By Joan Spínola -FOTORETOC-

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Villa de Guadalcanal.- Dió el Sr. Rey D. Fernando a Guadalcanal a la Orden de Santiago , e las demás tierras de la conquista, e de entonces tomó por arma una teja o canal, e dos espadas a los lados como así hoy las usa.



miércoles, 27 de marzo de 2013

Guadalcanal y las ordenes militares 2


Formación y evolución de las jurisdicciones señoriales

El segundo paso, prácticamente paralelo al anterior, es la vertebración del territorio extremeño realizado en gran medida durante la segunda mitad del siglo XIII. Una vez repartido el territorio, se produce el fenómeno de consolidación de los marcos jurídicos de dominación. Utilizando métodos similares las entidades señoriales consiguieron centralizar al máximo el poder sobre tierras y hombres de dos formas: a través de la conformación-delimitación de términos y facilitando el asentamiento de pobladores a través de las cartas pueblas y fueros. Ambos elementos son en esencia los rasgos estructurales resultantes del poder feudal en la organización del territorio. Este control a nivel particular de cada jurisdicción era ejercido a través de una compleja organización administrativa traducida en las encomiendas para las órdenes militares, sometidas a la autoridad del maestre y del capítulo general. En la jurisdicción realenga el control del espacio y de los pobladores se canalizó a través de la conformación de concejos en los que el rey intentaba materializar su poder y contrarrestar el avance de competidores a través de numerosos privilegios. El concejo dotado de autonomía regía la forma en que debía ocuparse su término, la villa o ciudad se convertía en el centro rector. El marco jurisdiccional restante está representado por los dominios correspondientes a los cabildos catedralicios, quienes con el obispo a la cabeza ejercían el dominio sobre tierras y hombres. Basándose en la unidad parroquial enmarcada en unidades mayores o arcedianatos como elemento para el control de tierras y hombres, el cobro de los derechos diocesanos que reclamaban en las iglesias de las villas y sus alfoces fue un motivo de constante enfrentamiento. Si bien los concejos intentaron eludir el pago de algunos de los derechos como diezmos procuraciones, primicias, y derechos de catedrático, fue con las órdenes militares con las que mantuvo numerosos enfrentamientos algunos de ellos de relativa seriedad.
Vistas en líneas generales las bases organizativas de cada jurisdicción podemos señalar rasgos identificativos propios de Extremadura. De entrada hay que confirmar un predominio claro del maestrazgo frente al realengo como se constata desde los primeros momentos de la conquista. Para confirmar este punto podemos comparar la extensión ocupada por el maestrazgo y el realengo -las dos jurisdicciones predominantes-, la primera rondaba los 17.000 Kms2 y la segunda 9.000 Kms2. Como se puede observar, las órdenes militares juegan un papel esencial en la repoblación de Extremadura y ello se refleja en el conjunto de posesiones territoriales que poseen a finales del siglo XIII. La iglesia, en plena organización, es la que menos identidad territorial posee.
En cuanto a la orden de Alcántara, desde el establecimiento de la casa de la orden en la villa que le dio nombre, consolida su presencia en el sector occidental de Extremadura, su radio de acción se iba a extender hasta la sierra de Gata por el norte, y hasta la sierra de San Pedro por el sur, al que se denominó partido de Alcántara. La orden intentó controlar todo el espacio occidental junto a la frontera portuguesa donde podía conseguir una inmensa extensión territorial, prueba de ello son las rápidas delimitaciones de términos que se realizan en la sierra de San Pedro con el concejo de Badajoz. El mismo motivo se observa en la otra zona de expansión que se extendía por la comarca de la Serena, en la que hacia 1240 se establecen los términos entre los lugares de Hornachos, Magacela, Reina y Benquerencia, y en 1253 se realiza análogo proceso pero con la orden del Temple sobre los lugares de Capilla, Almorchón y Benquerencia. Más tarde extendieron sus dominios hasta la comarca de los Montes atraídos por el tránsito ganadero. Aunque esta orden fue dotada de numerosos privilegios, las dificultades para el asentamiento de pobladores fueron grandes a juzgar por la tardía concesión de fueros. Comenzaron en 1253 dando el fuero a la villa de Salvaleón, para luego entre 1260 y 1274, fecha en la que se da el de Segura de León, hacer lo mismo con las poblaciones más importantes.
