¡Cuánto han cambiado las cosas
desde aquel entonces!
La reproducción de este viejo
artículo es un homenaje a D. José F. Titos y a su academia y aquella generación
maravillosa que lamentablemente y por el ciclo de los años nos dejó, Rafael
(Electrovira) que nos enseñó a muchos a amar nuestro pueblo y su historia, a
Pelito que fue el alma mater durante muchos años de nuestro Guadalcanal C.D, al
Nene por sus clases doctorales sobre la banda de música de Guadalcanal y a
tantos otros, cazadores furtivos, organizadores de interminables giras gastronómicas, etc., etc.
Hay nombres que se gravan en el
alma como a fuego, dejándola marcada indeleblemente para toda la vida. Así se
gravó en aquel mi corazón de joven de Maestro-Escuela el nombre de Guadalcanal,
cuando allá por los años sesenta, llegara a él como Propietario definitivo. No
sería extraño pues que hoy mi pluma de hombre agradecido se desbordara en estas
añoranzas. ¡Fueron tan deliciosos
aquellos años que yo pasara entre tan buena gente...! ¡Aquellos inolvidables
años, ejerciendo mi sublime misión, tratando de convertir 'a aquellos avispados
chavales en los hombre de bien que son hoy!
Mi sangre me costó, desde luego
que sí, pero... ¿y qué? ¡Bendita mil veces
aquella sangre virginal de mi juventud, que yo dejara allá para siempre, ya
que, aparte del fruto que diera, este nobilísimo pueblo me lo supo pagar de esa
manera sólo saben hacerlo los pueblos, que como él, tienen el corazón tan inconmensurable
como sus mismos horizontes, y un alma tan tersa como su mismo cielo.
¡Gracias, muchas gracias,
Guadalcanal!
Todo dulce recuerdo que se añora,
por dulce y por recuerdo precisamente, implica de una manera inevitable una
tristeza, Pero yo no quisiera en mis añoranzas de hoy, contagiar a mi pluma de
ese endémico mal de poetas, que se llama melancolía; antes bien, quisiera darle
un tono festivo y jubiloso. ¿Lo conseguiré..?
¡Vamos a ver!
La verdad es que no sé ni por
dónde empezar. Es tal el aluvión de entrañables recuerdos, que en estos momentos
acuden a mis ojos...
La representación de
«Misericordia» en aquel viejo Cine de la calle de don Alfonso (q. d. p.) y que
tan artísticamente engalanaran para tal efemérides. Manolo y Rafalito. ¿Te
acuerdas, amigo Electrovira, de aquel explosivo ¡”Ay, Rio Manzanares”! en
aquella delirante salida a Escena de aquellos consumados actores llamados
Francisco el de Pedro Rivero, Agredano, Daniel Herce, Paco Valenzuela, Carbajo,
Paquito Mantrana... etc. malgastando la Hacienda del Hijo Pródigo…
... ¡Y aquel bucólico Chorreón
por Abril, que es cuando el campo florece y comienza a subir el pez! Aquel
Chorreón de aguas cristalinas y encajonado por las sublimes sierras de
Guadalcanal, y al que llegábamos a trancas y barrancas, atrochando por
senderillos ovejiles en los borricos, que los Crespos nos deparaban o después en la Vespa con Félix el del
Estanco como paquete. ¡Menudo a que estaba hecho este Félix ya por aquel
entonces!
...Y aquel norteño de pro, Don
Víctor (q. p. d.), cuando me salió al encuentro a arrebatarme la maleta, una vez que yo,
vencido por elementos extraños, me dirigiera totalmente decidido en busca de la
Camioneta de Carmelo, pensando en mi Granada, ¡Ay, aquellas Romerías de la
Bendita Madre de Guadalcanal...! ¡Esa Virgen que es la más bonita del mundo y
que se llama Guaditoca...! Aquellas Romerías, aún no motorizadas, caminado romeros
tras Ella, que es como Dios manda ¡qué
caramba!, o a lomos de un borrico orejón o sobre un corcel o menos brioso, y
siempre aureolados por esos vítores o rezos, salidos del Alma entre ese perfume
indescriptible de la sierra y esa bizarra cantinela de los “reclamos de cañón”
y el “titeo” de los “pájaros” de las hormigas o de los retamales.
