La sierra por "sevíllanas”
Porque también en la sierra, y
nos referimos, naturalmente, a la sierra norte de Sevilla
-la de Guadalcanal, Cazalla, Constantina, El Pedroso- se sabe bailar
y, en efecto, se baila por "sevillanas". Sus fiestas como las de cualquier
otro pueblo de la extrema Andalucía Occidental, se alegran con el revuelo de
los faralaes y los quiebros graciosos del baile por "sevillana”
La cuna de este baile fué lógicamente
Sevilla, pero no solo la capital y los bulliciosos pueblos que más o menos de
cerca ciñen su contorno no, sino además toda esa comarca de viñas y olivares
que forman el Aljarafe sevillano y el Condado de Huelva; tierras calientes de
ferias, de romerías de devociones apasionadas, de procesiones ruidosas, donde
el estampido de los cohetes se mezclan con los vivas y los gritos de una
población fácilmente exaltada. Desde aquí las "sevillanas" se deslizan hacia el sur toda la extensión
de la marisma hasta las orillas del Atlántico o trepa los alturas de la sierra
hacia el norte de la provincia en cuyos pueblos prende con la fuerza que en
todos los casos le proporciona su honda raíz popular.
Tal vez, hilando un poco delgado,
pudiéramos decir que las "sevillanas"
de la sierra son más elaboradas, más perfectos pero también me espontáneas que
las del Aljarafe, el Condado o la marisma. Cuestión matices que, por otra
parte, no creemos que tengan la menor importan
Bajo la espesura de los álamos
que sombrean la explanada de la Ermita, de los chopos que crecen al borde del
arroyo o del camino, junto al pozo del agua milagrosa y fresca en la Romería de
la Patrona o del Santo venerado, lo mismo que bajo los focos de la caseta de
Feria, por todas partes y por el más simple motivo, se abren y estallan las "sevillanas" como un incendio
de rosas que impulsa el soplo del "angel".
las más modernas de los Toronjos,
los Romeros de la Puebla o los Hermanos Reyes, la gama es inmensa. todas ellas
sin embargo ajustadas rigurosamente —tanto en lo letra como en la música —
a un ritmo de seguidillas, ligero y alegre, el más apropiado para derramar en
él la alegría y él fervor desbordados de un pueblo sabe reír, danzar y contar
por encima de cualquier posible tragedia personal o colectiva.
Las "sevillanas" se acompañan por las palmas de los que contemplan
y escuchan. Es un rito, casi obligado, qué asegura la participación de
concurrentes.
"Mosito saborío
toca las parmas
que la fiesta s'o jecho
pa disfrutarla",
le cantarán en la copla a algún
espectador retraído o embobado, No extraño, pues, que en Sevilla o en cualquier
otra ciudad andaluza, idóneo se acompañen con palmas por "sevillanas" los más diversos acontecimientos. Hasta los
partidos de futbol.
En el baile por "sevillanas" —giros
apasionados, airosos quiebros pasos trenzados por la gracia— no se
encuentran como en las danza otras regiones, actitudes bélicos, ni
reminiscencias históricas, ni siquiera atisbos religiosos, aunque tantas veces
formen en el cortejo de algunas de sus ceremonias más tradicionales. El
baile por "sevillanas" es manifestación única y exclusivamente
amorosa. Expresión de un amor mimoso y fuerte que se ofrece y huye, que
parece entregarse y escapa, ante el cual el hombre suplica y amenaza y obliga
para terminar al cabo vencedor y engallado frente a la hembra que humildemente
se confesará rendida:
"El corazón me arranco
para venderlo,
a ver si me lo compra
quien me está oyendo.
Cómpralo, ingrato,
cómpralo que lo vendo
sobre barato".
José Mária Osuna
Revista de Feria 1970
No hay comentarios:
Publicar un comentario