El legado de los caballeros
Ermita de Santiago
Ermita de Santiago
Construida en la
Baja Edad Media a raíz de la conquista de Fuente del Arco por la Orden de
Santiago.
La primera vez que
los cristianos llegan a nuestra zona en 1088, conquistan Reyna y Fuente del
Arco al mando de Alfonso VI, rey de Castilla y León y en previsión de la
conquista de Guadalcanal, las tropas
acampan entre lo que hoy conocemos como “el
Cerro de Santiago” (algunas
caballerías fueron amarradas allí mientras llegaba el combate) y el “Cerro del Diezmo” (situado frente al camino de “los Merinales”) llegando hasta lo
que se conoce como “Puerto de Llerena”
(Guadalcanal), pero viendo la extraordinaria e importante fortificación que
era, no presentó batalla, da marcha atrás procurando asentar la conquista (levantó una especie de cerca en el cerro
de Santiago con unas vigas de maderas a modo de columnas para sostener el techo
de cañas y las maderas que lo cubrían), no fue suficiente porque en 1096 la
comarca pasa otra vez a manos del Islam. (Notas
extraídas de “El estudio de Las Comunidades de Villa y tierra de la Extremadura
Castellana” de Gonzalo Martínez).
En 1188, un siglo
después, se repite la historia con Alfonso IX rey de León; conquista Llerena,
Reyna y Fuente del Arco pero no pudo conquistar Guadalcanal por ser gran fortaleza fortificada; antes de finalizar
1198 vuelven de nuevo a recuperarlo los moros que, para que no se vuelvan a
producir tales hechos, Yacub Ben Yusuf, rey taifas de Badajoz, mandó fortalecer
con nuevas torres albarranas y murallas toda las alcazabas, incluidas Reyna y Guadalcanal para evitar nuevas
conquistas cristianas.
En 1241 se
conquista Fuente del Arco al fin y tras su repoblación definitiva en 1270, se levanta una ermita de origen muy humilde
por la Orden de Santiago en el cerro que a partir de ese instante llevará su
nombre (“Cerro de Santiago”) al
cargo de un simple ermitaño que solo estaba encargado de reparar la estructura
y conservar el escudo de la Orden y el cuadro del Apóstol Santiago (hoy día
desaparecido). A partir de 1501 la ermita adquiere cierta advocación religiosa
mediante orden ejecutada por el Prior de San Marcos de León, García Ramírez (el mismo de la ermita de la virgen del
Ara), con la finalidad de garantizar la salvación de los hermanos a través de
actos piadosos, la práctica de la religión y una misa al año el día del santo
(25 de Julio).
Hacia el verano de
1790 se reedificó por medio de limosnas de los vecinos de Fuente del Arco, la
ermita no tenía ni tuvo nunca algún tipo de rentas, ni ermitaño que la
regentara pues desde sus inicios siempre ha pertenecido a las posesiones de la
iglesia pues así lo quisieron los maestres de la Orden; a partir de entonces
sirvió para procesiones de letanías y rogativas a celebrar el día del Santo.
Casi a finales del siglo XVIII el rey Carlos III ordena mediante Real Cédula
(03/04/1787), que “por motivos de salud
se deje de enterrar en el interior de las parroquias los cadáveres y que se
creen cementerios fuera de los pueblos”; dicha orden en Fuente del Arco no
se llevó a efecto porque los vecinos exponían como motivo “el no separarse de sus fieles difuntos” como recoge Don Juan Josef
de Alfranca y Castellote, oidor visitador en el Interrogatorio de la Real
Audiencia de Extremadura de 12/13 de Febrero de 1791, en el cual explica “lo dañoso a la salud del aire fétido que se
respira en Fuente del Arco”.
A partir de este
año de 1791, pasó el lugar de ser considerado ermita a la categoría de capilla
y Pascual Madoz lo recoge en su obra
“Diccionario Geográfico Estadístico Histórico” publicado en Madrid el año
1850 Tomo VIII, e insiste en que Fuente del Arco no tiene cementerio pero si un
lugar para tenerlo; no es hasta el bienio 1854/1856 cuando a consecuencia de
una epidemia de cólera mórbido, no se empieza a construir el cementerio en el “cerro de Santiago” por orden del
Gobierno de la Provincia, siendo los alcaldes José Pablos el que inició las
obras en 1854 y Juan Calle el que las terminó en 1856. Desde esa fecha el lugar
pasó a ser el cementerio del pueblo que a consecuencia de innumerables reformas
y derrumbes lo que mejor se conserva son los restos de esta ermita y un muro en
el lugar conocido como “cementerio
viejo”.
Nuestra Señora del Ara
La única nave de la
ermita se cubre mediante bóveda de cañón de estructura poco frecuente, presenta
diseño con acusado peralte sustitutivo quizás, de una cubierta de madera
anterior.
En 1736, se
finalizó las pinturas de la bóveda del Santuario, con un magnífico programa
iconográfico desarrollado sobre la bóveda de la iglesia, de autor desconocido
aunque probablemente de la escuela llerenense, y evocando de forma directa creaciones
de grandes maestros. Por estas fechas debió colocarse el Retablo mayor.