Este pequeño desequilibrio temporal en la delimitación de términos y conformación de jurisdicciones con respecto a la repoblación de los mismos, tiene su justificación en que la posesión de esta vasta extensión territorial permitía fuertes ingresos procedentes de la práctica ganadera. La frontera además de los riesgos poseía sus ventajas, el escaso poblamiento existente traducido en mano de obra, la frontera y las condiciones físicas fueron determinantes para impulsar el desarrollo de la ganadería. Este hecho predispuso a la corona a conceder numerosos exenciones de montazgos y portazgos, así como otros derechos reales que favorecieran a la orden.
La orden del Temple, exceptuando Capilla, que era el lugar idóneo para el control del paso de ganados provenientes de Castilla, ubicó sus dominios cerca de la frontera con Portugal y en el centro sur de la provincia pacense. Los lugares bajo su control, debido a su dispersión, no constituyeron un bloque compacto y cohesionado hasta la segunda mitad del siglo XIII, cuando a costa del concejo de Badajoz consiguieron delimitar la encomienda de Valencia del Ventoso que incluía numerosos lugares del extremo suroccidental de Badajoz (Jerez, Fregenal de la Sierra, Oliva, Mombuey y Villanueva del Fresno entre otros). Al margen de otros datos de índole cuantitativo no sabemos nada sobre la población de sus dominios, sólo tenemos constancia de que los intereses de esta orden también circulaban en torno al tránsito de ganados, especialmente por el lugar más significativo dentro del conjunto de posesiones extremeñas: Alconétar. Tenemos noticias de los problemas surgidos entre esta orden y la de Alcántara por el cobro de montazgos y peajes en el puente sucedidos en 1257 que se saldó con la destrucción de aldeas y la muerte de algunos de sus pobladores.
Los santiaguistas, por su parte, sólo poseyeron núcleos muy localizados en torno a la frontera con Castilla, el más importante era la Atalaya, donde el rey leonés intentó que la orden estableciera la casa principal. Sus dominios se extienden preferentemente por lo que se dio en llamar Provincia de León, que abarcaba desde Montánchez hasta Monesterio y Guadalcanal, sin olvidar poblaciones de la talla de Llerena, Jerez de los Caballeros, Azuaga y Hornachos, por citar algunas. La zona que les corresponde a los santiaguistas posee más tradición pobladora, de ello tenemos noticias en la población de Montemolín, pero especialmente en determinados lugares como Reina y Hornachos, que pasaron a manos cristianas a través del pacto de sumisión favoreciendo la permanencia de pobladores musulmanes. Este motivo facilitó la temprana concesión de fueros entre 1235 y 1236 (fueros de Mérida y Montánchez respectivamente).
El otro gran bloque jurisdiccional está representado por los concejos de realengo. Esta jurisdicción, más benévola en cuanto a las condiciones que ofrecía a los pobladores y ampliamente desarrollada en zonas de frontera, estaba mejor representada en la zona que se extendía desde el Sistema Central hasta el valle del Guadiana, especialmente entre la primera y el valle del Tajo. Aquí los concejos constituyen verdaderos centros de atracción para los pobladores. Coria, primero, aunque luego pasó a manos de órdenes militares, Plasencia, Cáceres, Trujillo -incorporado después de 1235- y Badajoz son los ejemplos que tenemos en Extremadura. Al sur del Guadiana el realengo no está presente, debido, en parte, a la