Datos e Historia
La situación de Guadalcanal, en
el confín de Al-Andalus y las puertas de la Meseta, unida a su riqueza minera
-por la que era conocido este pueblo desde que el hombre supo del artificio de
las minas, según el Adelantado I de Oñate-, hizo, sin duda, que con la invasión
de los árabes a España fuera éste el lugar más preciado de la región y uno de
los primeros; por tanto, en ser ocupado. Es incuestionable que cuando los
invasores se establecieron aquí, aún quedaban restos de las trazas con que los
romanos se valían para extraer los minerales de plata y oro, descritas por
Plinio, consistentes en canales o cuevas que atravesaban las montañas, por lo
que a los minerales extraídos por este método de excavaciones los llamó el
escritor latino "canalicios" o "canalienses".
En este estado de cosas, los árabes continuaron las explotaciones mineras al
modo como los romanos las habían practicado. Sólo que hubo un cambio nominal
pues los nuevos pobladores llamaron "guad" -que en su idioma
significa "río"- a lo que para los romanos había sido
"canalitiu". De rechazo, puede deducirse que al unir ambos vocablos
resultase el nombre de Guadalcanal, que parece significar "lugar donde hay
ríos, acequias o minerales excelentes". Para sustento de esta opinión
podemos traer a colación los nombres árabes locales de los ríos Benalija y
Viar; al primero de ellos se llamó Ben-Alí-Exa, "hijo del fuego", o
“hijo de los montes calientes”, y el otro, que al principio fue Guad- viar,
viene a ser lo mismo que "río precipitado en sus corrientes". No
queremos dejar categóricamente sentada esta teoría, pues que es una de las
tantas que circulan acerca de la etimología de esta palabra. Lo que está
suficientemente probado es que el nombre de Guadalcanal arranca de los primeros
tiempos de esta ocupación.
Los musulmanes construyeron el alcázar al sur del recinto amurallado que
rodeaba la villa, y tuvieron por mezquita lo que luego sería la iglesia de
Santa Ana. Tenemos constancia documental de que el pueblo tuvo entonces un
volumen de dos mil casas. Por lo demás, salvo en la toponimia, ningún vestigio
nos ha quedado de esta época, pues las mismas construcciones árabes fueron
aprovechadas para la reorganización cristiana.
Como en casi todos los puntos de la dominación, varios fueron los intentos que
realizaron los cristianos para liberar a Guadalcanal. El primer avance tuvo
lugar en 1.088, en que Alfonso VI, desde Extremadura, alcanzó el puerto de Guadalcanal,
pero no le ofreció batalla. En 1185 salió Alfonso VIII de Toledo con un
poderoso ejército y realizó una incursión por la región extremeña, conquistando
Trujillo, algunos lugares de la Serena, Berlanga, Valverde y Guadalcanal, de
donde pasó a Sevilla. A su regreso, descansó en esta villa, y de aquí partió a
Reina, en cuyo Castillo tenían los moros la mayor fortaleza de la región, a la
que cercó y tomó por combate.
Mas no fueron definitivas estas conquistas, pues en 1231 volvieron a perderse
Guadalcanal y el Castillo de Reina. La Civitas Reginensis de los romanos era un
punto muy estratégico y disputado por unas y otras armas, y en muchas ocasiones
marcó la frontera de moros.
Ocho años después de estas pérdidas, los Caballeros de la Orden de Santiago
celebraron un capítulo general en la ciudad de Mérida, que presidió el XV
Maestre don Rodrigo Iñiguez, Comendador de Montalbán. Aquí se acordó conquistar
algunas plazas fuertes que aún quedaban en Extremadura en poder de los moros,
pronunciando el Maestre una arenga en la que infundió un santo celo por la
cruzada de recuperación.
