Álvaro de Mendaña,
Pedro Ortega e Isabel Barreto 2/3
Como es lógico pensar,
en varias ocasiones la navegación se volvió complicada y así lo relata el escribano
mayor de la expedición al explicar los peligros por los que pasaron durante
un fortísimo temporal hacia el 18 de octubre, que hizo a la “capitana” quedar
“dormida”, es decir tumbada sobre el agua sin enderezarse, por lo que
tuvieron que picar el palo mayor y aliviar la embarcación de la mayoría de
elementos de peso para recuperar la verticalidad de la nave:
“Viendo el piloto ser
tormenta, mandó amainar el papahígo del trinquete, y quedamos mar al través, y
empezó a crecer con tanta furia la tormenta que parescía la mar y viento ser
ira de Dios, que era cosa fuera de natural, que la mar se alzaba tan alta con
cada viento que le daba, que encapillaba por encima de la popa de la nao; y
entró golpe de mar sobre ella, que a los que estaban debaxo del alcázar y sobre
la tolda les puso hechos una sopa de agua… y como algunos estaban con algunos
rencores, el señor general y Fray Pedro Maldonado les predicaron y se abrazaron
los unos a los otros, y se reconciliaron muy bien… y viendo esta tempestad tan
grande, el señor general salió de abaxo del alcázar… y en saliendo vino con
tanta furia un viento norte que zozobró la nao y se metió por la banda de babor
por la mitad de ella debaxo del agua; y fue tanta lástima oír las voces y
clamores que se daban, llamando todos a Dios y a Nuestra Señora que les
socorriese, que quebraba el corazón, que parescía ser Día de Juicio para
todos…el señor general trató con el piloto que si sería bien cortar el mástil
mayor, y él le respondió que sí, más que estábamos muy en la mar y que
tendríamos trabaxo a salir del golfo sin él; y teniendo un marinero un hacha en
la mano se lo mandó cortar; y el piloto porfió tres o cuatro veces que no lo
cortasen, hasta que, porfiándole, dixo que se cortase primero la jarcia de
sotaviento, y ansí se hizo; y cortando también la de barlovento, de dos
hachazos que se dio al mástil, fue al mar con toda la xarcia, y gavia, y
entenas y velas; y estando en esto, el batel nadaba en la cubierta …”
No sin dificultades
alcanzaron finalmente a la costa de América del Norte a la altura de Baja
California, para continuar hacia el sur costeando hacia Puerto de Navidad, para
descansar cuarenta días en el puerto de Santiago, de nombre también Salagua,
actualmente parte del gran puerto de Manzanillo, actualmente en el estado
mexicano de Colima, luego continuaron por Acapulco, entraron en el puerto del
Realejo, en el actual departamento nicaragüense de Chinandega, cerca de
Corinto, donde descansaron otra vez.
Por fin las dos naves “capitana”
y “almiranta” alcanzaron El Callao el 11 de septiembre de 1569, tras
casi dos años después de la partida, con un recorrido total aproximado de
23.000 millas, en el que perdieron un tercio de los integrantes de la
expedición.
Como es lógico tras ese
espacio de encierro en la travesía sumado a ello el fuerte carácter de los dos
líderes de la expedición, a la llegada a Nueva España afloraron las
desavenencias entre Mendaña y Sarmiento de Gamboa reprimidas durante la
navegación.
Mendaña retiró a
Sarmiento de Gamboa la documentación con las anotaciones sobre los
descubrimientos que se habían acumulado en la travesía. Las desavenencias
continuaron tras el desembarco en Perú donde se procedió a un careo entre
ambos, tras el que el Virrey se inclinó a favor de Sarmiento de Gamboa de
carácter mucho más persuasivo y firme. Es muy probable que ese enfrentamiento
personal fuera el que motivó que Mendaña estuviese ausente de nuevas
expediciones, hasta su segunda gran expedición a las islas Salomón bastantes
años después.
Aunque la expedición de
Mendaña no tuvo resultados tangibles dado que no encontró oro ni riquezas y no efectuó
asentamiento y poblamiento, debemos señalar que en los aspectos geográficos, de
navegación y de contactos y conocimiento de los nativos de la Polinesia fue una
proeza extraordinaria que se tardaría mucho tiempo en repetir.