pérdida de atención por parte de la corona sobre esta zona, que conquistada poco antes de la ocupación militar de Andalucía ejercía menos atractivos. El sector oriental de la Alta Extremadura conocida desde antaño por Las Villuercas pertenecía al concejo de Talavera, que desde mediados del siglo XIII estaba intentado fomentar el poblamiento a través de privilegios reales. Como resultado nacieron los lugares de Castrejón, antigua dehesa, y el Pedroso no exentos de conflictos con el concejo de Ávila, que al igual que en el Campo Arañuelo, reclamaba la zona del Pedroso como “extremos” en los que pastaban sus ganados. La Comarca de los Montes cambió varias veces de jurisdicción, así a finales del siglo XIII estaba bajo el dominio de Toledo, ciudad que le concede fuero.
El asentamiento de pobladores en zonas realengas era mirado con cierto recelo por las órdenes militares que, como la de Alcántara, van a intentar por todos los medios desarrollar una serie de condiciones similares a las dadas en el realengo para poblar sus extensos dominios. No contentas con el posible paso de pobladores a sus dominios y aprovechando la despoblación de gran parte de los términos a finales del siglo XIII, llevaron a cabo una labor de rapiña que se concretó en la usurpación de lugares por la fuerza. Un ejemplo lo tenemos en Badajoz, sus amplios términos, deducidos en su mayoría por el deslinde de la ciudad de Sevilla realizado en diciembre de 1253, se vieron sistemáticamente mermados durante la segunda mitad del siglo XIII. Los hechos acaecieron poco antes de establecer la primera concordia con el Temple en 1277, y poco después, en 1282 con los santiaguistas. La gravedad del problema reclamó la atención del rey, que representado por el infante don Sancho ordenaba la devolución de los “...lugares de Olivençia, Taliga, Villanueva de los Santos, aldea de don Febrero e la Solana, e aldea de los Cavalleros y el Caraço, en los logares de nuestro termino que nos robaron por fuerça.... Poco después las quejas de Badajoz reclamaron nuevamente la atención del monarca que decidía reintegrar los lugares a la jurisdicción pacense: “...nos el conceio de Badajoz anduviemos en pleito e en contienda grand tiempo ante D. Alfonso, e con las ordenes del Temple y de Ucles por raçon que los Comendadores de estas ordenes poblaron de nuevo a Olivença e a Taliga e a Villanueva et a los Santos et a la aldea de Don Febrero et a la Solana et a la aldea de los Cavalleros et al Çaraço en logares de nuestro termino que nos tomaron por fuerça ...”.
Ya en el plano económico, estos enfrentamientos tuvieron su reproducción entre concejos. La defensa de los lugares de aprovechamiento comunal, con vistas a preservar los derechos de los vecinos e incluso los de aquellos propietarios de ganado, se convirtió en el principal argumento para reclamar zonas que eran invadidas por pastores. Tenemos noticias de los deslindes realizados entre Cáceres y Badajoz en 1264, se conocen algunos con Montánchez en 1242 y 1250, y la resolución de conflictos con otras jurisdicciones como los mantenidos con la orden del Temple en 1252. De Trujillo conocemos los deslindes realizados con el propio concejo cacereño, pero especialmente los realizados con los santiaguistas de Montánchez y la ciudad de Mérida en 1250.
En cuanto a la iglesia extremeña, la más temprana jurisdicción está representada por el obispado de Coria, restaurado por Alfonso VII en 1142. Los límites de la diócesis eran lo suficientemente grandes -no se correspondían con los de la ciudad- como para competir con los de las diócesis de Ciudad Rodrigo y Salamanca. Se extendían desde la Sierra de Gata, Hurdes y cercanías de Hervás, bajando por la Guinea o Ruta de la Plata, y abarcaba las iglesias de Montánchez, Cáceres y las tierras pertenecientes al partido de Alcántara. Por su parte el obispado de Plasencia, por ser de nueva creación, se le atribuyó un considerable espacio que se extendía originariamente desde Béjar y sus aldeas hasta el río Guadiana: A bone memorie dedit, et Bejar, quod infra terminos ipsos situm esse probavi, trugellum etiam et Medellinum, Sanctam Crucem, Montanches, salvo iure toletanae ecclesie in hiss, si quos habet et Montem fragorum ut hec omnia iure dicocessano perpetuo possideatis...”