Nostalgia por haber terminado mi
feliz sueño
Ni el francés por haber nacido en
Francia, ni el sueco por haberlo hecho en Suecia, ni el español en España, etc, son
franceses, suecos o españoles por propia voluntad; son los lazos del destino
que así lo quisieron. Yo en mi caso, y por medio del destino, además de ser
español, andaluz y sevillano, soy Guadalcanalense lo cual me siento muy honrado
y orgulloso. Y es que Guadalcanal existe, Guadalcanal no ha muerto ni podrá
morir nunca mientras halla un Guadalcanalense vivo. Eso lo que te pido amigo
lector si eres de Guadalcanal: defiende tu pueblo hasta el fin. Guadalcanal
existe en sus barrios, en sus calles limpias, en sus casas blancas, en su
gente, en su cultura, en su trabajo, en su afán de vivir; Guadalcanal forma
parte de esa Andalucía de imagen deformada y maltrecha, de esa Andalucía que un
día Fenicios y más tarde Griegos, Romanos, Bizantinos y un sin fin de pueblos
la posesionaron para dejar en ella sus rasgos culturales, para que después las
insignes plumas de sus poetas la hicieran inmortal, Y es que por todo esto y
mucho más, nos hemos dado cuenta que la marginación para el andaluz es cosa muy
aparte, y que gracias a nuestro esfuerzo y trabajo hemos dejado el pabellón
andaluz muy alto, y muy particularísimamente el de Guadalcanal.
Se respira un clima de
satisfacción y de bienestar, estamos todos afectados por un denominador común
de un máximo social y prosperidad. Y es que a esta Andalucía nuestra, antes
oprimida por los lazos del subdesarrollo, de la incultura, y del bajo nivel de
vida se le han soltado dichos lazos, se ha autodefinido como región culta,
industrializada, rica y próspera. Y esos efectos se han dejado sentir en una de
sus provincias y al mismo tiempo ha llegado a germinar en su Sierra Norte donde
se encuentra Guadalcanal.
Son otros tiempos, unos tiempos
nuevos, flamantes, los que estamos viviendo en nuestro pueblo. Ha cambiado el
oscuro presente de Guadalcanal, ya no se ven esos corros de hombres en la
plaza, esa aglomeración de brazos fuertes inactivos por la fuerza del paro en
nuestra parva y austera vida local. Esas cartillas con las que había que ir
todos o casi todos los meses a la Casa Consistorial para que con su sello
avalara una semana de trabajo a un jornalero, ya es sólo un recuerdo, un triste
y amargo, pero recuerdo al fin.
En Guadalcanal se ha cambiado el
panorama y se espera un futuro aún más prometedor gracias a ésa metamorfosis
que, económica, cultural y socialmente para bien común hemos experimentado.
Todo esto lo comentaba yo con
nuestro alcalde, al cuál se le advertía en su rostro la satisfacción, una
inmensa satisfacción por estar rigiendo un pueblo sin problemas de paro ni
necesidad. La emigración a otras regiones o provincias han pasado a otro plano,
son etapas, itinerarios que ya han quedado olvidados. Son ahora ellos, nuestros
familiares, nuestros amigos, nuestros convecinos los que nuevamente se reúnan con
nosotros, los que tendrán que emigrar, todo volverá a ser como antes.
Ya se ha terminado el pesimismo,
ya no se tiene miedo a nada ni a nadie; ya se habla cara, ya no tenemos que
compartir pena con el que se marcha porque no se marcha; ya invierten e industrializan
Guadalcanal los que pueden y saben; ya se laborea nuestra única fuente de
riqueza agrícola; ya no hay problemas de paro; ya tenemos un instituto para
todos; ya tenemos un centro de medicina eficiente;
Támm, támm, támm, tarrarará,
támm, támm...
Era este sonido que me había despertado,
el producido por las campanas de la torre de Santa María, al sentirse heridas
por los fuertes golpes que recibían de sus badajos.
Lleno de congoja y nostalgia por
haber terminado mi feliz sueño, ya en la calle y meditabundo empecé a caminar
hacia mi trabajo, no sin dejar de recordar a ese gran dramaturgo español, que
con su inmortal pluma una vez dijo: ...Y los sueños sueños son.
José Baños Carmona
Revista de Feria 1978
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