Tuvieron que
transcurrir doscientos años para que navegantes de otros países visitasen
aquellos espacios auxiliados de mapas portugueses y españoles, tomados a
pilotos capturados, elaborados en el pasado y con medios auxiliares de
navegación y navíos mucho más evolucionados. Tras Mendaña serían Bougainville
en 1768 y Surville en 1769.
Para el irlandés Celsus
Kelly, notable historiador del Pacífico, queda claro que la expedición de
Mendaña, fue superior a la primera del inglés James Cook ejecutada dos siglos
más tarde, y que es mucho más famoso que Mendaña para el público en general
incluso el español, a pesar de que para el inglés todo fue más fácil porque sus
barcos tenían técnicas superiores, con instrumentos más perfectos y sobre todo
porque como acabamos de citar pudo servirse y guiarse con la cartografía y los
informes que los navegantes y pilotos españoles como Mendaña habían elaborado
con anterioridad.
Debemos de subrayar que
de la navegación de Mendaña quedaron para los Archivos nada más y nada menos
que catorce diarios y documentos descriptivos diversos de los diferentes
participantes, cuya relación figura en libro “Descubrimientos españoles en
el Mar del Sur” 7.
Las Islas Salomón es
uno de los dos archipiélagos que junto con las Islas de Santa Cruz situadas al
norte de Vuanatu constituyen actualmente el conjunto de las “Solomon Islands”
compuesto de unas 990 islas o islotes que se extienden sobre una distancia de
uno 1.500 kilómetros con una superficie 28.450 kilómetros cuadrados y una
población total de 523.000 habitantes. Los expertos estiman que hubo habitantes
en estas islas desde hace más de veinte mil años. La más grande de ellas, con
una extensión de 5.336 kilómetros cuadrados y una población en 1999 de 109.382
habitantes es la que Mendaña bautizó como de Guadalcanal en homenaje a Pedro
Ortega de Valencia, participante destacado en el descubrimiento de 1598 y
oriundo de esta villa de la Sierra Norte sevillana, población conquistada a los
moros en 1241 por la Orden de Santiago.
Tras ser españolas, las
Islas Salomón pasarían a formar parte de la Compañía alemana de la Nueva
Guinea, siendo luego británicas, para finalmente, por su situación
estratégica, ser ocupadas por Japón en 1942 durante la Segunda Guerra Mundial y
recuperadas por Estados Unidos en 1943 tras una durísima batalla que duró seis
meses.
Finalizada la contienda
pasaron a ser protectorado inglés y en la actualidad es nación independiente
dentro de la Mancomunidad Británica de Naciones 8. El 23 de julio de 2013 una
delegación de esta Isla de Guadalcanal en el Pacífico presidida por su
gobernador Mr. Stephen Panga se trasladó al Guadalcanal sevillano para rubricar
con el alcalde D. Jesús Manuel Martínez el protocolo de hermanamiento entre
La población sevillana
de Guadalcanal por su parte es una villa monumental de larga historia y con un
pasado que en parte está relacionado con las minas de plata que abundan en la
zona y que se empezaron a explotar en el siglo XVI por los banqueros alemanes
Fugger, en la actualidad clausuradas aunque otras minas en la región todavía
están en funcionamiento.
Curiosamente en una de
las minas de plata de Guadalcanal murió sepultado por un hundimiento en 1626 el
que fuera Adelantado de Nuevo México Don Juan de Oñate, hijo del descubridor de
las minas de plata de Zacatecas y fundador de esa ciudad novohispana, Cristóbal
de Oñate. Ya de regreso en España tras el juicio sufrido y absolución de los
cargos y acusaciones que habían recaído sobre él, Juan de Oñate ejerció el
cargo Inspector General de las Minas y Escoriales de España 9. (Corrección a este punto final del texto)
Tras la tortuosa primera expedición vendría la segunda de intento de asentamiento y poblamiento, no menos dramática en la que encontraría la muerte de Álvaro de Mendaña y Neira en 1595 10 poniéndose de relieve otra imagen que se haría mítica como la almiranta Isabel Barreto, una mujer en un mundo de hombres quien lideró el final de la expedición manteniendo firmes sus expectativas y aspiraciones.
Tras la tortuosa primera expedición vendría la segunda de intento de asentamiento y poblamiento, no menos dramática en la que encontraría la muerte de Álvaro de Mendaña y Neira en 1595 10 poniéndose de relieve otra imagen que se haría mítica como la almiranta Isabel Barreto, una mujer en un mundo de hombres quien lideró el final de la expedición manteniendo firmes sus expectativas y aspiraciones.