. Los conflictos sobre ciertos lugares comenzaron nada más consolidarse la fundación de la diócesis. En 1217 y 1218 Roma tuvo que mediatizar entre los obispos de Plasencia y Ávila sobre la posesión de Béjar y sus aldeas, resolviéndose favorablemente para la primera. En 1221, llegaba la confirmación de los límites diocesanos de Plasencia, donde ya se contemplan modificaciones sustanciales, como la pérdida del Campo Arañuelo reclamado constantemente por los abulenses y las zonas excluidas pertenecientes al arzobispado de Toledo con la que compartía límites. Todavía en 1235 seguían pleiteando con la ciudad de Ávila sobre lugares como Tornavacas ubicados en los pasos del Sistema Central claves en la circulación de mercancías y ganados.
Al igual que el concejo, el obispado de Badajoz cuya fecha de fundación está bastante discutida, algunos autores quieren situarla en torno a 1255, tuvo problemas con los límites de su diócesis por cuanto las distintas entidades señoriales intentaban no reconocer la autoridad del obispo en sus iglesias, lo que significaba la consiguiente pérdida de derechos, es el caso del señorío de Alburquerque con el que se mantuvo numeroso pleitos hasta concordar una repartición justa. Los problemas no fueron pocos, pues nada más iniciarse la segunda mitad del siglo XIII las disposiciones reales en favor del obispo de Badajoz fueron contundentes. Se instaba a todos los habitantes de la ciudad y término a no usurpar los bienes de la catedral, así como no ocupar los lugares entregados por la corona, en los que el obispo y su cabildo estaban obligados a conformar una población. Los límites de esta diócesis abarcaban un amplio espacio que se extendía desde la Sierra de San Pedro Hasta el sur de la región, que curiosamente venían a coincidir con los de la ciudad, pero que no se extendían hacia el centro-oeste de la región donde estaban asentadas las órdenes.
La evolución de las jurisdicciones extremeñas durante la segunda mitad del XIII, sufre un cambio análogo al del resto de las zonas de frontera. El ascenso del poder nobiliario, que ya participó activamente en la batalla de Las Navas de Tolosa y especialmente en la conquista de Sevilla en 1248, supone una fuerte cortapisa para la consolidación de los dominios reales. Desde esta perspectiva la unión de los reinos de Castilla y León y la conquista de Andalucía tuvo como consecuencia una presencia señorial más constante en Extremadura. El problema económico, al que se une la continua devaluación de la moneda, obligó al rey a compensar los esfuerzos militares realizados con la entrega de numerosos lugares no ubicados necesariamente en la frontera.
Esta es en esencia la realidad que obligó a un cambio importante en Extremadura. A partir de la segunda mitad del siglo XIII la señorialización es inevitable, especialmente durante el reinado de Sancho IV. A finales del siglo XIII, se conforman los primeros señoríos jurisdiccionales. Algunos señores, como don Juan Alfonso de Alburquerque, ya habían establecido sólidamente sus dominios en la zona central de la región desde 1218. La zona más afectada es la de Plasencia. Prácticamente despoblada en la segunda mitad del siglo XIII conoce en 1284 la primera ruptura de sus términos a favor de allegados de Sancho IV. En diciembre de dicho año, se donaba Jaraicejo a Gonzalo Godínez, escribano del rey, lugar en el que se conformará una pequeña marca señorial, que tras numerosos cambios de mano, será reintegrado a la ciudad de Plasencia. Poco después era entregada la aldea de Albalat a Fernando Gómez y Diego García, aunque por escaso tiempo, pues con el paso del tiempo quedaría despoblada.

 Juan Luis de laMontaña Conchiña
Becario de la Fundación Valhondo

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