By Joan Spínola -FOTORETOC-

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Villa de Guadalcanal.- Dió el Sr. Rey D. Fernando a Guadalcanal a la Orden de Santiago , e las demás tierras de la conquista, e de entonces tomó por arma una teja o canal, e dos espadas a los lados como así hoy las usa.



sábado, 7 de enero de 2017

Guadalcanal en el ecuador de la edad Moderna 6

Economía y sociedad de Guadalcanal en el XVII (sexta parte)

La administración económica de las Encomiendas.
Todas las propiedades y rentas de la Orden de Santiago se distribuían entre la mesa maestral, algunas alcaldías dependientes de ella y un determinado número de encomiendas.
La aparición de la mesa maestral data de la segunda mitad del siglo XIII, cuando al final del maestrazgo del célebre Don Palay Pérez de Correa, el Capítulo General de 1271-1274 le impone, como solución para atender y limitar los crecientes gastos de la administración central de la Orden y del maestre, la consultación de la mesa maestral, formada inicialmente por los bienes de cinco encomiendas situadas en los distintos reinos peninsulares. Más tarde, se agregaron a la mesa maestral las propiedades y rentas de otros lugares como Jerez de los Caballeros (1370) y Montánchez, que fue incorporada por el maestre Don Alonso de Cárdenas.
Después de las enajenaciones del siglo XVI y pirindolos del XVII, quedaron incluidas en el partido de Llerena las encomiendas siguientes: Azuaga, Bienvenida, Fuente del Maestre, Guadalcanal, Hinojosa, Oliva Palomas, Puebla de Sancho Pérez, Reina, RIbera-Aceuchal (esta última villa pertenecía a la gobernación de Mérida, pero su encomienda se agregó a la de Ribera en fecha que no podemos precisar), Los Santos y Usagre, a las que habría que añadir la de Bastimentos, cuyas rentas estaban situadas también en otros partidos. Las encomiendas enajenadas subsisten, pero desprovistas de su base territorial y de sus facultades y rentas Jurisdiccionales, que se transferían por venta a los nuevos titulares.
Los valores anuales de las encomiendas del partido de Llerena en el siglo XVII según estimación de la contaduría mayor de las medias innatas del Consejo de las órdenes, variaban según Encomienda en el caso de Guadalcanal era de 4.545 ducados y en el caso de Azuaga de 7.508.
En las Encomiendas del partido de Llerena, la importancia de las dehesas era notablemente Inferior a la de las del resto de la Extremadura santiaguista. El valor de los arrendamientos de las dehesas de la mesa maestral só1o representaba a principios del siglo XVII el 23% del conjunto de sus rentas, menos los diezmos del pan, situadas en el partido, por lo que el porcentaje real debía ser muy Inferior al expresado. Las dehesas de las encomiendas presentan también un valor muy reducido en relación a las rentas totales, pues apenas significan un 6% del conjunto. Estos valores, variables según las encomiendas y la época, eran a principales del siglo XVII.
En el caso de Guadalcanal, la dehesa del Palacio sólo suponía un 10% sobre el total de las rentas de la encomienda, esto suponía sólo un censo de 400 maravedíes, frente a los 85 censos y 30.005 maravedíes.
Con el paso del tiempo. el valor real de estas rentas fue disminuyendo a causa del alza de los precios, ya que la tasa de los censos permanece invariable e incluso baja en algunos casos. Por ejemplo, los 342 maravedís devengados por los cinco censos de la encomienda de Bienvenida en 1604 se hablan reducido a 300 maravedíes, cinco años mas tarde y, de la misma manera, los 400 maravedís de censo que tenia la encomienda de Guadalcanal en 1604 se hablan reducido a 200 en 1645 y en 1660 ya no estaba vigente el cobro de ningún censo en esta localidad, a partir de esta fecha sólo ha constancia del cobro de la martiniega (tributo o contribución que se pagaba por San Martín). .
