A través de la visita canónica de la Orden de
Santiago en 1494
Segunda parte
3.- El patrimonio
artístico: altares, imágenes, pinturas y orfebrería.
La Visita
Canónica comenzó por el Sagrario del templo, donde la Sagrada Forma se
custodiaba “en una custodia de plata
metida en una arqueta de madera labrada de talla “. A la capilla mayor, carente de retablo, se accedía por unas
gradas forradas de azulejos, que también recubrían la mesa del altar, adornada
con cruz, candeleros y atriles de madera dorada y sobre la que se daba culto a
una imagen de la Virgen con el Niño, “de bulto hecho de madera bien pintado “, ataviada con ropas de
paño colorado y azul. El Niño vestía un manto pequeño de terciopelo verde con
borde dorado, llevando sobre su cuello un collar de cuentas de ámbar en dos
vueltas.
Detrás de la
imagen se situaban dos pinturas representando la Asunción de la Virgen y María
con el Niño, respectivamente [7]. El arco toral estaba atravesado por una
viga sobre la que descansaba el Crucificado y otras dos imágenes, seguramente
las de la Virgen y San Juan, “ de madera
antiguas “, componiendo de este modo el grupo del Calvario. Estas vigas de
imaginería colocadas a la entrada de los presbiterios fueron muy frecuentes en
la Baja Edad Media y en el Renacimiento, como lo atestigua la documentación
conocida para otros casos sevillanos, aunque estos conjuntos escultóricos no
siempre se han conservado, perdurando como testimonio tan sólo algunas
esculturas aisladas.
En la cabecera
de la nave izquierda se situaba el Sagrario, antes aludido y que, cerrado por
una cortina de lienzo azul con un cordero pintado en medio y el lema “IHS “, estaba “labrado de yesería, dorado, e pintadas muchas imágenes de barro cocido
asimismo doradas e pintadas, con sus chapiteles sobre las imágenes dorados“.
Las puertas del Sagrario eran de madera tallada, pintadas de oro y de azul. A
la vista de esta descripción hay que imaginar este sagrario como una hornacina
abierta en el muro, encuadrada por un marco arquitectónico ejecutado en yesería
siguiendo fielmente los patrones gótico – mudéjares y por el que se repartían
una serie de repisas con peanas y doseletes para contener imágenes de barro cocido
y policromado, técnica escultórica de plena actualidad a raíz de su utilización
para ornamentar los edificios de la época, como es el caso de las que pueden
todavía verse en las portadas de la catedral de Sevilla. Las puertas debieron
ser una buena obra de carpintería mudéjar, tal vez decoradas con temas
geométricos a base de lacería, como se ve en las conservadas en la parroquia de
la vecina localidad de Alanís, donde igualmente enmarcadas por yeserías góticas
constituyen un testimonio felizmente conservado de estos primitivos sagrarios
medievales y que nos sirven para hacernos una idea de como debió ser el
desaparecido sagrario de Santa María de Guadalcanal. El ornato de esta capilla
sacramental se completaba con una cortina de lienzo “ con cuatro piernas con
sus listas “ colocada sobre el altar y dos lámparas colgadas, “ que tenían dos
bacines de latón medianos “ [8].
Ya en las naves [9] , el primer altar que se reseña era el
de Santiago Apóstol, con frontal de lienzo pintado viejo y cuya imagen aparecía
“en un caballo, todo de bulto hecho
de madera, con una bandera en la mano izquierda e una espada en la otra “,
vestido con una “camisa morisca de
lienzo“. Flanqueando la imagen del Apóstol, dos pinturas sobre tabla
representaban la Asunción de la Virgen y los santos Fabián y Sebastián. Sobre
el muro estaba pintada la figura de San Andrés.
En el siguiente
altar, con frontal de lienzo pintado y candeleros de hierro, estaban las
imágenes de bulto de San Pedro Mártir, de barro cocido bien pintado, de San
Antón, vestido con una camisa sin mangas, y San Julián, ataviado con roquete.
El altar de San
Sebastián, igualmente con frontal pintado, mostraba la imagen de su titular, de
bulto y de madera, detrás de la cual se situaba un lienzo pintado del que no se
indica su temática.
La imagen de
Santa Catalina, de alabastro y colocada en su altar, iba vestida con una saya
de tafetán viejo y un roquete, tocándose su cabeza con un velo. La de Santa
Lucía, por contra, estaba pintada sobre un pilar del templo.
Por último, en
la capilla bautismal se encontraba la pila que todavía hoy conserva la
parroquia, “hecha de piedra bien labrada, cubierta con su tapa de madera “.
Sobre esta capilla se levantaba una tribuna “labrada
de madera bien hecha, aunque es antigua “.
El informe de la
Visita Canónica de 1494 también nos hace relación de otros enseres del templo,
como los libros litúrgicos, las campanas – dos mayores en la torre, una rueda
de campanillas para cuando alzan el Santísimo, otra mediana para lo mismo y una
pequeña para la comunión - , unos órganos viejos y desafinados colocados sobre
el altar de Santiago y dos facistoles.
