By Joan Spínola -FOTORETOC-

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Villa de Guadalcanal.- Dió el Sr. Rey D. Fernando a Guadalcanal a la Orden de Santiago , e las demás tierras de la conquista, e de entonces tomó por arma una teja o canal, e dos espadas a los lados como así hoy las usa.



sábado, 27 de octubre de 2012

Un maestro de pueblo, años 50

La educación de los años cuarenta, en un pueblo de Sevilla

Nos encontramos en un lugar de Andalucía de cuyo nombre siempre me acordaré, en una época en la que la educación brillaba por su asencia.
Existían dos edificios de enseñanza ruinosos donde los niños se apiñaban para recibir lo que llamaban “instrucción”.
Tres “maestros de escuela”, varones por cierto, con sus braseros de cisco debajo de sus respectivas mesas, intentaban con dudoso éxito mantener el orden al que denominaban disciplina, a base de repeticiones y buena fe. Las aulas por nominarla de alguna manera, parecían neveras a pesar de ser demasiado numeroso el número de chiquillos.
Por otro lado, en otro edificio no menos cochambroso, en el que el elemento masculino estaba menos que prohibido, había otras tantas profesoras con la misma buena voluntad.
A estos colegios se les conocían vulgar y despectivamente como” escuelas del gobierno”
Intercalado entra ambas instituciones, en un lugar céntrico, en un edificio inmenso, de estilo barroco del siglo XVIII, los padres salesianos, los hijos de Don Bosco, regían un colegio que unas nobles señoras habían cedido para hacer hombres de élite.
Resultaba algo inusual que en una población tan pequeña se hubiesen asentado nada menos que miembros de una congregación del prestigio de la salesiana.
Poco tiempo estuvieron estos religiosos realizando una labor tan magnífica y tan beneficiosa para el pueblo y para la sociedad en general.
Efectivamente, hoy día son bastante numerosos los hombres y mujeres de toda condición social que están rigiendo destinos muy loables dentro del estado Español.
Quien esto escribe comenzó a asistir al colegio de los salesianos a la edad de ocho años pues para conseguir plaza había que “guardar cola” y tener la suerte congruente.
Viene a mi mente las veces que mi madre me llevó de la mano para que el Sr. Director me tuviese en cuenta a la hora de la matriculación.
Era un hombre ni alto ni bajo, ni delgado ni obeso. En sus facciones se notaba vivacidad y encanto cogidos de la mano de cierta dosis de dureza y firmeza.
En su frente una especie de remolino delataba que durante su niñez habría tenido alguna relación con el Lazarillo de Tormes.
Se restregaba una mano contra la otra aparentando un natural nervioso, hasta que al cabo del tiempo supe que era consecuencia de una perdigonada que recibiera en tiempos de la Guerra Civil Española.
Su nombre era Don Rafael Infantes a quien acompañaba otro sacerdote algo mayor que se llamaba Don Agustín Pacho y un jovencito con sotana pero sin coronilla que luego supe que pertenecía a los clérigos salesianos que serian el día de mañana sacerdote también: Don José Crispín.
Este sacerdote salesiano que falleció en El Colegio de la Santísima Trinidad de Sevilla, siempre estuvo muy relacionado con nuestra población tanto él como su familia.
Los muchachos lo conocíamos como el “gamo” por lo mucho que corría, jugando con ellos de acuerdo con la máxima de San Juan Bosco y con su sistema preventivo.
Las tres condiciones que tienen siempre en cuenta esta congregación para la fundación de un Colegio son: un buen patio para expansión y asueto, un salón de actos espacioso y una capilla o templo pues para estos religiosos estudio o trabajo, diversión o teatro y oración forman una sola cosa.
Don Antonio Otero, hermano coadjutor, Don Manuel Urbán y Don Manuel Urbaneja, profesores seglares, completarían la comunidad.
Los profesores o maestros más jóvenes, en los ratos de ocios o de recreos jugaban con los alumnos como si fueran hermanos mayores y siempre aprovechaban ese juego para formar, enseñar e instruir, de una manera intuitiva y ejemplar.
Por las tardes, después de la merienda, los alumnos que lo deseaban que era una mayoría, acudían de nuevo al patio de recreo para quemar calorías.
Los domingos también había actividades pues para los salesianos las vacaciones consisten en un cambio de actividades y así surgieron los oratorios festivos.
El sistema educativo implantado por Don Bosco ha sido seguido hoy por la mayoría de países y lleva por título “sistema preventivo “no con puños sino con benevolencia y paciencia”.
No quisiera generalizar pero se podría afirmar sin temor a equivocarse que ese bien de que disponen hoy los países desarrollados que se llama ciencia y cultura, ese bien repito era un bien muy escaso en la mayoría de los pueblos andaluces.
La Unesco hacia los años sesenta realizó una campaña de alfabetización que fue bien acogida por los campesinos y artesanos de la población adulta.
Los alumnos que estaban cansados de ser analfabetos y ansiaban con ahínco y desesperación asemejarse a otros países en cuanto a cultura, asistían a las clases de adultos con una asiduidad y esperanza poco común.
El método de lectura Sanabria, también llamado onomatopéyico creado por un Maestro nacional, dio unos resultados inusitados.
Hombres y mujeres haciendo dejadez de su orgullo gesticulaban al mismo tiempo que pronunciaban sonidos con los que iban adquiriendo los rudimentos de lectura y escritura paulatinamente. Tres meses eran suficientes para que esos hombres rudos y de vasta bondad y esas mujeres en las que aun se notaba la beldad innata, consiguieran las bases de una posterior superación.