Con un ejército compuesto por los Caballeros de la Orden de Santiago y gran
número de gente de sueldo que juntaron, salieron de Mérida y fueron
conquistando, a más de otros lugares, los pueblos de Almendralejo, Usagre,
Fuente del Maestre, Llerena y, no pudiendo tomar el Castillo de Reina por su
gran fortaleza, pasaron a Guadalcanal, donde pusieron un sitio que acabó con la
rendición y entrega de la villa por el gobernador de Axataf, caudillo de la
ciudad de Sevilla, que era este año de 1241 el que más nombre y poder tenía en
las fronteras de los cristianos. Entre los Caballeros de Santiago que se
hallaron en esta jornada a las órdenes de don Rodrigo Iñiguez, figuraban el
comendador don Rodrigo de Valverde; don Juan Muñiz de Gogoy, comendador de
Estremera; don Lope Sánchez de Porras, trece de la Orden; el comendador don
Hernán Meléndez; don Rodrigo Yáñez, comendador de Almoguer; Albar Martínez de
Aibar o Ibarra, comendador de Mora, etc.
Posteriormente, cuando Fernando III el Santo tomó la ciudad de Carmona, los
moros del Castillo de Reina y Constantina fueron a ofrecerle vasallaje. Pero
hasta ese momento, parece ser que la Orden realizó nuevos ataques a fin de
conquistar las referidas plazas. En uno de éstos, narra la tradición que
dándose –el día de la festividad de Nuestra Señora- una memorable batalla entre
cristiano y moros, y tras llevar varias horas de pelea encarnizada, el Maestre
que los mandaba, don Pelay Correa, se encomendó a la Virgen, suplicándole:
"Señora, detén tu día." A sus ruegos, se oscureció milagrosamente el
sol hasta que él y sus gentes quedaron vencedores. Para conmemorar esta
victoria se dio el nombre, a un arroyo donde ocurrió la batalla, Matamoros, y
en la cumbre de una montaña inmediata mandó edificar el Maestre una iglesia con
el título de Nuestra Señora de Tentudía. Dotóla de grandes rentas y puso en
ella algunos frailes de su orden, en cuyo colegio habían de leer gramática,
artes y teología. También por su voluntad, el Maestre don Pelay Correa, fue
enterrado en esta iglesia. Más tarde, por ser aquel un lugar desierto, se mandó
trasladar -con el mismo título- al colegio que la Orden tenía en Salamanca, a
donde habían de acudir las casas de Uclés y San Marcos de León con 3.000
ducados de renta anual.
A raíz de su reconquista, el Rey San Fernando dio Guadalcanal a la Orden de
Santiago, cuyo Priorato residía en San Marcos de León, con dependencia de la
Vicaría de Santa María de Tentudía de Llerena. Y fue entonces cuando la villa
tomó por armas un canal y dos puñales o dagas, que hoy conserva en su escudo.
Hay también noticias de un contingente judío que, después de la reconquista,
poblaba el barrio de Santa Ana y la Morería. Y en la visita canónica de 1494
consta que tenía sinagoga, (situada, por cierto, en el ejido -luego paseo- de
El Coso).
BIBLIOGRAFÍA.-
Vicente Barrantes, "Catálogo razonado y crítico de los libros, memorias y
papeles impresos y manuscritos, que tratan de las provincias de Extremadura,
así tocante a su historia, religión y geografía, como a sus antigüedades,
nobleza y hombres célebres". Obra premiada por la Biblioteca Nacional en
el concurso público de 1862, e impresa por Rivadeneyra, Madrid, 1865.§
Alejandro Guichot y Sierra, "La Montaña de las Ángeles, Monografía
histórico-crítica". Impreso en Sevilla, "La Región", 1896.§
Fr. Andrés de Guadalupe, "Historia de la santa provincia de los Ángeles,
de la observancia regular franciscana ", Madrid, 1662.§
José Hernández Díaz, Antonio Sancho Corbacho y Francisco Collantes de Terán,
"Catálogo arqueológico y artístico de la provincia de Sevilla"
Patronato de Cultura de la Excma. Diputación Provincial.§
Andrés Mirón Calderón.
Revista 1972
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