De los tributos solariegos el único que subsiste en la época moderna es la martiniega, parece que en su origen era un censo que los siervos o colonos pagaban por la tierra que cultivaban, aunque más tarde pierde su carácter originario y tiende a confundirse con tributos derivados del vinculo vasallático o del ejercido de funciones Jurisdiccionales. Se trata de un impuesto exclusivamente pechero, que consistía en el pago de 12 maravedís por cada vecino que no fuera clérigo o hidalgo o tuviera caballo, en el caso de Guadalcanal a principio de siglo era de unos 3.000 maravedíes, en Azuaga, esta cantidad ascendía a 7.000.
En relación con las actividades mercantiles, existía un impuesto llamado "veintena", cuya naturaleza en la descripción de las encomiendas hecha en 1691, aparece incluida entre sus bienes "la renta de la veintena de todo lo que venden los forasteros en dichas villas, que es de cada real de alcabala doce maravedís". En otra descripción del mismo año se dice de este impuesto que "es doce maravedíes de cada real de alcabala que pagan los forasteros que vienen a vender", solo cita en Azuaga, Granja y  Guadalcanal, apareciendo casi siempre arrendada con el portazgo,  En Guadalcanal, siempre se arrendaba con el portazgo, por lo que es imposible averiguar su valor.
Respecto a los Impuestos sobre el tránsito de mercancías, en el siglo XVII sólo quedan testimonios documentales de los portazgos, que gravaban las mercancías a su paso por las puertas de las poblaciones. Este impuesto estaba extendido por todo el partido, ya que figura en todas las descripciones de la mayoría de las encomiendas como uno de sus miembros de renta. En Guadalcanal, la encomienda cobraba dos portazgos: uno el de la villa, que se arrendaba con la veintena y cuyos valores fueron 40.000 maravedís en 1603, 6.234 durante los años 1645-1647, 8.925 en 1654 y 28.332 en 1660; el otro, el llamado portazgo de la venta de la Urbana, que rentó en las mismas fechas 22.000 maravedís, 2.278, 7.480 y nada en 1660 por "estar perdido el carril".
Aparte de todas las rentas analizadas, los comendadores disfrutaban de una serie de derechos honoríficos o preemmendas, que realzaban su posición aumentando aun mas las diferencias con los habitantes de sus encomiendas. Los derechos honoríficos en el caso de Guadalcanal existía la preemenencia  de poner una silla en la Iglesia Mayor, en un lugar destacado, durante las ceremonias religiosas o el derecho al primer peso en las carnicerías.
Este porcentajes experimenta variaciones interanuales considerables en función de las oscilaciones de la producción y de los precios, pero, frente a otras rentas, los valores de las dehesas son bastante estables a lo largo del siglo, además de las dehesas, la Orden poseía un elevado número de suertes de tierra que, junto con aquellas, pueden considerarse como una derivación de la antigua reserva señorial.
Los censos sobre tierras pertenecientes en el siglo XVII a la Orden tenían un origen que se remonta a tiempos muy lejanos de su historia y. tal vez. Su concesión haya respondido, como apunta D. Rodríguez Blanco, a la necesidad de poner en explotación tierras Incultas o de legalizar usurpaciones de tierras de la reserva.
Durante la época medieval, la Orden tuvo una preocupación constante por sus propiedades censuales, como demuestran las numerosas disposiciones legislativas que regulaban la materia. En los tiempos modernos, esta preocupación parece disminuir, según se puede deducir de los silencios informativos que existen sobre el tema en muchas descripciones de encomiendas.
Frecuentemente, las encomiendas, sobre todo las más valiosas, pasaban de padres a hijos casi como un bien hereditario. La encomienda de Reina fue durante más de un siglo coto privado de los marqueses de Flores Dávila, pertenecientes a la familia de los Cuevas, duques de Alburquerque, que paralelamente gozaron la de Guadalcanal durante el último cuarto del siglo XVII y principios del XVIII.
Relación de Comendadores y administradores con goce de frutos en la Encomienda de Guadalcanal en la época:
Don Hércules Esfrondato, duque de Montemarchan 1583-1621
