iniciador de este género teatral,
aunque Caro Baroja supone que la comedia El valiente Juan de Heredia, atribuida
a Lope de Vega, parece el eje de muchas tramas el ejemplo más antiguo. El culto
poeta y escritor madrileño fue autor fecundo y variado en la escritura de estos
temas.
José Marcos me comentaba que el cree que ésta obra que se
atribuye a Lope, no coincide con su
estilo de prosa (si tomamos como base algunas de sus obras, Fuenteovejuna, El
caballero de Olmedo o la dama boba) y en ello se basa después de su propio análisis
y las investigaciones de hispanistas tan reputados como W.L. Fichter o el
estadounidense Sylvanus G. Morley, sin embargo, no es esto lo que me lleva a
hablar de esta obra y nada de este cuadernillo habría llamado demasiado la
atención hasta llegar a una frase que me
hizo detenerme y pensar en un articulo que leí en nuestra revista de
feria hace unos años de José María Álvarez Blanco, (véase Revista de feria de
Guadalcanal del 2008 Pág. 83 a
86.), repito la frase “este Valiente Juan de Heredia pillo e inteligente
natural de la villa santiaguista de Guadalcanal...”, me llevó a la biblioteca de
Teruel y buscar esta obra.
La verdad que mi búsqueda fue en un principio complicada e
infructuosa, decidí llamar a mí amigo y me dijo que estaba dentro del contenido
del libro Obras de Lope de Vega, Obras dramáticas tomo II publicada por la RAE. , obra descatalogada
pero bien conservada en el archivo del Centro de Archivos Turolenses, allí me
dirigí y después de leer esta maravillosa obra en tres actos, saqué los
siguientes enunciados que hacen referencia a nuestro pueblo:
1ª)… Román. Esto pasa, finalmente.
D. Pedro. ¿Eso, Román, ha pasado mientras yo en Sevilla he
estado de Guadalcanal ausente?
¿Qué dices?
Román. Lo que es verdad: que Juan de Heredia profana tu
honor, hablando a tu hermana.
D. Pedro. ¡A mi hermana! ¿Hay tal maldad?
Román. Mientras ausente has estado pocas las noches han sido
que a verla no haya venido.
Yo, señor, soy tu criado, y, aunque más que acuerdo sabio
ignorancias atrevidas son el arriesgar dos vidas por estorbar un agravio,
quise, de tu honor celoso, de aqueste error darte cuenta, porque no pase tu
afrenta a estado más peligroso…
2ª)… D. Pedro. Dentro de dos días.
(De esta suerte la aseguro; (Ap.) pero después que haya el
sol sepultado su arrebol en el occidente oscuro, daré, con alma resuelta, a
saber y averiguar si mi honor llega a agraviar, a Guadalcanal la vuelta.)
Hermana, quédate adiós….
3ª)… (Salen Robles, Padilla y Gaitán. salteadores, con
pistolas y monteras.)
Gaitán. Este es el camino real, Robles amigo y Padilla, que
derecho hasta Sevilla va desde Guadalcanal.
No quede en él pasajero, aunque a los cielos se queje, que
en nuestras manos no deje o la vida o el dinero.
Robles. Así se hará, Gaitán.
Ya que el hurtar no es honroso, sea oficio provechoso, que
así lo dice el refrán…
4ª)… Heredia. Pues vuestra señoría atienda, que a vueltas de
la ocasión que me trae, quiero que sepa mi vida, supuesto que no será cosa
superfina, para obligarle mejor.
Él dalle aquí de ella cuenta.
Mi patria, famoso Conde, es una villa pequeña que está
distante no más de esta ciudad quince leguas. Es Guadalcanal su nombre; su
población, la primera de la
Extremadura , yendo de la Andalucía a ella.
Su sitio, áspero y fragoso, porque conformes la cercan, por
una y por otra parte, casi inaccesibles sierras, tan altivas, que parece que
con las toscas cabezas de ese pavimento azul las densidades penetran.
Aquí, pues, de humildes padres, sin más sangre ni nobleza
que la de cristianos viejos, con inclinación traviesa nací, y así los veinte
años cumplí, gran señor, apenas, cuando de mi natural di en mil travesuras
muestras, y la más particular de cuantas hice fué aquesta.
Bien sabe Dios que confío ganar el Cielo por ella…
5ª)… Repare vueseñoría si ganar el Cielo espera con razón
quien de esta suerte los agravios de Dios venga, (i)
No mucho después de aquesto al castillo o fortaleza que
llaman de Miramontes, en Azuaga, por diversas travesuras, preso vino por orden
del Rey expresa, el Conde de Cocentaina, señor por naturaleza tan dado a la
valentía, que él solamente quisiera ser quien de valiente el nombre en el mundo
mereciera.
Tuvo noticia de mí, y fué muy fácil tenerla mediante el
estar Azuaga de Guadalcanal tan cerca, que dista el uno del otro, solamente
cuatro leguas…
En fin, desde la prisión, haciéndome mil promesas de
amistad, en una carta, con razones halagüeñas, me envió a llamar, y un criado
con un rocín en que fuera….
6ª)… Mas yo, que con alma atenta sus designios penetraba,
con revenida destreza y vigilante cuidado me defendí de manera que, a pesar de
su malicia, como en las espadas negras, dejé en las blancas también frustradas
sus diligencias.
Volvíme a Guadalcanal, de donde fué salir fuerza dentro de
muy breve tiempo, huyendo de las molestias que la justicia me hacía por
desgarros y pendencias, muertes y heridas, efetos de mi condición traviesa, si
bien alabarme puedo que jamás, sin que tuviera ocasión, saqué la espada, que
hay hombres que sin tenerla en sacarla cada instante para hacer mal se
deleitan, bárbaramente imprudentes…
7ª)… Cuando galanteé a su hermana, en Sevilla huésped era
vuestro, y en ausencia suya, porque no hay segura ausencia, sus favores merecí.
Pero como no es eterna ninguna dicha de amor, que es forzoso
que fin tenga, así lo tuvo la mía con la no pensada Agüeita de don Pedro de
Mendoza a Guadalcanal. Sin verla estuve no sé qué días y sin que verme pudiera,
desdicha que ocasionó de su hermano la asistencia, viví sin ver su belleza, si
bien puedo asegurar que fueron siglos de penas para mí cuantos instantes…
Rafael Spínola R.
http://guadalcanalpuntodeencuentro.blogspot.com.es/
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