Una vez de regreso en
Perú, tras la experiencia de la pasada expedición, Mendaña vivía cautivo del
recuerdo de sus vivencias en las islas Salomón ardiendo en lo más profundo de
su corazón el deseo de regresar a ellas con una gran expedición más potente que
la anterior a pesar de la oposición del Virrey Francisco de Toledo quien no le
apoyaba y que a causa de su perseverancia y molesta insistencia le encarceló en
dos ocasiones, lo cual no le hizo cejar en el empeño.
El 27 de abril de 1574
logró del rey Felipe II el nombramiento como “Adelantado”, otorgado con
la capitulación para el asentamiento y poblamiento 11 la colonización, aunque tendría que
esperar veinte años más para embarcarse nuevamente en El Callao con rumbo a sus
anheladas islas. Durante este intervalo temporal, en 1586, contrajo matrimonio
con Isabel Barreto, gallega de noble linaje, que aportó la fortuna que heredó a
la expedición que finalmente acometería Mendaña y en la que pondría de
manifiesto su liderazgo.
La apasionante vida de
Isabel Barreto ha sido recuperada por la escritora francesa Alexandra Lapierre
en la novela Serás reina del mundo.
En el libro citado de Descubrimientos
españoles en el mar del Sur, y en el trabajo de texto de Amancio Landín
Carrasco y Luis Sánchez Masiá se resumen las condiciones reflejadas en las capitulaciones
de Mendaña y que siguen la línea y costumbres de la época al recibir un adelantamiento.
Primeramente Mendaña
pone de manifiesto su compromiso de “Procurar traer al conocimiento de Dios
Nuestro Señor, sujeción y obediencia nuestra los indios naturales”, que es
el objetivo reflejado para toda expedición en las Leyes de Indias, y su
ambición de poblar no sólo las islas ya conocidas, también “las demás islas
y tierras a ellas comarcanas”.
Como en todas las
capitulaciones del momento similares a esta, todos los gastos serían por cuenta
de Mendaña, señalándose ciertos beneficiosos que ayudasen a recuperar la
inversión, como por ejemplo quedar exento de impuestos compartiendo con la
Corona los beneficios estipulándose un porcentaje de la participación económica
de lo que se encontrase.
El Rey otorgaba a
Mendaña toda la autoridad, tanto militar, civil como judicial, en el territorio
que se la asignaba, y además le daba el fuero de depender directamente del
Consejo de Indias, con una autoridad transmisible a sus herederos.
Se insistía en las
cualidades morales de los participantes en la expedición como potenciales
auxiliares en la evangelización aunque también sabemos que las expediciones se
empleaban para desplazar a elementos no deseados.
Finalmente se mostraban
los buenos deseos de éxito augurando en caso de resultado satisfactorio de la
expedición, una serie de recompensas nobiliarias que la Corona ofrecía a
Mendaña: “…tendremos cuenta con vuestros servicios para vos hacer merced de
vos dar vasallos en perpetuidad y título de marqués u otro”.
Las capitulaciones otorgadas
a Mendaña insistían especialmente en el asentamiento poblamiento remarcado por
las Leyes de Indias. En el primer viaje debería llevar 300 hombres, cincuenta
de ellos deberían ser casados con sus esposas e hijos y en un segundo otros 200
hombres en igual estado.
Además debían
transportar “veinte vacas de vientre, diez yeguas de vientre, diez caballos,
diez cabras parideras con los machos necesarios, veinte ovejas con los carneros
que fueran menester para ellas, diez puercas y dos machos, para que de todo se
multiplique y haya para la sustentación y entretenimiento vuestro y de la dicha
gente…”.
Es asombroso y
sobrecogedor cuando nos paramos a pensar en el entusiasmo de aquellos hombres y
mujeres dispuestos a ir a unas islas situadas a una distancia enorme para dar
comienzo una nueva vida sin temor a una larga travesía llena de peligros y en
unas condiciones que podemos imaginar con las condiciones descritas, aunque la
realidad sería aún más dura todavía.