Don Valeriano Esfrondato, marques de la Ribera y duque de Montemarchan 1621-1645
Don Hércules Esfrondato, duque de Montemarchan 1649-1661
Don Alonso Pérez de Guzmán el Bueno, duque de Medina Sidonia 1662-1667
Don Francisco de la Cueva, duque de Alburquerque 1675-1676
Don Francisco Fernández de la Cueva, duque de Alburquerque 1690-siguiente siglo.
Fiscalidad.- La historia de la Hacienda en la provincia de León de la Baja Extremadura se caracteriza durante la mayor parte del siglo XVII, entre otros rasgos, por una creciente presión fiscal, que fue sin duda un factor fundamental en la crisis de aquella centuria. La importancia de este hecho ha sido reconocida por todos los autores que de forma específica se han preocupado de estudiar la incidencia de la política fiscal en la economía. 
Las tierras del partido de Llerena, como las del resto de Extremadura, no se libraron de los rigores del fisco. Es más, en muchos momentos, la presión fiscal ejercida sobre esta tierra es proporcionalmente superior a la soportada por otras partes de la Corona de Castilla. En los capítulos precedentes, ya se han explicado las principales consecuencias socioeconómicas producidas por esta política fiscal insaciable, aunque inevitable desde el punto de vista de la Hacienda Real; se trata ahora de evaluar, analizando detalladamente en la medida de lo posible, la carga fiscal que sufrieron las poblaciones de esta parte de Extremadura.
Las alcabalas (impuesto que gravaba al comercio y era el que más beneficios producía a la Hacienda Real, aun cuando el diezmo seguía en vigor y su perceptor principal era la iglesia con la participación de la casa Real).- Fue el impuesto más importante e incluso durante algunos años del siglo la  teoría era un impuesto muy gravoso, pero el sistema de encabezamiento lo convirtió, de hecho, en un impuesto soportable, puesto que la cuota del encabezamiento se mantuvo casi sin cambios desde finales del siglo XVI., lo que significó una disminución constante de su valor real (7). La Monarquía suplió esta falta de rendimientos con los servidos votados en Cortes, medida que bonificaba a los privilegiados y suponía, como ha señalado Carande, transferir "la totalidad de la cargo eludida a las espaldas más débiles y sufridas de los pecheros”.
En el caso del partido  de Guadalcanal con Reina y el sitio de Donadío, los valores de las alcabalas en 1604 suponía en maravedíes 2.692.068, frente a los 4.639.430 del partido de Llerena, que incluía además de esta villa, Valencia de las Torres (perteneciente a la Encomienda Mayor) y la recientemente enajenada Fuente de Cantos.
Las cuotas de los encabezamientos de las diferentes poblaciones del partido apenas experimentaron cambios hasta los años cuarenta. Llerena estuvo encabezada al menos hasta 1639 en 2.757.755 maravedís anuales (16). Casas de Reina, Fuente del Maestre y Los Santos tenían en 1633 el mismo encabezamiento que en 1604 (17). Únicamente hay certeza de un cimblo importante en la cuota del encabezamiento, en el  de Guadalcanal, que desde 1601 a 1608 estuvo encabezada en 2.537.500 maravedís anuales y en 1616 figuraba encabezada en 2.160.000 maravedís, cuota que ya mantendría al menos hasta 1639 La información existente sobre los valores de las alcabalas de los diferentes, lo cierto es que en  Guadalcanal fluctúa en el periodo 1602-1608 entre 2.693.591 y 2.621.820 maravedís; en 1612 registra una caída importante, bajando a 1.734.137 maravedís (valor de las alcabalas por administración), y desde 1615 hasta 1639 el partido permanece encabezado en la cantidad de 2.264.568 maravedís anuales.

Tesis presentada en 2014 por Juan R. González Uceda sobre Guadalcanal en el siglo XVII
Fuentes.- Historia rural de la baja Extremadura (Crisis, decadencia y presión fiscal el siglo XVII), La hacienda del antiguo régimen, Desarrollo y crisis en el antiguo régimen, Demográfica histórica de España y Hemerotecas

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