Se pretendía que en tres meses podrían saber el nombre de las calles sin preguntar a nadie y quien esto escribe asegura su positividad.
El único y escaso material consistía en una pizarra cuadriculada colocada en la pared a ser posible de color verde con cuadrículas de un aspecto resaltante.
Cada educando portaba su cuaderno también ajedrezado en el que con paciencia y perseverancia se iban señalando puntitos en forma de cruz con los que irían pariendo los garabatos con los que nacerían las palabras.
Era muy fundamental entretenerse en dibujar los pudibundos para obtener una caligrafía uniforme y legible.
En España la asistencia a esas clase, algunos alcaldes la hicieron obligatorias incluso poniendo castigos pecuniarios.
¿Era esta la libertad de la que habla Benjamín Franklin?.
Creo que no estaría de más que intercaláramos algunas anécdotas al respecto para quitar aridez a la exposición.
Los alumnos ya bastante mayorcitos pero con espíritu juvenil, oliendo a rosa y a limpieza, limpieza con olor y sabor a mujer, Limpieza vespertina posterior a una jornada de sudor y fatigas, acuden al colegio de adultos donde les espera el maestro que se hace pasar por un cachondo mental para captar la confianza de su alumnado.
El maestro o el “profe” como cariñosamente le llamaban los aprendices a europeos, sabe que con cariño y benevolencia se puede conseguir mucho fruto, y por ello cuando llega el “Mesa Gil” haciéndole con tono campesino esta pregunta “maestro, ¿”pueo Jacer” el cochinito”?, le responde: “Si Andrés haz el cochinito y… luego vamos a aprendes dos letras nuevas”.
Con el “cochinitos” de Mesa Gil se entregaban a la meta que se habían propuesto todos, que era dejar de ser analfabetos.
Fueron tres los educadores que la Administración había destinado a nuestro municipio para que llevaran a cabo las pretensiones de la Unesco: Don José María Mate, Don Juan Molina y Don Manuel Gómez Caro. Para las mujeres la Delegación de Sevilla eligió a la Señorita María Luisa, natural de Écija que más tarde fue sustituida por otra señorita hija de un guardia civil de la localidad
El edificio donde se impartieron las clases durante tres cursos es colares es el colegio multiuso de las Hermanas Sevilla.
Eran dos los turnos de ciento cincuenta minutos cada uno, los que la delegación de Educación y Ciencia tenía asignado a los profesores de la llamada Campaña de Alfabetización.
El resto de tiempo, por las mañanas, en el edificio del Ayuntamiento los citados funcionarios educadores lo empleaban en revisar el censo de personas iletradas.
Los discípulos cuya asistencia era satisfactoria recibían un certificado de escolaridad en un principio, un certificado de estudios primarios en un segundo turno y el graduado como final.
Fueron incontables los documentos que se expidieron durante los años que duró la Campaña.
Actualmente no sé cómo está la educación en España pero en los años que relato eran pocas las ciudades que tenia Institutos de Enseñanza Secundaria y por ello se crearon los CLA (colegios libres adoptados) que eran como filiales de aquellos, que ofrecían una enseñanza libre impartida por licenciados y maestros nacionales acreditados, entre los cuales se encuentra quien esto escribe.
Los alumnos eran evaluados o examinados por los profesores titulados y acreditados de los Centros de los que dependían los colegios Libres Adoptados, desde luego teniendo muy en cuenta los criterios de los enseñantes respectivos.
También existía otra enseñanza llamada Formación Profesional que fue considerada como una “salida” para aquellos estudiantes cuyo cuya capacidad o rendimiento no fuera muy superior.
Los primeros licenciados que pusieron en marcha esta institución que no por breve dejó de ser bastante fructífera, fueron don Francisco Luego, licenciado en la rama de letras y don Melquíades, de la rama de ciencia, director y secretario respectivamente.
Don Juan Ruiz, del que hablaré más adelante y don Pedro Pérez, maestro nacional ayudaban a los señores licenciados en sustitución de titulados de secundaria.
Don Manuel Gómez, maestro de Enseñanza Primaria interino en un principio y propietario definitivo después, colaboraba impartiendo las materias de Educación Física, Formación Política, Lengua latina y francés.
La lengua vernácula Ciceronis en los primeros cursos consistía en el aprendizaje de las gravosas declinaciones, el estudio razonado de los verbos con su raíz o radical y sus desinencias y formación de versiones y traducciones.
En años posteriores unos grupos traducían “de bello gálico” y otros “de bello civile.”
Aún hoy día algunos alumnos con sus cincuenta años entre los que cito a Don Francisco Flores, suelen recordarme el “Ordo verborun” y “la consecutio temporum.”…

Fragmento de un libro inédito
D. Manuel Gómez Caro

2 comentarios:

  1. Buenas. Leer tu artículo me traslada a las jornadas en las que D. MANUEL URBÁN -a quien sin duda alguna, debo agradecer gran parte de la persona que hoy soy- CON pacienca, eficacia, profesionalidad y , a veces, acompañado de su inseparable "Dona Berenguela" supo transmitirnos no solo lo que los libros de textos marcaban.
    Disfruté de sus enseñanzas, al tenerlo como tutor en 3º de EGB, y a lo largo de primaria como profesor de Inglés (Inolvidables, Peter, Mary...)

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    1. Buenas...jamas pense encontrar en esta enciclopedia viviente que es internet una referencia a D, Manuel Urban.Yo tambien lo tuve de tutor en 3 de EGB y como tu recibi clases de ingles en 6,7 y 8
      nunca olvisare a su berenguela ni su wuasa sevillana
      me dejo marcado con D, Manuel Roldan para el resto de mis dias

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