Mendaña partió
finalmente desde El Callao el 9 de abril de 1595 con cuatro naves, en las que
iban 378 personas de las que solo 280 podían “tomar armas” dado que el
resto eran mujeres, niños, criados o esclavos. Entre los expedicionarios
Mendaña llevó a su esposa Isabel Barreto junto con tres hermanos de ésta y a
dos sacerdotes. Como Piloto Mayor iba el experimentado Pedro Fernández
de Quirós quien le sucedería en las exploraciones posteriores.
Las cuatro naves eran
la “San Jerónimo”, que iba como capitana, de entre 200 y 300
toneladas, la “Santa Isabel”, como almiranta, de similar
porte, la galeota “San Felipe” y la fragata “Santa Catalina”, estas
dos últimas menores, de unas 30 o 40 toneladas, con remos, pensadas por su
tamaño y aptitud para llevar a cabo exploraciones costeras. En primer lugar
visitaron diversos puertos costeros de Perú y, el día 16, se hicieron por fin a
la mar desde Paita.
Sobre el 21 de julio
avistaron las primeras islas a las que Mendaña bautizó con el nombre de “Marquesas
de Mendoza” en honor de la esposa del virrey de Perú, García Hurtado de
Mendoza, segundo marqués de Cañete, nombre que aún perdura. Recorrieron estas
islas y establecieron contactos con los nativos.
El 5 de agosto
continuaron en dirección al archipiélago de las “Salomon”. Pasaron por
diversas islas a las que bautizaron con nombres españoles, y tuvieron difíciles
incidencias en la navegación. Naufragó la “Santa Isabel” con toda la
tripulación que llevaba. Los tres barcos restantes llegaron a una isla con un
gran volcán que Mendaña llamó de “Santa Cruz” donde fueron recibidos por
una muchedumbre de indígenas a bordo de más de cincuenta canoas.
Inicialmente las
relaciones con estos indígenas comenzaron bien aunque poco a poco fueron
deteriorándose, surgiendo también problemas entre los propios españoles.
Mendaña tuvo que juzgar a un grupo de rebeldes a los que acusó de sedición
mandando ejecutar pasando a cuchillo a los tres cabecillas.
Desgraciadamente
apareció la peste mientras estaban en esta isla lo cual hizo estragos entre los
expedicionarios, tanto que el propio Mendaña cayó víctima de esta enfermedad y
el 18 de octubre de 1595 moría en Santa Cruz después de dictar testamento en el
que nombraba gobernadora a su esposa Isabel y capitán general de
la expedición a su cuñado Lorenzo Barreto.
7 Descubrimientos Españoles en el Mar del Sur, tres
tomos, Editorial Naval, 1992.
8 En inglés, Commonwealth of Nations, antiguamente British
Commonwealth of Nations. las dos localidades en un emotivo acto que
transcurrió el los reales Alcázares de Sevilla.
9 BEERMAN, Eric: The death of an old conquistador.
New Light on Juan de Oñate. New Mexico Historical
Review
CRESPO-FRANCÉS y
VALERO, José Antonio: El legado de Juan de Oñate: Los últimos días del
Adelantado, Arboleda Ediciones, Sevilla, 2003.
10 LANDÍN CARRASCO, Amancio; SÁNCHEZ MASIÁ, Luis: Archipiélagos
de Marquesas y Santa Cruz, en Descubrimientos Españoles en el Mar del
Sur, Tomo II, Cap. XVI, Editorial Naval, 1992.
11 Conceptos en los que se insiste en las Leyes de Indias
remarcando que se excuse la idea de conquista y se sustituya por estas
de asentamiento y poblamiento.
Por un error en el articulo publicado en la Revista El Espía Digital el 23 de Agosto de 2003 y transcrito literalmente en este blog, hay un error el texto que corresponde al aclaratorio 9
En el texto original de BEERMAN, Eric, dice un traducción al castellano refiriendose a la muerte de D. Juan de Oñate "...El 3 de junio o poco antes, Oñate murió en su casa de Guadalcanal...
Gracias a José Maria Álvarez Blanco por su aclaración
Por un error en el articulo publicado en la Revista El Espía Digital el 23 de Agosto de 2003 y transcrito literalmente en este blog, hay un error el texto que corresponde al aclaratorio 9
En el texto original de BEERMAN, Eric, dice un traducción al castellano refiriendose a la muerte de D. Juan de Oñate "...El 3 de junio o poco antes, Oñate murió en su casa de Guadalcanal...
Gracias a José Maria Álvarez Blanco por su aclaración
Por José Antonio
Crespo-Francés
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