Muy minuciosa es
la lista de piezas de orfebrería y ornamentos litúrgicos [10] . Entre las primeras se mencionan una
cruz de plata dorada vieja, otra cruz de plata blanca, una corona de plata
dorada, varios cálices de plata blanca y dorada, un incensario de plata, una
custodia de plata dorada con esmaltes y un Crucifijo, “ todo dorado e bien
labrado de tiempo antiguo “, unas crismeras y una taza. También muy nutrida es
la lista de los vestuarios litúrgicos, recogiéndose diferentes casullas, capas,
paños, dalmáticas, paños de altar, estolas, sobrepellices, etc.
El documento que
hemos analizado nos transmite una imagen colorista del interior de la parroquia
de Santa María de Guadalcanal a fines del siglo XV. Carente de retablos, la
ornamentación del templo se confiaba a las imágenes y pinturas sobre tabla
repartidas sobre los diferente altares, cuyas mesas se ornamentaban con frontales,
bien de azulejería, como en el caso del altar mayor, o bien pintados. Las
advocaciones representadas en la parroquia son muy típicas de la sensibilidad
religiosa bajomedieval: el Calvario de la viga del presbiterio, escena llena de
dramatismo y expresividad; la Virgen con el Niño, manifestando su maternal
ternura hacia sus devotos; y los santos, modelos de virtudes para el cristiano,
como Santiago (cuya presencia en el templo era obligada por su pertenencia a la
Orden que lleva el nombre del Apóstol), Fabián, Sebastián (protector contra las
epidemias), Pedro Mártir (dominico martirizado por su lucha contra la herejía),
Antón (protector de los animales), Julián (santo limosnero y hospitalario),
Catalina (ejemplo de martirio en defensa de la fe) y Lucía (también mártir y
protectora de las enfermedades de la vista).
Las esculturas
de la Virgen, Cristo y los santos, de estilo gótico, aumentaban sus efectos
expresivos al presentarse a los fieles ataviadas con telas, que a la vez que
les otorgaban colorista aspecto las hacían más realistas y cercanas a los
fieles, quienes veían en ellas unos personajes sobrenaturales llenos de vida y
cercanos a sus problemas y necesidades. El colorido de las vestiduras de las
imágenes se completaba con el brillo del dorado de candeleros y lámparas que
colgaban junto a los altares, todo lo cual destacaba visualmente al contrastar
con los muros, pilares y techumbres de las naves. En suma, el templo ofrecía un
aspecto multicolor y abigarrado, muy a tono con la sensibilidad popular del
momento, impregnada de la mezcla entre la savia orientalizante del mudéjar y la
sensibilidad occidental representada por el gótico.
Andando el
tiempo, este patrimonio iría siendo sustituido progresivamente por nuevas obras
de arte acordes con las sucesivas corrientes artísticas, al objeto de ir
adecuando el templo a otras necesidades y nuevos planteamientos estéticos. Así,
durante los siglos XVI al XVIII la iglesia de Santa María se engalanará con
retablos, esculturas, pinturas y piezas de orfebrería en las que se dará
entrada al Renacimiento y el Barroco, patrimonio del que nos han llegado pocas
muestras debido a las avatares de la Historia [11].
4.- El patrimonio
económico de la parroquia de Santa María.
Para el
mantenimiento del culto y de la propia fábrica del templo, la parroquia contaba
con un patrimonio inmobiliario del que también se ocupa esta Visita Canónica de
1494, gravado con diferentes censos [12] : un mesón que rentaba al año 1.500 maravedís,
una casa arrendada a Gonzalo de Chaves (300 maravedís), una tienda en la plaza
alquilada a Pedro Alonso de Nieva (300), otra casa arrendada a Hernando Gereno
(200), otra de Alonso Mexía (200), la del platero (200), una viña de Pedro
Harto (130), la casa que era de Fernand Sánchez Delgado (500) y unas tenerías
donadas a la iglesia por un capellán y que rentaban 50 reales.
A estos ingresos
había que agregar las mandas otorgadas por los fieles en sus testamentos, las
limosnas procedente de la concesión de sepulturas en el templo, los 1.000
maravedís que anualmente otorgaba como limosna el Concejo de la villa, quien
también ofrecía a la parroquia parte de la recaudación procedente de las multas
impuestas a los ganados que “entran en
dehesas e cotos e vedados “ , cantidades que también se compartían con las
otras parroquias, las de Santa Ana y San Sebastián.
[7] A.H.N., sección Ordenes
Militares: Libros de Visitas de la Orden de Santiago. Libro 1101 – C, págs. 58
– 59.
[8] Ibídem, pág. 59.
[9] Ibídem, págs. 59 – 60.
[10] Ibídem, págs. 61 – 63.
[11] HERNANDEZ GONZALEZ, Salvador:
“ La Parroquia de Santa María ... “, págs. 61 – 66.
[12] A.H.N., sección Ordenes
Militares: Libros de Visitas de la Orden de Santiago. Libro 1101 – C, págs. 63
– 64.
Revista de Feria
y Fiestas 2001.
Salvador
Hernández González
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