By Joan Spínola -FOTORETOC-

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Villa de Guadalcanal.- Dió el Sr. Rey D. Fernando a Guadalcanal a la Orden de Santiago , e las demás tierras de la conquista, e de entonces tomó por arma una teja o canal, e dos espadas a los lados como así hoy las usa.



miércoles, 10 de julio de 2013

Real Audiencia de Extremadura y Guadalcanal 3

Guadalcanal en 1829
Tercera parte

Se ha defendido repetidamente en numerosos estudios que los consistorios municipales anteriores a la época constitucional estaban regidos por la nobleza. Sin embargo, los nombres de los regidores y demás oficiales municipales de Guadalcanal que firman las respuestas al interrogatorio no coinciden con los de los nobles asentados en el padrón. Cuatro son los regidores que firman con una cruz por no saber escribir (sus nombres son anotados por el escribano) y cinco los que plasman su firma con nombre y apellidos. Los regidores que firman con la señal de la cruz se corresponden con labradores y jornaleros que habitan en las calles más retiradas del centro del pueblo. Así, encontramos a Antonio Ugía, labrador de la calle Jurado, o a Antonio García. Este último nombre aparece tres veces en el vecindario, dos como jornalero y una como labrador. No es que Antonio García tuviese una triple personalidad, simplemente no hay forma de averiguar cual de los tres se corresponde con el regidor, dado que únicamente se escritura el primer apellido. De los regidores que firman con su nombre encontramos a Cristóbal Guerrero, labrador de la calle Sevilla Fuera, y a Miguel Moyano, jornalero de la calle Jurado, o bien labrador de la calle Granillos.
Así pues, jornaleros (asalariados) y labradores (propietarios) ocupaban los cargos municipales, por lo que se puede decir que era un consistorio representativo de la estructura social de Guadalcanal. Francisco Castillo es otro regidor que firma pero no se ha encontrado su nombre; si el de don José Castillo, capitán retirado de la calle S. Bartolomé (este último no consta como regidor). Quizás guardaban alguna relación, posiblemente el primero fuese el padre del segundo, puesto que este apellido no era muy común entre los vecinos. Otra relación de parentesco se establece entre Antonio José Calleja, el escribano del vecindario, y Manuel José Calleja, vecino de la calle San Bartolomé. El nombre del primero no aparece, por lo que se deduce que Manuel podría ser padre de Antonio, puesto que en el vecindario únicamente consta el nombre del cabeza de familia.
Aunque había 27 hidalgos, solo cinco constan en el vecindario con alguna función concreta, en este caso como propietarios, además de tenientes y capitanes, en activo o retirados, de los "voluntarios realistas", cuerpo local militarizado con tareas de policía rural: D. Antonio María Moreno, residente en la Plaza o Mesones (no se especifica); el ya mencionado D. José Castillo, en San Bartolomé, calle esta en la que también habitan D. José de Tena y don Juan Becerra; por ultimo, en la calle Santa Clara mora don Agustín Vázquez. Las tres calles citadas poseen una ubicación céntrica, lo cual da muestra de que los nobles disponían de una posición privilegiada frente al resto de clases y oficios.
Atendiendo a las respuestas al Interrogatorio de 1791, posiblemente los viales continuaran en 1829 en similar estado: todas empedradas, excepto dos de pizarra menuda muy bien colocada, que hacían el piso suave, agradable y vistoso; bastante anchas, largas, llanas y limpias... "a excepción de una que por no haberse tenido la precaución al tiempo de empedrarlas de cortar las aguas de una fuente que nace en lo alto de la misma, se derraman por la calle produciendo notable desaseo y descompostura". Se indica igualmente que resultaba necesaria la composición de los caminos, dada la situación tan precisa que se encuentra Guadalcanal para el transito de los arrieros y pasajeros que viajan de Extremadura a Andalucía.
No todas las calles tenían las mismas actividades ni ofrecían idénticos servicios; es obvio que las calles más céntricas son, por un lado, mucho mas activas desde el punto de vista comercial y, por otro, concentran a las clases más favorecidas, siendo mínimo el número de jornaleros y labradores que contienen. Así, nos encontramos en la calle Camachos cuatro molineros, siete zapateros, seis hidalgos, cuatro eclesiásticos, un tesorero de las minas, dos herreros, un chocolatero, un barbero, dos alarifes (albañiles) y un posadero. Podemos localizar en esta calle una de las tres posadas que existían en el pueblo, estando las otras dos en la plaza, lugar que también daba habitáculo a dos regatoneros (comerciantes), tres labradores (uno de los cuales era teniente de voluntarios), un carpintero, un hortelano, el sacristán, un eclesiástico, dos barberos, un sastre y un escribano, entre otros.
Otra calle muy activa es la de Granillos, con un arriero, un zapatero, un hortelano, un eclesiástico, un estanquero (de los dos que había en la villa, el otro se encontraba en la Plaza). También en la calle de San Bartolomé encontramos una gran variedad de oficios y grupos sociales: molineros, arrieros, zapateros, diez hidalgos, seis carpinteros, tres hortelanos, un boticario, cinco eclesiásticos, varios alarifes, el escultor Juan del Valle y Rivero, un cirujano (el interrogatorio de 1791 admitía la ausencia de cirujano, cuya labor era desempeñada por el médico), dos chocolateros, un tendero y el abogado don Juan Antonio Álvarez, aunque hubiera sido conveniente, según se dice, algún abogado más por la incomodidad que resultaba a los vecinos salir a otros pueblos para la consulta de sus negocios. La calle San Sebastian también acogía oficios no muy comunes en la población, como un administrador de rentas o dos mercaderes, pero sin duda el vecino más necesario era el médico titular, Francisco Vázquez, compañero del otro medico de la villa, don Antonio Pablos de Rivero, residente este en la calle San Francisco, ambos ofrecían sus servicios a las 1.102 familias de Guadalcanal y su aldea de Malcocinado.

Por Ana Murillo López
Crónicas de Guadalcalanal

Revista de Feria de 2004

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