Capítulo XXVI
Malogramiento indiscutible
Habiendo abandonado Ayala su
prudente reclusión para ir a evacuar la consulta con el Rey, decidió reanudar
su vida acostumbrada. Y durante algunos días asistió al Congreso y ocupó la
presidencia del mismo, esforzando su voz fatigando su garganta. Con eso, el
ataque agudo al aparato respiratorio, que parecía haber cedido a los cuidados;
se exacerbó terriblemente. Era médico de cabecera de Ayala el doctor Callejo,
quien, desde luego, se dio cuenta de la gravedad del caso. Pidió ayuda a varios
compañeros, siendo la opinión general que había de cederse con energía. Así, se
aplicaron cauterios al pecho del doliente y el fuerte revulsivo obró de manera
que fue juzgada satisfactoria.
En el espacio de diez días
alternativas diversas dieron pábulo a esperanzas de salvación.
Aun el 29 de diciembre, veinticuatro
horas antes del fallecimiento, los médicos permitieron a Ayala dejar por tres
horas el lecho y confiaban... Pero todo fué inútil, pues la progresión del
ataque aquella noche se apoderó del enfermo. Y a las tres y media de la tarde
del día siguiente, 30 de diciembre de 1879, Ayala había dejado de existir.
El curso de la enfermedad de
Ayala había sido seguido con palpitante interés. El Rey enviaba diariamente al
domicilio del paciente a su edecán el. Marqués de Alcañices. Y del Rey abajo
todos los personajes de la situación, todos los escritores y artistas, todos
los amigos particulares convertían en romería elegante la calle de San Quintín.
Además, como los periódicos tenían una sección para ocuparse del estado del
enfermo... El pueblo en masa vivió pendiente de si moriría o no hombre, tan
ilustre.
Ese hombre : insigne, del que se
decía fuera desgracia grande para la patria perderle, pues los años de duración normal de la vida
que le quedaban, conservando sus facultades y su capacidad de trabajo, podrían
haber dado mucha gloria, tanto, política, como literaria, a nuestra nación.
Considerando esto, al dar cuenta,
de su fallecimiento, aquella noche La Correspondencia de España llegó a
publicar que Ayala "se había
malogrado". Y nosotros sostenemos la afirmación Pasando a probarla.-
Sí, eso; vamos a probar qué el hombre cuya doble carrera política y literaria
nos ha ocupado tantas páginas con el relato de sus triunfos pudo obtener
triunfos mayores.
En política, ya lo hemos visto.
Pudo ocupar la presidencia del Consejo de ministros. La hubiese ocupado
seguramente en cualquiera de las sucesivas crisis del partido conservador, pues
que Cánovas, como ya le ofreció una vez su puesto, se lo hubiese ofrecido
otras. Y si no con el partido conservador, con el partido liberal... El cambiar
de partido no habría presentado para él consecuente
inconsecuente dificultad ninguna.
También en la literatura pudo
.subir. Cierto que ya era académico y que se le consideraba un genio. Pero con todo... Pudo, por ejemplo, si
se aplicaba a ello, haber escrito una obra dramática buena de verdad. Hoy ya
sabemos, pese a cuanto en sus tiempos se dijo, que tal no consiguió.
Y todavía cabe considerarle
malogrado, a pesar de su indiscutiblemente
enorme cabeza “recuérdese el incidente con Hartzenbush”, crió cabeza... de
familia. Ayala murió soltero, y no cuando hubiese ya renunciado a casarse, Sino
precisamente cuando de casarse estaba a punto. En su nueva asistencia a los
escenarios había tenido ocasión de tratar a la joven y bella actriz Elisa
Mendoza Tenorio, prendándose de su belleza y juventud hasta el punto de
entablar con ella relaciones formales, de esas qué acaban en boda para tal boda
se estaban haciendo los preparativos cuando la muerte arrebató al novio
¡Lástima grande! Y no lo
decimos por el novio, quien se evitó la peligrosa situación en que se colocan
los que contraen matrimonio a la edad detener nietos. Ni tampoco por la novia,
la cual, si perdió tan buena proporción, encontró otra mejor todavía, pues que
llegó a casarse con el doctor Tolosa Latour que era el Marañón de aquellos
tiempos. Lo decimos por quienes pudieron presenciar la nupcial ceremonia. estos
se perdieron algo digno de verse.
Pues en la frustrada, boda se hubiese
dado el caso de que se colocase ante el sacerdote el novio solo. Como os lo
decimos. Ayala hubiera dejado a la Mendoza Tenorio en la sacristía, igual que
antes la dejó entre bastidores. Esta actriz tomó parte en el estreno de Consuelo, desempeñando el papel de la
protagonista, Y sabido es que el presidente del Congreso se negó a alternar con
los cómicos en el palco escénico, diciendo a Vico la lapidaria frase que
definía lo augusto de su soledad. Lógico es suponer, por tanto, que menos
habría admitido alternar con una cómica en el altar mayor.
Ni en lo grotescos siquiera
llegó, pues, Ayala a todo lo que habría podido alcanzar de no haber truncado la
muerte aquella vida que prometía extenderse, y siempre hacia arriba, más y más. Se malogró, por tanto, Ayala, pese a
morir de cincuenta años cumplidos, pese a saberlos aprovechar tan bien y pese a que se le daba
todo cuanto apeteció. Sí se malogró Ayala indiscutiblemente, aun con lo que
hemos visto obtuvo en su existencia, y lo que veremos, terminada ésta, se le
otorgó ¡de propina!
Luís de Oteyza
Vidas Españolas e
Hispano-Americanas del Siglo XIX
Madrid, 1932
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