El Camarín, se
terminó a finales del siglo XVII y principios del siglo XVIII. La obra del
Camarín, exigió la ampliación de la antigua Sacristía, prolongándose más allá
del espacio ocupado por la capilla mayor hasta el límite del propio camarín. Es
de planta cuadrada, sobre la que emerge un cuerpo octogonal con linterna de
media naranja, de clara influencia barroco-renacentista.
La Capilla Mayor,
que se abre a la nave central por un gran arco toral, reduce su anchura a poco
más de 5 metros
y su profundidad es de 4
metros y setenta y cinco centímetros. Dicha capilla se
divide en dos tramos, señalados en superficie por delgadas columnas adosadas y
se cubre con bóveda de crucería. El testero queda ocupado por un hermoso
ejemplar de retablo barroco de tres calles, con abundante profusión de
elementos escultóricos casi de bulto redondo, que se adaptan a los ochavos de
aquel también en altura, al dotársele de cascarón de paños triangulares. En la
calle central a los pies de la imagen titular, se colocan las imágenes de bulto
del rey Jayón y su hija, a través de un gran ventanal (lugar en el que se coloca la imagen) queda abierto el Camarín,
estancia de planta cuadrada con pilastras en los ángulos que facilitan el paso
a las pechinas de la cúpula. El acceso a dicho Camarín se logra por espaciosa
escalera que arranca de la sacristía, estancia también abovedada por cañón
sobre lunetos y dividido por dos tramos en fajón, con una superficie de 9,15 X 4,25 metros .
Los maestros
pintores recurrieron a compartimentar el espacio de la bóveda de la nave de la
iglesia en grandes recuadros, insertos en una retícula formada por una fantasía
grotesca a base de figuras femeninas aladas de raíz vegetal y carnosos roleos.
De esta manera logran veinticuatro rectángulos que, junto con los dos cuartos
de círculo del muro del coro alto, hacen posible el desarrollo de otras tantas
escenas del libro Génesis. Cada una de estas escenas se numeran, del 1 al 26,
para formar determinados bloques, ya que no siguen linealmente el texto bíblico
y se acompañan de la pertinente leyenda extraída del mismo texto. La historia
de la creación, paraíso, destierro e hijos de Adán y Eva (Caín y Abel), se
distribuye en doce escenas (nº 1-12), la de Abraham desde su encuentro con
Melquisedec hasta el sacrificio de su hijo, en otras cinco (nº 13-17), la del
Diluvio desde la Torre de Babel hasta el Sacrificio de Noé, en cinco (nº18-22).
Las cuatro restantes se destinan a la historia de Issac y Rebeca (nº 23-26).
En la bóveda del
coro se han dispuesto, a los ángulos, cuatro bellas figuras femeninas,
acompañadas de diversos atributos, que vienen a representar los cuatro puntos
cardinales y los signos correspondientes del Zodiaco.
La superficie de
los muros se decoran en la parte superior con un simulado entablamento por el
que discurre un original friso de poderosos roleos vegetales, en el que se
insertan figurillas y algunos animales. Un continuo de rectángulos, bajo este
entablamento, acoge alternamente, un tema floral y una estación de Vía Crucis.
Por fin, en la parte inferior, aflora un continuo de cuerpos prismáticos en
sesgo, en cuyos netos se dibuja una ventana de arco conopial, produciendo así
la ilusión de un ordenado paisaje arquitectónico.
Entre 1550 y 1575
varios elementos del templo se cubrieron con azulejería (de la Cartuja de
Sevilla) las gradas del Altar Mayor, los asientos que rodean el templo y los
frontales de los altares laterales.
En la actualidad se
encuentran restauradas la mayor parte de las pinturas excepto las que hay tras
los retablos laterales y el Altar Mayor, cuyo retablo también está en proceso
de recuperación. La ermita es declarada Bien de Interés Cultural, con la
categoría de monumento el 2 de octubre de 1993.
Entorno de la Ermita
En el recinto de la
Ermita de Ntra. Sra. del Ara, se pueden observar restos de tumbas primitivas,
excavadas en la roca, de pequeño tamaño. En las primeras visitas de la Orden de
Santiago a la zona, se señala la presencia de estas tumbas, con losas de piedra
o mármol, labradas con letras romanas.
En su interior, han
aparecido objetos, como una pequeña vasija visigoda (siglo V-VII), aunque
algunas de estas tumbas se creen anteriores, de época fenicia.
Podemos ver además
en este lugar, restos de una columna romana, situados actualmente en el patio,
a los pies de la ermita. La misma se encuentra fragmentada en seis partes y hoy
se utilizan como asiento para el descanso de los peregrinos. Se piensa que esta
columna, se trajo de la ciudad romana de Regina, para reaprovecharla.
La columna, de
mármol, conserva el arranque del capitel en muy buenas condiciones, se puede
ver su decoración; los demás fragmentos pertenecen al fuste de la misma. Por
sus dimensiones, se trata de una columna que pudo ocupar en la antigüedad un
lugar privilegiado, (un templo), lo que avala la teoría de que pertenezca a la
ciudad de Regina.
Antonio Gallardo
Rodríguez
Hijo de un Fuentelarqueño.
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