...Y aquel borriquillo de escasos
días, que de lindo parecía de juguete y que nosotros sacrificáramos en la Venta
Antonio Blandez, para una jarana nocturna de amigos, y que a la mayoría nos
cayera en el estómago como un rayo.
...Aquellas temibles “cuerdas”,
formadas por aquellos jabatos de Pitoto, Pepe y Luis Corvillo, El Nene, El
Portugués, Julio, El Porro, Cruchef etc. etc., que atrochando como lebreles, se
bebían esos “Judíos”, esos Peloteros, esos Molinillos.., o aquellas Chirivías
incluso, como un vaso de agua detrás de las perdices. Y el grito de la “mano alta” ante
una perdiz descolgada de los infiernos ¡”Ahí va esa perdigalla hablando con
Dios”!, y Luis, siempre en su sitio, que le adelantaba la escopeta y la cortaba
como una tanga.
Aquellas cacerías fuera, de ley
en mi Lanzallamas (que es como Pituto me bautizara al (“seitas”), que como un
tanque ruso, con una del “doce por cada dila, en busca de las gitanonas”. Ni me
avergüenzo, ni me arrepiento de aquello. No lo hacía por mí, bien lo sabe Dios.
Había que ganar el jornalillo como fuera, y muchas veces, como no fuera así...
¿A que sí? Y es que desgraciadamente, la cacería, por aquel entonces, no era
una devoción sino una obligación ¡Y qué obligación, Dios mío!
...Y aquellas noches de llovizna
con el bueno de Pelitos, que era un auténtico súper as encarándose la de “plomillos”, en
busca de esas malas piezas son los gorriatos por Trapajarropes o El Charco
Lazá, ¡Cuánta gracia me hacia este Pelitos, cuando, oyendo el gorrioncillo dar
con su huesos en tierra, exclamaba indistintamente: ¡Talegazo al canto! ¡Vaya
petacazo que pegó el tío! ¿Recuerdas, Pelitos, aquella noche en San Miguel, que
por pocas si morimos en acto de servicio...? ¿Y aquella otra noche en que tuve
que convencer al Cabo de que veníamos de ranas...,
... ¡Cuántos Recuerdos tiene uno
también enterrados en ese Cebollino de nuestra alma! Aquellas tardes perdiendo
las pestañas detrás de las cartas para ventilarse quince o veinte pesetíllas en
el “burro” o en la “picá”, o temblando, emoción cuando Viruli se decidía a
echarse “un solo a la desesperá”.
...¡Y aquel venenillo de la “jaula”!
José María El Pescaero, relampagueando calleja en calleja, para escapar por el
Cotorrillo, o Manolo Corvillo con el “delito” sobre las espaldas o camuflado en
el seroncillo de la moto, procurando evitar a los de la “cresta de charol”, escapando
por el Callejón de las Escuelas hacia la Sierra del Agua, o el mismo Pepe
Hidalgo —después redentor de nuestros furtivismo— atajando con Cacharreta por
Judío o Ricomacho con el Murillo o El Almería escondidos donde sólo Dios y él
sabían, y siempre bajo tutelar y experta dirección de ese catedrático de la
cinegética, que se llama Pituto. ¡Cuánto han cambiado las cosas desde aquel
entonces! A pesar de todo, Aquello tenía su encanto ¿verdad, amigo Pepe? Le
pregunto a ese Pepe, que Pinto llama de “vocación tardía”. Pero que —y dicho
sea de paso— nada de eso de vocación tardía, ya que este Pepe fue un mosquetero
más en la brecha durante aquellos tiempos tan difíciles.
...Aquellas alegres vísperas de
San José, durante las que mis alumnos tenían verde para el cigarrillo, la
copita demás de anisados de Cazalla y el baile hasta las tantas en la Academia.
...¿Y aquello...? ¿Y esto
otro...? Total para un libro así de gordo.
¡Guadalcanal ¡Cuántos entrañables
recuerdos me evoca ese bendito Guadalcanal!
José Fernando Titos Alfaro
Revista de Feria de 1978
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